7 de diciembre de 2012

Estereotipos animados.


Hoy juntos y contentos limpiaremos el hogar" entona Blancanieves mientras Cenicienta se calza el zapatito que la conducirá hacia la felicidad y la Bella Durmiente espera tranquila la llegada de un príncipe apuesto capaz de librarla del sueño eterno. Así es como la pantalla se enciende a la orden del día, a través de historias fantásticas y personajes aparentemente inocentes, con los que fácilmente podremos encariñarnos y serán difíciles de olvidar, pero capaces de transmitir mensajes que refuerzan estereotipos y roles naturalizados en la sociedad.

Enmarcado en escenarios maravillosos, el mágico mundo de Disney, que acompañó a varias generaciones, y que todavía sigue teniendo historias para compartir, se encargó de fortalecer imágenes diferenciadoras, acentuando, en cada nueva animación, la debilidad en la mujer y la fortaleza en el hombre.

Mujeres hermosas, flacas, casi perfectas pero terriblemente frágiles son presentadas y admiradas por las pequeñas que juegan a ser como las princesas de la tele o el cine. Mientras los hombres salen a escena con personalidades poderosas, dominantes, inteligentes y capaces de solucionar la vida de esas bellas mujeres, vulnerables e incapaces. De esta manera los personajes masculinos logran destacarse, otorgándoles sentido a la vida de mujeres que muchas veces dan pena.

Ya lo decían acertadamente Ariel Dorfman y Armand Mattelart en el libro "Para leer al Pato Donald": "La literatura infantil es quizás el foco donde mejor se puede estudiar los disfraces y verdades del hombre contemporáneo, porque es donde menos se lo piensa encontrar".

Mediante la utilización de un lenguaje supuestamente inofensivo, en la voz cariñosa de personajes simpáticos y estéticamente bellos, es que se logra transmitir a niñas y niños de corta edad, valores y arraigos culturales sexistas, discriminatorios y crueles. A través de una excelente calidad estética y fuerte contenido ideológico, se exponen ciertos modelos a seguir que no hacen más que acentuar las diferencias de género e indefectiblemente inducen a que esos pequeños se sientan parte de un determinado grupo, bien diferenciado.

En cada una de estas historias con final feliz, se comunica un ideal de hombre y mujer capaz de influir en la personalidad y conciencia desde temprana edad, de la manera más sutil y con un discurso encantador por donde se lo mire.

De dominio y subordinación

En una sociedad marcada por la hegemonía masculina, resulta difícil escapar de los patrones de dominación por parte del hombre y subordinación femenina, por lo que no resulta extraño que esos patrones culturales se extiendan a la pantalla, mostrando mujeres pasivas, sin experiencia laboral, ocupando el rol de madres o de princesas hermosas, sin muchas actividades, en mundos donde poco se piensa y la belleza es considerada como atributo para alcanzar el éxito.

"No olvides que tu belleza es más que suficiente", le dicen a la Sirenita, mientras cantan "admirada tú serás, si callada siempre estás".

A la lista se suman los diálogos de la película Aladdin, encargados de seguir fortaleciendo "cualidades" que colocan, una vez más, a la mujer en un papel idiotizado: "Veo que os habéis quedado sin habla: una cualidad muy apreciada en la mujer".

Finalmente en "La Bella y la Bestia" los diálogos también siguen desprestigiando el rol femenino afirmando que "no está bien que una mujer empiece a tener ideas y a pensar".

La lista de canciones y diálogos sigue, enfatizando de manera negativa y hasta humillante, la forma de referirse a la mujer, ya que no sólo reafirman las desigualdades de género, sino que insisten en ridiculizar la imagen femenina. Mujeres frágiles, bellas, subordinadas y con la felicidad asegurada por un hombre, son sólo algunos de los rasgos que los dibujos animados han transmitido de generación en generación.

Alzar la voz para decir basta a producciones infantiles que observan con óptica masculina, donde la inteligencia, autenticidad y genuinidad de la mujer parecen quedar al margen del plano, debería hacer eco, y así la creatividad ser utilizada para cambiar el mensaje, mediante la utilización de palabras que construyan historias en donde la fuerza de un personaje no implique debilitar al otro.

Tal vez quitar los "disfraces" lleve tiempo y el cambio tampoco se de a la velocidad que queremos, pero fomentar el sexismo, por el cual cientos de mujeres vienen batallando desde hace años, no es el camino para superar las construcciones de género que actualmente rigen la sociedad. Por lo tanto, pensar en una comunicación equitativa, sin el sello del patriarcado, en donde la hegemonía y subordinación dejen de estar naturalizados, con hombres y mujeres semejantes y más reales, no debería ser, en el siglo XXI, una simple utopía.

Revista Furias-Por Vanina Nielsen
http://www.wim-network.org/2012/05/estereotipos-animados/#more-6846

5 de diciembre de 2012

Los valores los inculcan los padres, No la escuela.


Los profesores tienen una función importantísima en este aspecto, pero es el ejemplo de la familia el que cala de verdad en los hijos

El amor incondicional, la bondad, el afecto, la honestidad, la justicia, la solidaridad, el respeto, la tolerancia... son valores necesarios para realizarnos correctamente, para crecer y ser felices. Las personas adultas deberíamos saber transmitirlos a las generaciones que nos siguen. Pero ¿por dónde empezar su enseñanza y aprendizaje? Lo principal es que todos los expertos consultados señalan a la familia como el lugar principal donde se descubren los valores. Pero ¿están las familias preparadas para este reto?

Coherencia en el testimonio

En este aspecto de la educación, los padres han de ser conscientes de que su manera de ser y de hacer familia será crítica. Para la escritora Victoria Cardona, «los padres deben saber que en la primera infancia los niños imitan todo, por lo que es muy importante ser coherentes a la hora de dar testimonio. Los valores no se enseñan. Los valores los descubren los hijos a través del ejemplo de los padres». Coincide con ella Ramón Olegario, profesor de pedagogía terapéutica del IES nº 1 de Riberia (La Coruña), para quien la educación en valores debe empezar en casa, y cuanto antes. «Si un niño ha tenido una buena base afectiva, una base armónica, ese niño tiene mucho ganado. De hecho, la escuela tiene una función importantísima en este aspecto, pero los profesores somos sólo los subsidiarios de dicha educación en valores».

La familia, prosigue Cardona, «es núcleo de la sociedad donde se educan por contagio a todos los que la integran. Pero cada familia tiene su estilo y debe estudiar qué valores quiere transmitir». Ahí es donde Javier Borrego, profesor de Ética y Antropología de la Universidad CEU San Pablohace hincapié en lo siguiente: «Los valores por sí solos no son nada. Sólo tienen su sentido cuando están ordenados y podemos señalar un valor central».

Distintas jerarquías

De ahí que Borrego proponga que cada familia se plantee qué ideal es el que le mueve. Porque, prosigue este docente, no todas las jerarquías de valores son iguales. «Puede haber familias que entiendan que lo mejor es colmar todos los deseos de los niños, y entonces los niños crecen sin enfrentarse a los problemas y disfrutando de la vida… pero a la larga será perjudicial. Pero puede haber otras familias que su ideal sea la unidad y la comunicación. Entonces se acostumbrarán a no tenerlo todo inmediatamente, a compartir. Los niños de estas familias crecerán más felices. Es así de sencillo».

De esta forma, mientras que para este profesor la educación en valores debe empezar por la enseñanza de ciertos criterios éticos y estéticos, para el profesor de pedagogía terapéutica del IES Nº 1 de Ribeira (La Coruña), hoy por hoy lo principal sería «educar en el respeto al prójimo, llevado a todos los niveles». «Yo diría que todos son importantes», apunta por su parte Victoria Camps, catedrática de Filosofía Moral y Política de la Universidad Autónoma de Bellaterra. Autora del libro «Qué hay que enseñar a nuestros hijos», Camps concluye que «el buen humor, la generosidad, la autoestima... son conceptos encadenados que se van complementado, y cuyo conjunto explica qué es eso de la felicidad».

Objetivo, una libertad responsable


POR Victoria cardona

Siempre conviene pensar en valores que ayuden a los niños y los jóvenes a alcanzar una libertad responsable. Les dejo unas conclusiones en forma de pinceladas para la reflexión personal. Un valor es intangible, pero es algo que atrae y que, en los padres, tiene su fundamento en la mejora personal. Se trata de demostrar con obras la fuerza interior que tiene cada madre o padre, para mantener una actitud positiva y enfrentarse a su día a día con ánimo renovado, con objeto de acompañar a los hijos en su proceso educativo. Los valores de la convivencia son fundamentales para educar en casa. Valgan unos ejemplos: dar las gracias amablemente por un favor recibido; valorar una tarea bien hecha; corregir con paciencia la realización de un encargo que podía haberse llevado a cabo con más pulcritud; pasar por alto el mal humor de un adolescente; reconocer que hemos perdido los modales y nos hemos enfadado y saber decir: «Perdona, he hecho mal», con humildad. Así, podemos ayudar a nuestros hijos a descubrir los valores del agradecimiento, de la serenidad y del perdón, mucho más que con mil y un discursos sabiamente elaborados y explicados. El valor que brilla y que necesitan hoy más que ningún otro es nuestro afecto y cariño. Con afecto los padres tendrán un ascendente que les facilitará el ejercicio de la autoridad. Una autoridad que deberá concretarse en los horarios del tiempo de estudio, de la red o de las actividades extraescolares. El esfuerzo que tienen que hacer niños y adolescentes para obedecer es un valor que les ayudará toda la vida. Demos importancia al testimonio personal. Aunque hablamos de transmitir valores, es mejor que los descubran en la vida de los padres. En definitiva, conviene que sepan interiorizar los valores que han observado en su familia y, actuando con libertad, tengan sus propios criterios y lleguen a ser felices.

Especialista en orientación familiar y autora de «¿Quién educa a mi hijo?»

Principios que se dan en casa


POR Fernando Vidal Fernández

El amor incondicional. Es la experiencia más básica de la familia. Saberse y sentirse querido por uno mismo, confianza de ser amado incluso cuando se falla. La incondicionalidad y la tolerancia son una ley básica de la humanización; pese a todo, hay perdón.

Gratutidad. Es un valor progresivamente olvidado en la sociedad, pero que en la familia mana a raudales. De hecho, es su nota principal. El caudal de la gratuidad es lo que hace funcionar una sociedad, sin ella se hace inviable y se colapsa.

Responsabilidad. Las personas se constituyen en ellas mismas porque se responsabilizan de las otras. Esta es una experiencia fundamental en la infancia. Uno se forma como persona en proporción a cómo se responsabiliza de los demás y del mundo.

Discernimiento. La familia nos enseña a distinguir las cosas, a llamar las cosas por su nombre, a conocer el bien, la verdad y la belleza. Nos enseña a hablar el lenguaje de la realidad, a distinguir los signos de sus mensajes.

Trascendencia. Gracias a la familia sabemos que las cosas van más allá de nosotros, aquí y ahora. Lo aprendemos al pensar en antepasados y en generaciones venideras. Formamos parte de una historia que nos trasciende.

Profesor de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales, doctor en Sociología, y director del Instituto Universitario de la Familia

... Y los enemigos que nos hacen perder las referencias

1. La superficialidad. La vida acomodada que nos facilita el sistema puede hacer que perdamos el verdadero valor de las cosas. Se extiende por doquier la superficialidad y eso crea condiciones para la aparición de la tiranía.

2. La pereza. ¡Es tan fácil reducir lo complejo a lo simple, lo profundo a lo superficial, el valor a la moda! Tener valores es también una conquista que requiere esfuerzo, búsqueda y maduración, cultivarse, a veces vencer las propias inclinaciones, superar muchas modas y tendencias de la sociedad. Y eso es todo un trabajo.

3. Ensimismamiento. Quien vive centrado en sí mismo es incapaz de distinguir los valores de lo humano. Los valores no se logran por uno mismo, son siempre un don compartido con los demás.

4. Autoengaño. Este es nuestro gran mal hoy en día. Para poder identificar valores tienes que militar en la atención, tienes que practicar un examen sincero y detallado de tu vida.

Carlota Fominya.
http://www.abc.es/familia/20121201/abci-valores-familia-escuela-201211301206.html