Asimismo, fue alumna de la maestra y poeta Rita Cetina Gutiérrez en La Siempre Viva, la primera escuela para señoritas en Yucatán, donde estudió ciencias y a las teóricas de los derechos de la mujer. Era de esperarse que seguiría los pasos de su mentora.
Viuda y divorciada, en 1910, participó como espía en el llamado Plan Dzelkoop, rebelión armada contra el gobernador de Yucatán Enrique Muñoz Aristegui, parte de la “Chispa de la Revolución” perpetrada en Valladolid, Yucatán. Más tarde, se unió al movimiento antirreeleccionista nacional de Francisco I. Madero.
En 1912, fundó la primera organización femenina de campesinas —se piensa que es la primera del país—, con la finalidad que a las mujeres jefas de familia se les garantizaran los mismos derechos que a los hombres en la distribución de tierras. Un año después, se convirtió en una de las más importantes organizaciones de la región debido a la gran cantidad de contingentes que la conformaban.
Participó en la fundación de las “Ligas de Resistencia Feministas” tratando de llamar a las mujeres de todo el estado a organizarse y apoyarse unas a otras en temas urgentes como: derecho al voto, higiene, alfabetización, control de la natalidad; este último, era un paso indispensable en la búsqueda de libertad de las mujeres y sostenía de fondo la más intolerable de las reivindicaciones para las sociedades conservadoras: “el derecho de las personas a vivir su sexualidad de una manera libre y lúdica, más acá o más allá de los fines reproductivos” (Lemaitre, 1998).
Durante el gobierno del general Salvador Alvarado en Yucatán, de 1915 a 1918, participó en el Segundo Congreso Feminista de Yucatán. En marzo de 1918 participó en el Congreso Obrero de Motul acompañada de la feminista Rosa Torre, su compañera de luchas, donde experimentó el rechazo de los socialistas a la participación de las mujeres en política pues les fueron negadas voz y voto.
Al año siguiente, en 1919, durante el gobierno de Venustiano Carranza, la historia se repetiría para Elvia en la ciudad de México, donde creó la Liga Rita Cetina Gutiérrez con la intención de lograr la inclusión del debate sobre el voto femenino en cámaras legislativas; sin embargo, fue ignorada por sus compañeros socialistas.
No fue hasta en 1923 de vuelta en su natal Yucatán, con su hermano Felipe Carrillo Puerto rigiendo como gobernador del estado, que Elvia fue elegida como diputada municipal junto con Beatriz Peniche y Raquel Dzib Cícero por parte del Partido Socialista del Sureste, siendo estas las tres primeras mujeres electas de México. Sin embargo, tras el asesinato de su hermano fueros obligadas a dimitir y el voto a la mujer fue anulado en el estado.
Con ayuda del presidente Plutarco Elías Calles, Elvia logró escapar de Yucatán y se refugió en la ciudad de México, desde donde siguió su lucha. Brevemente, se instaló en San Luis Potosí donde se había reconocido el derecho al voto de las mujeres, donde lanzó su candidatura a diputada y a pesar de haber ganado la elección, el Congreso Federal declaró invalido el voto femenino por temor a los levantamientos cristeros.
De vuelta en la ciudad de México, Elvia fundó la Liga Orientadora Feminista Socialista que organizó a las empleadas de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación, en donde había empezado a trabajar. Más tarde, en 1931, dadas las críticas y presiones se transformó en la Liga de Acción Femenil que pugnaba por el derecho de voto para las mujeres.
Durante años, Elvia, fue ignorada en sus peticiones a favor de los derechos de las mujeres y perseguida por el poder en turno, despedida de los empleos que ocupaba. Ejemplo es que durante el periodo del Gral. Lázaro Cárdenas, que es reconocido por los avances sociales y los derechos sindicales, como señala Lamaitre Monique, el mismo presidente Cárdenas ordenó su cese de la Secretaría de Economía donde entonces se desempeñaba como estadígrafa (1998).
Lamentablemente, Elvia, nunca pudo regresar a su tierra, y murió en la pobreza total el 15 de abril de 1968 a la edad de 89 años, no sin antes ver coronada su lucha de años en 1953 durante el periodo del presidente de Adolfo Ruiz Cortines en el que fue modificado el Art. 34 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos que reconocía el derecho de las mujeres a votar y ser votadas.
Elvia no pidió por favor
Toda una vida de lucha. Aun en el exilio, Elvia no descansó en la búsqueda de su objetivo: organizó a las mujeres trabajadoras, realizó reuniones clandestinas, fue espía, reunió firmas, se enfrentó al poder más de una vez, como era común en las sufragistas, las cuales sufrieron todo tipo de vejaciones. Fue una mujer que rompió con los estereotipos de su época, enfrentó al orden establecido y pagó las consecuencias.
Por fortuna, la historia se renueva, y nos renueva. Tuvo que pasar más de medio siglo de distancia para que la sociedad reconociera que Elvia luchó por los derechos políticos de la mujer que hoy disfrutamos; sin embargo, estamos en un momento en que la misma sociedad juzga a otras mujeres por las formas de manifestarse o por lo que demandan: Me pregunto ¿Qué opinaría Elvia Carrillo Puerto de las actuales demandas de las feministas? ¿Qué opinaría de despenalización del aborto y el derecho a decidir? ¿Qué diría de las manifestaciones por los feminicidios? ¿Qué les diría las diputadas, a las senadoras y funcionarias que hoy ocupan cargos de su ejercicio público?
No basta con levantar estatuas —ya vimos para qué sirven—, imprimir rostros en los billetes, o instituir premios con su nombre; todas esas iniciativas resultan insuficientes si no le permitimos tomar el lugar que le corresponde en la memoria histórica de nuestro país, y esto únicamente se logra dando a conocer su obra a través de la educación.
Los libros de texto siguen esperando la incorporación de las mujeres que, como Elvia Carrillo Puerto, forman parte de la gran historia de México, mientras tanto, su nombre, su vida y su obra se mantienen vivos en el corazón de las mujeres que siguen levantando la voz para exigir sus derechos.