16 de mayo de 2012

Casta de Nepal atrapada entre meretricio hereditario y violencia.


Rehabilitar a las trabajadoras sexuales de Nepal exige esfuerzos especiales dirigidos a la casta hindú badi, durante siglos asociada al esparcimiento y la prostitución en esta exmonarquía.

Sabitri Nepali se inició en la obligada tradición de los badis antes de cumplir 14 años. Ahora tiene 30 y la desconciertan los cambios de este país asiático de reciente pasado feudal y en vías de convertirse en una república democrática moderna.

"Varias generaciones de mi familia sobrevivieron gracias a esta actividad. Mi madre era trabajadora sexual y yo continué con la profesión familiar. Para nosotras era normal", dijo Nepali a IPS en la aislada aldea de Muda, 700 kilómetros al oeste de Katmandú.

Los badis, que suman unas 50.000 personas, viven en zonas del oeste de Nepal y encuentran trabajo en poblados y ciudades de este país, como Katmandú, y de India, como Mumbai y Nueva Delhi.

Hace cuatro años, el gobierno de Nepal prohibió a las badis dedicarse a su ocupación tradicional, bajo presión de comunidades locales temerosas de que las áreas con gran población de esa casta se convirtieran en zonas rojas.

Pero el gobierno no dio ningún paso para implementar la prohibición. El resultado fue la creación de patrullas comunitarias que obligan a las badis, mediante la violencia, a abandonar su medio de vida.

"Desafiamos la prohibición y continuamos con nuestra ocupación tradicional. ¿Cómo podemos sobrevivir sin ingresos? Piensen en nuestros hijos", dijo Kalpana Badi, de 35 años, quien apela a la práctica común de usar un apellido que la identifica de inmediato con su casta y su oficio.

La palabra "badi" procede del sánscrito "vadyabadak", que significa persona que toca un instrumento musical y sugiere que el estatus de la casta se fue degradando con el paso del tiempo.

El rígido sistema hindú de castas de Asia meridional definía la posición y la ocupación de cada persona. Los badis no han podido escapar de ese determinismo que los colocó en un lugar desfavorable de la escala social.

"No queríamos continuar con la prostitución, pero el gobierno no cumplió sus promesas de rehabilitación", dijo Bishal Nepali, esposo de una trabajadora sexual badi.

Las autoridades habían anunciado un programa que incluía vivienda, actividades remuneradas y becas de estudio para niñas y niños, pero nunca lo implementaron.

"Ha sido un proceso muy frustrante. No sabemos a qué se debe la indiferencia del gobierno. Los badis estamos en una situación desesperada", dijo Uma Badi, destacada activista y una de las pocas mujeres de su comunidad que obtuvieron educación universitaria.

"La mayoría de los badis no tienen educación y tampoco tierras ni animales", explicó.

De hecho, se les negó la ciudadanía hasta 2005, cuando la Corte Suprema de Justicia ordenó que se les concediera y se les facilitara apoyo económico.

Según un estudio publicado en 1992 por Thomas Cox, un antropólogo entonces adjunto a la Universidad Tribhuvan de Katmandú, las niñas badis "desde su primera infancia saben, y en general aceptan, que las espera una vida de prostitución".

Según esa investigación, las muchachas badis no se casaban y era común que tuvieran hijos concebidos con sus clientes.

Cox registró que las castas superiores de la sociedad nepalesa no alentaban a las niñas badis a buscar otras ocupaciones. Aquellas que lograban ingresar a las escuelas públicas "a menudo son duramente acosadas por estudiantes de castas altas", sostenía ese trabajo.

Dos décadas después del estudio de Cox, los badis, parte de los dalits (intocables o descastados), tienen vedado hasta usar la bomba de agua o el pozo de su aldea, y es posible que su situación haya empeorado.

En la aldea de Muda, muchas niñas y mujeres huyeron de sus hogares por temor al Muda Anugaman Toli Samiti, una de esas patrullas ilegales acusadas de golpear a las badis y a sus clientes.

A un badi tampoco se le permite administrar negocios legítimos. "La gente tiene miedo de comprar cualquier cosa en mi comercio por temor a los aldeanos (de la patrulla). ¿Cómo podemos vivir así?", dijo Dinesh Nepali, un hombre badi que posee una pequeña tienda de cigarrillos, verduras y gaseosas.

Los activistas badis son conscientes de que los Objetivos de Desarrollo de las Naciones Unidas para el Milenio están dirigidos a ellos, en especial los relativos a los derechos de las mujeres, la educación y la pobreza. Pero también saben que superar la marginación exige iniciativas firmes y extraordinarias.

"Un puñado de organizaciones no gubernamentales y agencias donantes apoyan el empoderamiento de las mujeres badis, pero esto no es sostenible. Los proyectos van y vienen, y solo el respaldo del gobierno puede brindar una solución a largo plazo", dijo Uma Badi.

Al finalizar la sangrienta guerra civil de Nepal (1996-2006), se esperaba que la abolición de la monarquía y la adopción de la democracia republicana condujeran a cambios positivos para los badis. Pero la inestabilidad política todavía persiste en el país.

"En los últimos años me reuní con tres primeros ministros. Todos prometen apoyo, pero se olvidan de nosotros apenas volvemos a nuestras aldeas", dijo Uma Badi.

En 2007, activistas badis amenazaron con marchar desnudos por Katmandú para desafiar al gobierno por no llevar a la práctica la rehabilitación ordenada por la justicia. Pero no consiguieron más que nuevas promesas.

Las patrullas comunitarias admiten que el gobierno no cumple su obligación de asistir la rehabilitación de los badis.

"Tratamos de ayudar a las mujeres badis a iniciar una vida nueva y digna, pero admitimos que no hay alternativas viables", dijo Riddha Bhandari, líder de Muda Anugaman Toli Samiti. "El gobierno debe actuar ya".

Bhandari negó que su patrulla intente destruir a los badis, y alegó que les preocupa la influencia de la casta en adolescentes ajenas a esa comunidad y la posible propagación del virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida.

Naresh Newar
http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=100698

Del cielo al infierno en un día.


La gente pasa, las mira, las ignora, las critica, "las ocupa", ellas continúan paradas o recargadas en una pared, o paseando sobre la banqueta, con sus faldas cortas, sus botas largas, sus tacones altos, sus vestidos ceñidos a su cuerpo, a veces tan pequeño todavía por desarrollarse. Sus historias son iguales, semejantes o diferentes, pero cada una tiene la propia que coincide en el maltrato, en la obligación, en la explotación. Las llaman putas, prostis, pirujas, son personas de carne y hueso que todos los días luchan por mantenerse vivas. A nadie les preocupa. Son parte del paisaje urbano.

Vigiladas por su proxeneta, por los cómplices de él, o por otra mujer que pasa o pasó por lo mismo. Sus caras reflejan tristeza, impotencia y dolor, sobre todo después de los 20 o más servicios que llegan a hacer al día por 150 pesos, dinero que sólo pasa por sus manos, que nunca se queda en ellas.

Niñas, niños, adolescentes y mujeres de diferentes edades son expuestas al comercio sexual. Miles pasan a su lado, algunos contratan sus servicios, otros las desprecian y otros más las explotan, pero todos (as) las miran como parte del escenario de la ciudad. La diputada Rosi Orozco en su libro Del cielo al infierno en un día*, cuenta la historia desgarradora de seis mujeres que fueron rescatadas de las garras de la trata y la explotación sexual, quienes nunca imaginaron que en un instante sus sueños quedarían en el olvido y su vida cambiaría radicalmente.

Rosi Orozco y la periodista Evangelina Hernández, autoras del libro se cuestionan: "Cuando ha visto a una mujer parada en la esquina de la calle, ¿ha pensado que quizá esta siendo obligada a vender su cuerpo? ¿Sabe que la mayoría de las veces un tratante se queda con el dinero que ella gana y la tiene sometida a la exclavitud sexual? ¿Sabe que quizá esa chica fue arrancada de la familia, vive litealmente secuestrada, obligada a pagar por su vida con la cuota diaria producto de su explotación sexual? ¿Sabe que niñas, niños, jóvenes y mujeres son blanco de este delito?

El libro aborda el tema de la trata y explotación de personas que cada vez toma más fuerza, "hay un tipo de secuestro en el que las víctimas son forzadas a prostituirse para pagar su derecho a vivir". Es la nueva esclavitud de nuestra época.

La ley dice que comete el delito de trata de personas quien, por cualquier medio, consiga, capte, traslade o transporte, entregue o reciba, para si o para un tercero a una o varias personas, con fines de explotación sometiéndolas a: trabajos o servicios forzados, explotación sexual, explotación laboral, esclavitud o servidumbre, extirpación de un órgano, tejido o sus componentes.

Las escritoras señalan que es cierto que en algunas ocasiones "las víctimas son secuestradas con violencia" como le ocurrió a Mariel, una mujer salvadoreña, quien al viajar en la "Bestia" (tren en el que se trasportan los migrantes del sureste al norte del país con el fin de llegar a Estados Unidos) fue privada de su libertad por un grupo de la delincuencia organizada; violada y obligada a hacer diversos trabajos denigrantes.

"Pero la mayoría de las veces son ellas mismas las que caminan paso a paso sin darse cuenta hacia la trampa. Esta forma de reclutamiento es una de las muchas estrategias que utilizan los tratantes, porque así encadenan a las víctimas con sentimientos de culpa, diciéndoles: estás aquí por tu propia voluntad, nadie te obligó; tienes lo que querías; la podredumbre proviene de ti."

Ellos saben su trabajo, cómo enganchar y cómo atraparlas en sus redes. "Las víctimas caen en una profunda depresión y no se atreven a pedir ayuda. Se creen culpables y sucias, cuando en realidad sólo estaban en busca de los más legítimos derechos de un ser humano. Sólo anhelaban amor, éxito, aceptación, libertad, prosperidad y una vida digna".

Víctimas de violencia intrafamiliar, ven que alguien le ofrece el cariño del que se encuentran carentes, así como les bajan la luna y las estrellas y caen redonditas sin imaginarse lo que les espera: después de vivir un tórrido romance Marcela creía que había encontrado la felicidad junto a Pedro, el hombre de su vida. "¿Te gustaria trabajar en un table dance? Le preguntó él; nunca pensé que esto se iba a hacer realidad, que sí me iba a explotar en la prostitución".

Cada una de las protagonistas va describiendo su historia y la forma como las conquistaron o como llegaron, cómo al principio sutilmente y con "mucho amor" las fueron preparando en el ejercicio de la prostitución, para luego obligarlas con amenazas y golpes. "Pedro me dijo: si me quieres, lo vas a hacer para que pronto nos podamos comprar nuestra casa; yo sé que tú puedes hacerlo y así me darías una gran prueba de amor. No me pude negar. Lo amaba y se lo tenía que demostrar". "Esa noche el cuerpo de Marcela fue expuesto a más de veinte relaciones sexuales. Quienes organizaban el negocio tenían todo muy bien coordinado. Entraba un hombre a la habitación y salía otro. Después seguía otro y otro y otro más".

Claudia se encontró con Omar, un hombre de Tlaxcala, quien también la vio desvalida, la atrapó con su labia, con su "amor", hasta convencerla primero y después obligarla. En el libro se explica: "La personalidad y la forma de operar de los tratantes de Tenancingo, Tlaxcala, donde Omar nació y creció, ha sido denunciada por la organización no gubernamental Fray Julián Garcés. En sus señalamientos han advertido a las autoridades estatales y federales que la trata de personas y la explotación sexual de mujeres son una práctica común en la región. Con el apoyo de antropólogos sociales documentaron que enamorar a las víctimas, llevárselas a vivir con ellos y luego inducirlas al negocio de la prostitución es el método que desde hace décadas utilizan los hombres que se dedican a ese negocio ilícito en la entidad". Pero nadie hace nada.

No se conoce el número exacto de víctimas de la explotación sexual. Sin embargo, se sabe que el mercado de mujeres, niños, niñas y adolescentes reresenta una industria miltimillonaria. En el libro se señala que en el 2010 este delito ocupó el tercer lugar a nivel mundial, sólo después del tráfico de armas y el narcotráfico, dentro de los negocios ilícitos más redituables.

Explica que "la cifra estimada por la oficina de las Naciones Unidas contra la droga y el delito indica que se tienen ganacias mundiales por 32 mil millones de dólares anuales por la trata de personas y la esclavitud sexual.

"Según la Unicef un millón de niños y niñas son reclutados anualmente para esta industria ilícita.

"En México las cifras en el año 2000 emitidas por la Unicef y el DIF indican que existían entonces de 16 mil a 20 mil niñas, niños y adolescentes en explotación sexual comercial.

"La explotación sexual comercial afecta cada año a millones de niñas, niños y adolescentes en el mundo. Es un cáncer individual, familiar y social que lastima, aniquila y asesina a las víctimas.

"En más de 160 países se lleva a cabo el delito de trata de personas, ya sea como lugar de origen, tránsito o destino de las víctimas. Desgraciadamente México tiene las tres variantes: origen, tránsito y destino.

"La impunidad sigue siendo alarmante. En 2006, por cada 800 víctimas rescatadas se condenó a un solo victimario".

En el libro se asegura que "si no hubiera clientes, el mercado sexual no existiría. Los verdaderos responsables de este negocio son los consumidores; quienes compran pornografía, quienes asisten a centros nocturnos como los llamados table dance, o similares, quienes contratan a mujeres para que se prostituyan... si ellos no estuviesen dispuestos a dar dinero fresco todos los días a los comerciantes de giros negros, prostitución y trata de personas, el negocio no existiría".

El comercio sexual ocurre a plena luz del día y los habitantes de las ciudades nos hemos acostumbrado a verlo, a criticarlo; es necesario cambiar nuestra mentalidad para evitar comentarios como: "ay mira esa niña tan joven y ya se prostituye", cuando esa niña está gritando por dentro "¡por favor ayúdenme!", porque a pesar de que sea increíble, le da vergüenza, lo sufre.

Las autoras señalan que la cadena tiene muchos eslabones. Si no hacemos algo por romperla, nunca se terminará. "Con inusitada frecuencia el niño, niña o mujer que vivió años de esclavitud sexual, genera tanto rencor, resentimiento y frialdad que continúan el modelo enganchando a otros pequeños o mujeres para que caigan en la misma esclavitud. Si no los rescatamos y rehabilitamos, serán los próximos tratantes o proxenetas. La mayoría de las víctimas terminan siendo adictas y algunas aun ya rescatadas, caen en profundos estados de depresión, otras se vuelven extremadamente violentas".

La diputada Rosi Orozco señala: "En mi caso, sé que corro peligro porque estoy tocando intereses económicos muy fuertes. Pero he decidido no guardar silencio cuando detecto una injusticia en el gobierno o en cualquier funcionario; cueste lo que cueste, las mujeres, los jóvenes, niños y niñas secuestradas para el comercio sexual merecen recibir apoyo y protección, no sólo de la ley sino de la sociedad. No se puede ni debe ignorar la existencia de este delito".

Comenta que tiene la esperanza de que este libro "toque el corazón de cada juez, de cada Ministerio Público, de cada autoridad competente y de cada persona de la sociedad civil para que nos unamos al esfuerzo de combatir el delito de la trata de personas, esclavitud y explotación. Porque nunca debemos de olvidar que cualquiera de esas mujeres secuestradas por una red de explotación sexual, podría ser nuestra sobrina, nuestra nieta, nuestra hermana o nuestra hija".

Lo que se obtenga por la venta Del cielo al infierno en un día, se donará para ayudar a las mujeres rescatadas de la trata y explotación sexual y para seguir apoyando y luchando porque sean más las que logren abandonar esa vida.


Por Rosi Orozco y Evangelina Hernández, Del cielo al infierno en un día, editorial Diamante, México, 176 pp.

Fuente: Mujeres en Net