23 de noviembre de 2011

El silencio de las inocentes.


A fin de poder entender un fenómeno tan complejo como es el hecho de que a más de treinta años se presente una denuncia por violaciones durante la dictadura, Sala de Redacción consultó a la psicóloga María Celia Robaina, que desde la Cooperativa de Salud Mental y Derechos Humanos (Cosameddhh) brinda atención psicológica a un grupo de ex presas políticas. La especialista analiza la valentía de estas mujeres denunciantes, que recién hoy exorcizan las culpas de las que se creían responsables. Los verdaderos responsables -militares que sistemáticamente practicaban violencia sexual contra las mujeres detenidas- contaban con el silencio íntimo de las víctimas, pero ahora serán juzgados por el testimonio de las que eligieron no llevarse el secreto a la tumba.
El pedido de apoyo psicológico surgió del colectivo de mujeres que estaba preparando la presentación de una denuncia por violencia sexual. No sabían específicamente qué tipo de tratamiento necesitarían, sabían que iban a hablar de temas dolorosos, removedores, que por algo habían estado ocultos durante tanto tiempo. Las posibilidades reales que les podía ofrecer la Cosameddhh era un espacio grupal, quincenal de dos horas cada vez, y en ese régimen trabajan desde diciembre de 2010.
Según la psicóloga al principio hubo algunas mujeres que estaban ávidas de hablar, querían contar frente al resto del grupo sus vivencias particulares, pero ella evaluó que desde lo terapéutico eso no era conveniente, no había aun un grupo definido, nunca eran las mismas. Para que cada una pudiera tratar su testimonio era necesario un ámbito individual o un grupo sólido. En mayo de 2011 recién se consolidó un grupo de unas trece mujeres que van siempre y en la última etapa se dio el clima oportuno para que las que quisieran contaran su experiencia personal.
En Uruguay se ha tratado muy poco el tema de la tortura durante la dictadura, y menos los delitos de índole sexual, por eso en el camino hacia la denuncia, el grupo y cada una de las mujeres debió asumir y aceptar que esas cosas habían pasado, debieron romper un tabú. Un tabú que también es alimentado por personas que padecieron violaciones y no están dispuestas a contarlo.
Ante la posibilidad de que tengan que enfrentarse a quienes las torturaron en el marco de la investigación judicial, Robaina indicó que esa sería una oportunidad para ellas "de dar vuelta el vínculo que el torturador generó". Pasando del lugar de sometimiento en el que estuvieron, a denunciar estos delitos, están haciendo un pasaje de "lo pasivo a lo activo, interpelando al Estado, obligándolo a hacer algo respecto de lo denunciado". En opinión de la psicóloga, eso ya "es reparador, es sanador, porque se estarían quitando la figura opresiva que quedó internalizada". El hecho de haber sufrido violaciones y torturas y nunca haber hablado de esos temas implica que el tormento se prolongó mucho más allá del momento en que esas violaciones fueron perpetradas.
Otro tema importante a tratar en lo previo fue la culpa. Muchas de las ex presas manifestaron que aun teniendo claro que estaban en una condición de absoluta dominación, que no podían hacer nada para librarse de lo que les estaba pasando, aun así se sentían culpables. "Esa culpa se las transmitió el torturador. Las humillaban, las insultaban, les decían que se habían buscado lo que les estaba pasando". Los militares se ensañaron con las mujeres militantes por salirse del prototipo de mujer de la época. En muchos casos la culpa permanece hasta el día de hoy y contarlo es una manera de exorcizarlo, "de romper la dinámica que se tomaba como normal y poder depositar la culpa en el único culpable".
Robaina indicó que psicólogos especializados en trabajo con víctimas de violencia sexual en cualquier ámbito y en diferentes circunstancias afirman que la culpa siempre aparece. "Tiene que ver con haber estado en una situación de tanta dominación, de tanta sumisión a un otro que uno no se acepta a sí mismo en esa imagen, en esa posición". En muchos casos aparece la pregunta retórica, sin respuesta posible "¿qué podría haber hecho para que esto no me pasara?"
Si bien la violencia sexual fue general y sistemática durante el terrorismo de Estado porque todas las mujeres ―y muchísimo hombres― fueron desnudadas forzosamente, fueron manoseadas, fueron humilladas, recibieron tortura sexual en los genitales, en los senos, fueron despreciadas por su condición de mujeres y madres, sólo algunas fueron violadas, no todas. Y eso también era una estrategia: generaba la macabra sospecha de "por qué a vos te violaron y a mí no", "qué hiciste vos para que te violaran". Y lo mismo se preguntaba la víctima de violación. El clima de sospecha tenía el objetivo de dividir los grupos de pertenencia. Se podría presumir que los violadores también sabían que las personas en general no cuentan estas experiencias, contaban con el silencio de las víctimas.
Para la psicóloga, las mujeres mantuvieron tanto tiempo el silencio porque "los hechos traumáticos generan que uno reprima lo que duele, hasta bloqueando algunos recuerdos". Eso nos pasa a todos frente a una situación extrema o límite, que el psiquismo no puede procesar por los mecanismos habituales, lo traumático queda como escindido, fuera del yo. También es cierto que es difícil contar una experiencia extrema porque parece que no alcanzaran las palabras, "es tan salvaje, tan primitivo, tan bruto, tan descarnado que el lenguaje simbólico no llega a poder dimensionarlo, no puede nombrarlo". Tampoco les preguntaron acerca de esto, en algunos casos ni siquiera sus parejas se animaron a indagar, los demás esquivaron el querer saber o confirmar lo que sospechaban.
Las denunciantes tienen varias expectativas con lo que pueda pasar. Una de las razones por las que denuncian es que quieren desenmascarar lo que ocurrió y que se sepa la verdad. Por otro lado, la culpa genera una especie de deuda, algo que siempre está pendiente, que no se puede cerrar. Según Robaina, "este proceso que están haciendo permite cicatrizar, cerrar, elaborar".
También está la expectativa de la justicia, que se sepa que hubo militares que sistemáticamente practicaban violencia sexual contra las mujeres detenidas y que se los juzgue por eso. Algunas de las ex detenidas manifestaron que no querían morirse llevándose este secreto.
La denuncia también funciona como tregua. Muchas mujeres vieron afectada su vida cotidiana a partir de lo que sufrieron. "Experiencias de tanto impacto que tocan una zona tan íntima y tan vinculada a la vitalidad ―porque la sexualidad tiene que ver con el amor, la ternura, la procreación, el placer, el disfrute― que esa zona haya sido transformada en un territorio de horror, de dolor, de asco, de mancha, pervierte lo esencial de la sexualidad". No sólo la sexualidad se ve afectada, impidiendo tener relaciones sexuales o tenerlas con mucho dolor, no poder disfrutarlas; también se pueden manifestar secuelas en la autoestima que pueden producir depresión, rechazo hacía sí mismas.
A nivel político las ex presas sienten soledad en lo que podrían ser políticas de Estado, han manifestado miedo a represalias ya que las denuncias implican a torturadores que aun están libres. Tampoco quieren exponer a sus familias al morbo de la opinión pública. Pero son riesgos que están dispuestas a correr. Para Robaina, deberíamos tener en Uruguay un programa de atención y acompañamiento a testigos, como existe en Argentina, y la justicia "tiene que dar un tratamiento especial a estos crímenes, no se pueden manejar con las mismas lógicas que cualquier delito".
"Hoy mucha gente cree que estas mujeres están locas por estar tratando este tema. Incluso otras ex presas políticas que sufrieron lo mismo les preguntaban qué necesidad hay de pasar por eso nuevamente. Mostrar algo horroroso hace que la gente mire para otro lado. Para mí estas mujeres son muy valientes".
Lucia Pedreira
http://sdr.liccom.edu.uy/2011/10/30/el-silencio-de-las-inocentes/

Violaciones y abuso sexual sistemático en la dictadura

¿Qué haría usted si mañana volviendo a su casa un hombre la mete en un auto y la viola? Probablemente al reunirse con su familia les cuente lo ocurrido y juntos vayan a hacer una denuncia. Seguramente se sentirá ultrajada, humillada, dolida, impotente, por lo que le acaba de pasar, pero entenderá que realizar la denuncia es la única vía para que el hombre que la atacó pague por lo que hizo y no abuse a otras mujeres.

Ese es un razonamiento lógico al que seguramente muchos adhieran. Es una reacción acorde a las circunstancias. Imagínese ahora que el funcionario que le toma la denuncia es el mismo señor que la violó, y el juez que decidirá en la causa también tiene el mismo rostro de quien la violó. Y todo el sistema legal y político descansa en la moral de quien la violó.

En esas circunstancias puede entenderse que las víctimas de violaciones y abuso sexual durante la dictadura tuvieran miedo de denunciar a sus violadores, que también eran sus torturadores, sus carceleros, sus verdugos.

A 26 años del restablecimiento de la democracia y la liberación de los presos políticos aun hay cosas que no sabemos. Hay personas que siguen impunes por delitos cometidos hace más de treinta años. A partir del coraje de algunas mujeres se explicitan nuevos crímenes.

Son -"28 ex presas de la dictadura, de varios sectores políticos, que estuvieran detenidas en diferentes momentos pero que sufrieron lo mismo: violencia sexual, otra cara del plan sistemático que operó en las dictaduras del Cono Sur. Denuncian a militares, policías, médicos y funcionarios del Hospital Militar, más de 150 acusados en total.

Por violencia sexual se entiende la desnudez impuesta, la tortura en los genitales, manoseo constante, amenazas de violación y violaciones consumadas. Según indica la denuncia presentada "la violación sistemática de los derechos humanos de las detenidas, con particular énfasis en su condición de mujeres, se traduce indudablemente en violencia de género ejercida por agentes del Estado sin que las detenidas pudieran recurrir a ningún tipo de autoridad en su defensa".

Es triste decir que las violaciones no eran lo más grave, en el afán de destrucción de los detenidos y de los grupos sociales y políticos; las torturas sexuales se realizaban cumpliendo un plan minuciosamente elaborado, general y sistemático. Seguramente en el desarrollo de esa estrategia, los torturadores contaban con que frecuentemente las víctimas de violación no hablan de lo que les pasó, por vergüenza, por culpa, una culpa que instalan los mismos violadores.

Los abogados apelan en el escrito ―presentado el viernes 28 de octubre― a la jurisprudencia internacional y a los tratados multilaterales que nuestro país ha adoptado, acerca de los crímenes de lesa humanidad y en particular al fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso Gelman, que insta al Estado a "investigar, perseguir y juzgar a los responsables (…) sin impedimento de ninguna ley de caducidad, prescripción, amnistía o institutos análogos".

Es difícil de entender que una persona guarde durante tanto tiempo un secreto, amparando de esa manera al autor de un delito. Muchas de las víctimas no pudieron hablar ni siquiera con sus familias de lo que debieron padecer estando detenidas. Parece que como sociedad tampoco queremos saber qué pasó; ocasionalmente hemos oído de algún caso, un trascendido, algún comentario, alguna crónica, pero no nos ofrecemos para compartir la carga de la mochila. ¿Cuál sería el argumento para que un violador esté impune? Un pueblo sin memoria está condenado a repetir su pasado y la única manera de dar vuelta la página en algunas cuestiones es a través de la justicia.

Las consecuencias de lo que vivieron algunas mujeres prisioneras décadas atrás se pueden ver hasta el día de hoy. Muchas vieron afectada su vida sexual, su vida íntima, la culpa les generó depresión. Los abogados exigen que "la respuesta a las víctimas también debe darse desde la clase política mediante políticas públicas que garanticen la no repetición de estos hechos, de lo contrario el riesgo será que la violencia contra las mujeres se perpetúe".

En el camino hacia la justicia el primer paso es la denuncia. El grupo de denunciantes ha pasado por un largo proceso de elaboración antes de poder acercarse al juzgado. Al hablar con ellas se podría decir que aun les cuesta nombrar lo que sufrieron, y que les sería muy difícil tener en frente a sus victimarios. Es comprensible que no quieran tener cerca a quienes les generaron tanto dolor. Pero entienden que es necesario, para que la justicia pueda ejercerse, acusar claramente y citar los hechos con el mayor detalle posible.

Las violaciones y la violencia sexual en general se considera delito de lesa humanidad en tanto es un "delito cometido en masa contra la población civil, por agentes de Estado y amparados por dicho poder. Se dirigían a la intimidación de grupos identificados por ideas políticas y su comisión ofende gravemente a la humanidad en su conjunto".

Puede que al llegar tan tarde no sea justicia, pero hay que ir sentando precedentes. Hay que denunciar.

Lucía Pedreira
http://sdr.liccom.edu.uy/2011/10/30/violaciones-y-abuso-sexual-sistematico-en-la-dictadura/

Activate Uruguay.

Generar un cambio de cultura, promover la igualdad entre hombres y mujeres, y así, poner un punto final a la violencia contra mujeres y niñas. Éstos son los objetivos de la nueva etapa de la campaña "Actívate Uruguay", iniciada la semana pasada en la capital uruguaya, Montevideo. Además de promover cambios en el modo de pensar de la población, la campaña también quiere incentivar a instituciones gubernamentales para que fomenten compromisos concretos en favor de la causa.

"Actívate Uruguay" se desarrolla en el contexto de la campaña "Únete para darle fin a la violencia contra mujeres y niñas", lanzada en 2008 por el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon. Únete sigue hasta el 2015 con el propósito de lograr reducir la violencia contra la mujer como una meta complementaria de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

En la etapa 2011, Actívate Uruguay quiere sumar a la campaña nuevas voces y nuevos protagonistas. Así, los hombres fueron elegidos para firmar un compromiso en favor del fin de la violencia contra mujeres y niñas. Fundación Visionair, ONU Mujeres, Embajada del Reino de los Países Bajos en Uruguay e Instituto Nacional de las Mujeres creen que sin el compromiso de ellos no es posible alcanzar un Uruguay justo y libre, donde mujeres y hombres sean tratados con igualdad.

Para que esto se concretice, la campaña buscará pensar nuevas formas de relaciones hombre-mujer, con vínculos que se basen en el respeto, en la solidaridad y en la libre elección de cómo vivir la vida. "Un vínculo que sin duda fortalezca el reconocimiento mutuo entre unos y otras y borre definitivamente los privilegios simbólicos que como sociedad hemos otorgado a los varones en menoscabo de los derechos y la libertad de sus pares, las mujeres".

Actívate, en su fase 2011, quiere proponer tolerancia cero a toda manifestación de violencia y para eso desafía a hombres y mujeres a desmistificar estereotipos, de modo que cada uno reflexione sobre su papel y sobre las responsabilidades que recibieron. "Nuestra invitación es a que mujeres y hombres descubran nuevas formas de relacionarse y que se atrevan a incorporar principios y valores igualitarios a sus vidas".

Este posicionamiento de la campaña fue reforzado por la secretaria general adjunta de ONU Mujeres, Michelle Bachelet, en el evento de lanzamiento de la etapa 2011 de Actívate Uruguay. Bachelet resaltó la importancia de que "los temas ‘de mujeres’ no sean de las mujeres, sino que sean temas de hombres y mujeres, porque así vivimos en sociedades que son más justas, más representativas, más democráticas, más igualitarias".

La secretaria de ONU Mujeres también recordó que la violencia doméstica no es un problema aislado de algunos países, sino que se presenta en todas las naciones, siendo considerada la violación de derechos humanos más extensa que existe en el mundo.

Datos

Según informaciones de ONU Mujeres, en 2010, 35 mujeres fueron asesinadas por sus compañeros o ex-compañeros en Uruguay y cada 40 minutos se recibe una denuncia por malos tratos. El mismo año, la violencia doméstica representó el 50,5% de los delitos contra la persona más cometidos en el país, sobrepasando las denuncias de robo. En 2011, el número de muertes ya superó la del año anterior. Hasta el comienzo de noviembre, 36 mujeres fueron asesinadas.

Más informaciones sobre la campaña: http://fundacionvisionair.org/activate/

Traducción: Daniel Barrantes – barrantes.daniel@gmail.com

http://www.adital.com.br/site/noticia.asp?boletim=1&lang=ES&cod=62422


Natasha Pitts

Periodista de Adital