"las acciones son mucho mas sinceras que las palabras"..... ( Scuderi)
4 de febrero de 2015
LAS CONSTRUCCIONES SOCIALES Y “EL CUERPO VIVIDO”.
A pesar de la utilidad de distinguir entre sexo y género, y entre los términos
female y feminine, puede que no baste con el mero reconocimiento del
"género" como construcción social. De hecho, la distinción entre sexo y
género puede depender de una aceptación nada crítica de la dicotomía
entre naturaleza y cultura, que considera el cuerpo como entidad fija. Por
lo tanto, podemos infravalorar el impacto que tienen en nuestra experiencia
física del mundo las prácticas institucionales de socialización y culturización,
es decir, nuestras costumbres cotidianas.
Las limitaciones de considerar fundamentalmente el género como una
construcción social se plasman en su incapacidad de reconocer la realidad
material de ser mujer u hombre en un contexto organizativo. En este aspecto,
es de un valor incalculable el trabajo de feministas como Judith Butler,
Iris Marion Young y Elizabeth Grosz, que nos ayudan a comprender que,
aunque admitamos fácilmente que el género es una construcción social
consolidada a través de los discursos y prácticas, no debemos infravalorar
el hecho de que estos discursos y prácticas tienen un efecto muy real en el
cuerpo. Judith Butler (1990), en su obra Gender Trouble, argumentó de forma
convincente que el género es una actuación social y que el cuerpo
sexuado se deriva de la misma. Por tanto, el género no es solo un término
lingüístico empleado para referirse a las percepciones socioculturales, sino
que se desenvuelve en el marco de las prácticas de la vida real, y como tal,
los cambios físicos y ajustes del comportamiento corporal se producen
gradualmente a lo largo del tiempo.
En su ensayo "Throwing like a girl", Iris Young (2005) argumenta de manera
convincente que la forma en la que las mujeres utilizan sus cuerpos, o desarrollan
sus habilidades fisicomotoras, depende totalmente de cómo las hayan
orientado físicamente en el mundo desde edades muy tempranas. A las niñas
se les suele decir que son frágiles, que pueden lastimarse más fácilmente que
los niños, que deben buscar ayuda cuando se enfrenten a un desafío físico, o
incluso evitarlo por completo. Por tanto, su experiencia del mundo es la de un
lugar más amenazante, lo que a su vez las lleva a adoptar un tipo de comportamiento
corporal particular, como, por ejemplo, juntar mucho las piernas al
sentarse o andar, cruzar los brazos sobre sus pechos a modo de protección o
llevar los objetos pegados a sus cuerpos. Asimismo, desarrollan unos patrones
más de cooperación que de competición. Estas prácticas no son de
carácter meramente social, sino que provocan cambios reales en los cuerpos
de las mujeres y en su forma de estar en el mundo.
Sin embargo, esto no debe llevarnos necesariamente a sacar conclusiones
deterministas o esencialistas sobre los hombres y las mujeres. Young (2005)
sugiere que debemos comprender la interacción entre la facticidad y la libertad.
La facticidad se refiere a aquellas características y predisposiciones biológicas
con las que nacemos, y que desarrollamos como parte de nuestra
existencia física a lo largo del tiempo, mientras que en la libertad están implicados
aquellos proyectos que nos proponemos conseguir durante nuestras
vidas. Ambos conceptos juegan un papel en nuestra experiencia y nuestras
acciones en el mundo. Young (2005) utiliza la alternativa de Toril Moi a la
construcción de género: el denominado "cuerpo vivido". Dicha autora lo define
como: "una idea unificada de cuerpo físico que actúa y experimenta en un
determinado contexto sociocultural; se trata del "cuerpo in situ". Moi cuestiona
la claridad de la distinción entre naturaleza y cultura, argumentando que
el cuerpo vivido siempre está culturizado. Según Young, cada persona tiene
libertad ontológica para responder ante su facticidad, para construir y expresarse
a través de sus proyectos. Gracias a sus logros, le resulta posible transformar
su entorno y sus relaciones, muchas veces colaborando con otras personas.
Sin embargo, la desafortunada realidad es que muchas personas viven
situaciones en las que su entorno les hace sentirse muy incómodas.
La construcción del "cuerpo vivido" nos ofrece muchas ventajas: socava la
dicotomía de naturaleza frente a cultura, además de llevarnos más allá de
los binomios esencialistas de género mediante la creación de espacios para
la libertad ontológica que podrían funcionar en el diseño de nuestro proyecto
o proyectos de vida. No obstante, Young sostiene que esto no conlleva
que debamos abandonar el concepto de género, dado que este juega un
importante papel en las estructuras sociales, y tiene grandes implicaciones
para la creación o el recorte de las libertades de las personas a la hora de
desarrollar sus proyectos vitales. El "género" es una herramienta conceptual
que nos permite describir y diagnosticar la forma de institucionalizar
las diferencias entre hombres y mujeres, y las relaciones entre ellos. En
este contexto, se crea además el espacio conceptual desde cuyo interior se
puede plantar cara a estos estereotipos.
Lo importante de combinar la construcción del cuerpo vivido con el concepto
de género es que nos permite plantear una serie de cuestiones a
varios niveles. Por una parte, las construcciones de género nos ayudan
a desenvolver los supuestos que respaldan ciertas expectativas de liderazgo
existentes en las empresas, además de los prejuicios que conllevan. Lo
que podemos descubrir es que se asocia una serie de binomios en los cuerpos
de hombres y mujeres de tal manera que se dificulta en gran medida
que los individuos puedan desarrollar patrones más allá de los moldes de
género estereotipados. Sin embargo, si no tuviésemos la categoría de género,
resultaría casi imposible diagnosticar el problema y describirlo de
manera significativa. Para describir cómo actúan en la práctica debemos
remitirnos a los estereotipos de género del hombre/mujer. Las descripciones
de esta índole permiten que surja la resistencia. Por tanto, sería interesante
profundizar en la forma en la que los rasgos masculinos y femeninos
se manifiestan dentro de los papeles de liderazgo institucional, con el fin de
analizar los supuestos y los prejuicios que lo respaldan. Esto podría permitirnos
explorar diferentes modelos y prácticas para modificar gradualmente
la experiencia vivida tanto de hombres como de mujeres.
http://www.juntadeandalucia.es/economiayhacienda/planif_presup/genero/documentacion/Genero_liderazgo_y_organizacion.pdf
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