26 de diciembre de 2018

Embarazo y maternidad infantil forzada es un drama de América Latina.


Investigaciones y campañas feministas empiezan a poner la mirada sobre el drama de las niñas latinoamericanas que antes de los 14 años son forzadas al embarazo y la maternidad producto de violaciones sexuales que afectan sus proyectos de vida sin que los Estados respondan con políticas que garanticen sus derechos humanos.
El Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de las Mujeres (Cladem) se aproximó al problema en 2016 con un estudio en 14 países de la región que empezó a sacar de la invisibilidad la franja de niñas menores de 14 años que se encontraban en la estadística de los Estados como madres adolescentes.
Julia Escalante, abogada mexicana y coordinadora regional del Cladem, recordó a IPS que fue el caso de la niña paraguaya Mainunbuy (nombre ficticio) el que las motivó a profundizar sobre esta realidad. Ella quedó embarazada en el 2015 por la violación de su padrastro y fue forzada a asumir una posterior maternidad al negársele la interrupción de la gestación.
“La violencia sexual es el evento traumático más grave para una niña y no nos hacemos cargo por la conspiración del silencio…Pero la niña es una niña, tiene el cerebro de sus pocos años , tenía un proyecto de vida que ya no realizará. Se siente abrumada por las tareas maternales, además de llevar el hijo del violador, algo que no pidió ni deseó”: Marta Rondón.
Cladem y la organización Equality Now acudieron en mayo de ese año a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que instó al Estado paraguayo a proteger la vida y todos los derechos de la niña. Pero eso no ocurrió y desde entonces se repitieron en ese país casos parecidos, el último en noviembre.
“El caso de Mainunbuy nos llevó a preguntar qué sucede en los otros países y trabajamos un balance regional. Encontramos ausencia de políticas de prevención del embarazo y maternidad infantil, y de protección de los derechos de las niñas”, indicó.
Un estudio publicado este año por el Fondo de la Población de las Naciones Unidas (UNFPA) refrendó que esta es la segunda región del mundo, después de África Subsahariana, con la tasa más alta de embarazo adolescente, con 66,5 nacimientos por cada mil niñas y adolescentes, frente a una tasa mundial de 46.
Además,  de los 7,3 millones de partos de adolescentes menores de 18 años que ocurren cada año en la región, más de dos millones son de niñas menores de 15 años, y si la tendencia se mantiene esa cifra llegaría a tres millones en 2030.
El estudio en 14 países de Cladem subraya que en la región los partos de niñas tienen como causa la violación sexual, porque la legislaciones de sus países fijan que eso es toda relación carnal con una niña menor de 14 años, la edad hasta la que rige la llamada indemnidad sexual.
Las organizaciones regionales que defienden los derechos de las mujeres coinciden, además, en considerar un embarazo infantil forzado cuando una niña de menos de 14 años queda embarazada sin haberlo buscado o deseado y se le niega, dificulta, demora u obstaculiza la interrupción del embarazo, si lo desea.
Los datos que obtuvo Cladem sobre partos de niñas menores de 15 años revelan que en 2015 se registraron 122 en Uruguay, 1.432 en Perú, 1.444 en El Salvador, 1.600 en Nicaragua, 2.787 en Argentina, 6.045 en Colombia, 10.277 en México, 13.332 en Bolivia y 26.700 en Brasil.
Esta red regional, con presencia en 15 países y su sede central en Lima, mantiene la campaña “Embarazo infantil es tortura”, que ha contribuido a ampliar la preocupación sobre esta realidad en la comunidad internacional.
Escalante pone énfasis en la responsabilidad de los Estados, a los que llamó a realizar una estadística diferenciada y específica sobre los embarazos y partos de niñas menores de 14 años.

Perú, expresión de problema regional

Marta Rondón, psiquiatra consultora en el Instituto Nacional Materno Perinatal de Perú, conoce de cerca la realidad de niñas violadas que quedan embarazadas y dan a luz contra su voluntad porque el Estado no les ofrece oportunamente el derecho a interrumpir la gestación para evitar en su salud un grave daño y permanente.
“La violencia sexual es el evento traumático más grave para una niña y no nos hacemos cargo por la conspiración del silencio”, expresó a IPS.
A los 11 y 12 años les llevan pañalitos, cochecito, ajuares, les dicen que tienen un motivo para vivir y las preparan para el amamantamiento, narró. Profesionales de salud, que son agentes del Estado, hablan de cómo la naturaleza es sabia y que la pelvis de la niña está preparada para el parto y de que puede producir leche, acotó.
“Pero la niña es una niña, tiene el cerebro de sus pocos años, tenía un proyecto de vida que ya no realizará. Se siente abrumada por las tareas maternales, además de llevar el hijo del violador, algo que no pidió ni deseó”.
Rondón dijo que el Estado no reconoce el impacto de la violación sexual y del embarazo en la salud mental de las niñas, que la obligación de todos los operadores de salud al entrar en contacto con una niña embarazada es informarles de su derecho al aborto terapéutico para proteger su salud mental, tal como señala la norma.
“Tenemos que prevenir la violencia sexual en la infancia y cuando ocurre ofrecer el aborto terapéutico para limitar el daño, y acompañamiento a quienes deciden continuar con el embarazo para restaurar su salud mental”, señaló.
También exhortó a tomar medidas de prevención mediante la educación sexual integral con enfoque de género en los centros educativos desde la primera infancia, ingresar con esos contenidos a los medios de comunicación y erradicar prácticas de sexualización de las niñas en estos espacios.
A la vez, demandó que los Estados eliminen los obstáculos normativos, legales y culturales que impiden el acceso al aborto a las niñas embarazadas, y así evitar daños irreparables a su salud física y mental.
El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) ha venido alertando sobre el incesante incremento de la maternidad adolescente en América Latina y el Caribe.
En su informe de 2014 señaló, además, que 20 por ciento de los embarazos de menores de 18 años correspondía a niñas por debajo de los 15 años, como consecuencia de una violación.
La colombiana Olga Isaza, representante adjunta de Unicef en Perú, inició su diálogo con IPS precisando las cifras de la maternidad infantil en el país, que sirven como ejemplo del fenómeno en la región.
Refirió que entre 2011 y 2017 el estatal Servicio Integral de Salud atendió 14.325 partos de menores de 15 años. Además, que en el 2015 el Registro Nacional de Identificación y Estado Civil inscribió 1.538 recién nacidos de madres de entre 11 y 14 años.
“En 71 por ciento de los casos, los padres de esos recién nacidos eran mayores de 18 años, lo que confirma el abuso sexual detrás de esos embarazos”, remarcó.
La tasa anual de embarazo adolescente en Perú es 13 por ciento del total, porcentaje que sube a 30 en regiones de la Amazonía, como Loreto.
“El grupo de menores de 14 es el que más nos preocupa porque hay una relación de sometimiento y poder que genera niñas teniendo niños, niñas a quienes se vulneran sus derechos a estar protegidas contra toda forma de violencia, a vivir de acuerdo a su edad y desarrollarse”, sostuvo la funcionaria internacional.
Isaza mencionó cinco recomendaciones de política para asegurar los derechos de adolescentes y jóvenes presentadas en Perú por las agencias de Naciones Unidas, lideradas por Unicef y UNFPA, y que sirven a los demás Estados.
Por ejemplo, el diseño de paquetes integrales para atender las dimensiones del desarrollo de esta población y accedan a servicios de salud amigables, en horarios específicos y con personal preparado; tengan educación pertinente que incluya educación sexual integral, así como apoyo con esta información a sus propias familias.
“Se trata de que la casa y el colegio sean espacios seguros para cada niña, niño y adolescente, de que tengan salud, educación, protección frente a toda forma de violencia, y participación en sus comunidades”, subrayó.
Añadió que deben priorizarse zonas de mayor riesgo en cada país y que, para ser eficaces, estas medidas de acción integral desde el Estado tienen que ser culturalmente adecuadas, lo que incluye personal formado y capacitado para brindar servicios de calidad, y presupuesto suficiente a ser ejecutado con eficiencia.
Isaza recordó que 13 de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que conforman la Agenda 2030, están directamente asociados a la niñez y adolescencia para llegar a ese año con esta generación en mejores condiciones en salud, educación, justicia, protección, igualdad de género.
“Y la única manera es hacer de los ODS un compromiso de los Estados y que ubiquemos en la sociedad el rol que nos toca jugar a cada sector y cumplirlo, es ponernos de acuerdo en un gran consenso social”, remarcó.

Por Mariela Jara
http://www.ipsnoticias.net/2018/12/embarazo-maternidad-infantil-forzada-drama-america-latina/

13 de diciembre de 2018

En India, mujeres boicotean bodas de novias menores de edad.


Este artículo es parte de la cobertura de IPS durante los 16 Días de activismo contra la violencia de género, que comenzaron el 25 de noviembre, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
Podríamos llamar a Malti Tudu, una joven de 20 años, “la destrozabodas”. Su único objetivo es impedir que una boda llegue siquiera a comenzar. Al menos, si la novia es menor de edad.

“Si todo el mundo comenzara a boicotear ese tipo de bodas, seguro que conseguiríamos eliminar el matrimonio infantil”, dice Tudu, de la aldea de Simalbari, en el distrito de Kishanganj, en el estado de Bihar, en el norte de India.

“Para celebrar una boda se necesita gente: un sacerdote que dirija el rito religioso, un grupo de músicos, cocineras y cocineros para preparar la comida para el evento, e invitadas e invitados que den la enhorabuena a los recién casados”, explica.

Tudu, prácticamente una adolescente de 20 años de edad, es una de las jóvenes líderes de Bihar que están intentando poner fin de la práctica del matrimonio infantil en sus comunidades.

En la casta y tribu reconocida oficialmente de Santhal Scheduled (a la que pertenece tanto Tudu como la mayoría de la población de su distrito), 74,1 por ciento de las mujeres y niñas contrae matrimonio antes de cumplir los 18 años, frente a 42,6 por ciento en otras comunidades.

Para evitar este tipo de bodas, el grupo de mujeres está recabando apoyo a través de reuniones en las que las líderes piden a las participantes que prometan que no permitirán que sus hijas se casen por debajo de la edad legal establecida, o que no asistirán a esas bodas.

Tras la ceremonia de promesas, encabezan manifestaciones en sus aldeas con el fin de crear conciencia acerca de los efectos nocivos del matrimonio infantil.

Se calcula que, en todo el mundo, 650 millones de mujeres y niñas que permanecen vivas en la actualidad se casaron antes de cumplir 18 años. El matrimonio infantil suele provocar embarazos precoces, interrumpe la educación, limita las oportunidades de las niñas y aumenta su riesgo de sufrir violencia doméstica.

Tudu no duda en emplear nuevas tácticas. Una vez, reunió a un grupo de mujeres para visitar a los progenitores de una niña de 16 años cuyo matrimonio ya había sido concertado.
“Sus progenitores nos gritaron, diciendo que eran los responsables del futuro de su hija… También dijeron que no era la primera vez que lo hacían y que iba a asistir mucha gente a la boda”, explica.

Haciendo frente a aquella resistencia, Tudu y su grupo rogaron a todas las personas que pudieron en la aldea que no asistieran a la boda. A continuación, regresaron por segunda vez a la casa de la niña con mayor respaldo de la aldea y hablaron con ella. Descubrieron que la niña quería terminar de estudiar.

Cuando el grupo visitó de nuevo a la familia unas semanas más tarde, sus padres cancelaron la boda y la niña continuó estudiando.

“Salvé una vida de la destrucción”, afirma orgullosa Tudu. “La sensibilización es crucial para reducir este tipo de casos”, asegura.

Manifiesta que la capacitación en apoyo psicosocial que recibió a través de la organización local Pragya le ayudó a desarrollar sus aptitudes de asesoramiento y estimuló su activismo.

La iniciativa está financiada por el Fondo Fiduciario de la Organización de las Naciones Unidas para Eliminar la Violencia contra la Mujer (Fondo Fiduciario de la ONU), gestionado por ONU Mujeres en nombre del sistema de las Naciones Unidas.

Existe otra iniciativa similar en curso en la aldea de Lamba Basti, también perteneciente al distrito de Kishanganj, y liderada por Talamai Soren, de 35 años.

Casada a los 15 años, conoce demasiado bien los riesgos que entraña este tipo de matrimonios. Cree que el hecho de hacer hincapié en la educación de las niñas es una buena forma de reducir el riesgo de matrimonio infantil, y que el trabajo del grupo de mujeres ha contribuido en cierta medida a lograr este objetivo.

En la aldea de Baliadhangi, la joven de 21 años Niska Pushpa Marandi también habla con otras mujeres sobre las implicaciones legales del matrimonio infantil y la dote, que constituye un delito penal y conlleva penas de cárcel.

“Tras prestar el juramento, ninguna de ustedes permitirá que una hija menor de la edad legalmente establecida contraiga matrimonio, ni asistirá jamás a bodas en las que se casen personas que no hayan alcanzado la edad legalmente establecida para ello, o en las que haya personas que acepten u ofrezcan dote”, insta a las participantes a prometer.

La organización de este tipo de actividades corre a cargo de las más de 2.800 mujeres y niñas rurales que se han incorporado a los 100 grupos de mujeres creados en cinco estados de India (Rayastán, Bihar, Jharkhand, Assam y Himachal Pradesh) como parte de un programa de prevención de la violencia para mujeres pertenecientes a minorías étnicas financiado por el Fondo Fiduciario de la ONU para Eliminar la Violencia contra la Mujer.

Según Lorna Mesina, del Fondo Fiduciario de la ONU, “el proyecto de Pragya cuenta con un notable apoyo local y se sirve de la fortaleza de los grupos comunitarios locales, como los consejos de las aldeas y los grupos de mujeres, que garantizan su sostenibilidad”.

El programa utiliza la concienciación y la movilización de las mujeres y de la comunidad para luchar contra la violencia. Además, trata de garantizar servicios de apoyo y respuestas más eficaces, como asesoramiento para encontrar soluciones y asistencia médica y jurídica para las sobrevivientes de la violencia.

Este artículo fue publicado originalmente por ONU Mujeres, como parte de sus historias sobre #Escúchame También, su lema durante los 16 Días de activismo contra la violencia de género, entre el 25 de noviembre y el 10 de diciembre. IPS lo reproduce por un acuerdo especial con ONU Mujeres y como contribución a estas jornadas contra la violencia machista.

http://www.ipsnoticias.net/2018/11/india-mujeres-boicotean-bodas-novias-menores-edad/

12 de diciembre de 2018

Monjas de todo el mundo se organizan contra los abusos sexuales y laborales que sufren en la Iglesia.



La Unión Internacional de Superioras Generales, que aglutina al medio millón de religiosas católicas, condena "a los que mantienen la cultura del silencio y el secreto, bajo la apariencia de protección de la reputación de una institución"

Han pedido que se hagan públicos informes sobre abuso sexual, que se denuncie y se explicite la explotación laboral de religiosas, utilizadas muchas veces como criadas tratadas como "menores de edad"

"Tenemos que romper el silencio, solo en la verdad destruiremos la cadena de poder", sostiene Rocío Figueroa, teóloga que fue expulsada tras denunciar abusos sexuales.
Las mujeres en la Iglesia han dicho basta. Basta a los abusos sexuales, laborales, al machismo imperante en la estructura eclesial y a la "cultura del silencio y el secreto". Y alzan la voz. De distintas maneras. La más sonada, la que ha lanzado la Unión Internacional de las Superioras Generales (UISG), organismo que representa al más de medio millón de monjas católicas del mundo, que ha emitido un comunicado mostrando su "profunda tristeza e indignación" por "las formas de abuso que prevalecen en la Iglesia y en la sociedad en nuestros días".
Abusos que, sostienen, en la Iglesia se dan "de múltiples formas: sexual, verbal, emocional, o cualquier uso inapropiado del poder en las relaciones que merman la dignidad y el desarrollo sano de la víctima".


Frente a ello, las religiosas católicas "permanecemos al lado de las mujeres valientes y de los hombres que han presentado informes sobre los abusos a las autoridades". "Condenamos a los que mantienen la cultura del silencio y el secreto, a menudo bajo la apariencia de "protección" de la reputación de una institución o como "parte de la propia cultura", subraya el comunicado, que exige "informes civiles y penales transparentes de los abusos tanto en las congregaciones religiosas, en las parroquias y en los distintos ámbitos diocesanos, como en cualquier espacio público" para frenar esa cultura del silencio.

Estamos hablando de pederastia, pero también de clericalismo, que especialmente sufren las religiosas, abocadas a abusos de poder por parte de los clérigos, que casi las convierten en sirvientas del sacerdote u obispo de turno. La falta de voz en la sociedad, la firme jerarquía y los votos de obediencia agravan su situación como mujeres. Por ello, el comunicado del máximo organismo de las religiosas del mundo insta a "cualquier religiosa que haya sufrido abusos informe sobre este a la responsable de su congregación, a la Iglesia y a las autoridades civiles según se considere más conveniente", y se compromete a ayudar a la víctima a "actuar con valentía y presentar la denuncia a las organizaciones apropiadas".

Preparar a las monjas para denunciar

Un histórico documento que, tal y como confirma a eldiario.es Patrizia Morgante, encargada de la comunicación de la UISG, se decidió hacer coincidir con la Jornada de la Violencia contra las Mujeres "para que fuera más simbólico". "Es un asunto delicado y complejo, para el que tenemos que invertir mucho en educación y en la formación de las religiosas, para que todas se sientan más preparadas a manejar toda forma de abuso", el propio y el sufrido por otros. También apelan a la jerarquía eclesiástica, de la que denuncian que permanece inmóvil ante el problema, aunque conoce casos, publicados por ejemplo por el diario oficial del Vaticano.

El texto ha sido bien recibido por las religiosas españolas. Ana Almarza, de las adoratrices (congregación que trabaja con mujeres víctimas de explotación laboral y sexual, y también con menores que han sufrido la trata y la violencia), se une a la comunicación de las superioras generales, y aboga por "acabar con esa cultura del silencio".

"Agradezco este documento, que nos compromete, en la medida de nuestras posibilidades, a trabajar en colaboración con las autoridades civiles y de la Iglesia para ayudar a quienes han sufrido abusos a sanar el pasado a través de un proceso de acompañamiento, búsqueda de la justicia", constata la religiosa.

Mujeres no escuchadas

Por su parte, la dominica Sor Lucía Caram cree que la nota de la UISG es "una buena noticia". "La UISG ha tomado la palabra y que su voz ha resonado con claridad sonora en la Iglesia, encontrando un eco de esperanza, en no pocas monjas y religiosas, hermanas, mujeres, que hoy por hoy no son escuchadas, son ignoradas, explotadas e incluso maltratadas por una jerarquía, que todavía y mayoritariamente no huele a oveja ni está en sintonía con la Buena Noticia del Evangelio predicada y vivida por el papa Francisco".

"Es bueno que las hermanas hagan oír su voz, y sean cauce de tantas voces silenciadas y humilladas en la servidumbre de una Iglesia con demasiados príncipes que se resiste al Evangelio", denuncia sor Lucía, quien insiste en que "la reforma de la Iglesia pasa, sin duda por el respeto a las mujeres y por la tolerancia cero a cualquier y a toda forma de abusos en sus múltiples formas: sexual, verbal, emocional, o uso inapropiado del poder que las convirtió durante años en víctimas".

Por ello, documentos como el de la UISG son relevantes, pues puede convertirse "en altavoz de las hermanas silenciadas y humilladas y que claman y reclaman justicia, una justicia que les fue negada durante años por la vía eclesial, viviendo atenazadas por el miedo, y que tal vez, de la mano de Francisco y en su empeño por la justicia real, les llegará a través también de la justicia civil, a la justicia sin rebajas".

Monjas exportadas para ejercer de sirvientas

Otra religiosa, que ha conocido de cerca la elaboración del documento y que prefiere mantener el anonimato, destaca que "por fin las superioras mayores han despertado y han sido valientes" para actuar frente a la Congregación de la Vida Religiosa vaticana, "que no ha sido más que un engaño y un freno a tantas hermanas, sobre todo religiosas a las que se ha tratado como menores de edad".

"Tanto el prefecto (el cardenal brasileño Braz de Aviz), como el Secretario (el español Rodríguez Carballo), deberán oír a las Superioras mayores, y seguramente les saldrán los colores, porque ellos son parte de esa Iglesia que se resiste al aire fresco de Francisco, y que se han instalado en una Iglesia patriarcal, y también opresora".

"Ojalá este comunicado se traduzca en un encuentro con el Papa Francisco, sin filtros, en el que sin mediar la Congregación, nuestras hermanas mayores puedan convertirse en interlocutoras, en testigos y en denunciantes", concluye esta religiosa, que denuncia cómo, en los últimos años, "se ha facilitado la llegada de religiosas del tercer mundo para ser criadas de sus colegas cardenales y obispos. Se ha utilizado el poder y la ignorancia para tener mano de obra barata, y no reconocer la dignidad de muchas hermanas que han dejado sus países para servir al Señor en los más pobres, y se han convertido en pobres servidoras de los señores obispos".

Entretanto, desde Roma surgen nuevas denuncias de abusos contra mujeres y religiosas por parte de una jerarquía católica exclusivamente patriarcal. Una de ellas proviene de Rocío Figueroa, teóloga que llegó a dirigir la sección de Mujer del Pontificio Consejo para los Laicos, del que fue expulsada tras denunciar los abusos sufridos por parte del fundador del Sodalicio de la Vida Cristiana, Luis Figari (actualmente condenado por la Santa Sede y a la espera de juicio en Perú).

"Tenemos que romper el silencio, solo en la verdad destruiremos la cadena de poder, por eso tenemos que ser mujeres de verdad", sostiene Figueroa, quien constata la doble victimización de las mujeres en la Iglesia: "Es muy difícil ser víctima y ser mujer".

Silencio tras una violación

Doris Wagner es una teóloga alemana que sufrió abusos de todo tipo (desde control mental a la agresión sexual) en su comunidad religiosa y expuso públicamente su testimonio. "Pocos meses después de tomar los votos, un sacerdote de la comunidad entró a mi habitación y me violó. Mientras me desnudaba atiné a decirle: 'No puedes hacerlo', pero no sirvió de nada. Al otro día pensé que si hablaba de eso me inculparían a mí, así que fui a la capilla y sonreí, como si nada hubiese pasado", subrayó durante un encuentro de Voces de la Fe celebrado en Roma.

Cuando habló de aquel episodio con su superiora, ésta le respondió: "Ya sabes, él tiene una debilidad por las mujeres y nosotros tenemos que aceptarlo como es". En 2011 dejó la comunidad, y ahora asegura que existen estudios que apuntan que tres de cada diez religiosas del mundo han sufrido abusos por parte de sus superiores varones. "Es inconcebible que la Curia Romana, que sabe de todas estas cosas, no haya tomado medidas. Ninguno reacciona, ninguno habla. No existe un organismo independiente al cual acudir cuando el derecho canónico es violado", denuncia Wagner.

https://www.eldiario.es/sociedad/MeToo-monjas-abusos-Iglesia_0_842715994.html

5 de diciembre de 2018

Justicia machista.




Noviembre es un mes que convoca a centenares de organizaciones y a miles de mujeres en torno a uno de las peores expresiones de la cultura machista y patriarcal que persiste en nuestro país, la violencia contra las mujeres y que impregna a instituciones como la justicia.

Deberían avergonzarnos las cifras que entrega la Encuesta Nacional de Victimización por Violencia Intrafamiliar y Delitos Sexuales, según las cuales, la prevalencia de la violencia a lo largo de la vida de las mujeres entre los 15 y 59 años, ejercida por su pareja, ex pareja o algún familiar, se elevó de 35,1% en 2012 a 38,8% en 2017; violencia física, psicológica y/o sexual.

Es una verdadera epidemia que cobra víctimas día a día: con 97 mil 972 casos de mujeres víctimas ingresados a la Fiscalía Nacional y 79 mil 259 mujeres denunciantes en Carabineros por violencia intrafamiliar, violaciones y abusos sexuales; ambos datos para 2017. Con 44 femicidios consumados en 2017 y 35 a la fecha, 115 femicidios frustrados en 2017 y 105 a la fecha, medidos con la ley vigente que restringe los casos a aquellos en que ha existido convivencia. La Red Chilena contra la Violencia cifra en 50 los femicidios durante 2018. La tasa de femicidios por cien mil mujeres en Chile duplica con creces la tasa de España: 0,47 contra 0,2.

La violencia de género hacia las mujeres difiere de otras formas de agresión y coerción porque en este caso el factor de riesgo o de vulnerabilidad es el sólo hecho de ser mujer. Da cuenta de la asimetría de la distribución de poder que se encuentra en las relaciones de género en nuestra sociedad.

Pero no es una epidemia por “infección”, puesto que la violencia de género es un acto voluntario que tiene, o puede tener, como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o sicológico para la mujer, y para la ONU incluye las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada.

La Organización Mundial de la Salud declaró que se trata de un grave problema de salud pública por su extensión: una de cada 3 mujeres la sufre a lo largo de su vida, porque produce directamente lesiones y defunciones; porque quienes la viven tienen peores resultados en salud que quienes no la sufren, porque es prevenible y es posible cambiar los factores que contribuyen a producir respuestas violentas: resulta de un “acto voluntario”.

Las consecuencias físicas, mentales y conductuales pueden persistir mucho tiempo después de que haya cesado la violencia. Tiene consecuencias de largo plazo y causa daños tanto a la mujer como a su entorno, con consecuencias intergeneracionales para la salud, el desarrollo y el bienestar de los hijos e hijas de las mujeres maltratadas. Se señala que las agresiones por violencia intrafamiliar están entre las cinco primeras causas de AVISA (años productivos de vida perdidas) para las mujeres chilenas.

La cultura machista sustenta la violencia contra las mujeres en todas sus formas y más allá de una creciente conciencia de la necesidad de erradicarla, persiste en las instituciones, en los órganos del Estado, incluso entre quienes deben garantizar los derechos que exigen las propias leyes y las Convenciones Internacionales ratificadas por Chile. Así ha quedado demostrado con la reciente sentencia contra Francisca Díaz, egresada de Derecho, que denunció a un ex fiscal por una agresión sexual, marcada por estereotipos machistas.

http://oge.cl/justicia-machista/

4 de diciembre de 2018

El Estado español desprotege a las mujeres ante las violencias digitales.

La jurista feminista Laia Serra y la revista Pikara Magazine, con el apoyo de Calala Fondo de Mujeres y Front Line Defenders, exigen al Gobierno un cambio en las políticas públicas para abordar la ciberviolencia como una cuestión de género
Varias colaboradoras de Pikara Magazine sufren de manera constante acoso en redes sociales lo que coarta su participación en este espacio de debate público.
La jurista feminista Laia Serra, la revista Pikara Magazine, junto con el apoyo de Calala Fondo de Mujeres y Front Line Defenders, han registrado esta mañana en el Congreso un informe sobre las violencias de género en línea en el que se incluyen una serie de recomendaciones al Gobierno. El Ejecutivo, de acuerdo con diferentes convenios internacionales que ha ratificado, debe cambiar la formulación de sus políticas públicas, así como crear nuevas legislaciones, y adoptar medidas dirigidas para las plataformas intermediarias de internet, como son las empresas propietarias de las redes sociales más utilizadas.

“El Estado tiene la obligación legal de prevenir y sancionar, de garantizar la reparación y dar garantías de no repetición. Para ello tiene que cambiar el enfoque que está dando a este tema”, ha apuntado Laia Serra en la rueda de prensa de presentación del informe. “El Estado está incumpliendo sus obligaciones internacionales”, ha añadido.

El Instituto Europeo de la Igualdad de Género recoge que la violencia de género en línea es un problema creciente de proporciones mundiales y de consecuencias muy significativas.  Desde la perspectiva de los derechos de las mujeres, resulta esencial garantizar que internet, entendido como un nuevo espacio público que tiene una influencia que crece exponencialmente, constituya un lugar seguro, libre de violencias y capacitador para todas las mujeres y las niñas.

En julio de 2018, el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas aprobó una resolución mediante la que exhorta a los Estados a que adopten medidas inmediatas y eficaces para prevenir la violencia contra las mujeres y las niñas, también en los contextos digitales, y exige que se combata la impunidad habitual de los espacios virtuales.

“La violencia en redes sociales es muy grave y no se está abordando con un enfoque de género, lo que tiene consecuencias en términos democráticos porque afecta a la presencia de las mujeres en las redes sociales e internet, que son hoy espacios de debate público”, ha subrayado Serra, quien apunta al principio de diligencia debida del Estado.

La visibilidad de las comunicadoras

Desde hace varios años, y cada vez de una manera más significativa, las comunicadoras feministas vinculadas a Pikara Magazine reciben ataques misóginos, y también racistas y lesbófobos en redes sociales. “Como medio nos parece importante involucrarnos en esta lucha. No sólo porque la hemos sufrido nosotras mismas, sino por nuestra responsabilidad de practicar los cuidados como editoras de un medio feminista”, apunta Andrea Momoitio, coordinadora de Pikara Magazine.

Por ello, ante la necesidad de ofrecer respuestas coordinadas y que vayan a la raíz del problema, tanto la revista como la jurista Laia Serra exigen respuestas gubernamentales. Y es que el ciberacoso impide u obstaculiza gravemente la participación pública de las mujeres activistas y defensoras de de derechos humanos, campo en el que trabajan de manera directa tanto el Fondo de Mujeres Calala como Front Line Defenders, quienes no han dudado en sumarse a esta denuncia pública.

“Determinadas mujeres comunicadoras, que representan las reivindicaciones feministas y cuestionan las hegemonías, son las que están sufriendo mayores ataques”, denuncia Serra. Irantzu Varela es una de estas comunicadoras: “Ahora es una violencia digital, pero se puede volver analógica en cualquier momento y entonces va a ser demasiado tarde”, ha advertido la periodista en la rueda de prensa. También ha expuesto algunos de los ataques que recibe diariamente por su activismo feminista y antirracista en redes sociales. “Las violencias digitales que sufren las activistas feministas están atravesadas por las mismas opresiones que estructuran la sociedad: racismo, antigitanismo, islamofobia, transfobia…”, asegura Irantzu Varela.
Las campañas de acoso hacia nuestro medio y hacia nuestras colaboradoras han sido una constante desde prácticamente el nacimiento de Pikara Magazine.

En 2012, la actriz, cantante y activista feminista Alicia Murillo, que en ese momento tenía un videoblog en Pikara, denunció la avalancha de comentarios insultantes y amenazante que estaba recibiendo a través de Youtube. Se trataba de una campaña de acoso azuzada desde la web ForoCoches, donde un usuario llegó incluso a publicar el teléfono móvil de Alicia, con lo que recibió varias llamadas amenazantes. Un elemento en este caso que muestra las consecuencias de la política de actuación de las empresas intermediarias de Internet, es que Youtube accedió a retirar vídeos de Alicia Murillo en los que mostraba escenas de acoso machista callejero, mientras que mantenía los insultos y amenazas en los comentarios a sus otros vídeos.
En la actualidad, Alicia Murillo sigue recibiendo agresiones sostenidas por redes sociales, mensajería instantánea y correo electrónico. Recientemente interpuso una denuncia ante la policía por un email que contenía amenazas de muerte directas: “Te rastrearé y te mataré. Por cierto, tu ideología es un vómito. Quizás me tome un tiempo, pero te ejecutaré tarde o temprano. Saludos”.
En 2016, Brigitte Vasallo publicó un artículo titulado ‘Vienen a violar a nuestras mujeres’, en el que denunciaba cómo las noticias sobre una serie de violaciones atribuidas a refugiados se estaban utilizando para azuzar la xenofobia. El aluvión de comentarios islamófobos y de insultos lesbófobos en Twitter, así como amenazas de violación, la llevaron a abandonar las redes sociales durante un tiempo.
El pasado junio, publicamos una entrevista de Lucía Mbomío a Iman El Azrak, una joven española de origen marroquí que se fotografía con y sin velo para reflexionar sobre la identidad y los estereotipos que pesan sobre las mujeres musulmanas. Durante una semana, tanto Iman El Azrak como Pikara Magazine y Mbomío como periodista recibieron una avalancha de tuits sexistas e islamófobos que incluían acusaciones de estar promoviendo el terrorismo islámico. Uno de los tuits que atentaron contra la imagen de El Azrak fue un meme en el que comparaban su foto con velo con la imagen de una soldado de Estado Islámico.
En la actualidad, nuestra colaboradora Silvia Agüero Fernández, activista feminista y gitana, está recibiendo habitualmente comentarios racistas y antigitanos en redes sociales por sus artículos sobre la discriminación histórica hacia el pueblo gitano. El pasado agosto, un artículo que publicó en eldiario.es señalando el racismo en el monólogo del humorista Rober Bodegas desencadenó una avalancha de comentarios que incluían discurso del odio antigitano y amenazas directas contra ella: “Voy a quedar con un grupito de payos y vamos a buscarte para darte una paliza”. Unos días después tenía programada una charla en Zaragoza. Temiendo que esas amenazas virtuales se tornasen en agresiones directas, acudió a la policía para contar su situación y no la tomaron en serio.
Pikara Magazine, como medio de comunicación feminista, ha sido también objeto de ataques colectivos organizados desde foros como Laburbuja.info, desde publicación masiva de comentarios ofensivos o spam e intentos de tumbar la web. Debido a esta actividad, finalmente decidimos cerrar la opción de comentar los artículos.

Recomendaciones para la formulación de políticas públicas y medidas legislativas

Por todo lo expuesto en el informe registrado en el Congreso y según las aportaciones de distintos colectivos referentes en todo el mundo en el abordaje de las violencias de género en línea, las políticas públicas deberían partir del siguiente enfoque:

Formulación de políticas públicas

Considerar la diversidad de las mujeres (edad, cultura, orientación sexual, etc.), así como su multidimensión.
Concebir la violencia de género en línea como un continuum del resto de violencias contra las mujeres y no de forma separada.
Elaborar una definición integral de violencia de género en línea.
Considerar la especificidad que las TIC imprimen a esas violencias, como la replicabilidad, la facilidad de búsqueda y la imposibilidad de eliminar los contenidos.
Fomentar la apropiación de herramientas de seguridad integral de las mujeres que protejan la privacidad y potencien la libertad de expresión.
Cuestionar un enfoque eminentemente punitivista, en clave penal, y considerar otras respuestas, como los procesos administrativos.
Las medidas legislativas sean de reforma o de nueva promulgación,  por sí mismas, no son suficientes. Las soluciones deben ser en clave positiva e incluir medidas legales y no legales.

No debe suprimirse o restringirse el anonimato o el cifrado.
Mejorar el sistema de registro de las violencias de género en línea, que permita profundizar sobre este fenómeno.
Concebir el acceso a Internet por parte de las mujeres, no sólo como usuarias sino también como creadoras de tecnología.
Elaborar campañas públicas que promuevan el repudio hacia la violencia de género en línea, dirigidas especialmente a la población masculina, mayormente responsable.
Apoyo a la consolidación de redes feministas online y de estrategias de seguridad digital para las mujeres y otros grupos vulnerabilizados.

Formulación de medidas legislativas

La eficiencia de la respuesta legislativa no pasa sólo por contar con legislación específica sobre violencias de género en línea, sino por garantizar en general el acceso de las víctimas/supervivientes a la justicia, a la vez que priorizan la reparación y la restauración por encima de la criminalización. 
Atendidas las particularidades de las violencias de género en línea, hay que asegurar una capacidad de reacción inmediata, con investigaciones urgentes, así como el otorgamiento de órdenes de protección y la confección de protocolos de retirada de contenidos de emergencia, adaptados al debido proceso.
Asegurar que los marcos legales, existentes o de nueva promulgación, protejan adecuadamente la libertad de expresión de las mujeres y su privacidad. Cualquier restricción a la libertad de expresión debe ser necesaria, concisa y proporcionada.
La legislación debe tener en consideración la autonomía física, la autodeterminación, la libertad de expresión y los derechos a participar en el debate público de las mujeres y las niñas.
La promulgación o reforma de legislación sobre Internet debe involucrar amplias consultas con organizaciones de la sociedad civil sobre derechos de las mujeres.
La capacitación de los cuerpos policiales, el poder judicial y otros operadores jurídicos, en perspectiva de género, para que dimensionen la gravedad de las violencias de género en línea, reaccionen con rapidez y comprendan las nuevas tecnologías.
Explorar si las leyes actuales permiten interpretaciones que amplíen las garantías de las mujeres que sufren violencias de género en línea.
Evaluación de las herramientas legales disponibles, teniendo en cuenta su capacidad para proteger inmediatamente y reparar, su costo y su duración media.
Adaptación de los formularios policiales para que incluyan la violencia psicológica, y una evaluación de riesgo adaptada a las violencias de género en línea.
La preservación de las evidencias tecnológicas de manera rápida, incluyendo los metadatos, y la elaboración de informes periciales de forensia informática, de manera gratuita para las denunciantes..

Formulación de medidas dirigidas a las plataformas intermediarias de internet

Alentar a las plataformas intermediarias de Internet para que garanticen la seguridad de los datos y la privacidad, incorporándola como opción predeterminada.
Las plataformas tienen la responsabilidad de respetar los derechos humanos, incluida la prevención de la violencia de género. La regulación gubernamental y la imposición de obligaciones a las plataformas también deben respetar el marco de los derechos humanos, empleando medidas necesarias y proporcionales.
Incentivar el debate público sobre el rol  las plataformas y sus políticas internas o condiciones de uso respecto de los contenidos no consentidos.
Asegurar la transparencia de las políticas internas de eliminación de contenidos y facilitar los mecanismos de denuncia. Las usuarias deberían poder conocer y recurrir la decisión de eliminación de contenidos. 

http://www.pikaramagazine.com

3 de diciembre de 2018

Compañía farmacéutica está llevando a más mujeres a posiciones de liderazgo.



Mucho se ha escrito acerca de la preocupante falta de mujeres en roles de liderazgo, particularmente en el sector médico. En Lilly, compañía farmacéutica global, hemos enfrentado este problema directamente. Nuestros enfoques, consideramos, pueden ser útiles para otras compañías que trabajan en resolver este desequilibrio de género.

En 2015, realizamos un análisis de la fuerza de trabajo que reveló una significativa carencia de mujeres en el liderazgo de la compañía. En términos generales, nuestra fuerza de trabajo global era 47% femenina y el 53% de los empleados a nivel de ingreso eran mujeres. Sin embargo, en niveles más elevados el porcentaje cayó drásticamente, desplomándose a un 20% en la cima. Aunque este número era comparable en 2015 al porcentaje de mujeres ejecutivas dentro de las compañías de servicios de salud en la lista de Fortune 500, no era un número del que estuviéramos orgullosos. Las compañías que tienen liderazgo con diversidad de género entregan mejores resultados financieros que sus contrapartes, así que corregir esta brecha no solo era lo correcto, también tenía sentido empresarial.

Sin embargo, para resolver el problema, necesitábamos entenderlo. Por ello nos embarcamos en un estudio a fondo de nuestros propios empleados, a partir de un proceso multifacético y patentado, que usamos para la investigación de mercado. Involucramos a una firma externa para conducir el estudio, a efectos de garantizar independencia y anonimato.
Encuestamos a mujeres y hombres de alto potencial en los Estados Unidos y planteamos preguntas altamente personales, que nunca antes habíamos hecho. Nuestro objetivo era entender de mejor forma cómo diferían las experiencias de las mujeres y los hombres que trabajan en Lilly y, específicamente, identificar y remover barreras al crecimiento laboral, de forma que pudiéramos incrementar la representación de mujeres en el liderazgo.

He aquí algunas de las lecciones que aprendimos:

Obtenga apoyo desde el inicio: Nuestro equipo directivo estaba comprometido con esta labor desde el inicio. Dave Ricks, que entonces era presidente de una de nuestras mayores unidades de negocio y se convirtió en CEO en 2017, comisionó la investigación y la respaldó a lo largo del proceso. Él y otros líderes de alto nivel se reunieron durante dos días con el área de recursos humanos y la Lilly Women’s Network, uno de nuestros grupos de apoyo a los empleados, para una lluvia de ideas sobre soluciones a las barreras detectadas por la investigación. Este no solo era un tema de recursos humanos, era un problema del negocio. Nos dedicamos a fondo.

Haga su tarea: Solo a través de rigurosa investigación interna una compañía puede esperar entender su propia fuerza de trabajo. Comenzamos con un problema de negocio: Si las mujeres representaban casi la mitad de nuestra fuerza laboral, ¿por qué estábamos viendo una caída tan drástica en la alta gerencia? Los líderes (mayoritariamente hombres) tenían la hipótesis de que las mujeres eran menos ambiciosas que los hombres, o que no eran capaces de ascender a los niveles más altos de liderazgo. Las encuestas tradicionales de involucramiento no van lo suficientemente a fondo para mostrar si alguno de esos argumentos es cierto. No fue una sorpresa que las encuestas que realizamos demostraron que ninguno de ellos está basado en la realidad.
Entienda su investigación: Los números son solo números a menos que se traduzcan en perspectivas que puedan utilizarse. La investigación mostró que las mujeres son tan ambiciosas como los hombres y tienden similarmente a buscar oportunidades de desarrollo. Sin embargo, muchas mujeres no se sentían respaldadas o reconocidas por su trabajo. Mujeres de alto potencial comienzan sus carreras en Lilly emocionadas por asumir más responsabilidades, a pesar de que existen relativamente pocas mujeres en la cima que sean modelos a seguir, especialmente en el caso de las que no son blancas. Nuestros datos mostraron que, conforme avanzaron, algunas mujeres tuvieron problemas para ajustarse y avanzar en una cultura dominada por hombres. Reportaron encontrar sesgos (conscientes y subconscientes), estereotipos de género y prácticas de manejo del talento que socavaron sus ambiciones. Por ejemplo, las mujeres reportaron experiencias en las que el “capital de relaciones” –a quién conoce y en quién confía– era un factor importante pero tácito en las decisiones acerca de ascensos. Los resultados del estudio mostraron que las mujeres de Lilly tendían a enfocarse más en su trabajo que en hacer redes, así que algunas veces perdían oportunidades de ascender a pesar de su sólido desempeño.

Sea un libro abierto: La responsabilidad es clave, así que actuamos con transparencia. Pusimos nuestros propios pies al fuego, compartiendo nuestros hallazgos con líderes y empleados en 2016. Dos años después, estamos viendo que las mujeres se están volviendo más francas e influyentes. “Estoy aquí en la mesa”, están diciendo, “y quiero que me escuchen”, añaden.

Si las mujeres representaban casi la mitad de nuestra fuerza laboral, ¿por qué estábamos viendo una caída tan drástica en la alta gerencia?
Comprométase a cambiar: Entender las causas de nuestro desequilibrio de género fue un inicio, pero a continuación necesitábamos usar los hallazgos para crear intervenciones y un cambio cultural. Por ende, iniciamos sesiones de entrenamiento para ayudar a los gerentes a dirigir en forma más incluyente, valorando las diferencias, reconociendo y superando prejuicios y alentando una cultura donde se alza la voz. Además, responsabilizamos a nuestros directivos respecto a los resultados. Más de 2.000 gerentes, directores de alto nivel y vicepresidentes han participado hasta el momento a nivel global. También estamos perfeccionando nuestros procesos de manejo del talento, para minimizar los sesgos conscientes y subconscientes en nuestras prácticas de contratación, dirección y promoción. Hemos definido la meta de incrementar el número de mujeres directivas en 4 puntos porcentuales en un lapso de dos años, y estamos cerca de alcanzar esa meta.

¿Dónde estamos actualmente?

Ya estamos logrando un gran progreso. Desde el 2016 hasta el final del 2017, el número de mujeres líderes en Lilly se elevó de un 38% a un 41% a nivel global, mientras que el número de mujeres que le reportan directamente a nuestro CEO aumentó de un 31% a un 43%. El año pasado, en Lilly Estados Unidos, las mujeres ocuparon el 61% de los ascensos a roles directivos de nivel sénior y superiores, contra un 54% en 2016. Actualmente, la mitad de los presidentes de unidad en nuestro negocio farmacéutico son mujeres.

Por: Joy Fitzgerald
https://www.elfinancierocr.com/gerencia/desarrollo-humano

30 de noviembre de 2018

Sobre género, sexo y mujeres.


En los últimos tiempos, debido sin duda a la relevancia de algunos temas relacionados con las mujeres, se han instalado en el lenguaje cotidiano conceptos propios del feminismo académico, como el género, o de la política feminista, como la paridad. Sin embargo, estos términos no siempre son bien utilizados, de forma que con frecuencia conducen a confusión más que a la clarificación de las situaciones.

Los profesionales del periodismo se han hecho eco de la desorientación general y están apostando por aclarar conceptos y simplificar los términos. En un programa muy respetado en TV3, la conductora explicó públicamente que hablar de género conducía a dudas, ya que se trataba de un término gramatical, y que por tanto había decidido hablar de “mujeres” en su lugar. Es decir, no se trataría de violencia de género sino de “violencia contra las mujeres”, por poner un ejemplo. Un periodista veterano de nuestro país ha puesto de manifiesto en los últimos días el eufemismo que a su juicio significa hablar de violencia de género cuando en realidad el hecho al que nos referimos tiene ya un término, conocido por todo el mundo y de larga tradición cultural, que es el “crimen pasional”.

Admitiendo que se trata de un tema polémico y que, ciertamente, hablar de mujeres en lugar de género clarifica y simplifica los discursos, me propongo hacer algunas matizaciones respecto a los conceptos y sus implicaciones.

Una primera confusión es la que se produce entre género y sexo. El sexo viene determinado por la naturaleza, una persona nace con sexo masculino o femenino. En cambio, el género, varón o mujer, se aprende, puede ser educado, cambiado y manipulado. Se entiende por género la construcción social y cultural que define las diferentes características emocionales, afectivas, intelectuales, así como los comportamientos que cada sociedad asigna como propios y naturales de hombres o de mujeres. Ejemplos de esta adscripción de características en nuestra sociedad es pensar que las mujeres son habladoras, cariñosas y organizadas y los hombres son activos, fuertes y emprendedores. Podemos decir, usando las palabras de la doctora Victoria Sau, que el género es la construcción psicosocial del sexo. Una primera función implícita en el género es la de hacer patente que hombres y mujeres son más diferentes que similares, y éste es el motivo de que la sociedad humana haya establecido la existencia de estos dos géneros, fenómeno que tiene una dimensión universal.

La división que configura el género no es neutra, como han puesto de manifiesto muchas pensadoras a lo largo de la Historia. No hay más que mirar a nuestro alrededor para ver cientos de ejemplos: el vestidito rosa o el traje azul para el bebé que acaba de nacer según sea niña o niño; grandes zonas en los supermercados con juguetes de construcción, deportes o coches para niños y otras fácilmente identificables por los tonos pastel llenas de muñecas-bebé a las que cuidar y mimar, juguetes representando electrodomésticos y muñecas similares a las modelos televisivas que se pretende que las niñas emulen en un futuro próximo. Si alguien cree que esto pertenece al pasado no tiene más que visitar unos grandes almacenes cualesquiera, observar los anuncios televisivos para niños o revisar los regalos que han traído en las pasadas navidades los Reyes Magos. Los análisis realizados por el Consell Audiovisual de Catalunya sobre spots publicitarios de juguetes correspondientes a la navidad de 2004 mostraron una tendencia al incremento del sexismo y no a su disminución, como cabría esperar. Otros signos muestran la incidencia cultural en la determinación del género como, por ejemplo, la forma de vestir que aún impide a muchas niñas subir a determinados columpios o tirarse por el suelo mientras que los niños tienen absoluta libertad de movimientos. Si una niña llora, todos la consuelan; si es un niño, se le secan las lágrimas y se le pide que se comporte como un “hombrecito”. Insisto una vez más en que estos comportamientos educativos por parte de las personas adultas son todavía muy mayoritarios, pese a que existe la percepción social de que están ya superados. La realidad social dista mucho de la percepción que la ciudadanía tiene en este aspecto, como muestran una y otra vez los estudios que se realizan periódicamente al respecto y como puede observar cualquier persona con interés en el tema.

Después de estos ejemplos, no puede decirse en conciencia que las mujeres son diferentes de los hombres por naturaleza, más allá de sus características sexuales. Las diferencias educativas que hemos visto se ponen diariamente en práctica tanto por hombres como por mujeres: la mayoría de educadores tratan de forma diferente a los niños y niñas según su sexo, aunque sea inconscientemente. Al hacerlo, les están proporcionando, sin saberlo, un conjunto de comportamientos válidos, un género con el que identificarse. En las diversas sociedades se configuran roles y estereotipos asignados a hombres y a mujeres que conforman diversas maneras de sentir, pensar, actuar y vivir, en muchas ocasiones opuestas, incompatibles y, lo que todavía es peor, terriblemente injustas.

Del mismo modo, la forma como se generan y desarrollan las relaciones de poder viene determinada directamente por la socialización en función del género a que están sometidos niños y niñas desde que nacen. Las niñás observan a su alrededor que la mayoría de puestos importantes están ocupados por hombres. Consejos de Administración de las empresas, gobiernos locales y autonómicos, cargos de dirección de instituciones, los científicos galardonados... una abrumadora representación masculina en puestos de poder que dificulta su posible identificación con estos lugares donde se toman decisiones. Es cierto que cada vez con mayor frecuencia se oye hablar a médicas, alcaldesas, científicas, e incluso ministras, pero desde un punto de vista global y también debido a la menor presencia mediática, son casos que todavía resultan relativamente infrecuentes. El Programa de la Mujer que lleva a cabo la Universidad Politécnica de Barcelona, tratando de promover el interés de las jóvenes hacia carreras técnicas, podría aportar muchos datos sobre este particular. Esta educación que orienta mayoritariamente a un chico hacia una carrera técnica y a una chica hacia una carrera “humanística”, esta educación diferenciada en función del género, es la que genera discriminación hacia las mujeres en la gran mayoría de las sociedades conocidas.

El género se configura, por tanto, como una categoría conceptual que explica cómo la construcción social de nuestra cultura ha transformado las diferencias entre los sexos en desigualdades sociales, económicas y políticas. Esta traslación de diferencias biológicas a sociales es primordial ya que el concepto de género no sólo designa lo que en cada sociedad se atribuye a cada uno de los sexos sino que evidencia esta conversión cultural en desigualdad. En teoría, el tipo de relación existente entre los géneros podría ser igualitaria, con dominante masculina o con domnante femenina. Evidentemente, en la mayor parte de las sociedades conocidas, existe el sistema de género/sexo con dominante masculina pero esa división entre los sexos es siempre construida socialmente y no el producto de diferencias biológicas. No hay ninguna razón objetiva que explique que la diferencia deba convertirse en desigualdad.

Otra de las situaciones que dan lugar a confusiones es que, muy a menudo, se identifica género con mujer y no con relaciones sociales de género, como sería más adecuado teniendo en cuenta el orígen del concepto. Por eso no debería olvidarse que cuando se habla de género las mujeres feministas nos estamos refiriendo a las relaciones entre mujeres y hombres y a las construcciones sociales que se hacen de la feminidad y de la masculinidad. Éste es el motivo de que género sea tanto una categoría relacional como una categoría política ya que las atribuciones de género son opresivas y rígidas tanto para los hombres como para las mujeres, aunque tradicionalmente las mujeres hayan salido perdiendo en este reparto.

De acuerdo con las premisas anteriores, las políticas llamadas de género no sólo se dirigen hacia las mujeres, sino también hacia los hombres, tratando de cambiar los patrones que la cultura les ha asignado a ambos. Parten de la base de que el género compromete a todas las personas, hombres y mujeres, y parten de la reflexión desde la experiencia. El género como categoría relacional permite tratar a todas las personas como iguales, en el sentido de tener el mismo valor, independientemente del sexo. No se trata, y ésta es ya la última confusión a la que aludiré, de considerar la igualdad de género como “igualdad a” los hombres, ya que eso significaría colocar a los hombres como medida de lo deseable, sino como “igualdad entre” diferentes personas de diferente sexo ante el mundo público y el privado.

Resulta en cualquier caso altamente estimulante y sano para nuestra sociedad comprobar cómo los conceptos relacionados con las mujeres tienen por fin un espacio en los medios de comunicación y contribuirán, como no puede ser de otra forma, a visualizar y reconocer los derechos de todas las mujeres, asignatura todavía pendiente para una auténtica proclamación de los derechos humanos.


http://www.mujeresenred.net/

29 de noviembre de 2018

Los muxes, el controvertido tercer género que existe en México.



En la región de Istmo de Tehuantepec, en el estado de Oaxaca, hay tres géneros desde la época prehispánica: hombres, mujeres y muxes.
"¿Qué forma debo usar cuando hablo con usted: femenina o masculina?", le pregunté a Lukas Avendaño, a quien había visto en pantalones al principio del día pero que ahora llevaba una falda negra tradicional con coloridas flores bordadas.
Estábamos hablando en español, con sus sustantivos y pronombres con género. "Prefiero que solo me llames cariño", se ríe Avendaño.

Aquí, en la región de Istmo de Tehuantepec, en el estado de Oaxaca, en el sur de México, hay tres géneros: hombres, mujeres y muxes. Esta tercera clasificación ha sido reconocida y celebrada desde la época prehispánica, y es difícil imaginar la vida sin muxes aquí.

Pero en esta región donde la mayoría de la gente habla el idioma indígena zapoteco, mi pregunta no tiene mucho sentido.

"En zapoteco, como en inglés, no hay géneros gramaticales. Solo hay una forma para todas las personas. Los muxes nunca se han visto obligados a preguntarse: ¿son más hombres o más mujeres? ", explica Avendaño.

"Somos el tercer sexo", añade Felina, quien, a diferencia de Avendaño, decidió cambiar el nombre masculino que le puso su familia al nacer, Ángel, y solo usa este apodo. "Hay hombres y mujeres y hay algo en medio. Y eso es lo que soy".
Estuve en la Vela de las Intrépidas (Vigilia de las Intrépidas), la celebración anual que llevan a cabo los muxes cada noviembre en Juchitán de Zaragoza, una pequeña ciudad en el Istmo de Tehuantepec.

DISTINTOS ESTILOS

Al observar a los diferentes muxes, no encontré mucho en común entre sus estilos. Había muxes que, como las tehuanas locales (mujeres del Istmo de Tehuantepec), vestían los mismos trajes ricamente bordados que inspiraron el estilo único de Frida Kahlo.

Otros parecían preferir los vestidos de estilo occidental o la ropa de drag queen. Y había algunas prendas de vestir para hombres, mostrando su estado con solo un simple maquillaje y esmalte de uñas.
"Es difícil describir quién es un muxe. Básicamente, podemos decir que un muxe es cualquier persona que nació hombre pero que no actúa de manera masculina", dice Avendaño.

"Lo que sabemos, 'bajo el punto de vista occidental', es que 'travesti de hombre a mujer', 'transexual de hombre a mujer', 'gay afeminado' o 'gay masculino' parece estar incluido en la categoría de 'muxe' siempre que haya un fuerte componente de identidad étnica", escribe el antropólogo Pablo Céspedes Vargas en su artículo "Muxes en el trabajo: entre la pertenencia de la comunidad y la heteronormatividad".

Avendaño también enfatiza que "muxe" es un término zapoteco y no se puede entender sin saber más sobre su cultura.

Esto es así porque el concepto de muxe solo existe aquí, en el Istmo de Tehuantepec, donde estas personas son una parte importante de la comunidad. Algunos dicen que se cayeron del bolsillo de Vicente Ferrer, el santo patrón de Juchitán, al pasar por la ciudad, lo que, según los lugareños, significa que nacieron con una estrella de la suerte.
Una segunda versión de la leyenda del santo dice que Vicente Ferrer llevaba tres bolsas: una con semillas femeninas, una con semillas masculinas y otra donde las dos estaban mezcladas. De acuerdo con esta historia, la tercera bolsa se filtró en Juchitán, y esa es la razón por la que hay tantos muxes aquí.

Pero Fernando Noé Díaz, afirma, un maestro de escuela primaria que tiene muchos amigos muxe, no está de acuerdo con esto. "No es cierto que haya más aquí. Simplemente son más respetados, para que puedan ser más visibles", afirma.

Un muxe llamado Kika nos había invitado a la vela de esta noche. Allí, cada habitación tenía una sección con mesas y decoraciones donde se servían alimentos y bebidas a sus huéspedes.

"Supongo que los muxes son muy respetados porque son más un género social que sexual. Tienen un papel importante en la comunidad", añade Noé Díaz.

SU PAPEL EN LA COMUNIDAD

Juchitán es famoso en todo México por sus mujeres fuertes y orgullosas. Algunos incluso lo llaman matriarcado, lo cual no es necesariamente correcto, pero las mujeres tradicionalmente manejan el dinero que los hombres traen a casa.

Los locales bromean diciendo que los hombres aquí tienen penes dulces o salados, lo que significa que son agricultores o pescadores. Las mujeres, por otro lado, deben vender lo que los hombres producen, y el mercado constituye sus dominios.

Esta noche, como es tradición en la vela, las mujeres tradicionalmente donan dinero como regalo, mientras que los hombres llevan cajas de cerveza.
"Cuando el hombre está en el mar o en el campo y la mujer está en el mercado, no hay nadie para cuidar de la casa y la familia. Ahí es donde entra el muxe", explicó Noé Díaz.

"Algunos incluso dicen que es una bendición para una madre tener un hijo muxe que la ayudará en la casa y cuidará a los hermanos pequeños. Además, a los muxes no se les permite socialmente tener relaciones a largo plazo o casarse para que puedan quedarse con sus madres cuando envejezcan".

En la vela, las madres son las que sirven comida en cada mesa. La madre de Kika comprueba que nadie tiene hambre, y los miembros más jóvenes de la familia me dan una nueva cerveza cuando la mía comienza a vaciarse.

Pero Kika no quería dedicarse al trabajo doméstico, uno de los roles tradicionales de muxe, junto con las artesanías y las ventas en el mercado. Ella es propietaria de un salón de belleza en el centro de la ciudad. Lo mismo ocurre con Felina, que dirige un grupo de muxes, las Auténticas Intrépidas Buscadoras del Peligro, que son los organizadores de la vela de esta noche.
Según Noé Díaz, muchos muxes trabajan en la preparación de las fiestas tradicionales que suponen una gran parte de la economía local. Confeccionan disfraces y adornos para velas, bautizos, comuniones, fiesta de 15 años y bodas.

Noé Díaz también conoce muxes que se dedican a fabricar artesanías para vender en los mercados. Otro de sus amigos muxe es un maestro de escuela primaria.

Avendaño es un actor y director que viaja por el mundo con su espectáculo sobre lo que significa ser un muxe y que se titula Réquiem para un Alcaraván.

El show pone mucho énfasis en la parte católica de la identidad del muxe.

"Los muxes siempre han tenido un papel importante en la Iglesia católica local. Su trabajo era preparar las decoraciones de la iglesia. En Tehuantepec, la ciudad de donde provengo, los muxes tienen su propia hermandad dentro de la Iglesia", dice Avendaño al explicar cómo la Iglesia católica acomodó sabiamente la tradición de los tres géneros que está profundamente arraigada en la cultura local.

La celebración de hoy comenzó con una santa misa en honor a los muxes en la iglesia local del patrón Vicente Ferrer.
Después de la misa, comenzó la tradicional procesión por las calles del pueblo. La multitud colorida fue liderada por una banda y muxes portando velas.

Detrás de ellos, más muxes seguían la caravana en autos y camiones decorados con flores, globos y decoraciones de papel. Pero lo más destacado del día fue la fiesta que tuvo lugar por la noche fuera de la ciudad.

Pude ver a muchas personas: mujeres, hombres y niños. Todos llevaban ropa regional: mujeres en enaguas y blusas bordadas, llamadas huipiles; hombres en guayaberas blancas.

Todos fueron recibidos en el escenario por un muxe que desempeña el papel de lo que se conoce como el "mayordomo", el organizador principal de la vela, que estuvo acompañado por su compañero, que es un mayate.

Los mayates son hombres que tienen relaciones sexuales con muxes, pero no son muxes y no son considerados homosexuales.

"Una diferencia importante con la visión cultural sobre el sexo de Occidente es que para los zapotecas, solo las relaciones sexuales entre un macho muxe y un heterosexual tienen significado. Las relaciones entre muxes o entre un hombre muxe y un hombre gay no tienen sentido, de hecho son inconcebibles. Ningún muxe dormiría con un hombre que se considera gay", escribe Marinella Miano Borruso en un artículo titulado "Entre lo local y lo global: los muxe en el siglo XXI".

"La sociedad zapoteca en su conjunto no concibe a un hombre que tiene relaciones con un muxe como un homosexual, su estatus de hetero no se cuestiona".

Según Miano Borruso, históricamente, los muxes no tenían por qué ser homosexuales. Hubo casos en los que eran heterosexuales, bisexuales o asexuales.

"Tradicionalmente, ser muxe no dependía de la orientación sexual. Es un género cultural, una función social y una identidad, pero no una característica del deseo sexual de alguien", explica en su libro "Hombre, mujer y muxe en el Istmo de Tehuantepec".

No obstante, todos los muxes con los que hablé en la vela se consideraban homosexuales o una mujer nacida en un cuerpo masculino. Algunos se transforman con terapias de hormonas e implantes.

Durante el concurso anual de la Reina de los Muxes, que formó parte de la vela, noté que muchos de ellos tenían senos artificiales. "Eso es algo nuevo. Los pechos falsos no hacen a un muxe más muxe ", comentó Noé Díaz.
Los muxes también han estado involucrados en la lucha por los derechos LGBT. Amaranta Gómez Regalado, un muxe de Juchitán, fue candidato local en las elecciones para el Congreso mexicano.

A pesar de que no obtuvo suficientes votos, se hizo famosa como la primera candidata transexual de México. Sigue involucrada en política, especialmente en campañas contra la homofobia y para la prevención del SIDA.

"En lugar de dedicar nuestras vidas al bordado, la artesanía o las ventas callejeras, cada vez más recibimos una educación superior", dijo Felina. "Si las hijas de San Vicente no luchamos por nuestros derechos, ¿quién lo hará?".
Aún así, los mexicanos siguen teniendo sentimientos encontrados hacia los homosexuales en general. Por un lado, Ciudad de México fue la primera capital latinoamericana en legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Sin embargo, el país también sufre una de las tasas más altas de delitos contra la comunidad LGBT en el mundo, con 202 personas asesinadas por homofobia entre enero de 2014 y diciembre de 2016, lo que equivale a uno cada tres o cuatro días.

Para la comunidad gay mexicana e internacional, Juchitán se ha convertido en un paraíso extraño y un símbolo de tolerancia.
A pesar de que algunos lugareños siguen discriminando a los muxes, y la comunidad muxe en general tiene menos oportunidades de estudiar y conseguir un empleo, la división indígena tradicional de tres géneros como una forma de ser natural y tradicional ha inspirado a los colectivos LGBT en todo el mundo.

Los muxes son cada vez más conscientes de esto.

"Dedicamos esta noche no solo a muxes", escucho desde el escenario. "También es tu noche. Para todos los homosexuales, no solo para los del estado de Oaxaca, sino para todos los homosexuales del mundo. Juchitán está abierto para todos ustedes".

https://www.publimetro.com.mx

27 de noviembre de 2018

Las esclavas modernas que sirven en hogares de Líbano.



ONG locales denuncian la situación de explotación y maltrato de las empleadas del hogar etíopes en este país árabe.
“Cada dos semanas tenemos que repatriar el cuerpo de una mujer etíope. La mayoría se han precipitado al vacío desde el balcón del hogar donde trabajaban como sirvientas o se han suicidado. Las menos han muerto en un accidente de tráfico”. Este es el balance que hace en Beirut el cónsul de Etiopía en Líbano, Wahide Belay Abitew. El diplomático asegura que esta semana se han intensificado las negociaciones bilaterales con el fin de alcanzar un acuerdo que proteja los derechos de al menos 80.000 compatriotas suyas en el país árabe y que representan un tercio de las migrantes empleadas en Líbano.
El optimismo de Abitew respecto a las negociaciones contrasta con el pesimismo que expresaba una década atrás su predecesor Asaminew Bonssa. “No podemos hacer nada para proteger a nuestras nacionales, así que hemos impuesto una prohibición de viaje a Líbano”, lamentaba el entonces cónsul en Beirut. En 2008, Bonssa cifraba en dos las etíopes muertas a la semana en Líbano. Si bien la situación legal de estas mujeres ha cambiado poco o nada, sí ha disminuido drásticamente la cifra de fallecidas. El mérito es de la amplia red de apoyo creada por las propias migrantes, muchas sin papeles, que gracias al apoyo de ONG locales y a la incalculable ayuda que representan las redes sociales ofrecen un escape a las maltratadas por sus jefes.
“El caso de Meriem es uno de libro”, dice Inu conforme recorre las calles de una modesta barriada de Beirut. Esta veinteañera llegó a la capital libanesa hace dos años para trabajar como empleada del hogar. Ahora tiene un empleo de trabajadora social (sin papeles) en el Centro para la Comunidad de Migrantes en Líbano. Esta ONG fue fundada por feministas y activistas contra el racismo en 2011, en plena vorágine de la Primavera árabe. Su objetivo: ayudar a las inmigrantes irregulares que trabajan en empleos domésticos. Mujeres como Meriem, que ha cumplido 19 años y desde hace dos meses es una fugitiva. Sin lágrimas ni dramas, relata los seis meses de abusos y maltratos que sufrió desde que dejó los suburbios de Addis Abeba, la capital etíope, para aterrizar en el seno de una familia libanesa con tres niños en la norteña ciudad de Trípoli.
Su cuerpo se antoja un mapa de maltratos. Se señala la cabeza para rememorar el día en que su madame ─como comúnmente se refieren a las empleadoras libanesas─ le abrió una brecha golpeándola con una silla “porque la pequeña no se terminó el puré”. Luego se remanga el jersey para descubrir una oscura cicatriz en la espalda, legado del míster (señor) que un día decidió morderle la espalda hasta hacerla sangrar. Llegó al Líbano como llegan todas: con la mediación de las agencias. “El dalala [intermediario local] cobra a las chicas (en Etiopía) y a las agencias libanesas por reclutar jóvenes en los pueblos etíopes”, explica en Beirut Samaya Mattouk, de la ONG libanesa Kafa.

Sin pasaporte y sin contrato

Nada más aterrizar en Beirut, un empleado de la agencia le confiscó el pasaporte con la connivencia de los servicios de inmigración libaneses, como le ocurre al 85% de las mujeres que llegan con los mismos planes, según un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Meriem firmó un contrato por 218 euros mensuales por seis días de trabajo a la semana. No le dieron copia. La mitad de las empleadas domésticas migrantes en Líbano no tienen un solo día libre, según el citado informe.
“Es muy complicado proteger los derechos de estas trabajadoras porque están excluidas del código laboral libanés por el artículo 7”, advierte también en Beirut Mariela Acuña, coordinadora para Oriente Próximo de la Federación Internacional de Trabajadores del Hogar. En caso de litigio con la empleadora libanesa, pueden recurrir a los tribunales civiles, pero emiten decisiones temporales. Su segunda opción es el Código Penal libanés, aunque la resolución del veredicto lleva años y muy pocas migrantes se embarcan en el proceso.
En el plano internacional, Líbano tampoco ha ratificado la convención 189 de la Organización Internacional del Trabajo. El único marco regulatorio del que disponen es el modelo único de contrato que Líbano adoptó en 2009 tras intensas presiones ejercidas por las ONG. “Sigue siendo insuficiente y ambiguo por lo que permite que los empleadores libaneses mantengan las malas prácticas y los abusos”, resume Lala Arabian, gerente de la ONG Insan. A falta de regulación, las empleadas del hogar migrantes quedan sujetas al sistema de kafala (apadrinamiento) y vinculadas legalmente a su espónsor libanesa. Los abusos e incluso crímenes son cometidos en un 85% por mujeres libanesas, cristianas y musulmanas por igual. De la gran mayoría de los casos, las madames salen legalmente impunes y socialmente se consideran dueñas de sus sirvientas.

https://elpais.com/internacional/2018/11/20/actualidad/1542728185_984168.html#?id_externo_nwl=newsletter_global20181127m

15 de noviembre de 2018

La crianza con apego como desafío al capitalismo patriarcal.


Si las mujeres-madre que maternan con apego tienen una gran presión social y laboral, en las que son feministas hay que añadir las contradicciones internas. Aún mantenemos la concepción errónea de maternidades sumisas por imperativo moral o biológico, que en nada se asimilan a las maternidades empoderadas que reclaman su presencia en la esfera pública.
Nuestro país tiene la mala costumbre de no contar con las personas implicadas a la hora de legislar. Así, las reformas laborales no cuentan con los y las trabajadoras; las leyes de educación, con profesorado y alumnado, y en las medidas de conciliación no participan las madres y tampoco se reconocen las necesidades de bebés, niños y niñas. Antes de ser madre, como integrante de una sociedad adultocéntrica, no era consciente de que la infancia debe tener voz política. Niños y niñas han sido consideradas personas incompletas e inferiores que, con un alto grado de obediencia, deben adaptarse -e incluso someterse- a las necesidades, demandas y expectativas de sus progenitores. Sin embargo, cuando nos convertimos en madres o padres y pretendemos romper la relación unidireccional de la crianza occidental, descubrimos que la infancia tiene una serie de necesidades a las que no estamos dando respuesta. Y nos damos cuenta porque los métodos que hemos aprendido -como parte de un modelo de crianza occidental hegemónico- no funcionan bien y los bebés o niñes tienden a oponerse a ellos: principalmente a través de su lenguaje, el llanto, e incluso a costa de su salud.

Hay madres y padres que consiguen aguantar e imponer las normas sociales interiorizadas. Otros y otras comienzan a mentir a la familia y a la sociedad (y a pediatras), ocultando su uso de prácticas de crianza no normativas pero que funcionan (como dormir con los bebés). Algunas familias comienzan a investigar otros métodos de crianza, se forman e informan, crean redes de apoyo (como los Grupos de apoyo a la lactancia materna) y presentan públicamente sus métodos alternativos de crianza. Pero, ¿es la crianza con apego una cuestión de moda? La etnopediatría (Meredith Small, James Mckenna, Carol Wortman, MªJosé Garrido) ha demostrado que las necesidades de la primera infancia son similares en todas las culturas pero que no todos los modelos de crianza las satisfacen por igual. En palabras de Meredith Small: “Quizás el hallazgo más sorprendente de la etnopediatría sea, hasta ahora, el hecho de que los estilos de los padres de la cultura occidental, esas reglas que tanto apreciamos, no son necesariamente lo mejor para nuestros bebés”.

Tal y como expone la antropóloga María José Garrido, máxima exponente de la etnopediatría en España, esta disciplina apuesta por la crianza con apego porque respeta los ritmos madurativos del bebé (cognitivo, conducutal y motriz) para formar adultos más equilibrados y sociedades más armónicas y menos agresivas. Hay tanto en juego, que sería irresponsable rebajarlo al nivel de moda pasajera. Además tenemos el acceso a un gran número de fuentes de información fiables, disponibles incluso para quienes presentan desconfianza ante las evidencias científicas de la OMS, que en otras ocasiones ha mostrado su connivencia con el capitalismo patriarcal. La satisfacción de las necesidades de la infancia debe ir unida a una ampliación del concepto de necesidad, más allá de alimento y abrigo, rechazando -como se hace desde el ecofeminismo- la distinción entre necesidades básicas y superiores. Para ampliar este concepto y evitar las tradicionales jerarquías piramidales podríamos basarnos en las teorías de Desarrollo a Escala Humana de Max-Neef (1994). Llevado al ámbito que nos ocupa y a modo de ejemplo: dar el pecho constituiría un satisfactor sinérgico, pues además de satisfacer la necesidad de subsistencia, estaría estimulando las necesidades de protección, afecto e identidad. En definitiva, si niños y niñas dejasen de considerarse seres incompletos que duermen mal, comen mal, se relacionan mal y se comportan mal, porque no lo hacen como nosotres (la adultonormalidad) y pasasen a ser personas completas dentro de cada fase evolutiva (las gafas con las que vemos el mundo, además de moradas, deberían viajar en el tiempo hacia nuestras propias infancias), comprenderíamos mejor sus necesidades y el aprendizaje que ofrece la crianza dejaría de ser unidireccional.

Pero dejando a un lado los aspectos teóricos, la fuente más fiable son sin duda nuestros hijos e hijas. Muchas de las mujeres que leyeron libros sobre crianza con apego lo hicieron cuando ya la estaban practicando de forma inconsciente: querían buscar un sentido racional a sus actuaciones para afianzar sus prácticas y armarse frente a la presión social ejercida, entre otras cuestiones, por querer destinar una parte de su tiempo vital a la crianza al margen del mercado laboral (a través de reducción de horarios, excedencias e incluso abandono del empleo). Nos encontramos en el lado opuesto de hace unas generaciones: hemos pasado de la maternidad como fuente indiscutible de realización personal de las mujeres, a la maternidad como un obstáculo para la realización personal, por lo tanto esta elección no está exenta de crítica social y de pensamientos antagónicos. Un matiz importante: esta dedicación a la crianza es más fácil si la capacidad económica, condiciones laborales y redes de apoyo lo permiten, porque la conciliación -con los actuales permisos mínimos y centrados exclusivamente en el ámbito laboral- tiene un claro sesgo de clase.

¿Cuál es la relación de este modelo de crianza con el feminismo?
Si las mujeres-madre que maternan (con apego) tienen una gran presión social y laboral, para las mujeres- madre feministas supone además una gran fuente de contradicciones internas. A lo largo de la historia -y aún hoy- el feminismo hegemónico ha considerado la maternidad como una maldición biológica y patriarcal. La lucha por salir de la esfera del machismo no ha ido unida a la salida de la lógica del capitalismo, al que se ha accedido con gusto e incluso con deseos de ocupar cargos de poder dentro del sistema patriarcal. Así el empoderamiento de las mujeres se ha desvinculado de la puesta en valor de las capacidades culturalmente consideradas “femeninas” (y de los procesos sexuales y la crianza) y se ha centrado en fortalecer aquello que nos habían negado (hemos librado esta batalla con las armas del enemigo, de manera que el patriarcado, íntimamente ligado al neoliberalismo, no ha tenido problema para asimilarnos).

Naturalizadas, con la única misión del cuidado de la vida, sin elección ni alternativas posibles, es normal que para aquellas grandes luchadoras feministas volver a hablar de maternidad en estos términos sea considerado una regresión y un encarcelamiento voluntario. Pero las reglas del juego, gracias a estas luchadoras, han cambiado, y las fichas que debemos mover hoy desde el feminismo quizás deban ser otras. Si los procesos para la protección de la vida se dotasen de significado político, podrían constituir (como se piensa desde el ecofeminismo) el germen para el cambio social y una herramienta de liberación (desde luego más liberadora que el alienante trabajo asalariado) y nosotras, las mujeres, las principales protagonistas de ese cambio. Sin embargo, uno de esos procesos, la maternidad, sigue considerándose una lacra para la mayoría de feministas, a pesar de que, como expone Casilda Rodrigañez, si rechazamos la maternidad para no ser inferiores a los hombres, estaríamos reconociendo que la maternidad es degradante per se.

A esta percepción negativa se le une la enorme sobrecarga a la que nos vemos expuestas y surge así la reivindicación de la figura de las “malas madres”: es difícil aunar el compromiso de la crianza con el compromiso laboral sin que alguno salga perjudicado. Sin embargo, jamás nos plantearíamos ser “malas profesionales” (o como diría Paca Moya, “malas trabajadoras precarias” o “malas esclavas”), pues aunque el feminismo ha conseguido que ambas situaciones puedan ser elegidas libremente por la mujer (tener hijos y tener empleo), parece ser que la maternidad a tiempo completo mina nuestra personalidad y sigue siendo considerada una actividad inferior. En parte porque aún mantenemos la concepción errónea de maternidades sumisas por imperativo moral o biológico, que en nada se asimilan a las maternidades empoderadas que aquí estamos defendiendo.

El debate sobre la maternidad dentro del feminismo no es sencillo, porque no son aplicables teorías generalistas y entramos en un terreno plagado de sentimientos y frustraciones, en función de cómo cada mujer ha vivido o ha decidido vivir la maternidad, según el periodo histórico, la clase social, la etnia, la ideología, las creencias personales y familiares, los mitos que rodean la maternidad, etc. También depende del conocimiento experiencial, es decir, de haber sido madre. Por contar mi propia experiencia: como feminista pre y posmaternidad, me he enfrentado a grandes contradicciones por una educación feminista -a la que, sin embargo, le debo lo que soy- que seguía ese modelo de maternidad independiente, donde les hijes no podían entrometerse en mi identidad como mujer libre. Los libros de crianza con apego, antes de ser madre, me parecían los típicos libros de autoayuda y, como no podía ser de otra forma, intenté practicar dicho modelo de crianza. Duró poco, porque a mi lucha interna se le sumaba un bebé con unas necesidades concretas. Fue entonces cuando me dejé llevar por mi instinto y todo cobró sentido, la crianza era más sencilla y el bebé y yo éramos más felices. Después, en la búsqueda de significados más racionales, encontré un gran grupo de apoyo a la lactancia aportando ayuda, consuelo, información, formación y una tribu. La mayoría de feministas que defienden la maternidad (como he podido comprobar en dos años de investigación) han pasado por un proceso similar, por lo tanto conocen de primera mano ambos discursos, pueden establecer comparaciones entre ellos y, lo más importante, son sensibles a las mujeres que hay detrás aunque no compartan sus ideas, a través de la práctica de la sororidad.

Aunque en ocasiones los grupos de apoyo se enfrentan a los apelativos “madres extremistas” o “talibanas de la teta” (no olvidemos que los machistas usan calificativos similares para el feminismo), jamás, en el trabajo de campo que he realizado dentro de grupos de apoyo, he encontrado imposiciones ni juicios negativos sobre distintas formas de crianza (siempre que no perjudicasen de una forma evidente y en ocasiones violenta al bebé).

Si creemos que las necesidades de la infancia deben ser adecuadamente satisfechas, en lugar de renegar de la idea de “buena madre”, deberíamos evitar el pluriempleo al que nos vemos sometidas, exigiendo medidas de conciliación efectivas, como permisos por maternidad más amplios y transferibles o incluso sacando al debate político la renta básica. Pero además, debemos luchar para que esa maternidad no se realice en solitario. La ausencia de tribu y la reducción de la familia extensa convierte la crianza en una actividad desbordante realizada por una o dos personas. Para empezar (en las familias con dos progenitores heterosexuales) se debería demandar la figura de “buen padre” mediante una paternidad entrañable, que además sea corresponsable en todas las actividades de la vida. Si bien esta idea es compartida por todas las corrientes del feminismo, las madres feministas -desde una perspectiva biocultural- somos conscientes, a pesar de que no sea políticamente correcto, que maternidad y paternidad son diferentes.

La negación de los procesos biológicos y fisiológicos por los que pasa una mujer cuando es madre invisibiliza su sexualidad y la condena a meros trámites para la obtención de bebés. En la batalla por el derecho a decidir sobre nuestro propio cuerpo debería incluirse el embarazo y parto respetado, el aborto, pero también la crianza respetada. El problema reside en que el bebé recién nacido se considera ya un ser separado de la madre y por lo tanto no forma parte (erróneamente) de los derechos de la mujer sobre su sexualidad. Quizás algún día se considere la exterogestación como una parte más del proceso reproductivo de la mujer. Por otro lado, el individualismo -inherente al sistema capitalista- se adentra incluso en discursos feministas y genera una especie de miedo a la ecodependencia. Cuando el bebé nace, directamente es tratado como un ser independiente y ajeno, que necesita cuidados por su inmadurez fisiológica, pero nada más (no importa ni el cómo ni los porqués). Algunas corrientes feministas ven necesario mantener esa separación entre madre y criatura para que la mujer como sujeto político no acabe convirtiéndose en la díada mujer-madre. En ocasiones, la dependencia que biológicamente tiene el bebé es trasladada a la madre como algo patológico y seguimos inmersas en la triste premisa: “ahora que hemos conseguido la libertad no podemos dejar que nuestras hijas o hijos nos la roben”. Cuando el punto de mira es estrecho se comprende esta relación: la sociedad patriarcal y capitalista, que no pone en el centro la vida, hace que las mujeres-madre queden relegadas a un ámbito “inferior” (y privado) y desterradas de cualquier actividad que pudieran desarrollar con anterioridad a su maternidad. Pero, desde un punto de vista más amplio, cualquiera puede analizar que el problema no es la maternidad, sino el sistema, por lo tanto la verdadera batalla feminista debería centrarse en un cambio de sistema, debería ser antipatriarcal pero también anticapitalista, predicar con el ejemplo en lugar de seguir las directrices del mercado y sacar las maternidades a la esfera pública: no para que el Estado críe a nuestros bebés, sino para que los bebés formen parte de la vida social en la que participan mujeres y hombres.

Es por eso que, en la actualidad, el discurso antimaternal jamás podrá ser feminista. Si hemos conseguido superar antiguas concepciones de “la buena mujer” y su destino incuestionable de la maternidad, tampoco podemos insistir en que la “buena mujer” contemporánea sea la gran emprendedora, que debe abandonar cualquier proyecto deseado (personal, familiar, social, activista) por un trabajo asalariado. De hecho, cualquier movimiento social que apueste por el decrecimiento y pretenda un cambio sistémico -y no leves transformaciones o reformas- debería cuestionarse esa relación con el mercado, ya sean mujeres u hombres. Un mercado que despedaza la vida humana, donde la mujer que trabaja no es mujer sino fuerza de trabajo: “un cuerpo despiezado”, como explica Casilda Rodrigañez, donde “cada pedazo tiene su lugar: la fábrica, el piso, la guardería, la oficina, el colegio, en donde puede estar la madre pero no la criatura o puede estar el hombre pero no la mujer. Cuanta más división, más despiece, cuanto más despiece, más jerarquía, cuanta más jerarquía, menos conciencia, menos autonomía, más centralización, menos solidaridad: tales son las reglas de la explotación, la destrucción del tejido social formado por el apoyo mutuo”.

Las madres que acuden a grupos de apoyo a la lactancia y que no desean ser “despedazadas” son conscientes de la gran desigualdad laboral a la que se ven expuestas por ser mujeres que maternan, por ello piden medidas de conciliación favorables para ellas y sus criaturas, que se adapten a sus necesidades y su modelo de familia y culpabilizan a las leyes de empleo, medidas de conciliación de los gobiernos y a las empresas, pero nunca a sus maternidades.

Si hacemos un recorrido por las corrientes feministas, el feminismo de la diferencia fue el primero en criticar aquellas corrientes que bebían de Simone de Beauvoir por el hecho de querer buscar un espacio para la emancipación de la mujer dentro del modelo masculino, adaptándonos a él y usándolo como punto de referencia. Aceptar las diferencias (que no la desigualdad) es vital, entre muchas cosas, para la sexualidad femenina y la maternidad. Por otro lado, el ecofeminismo, mediante su crítica a las dicotomías naturaleza y cultura -desterrando determinismos de cualquier tipo- para desarrollar, como expone Vandana Shiva, una perspectiva de subsistencia, podría ser la corriente que más se ha acercado a estas nuevas maternidades feministas. Según estas teorías, poner el eje de la desigualdad en las actividades “reproductivas” es culpabilizar a las víctimas, en lugar de establecer los verdaderos culpables de la desigualdad: la sociedad capitalista y patriarcal, que se ha levantado según Shiva y Míes gracias a la colonización de los otros (las mujeres, la naturaleza, las sociedades del sur). Que los y las colonizadas deseen seguir el mismo modelo de desarrollo, como hemos visto en países del sur, no funciona y acarrearía graves consecuencias. Querer por lo tanto alcanzar los “privilegios” que los hombres han conseguido es participar activamente y en igualdad en un sistema patriarcal y capitalista que seguirá somentiéndonos.

Ecofeministas como Yayo Herrero defienden que “si el feminismo se dio pronto cuenta de cómo la naturalización de la mujer era una herramienta para legitimar el patriarcado, el ecofeminismo comprende que la alternativa no consiste en desnaturalizar a la mujer, sino en “renaturalizar” al hombre, ajustando la organización política, relacional, doméstica y económica a las condiciones de la vida, que naturaleza y mujeres conocen bien”. Sin embargo, algunos de estos discursos teóricos -del ecofeminismo constructivista- se contradicen en la práctica, posicionándose a favor de propuestas antimaternalistas que fuerzan la igualación sin tener en cuenta las necesidades de madres y bebés. Como dice Patricia Merino: “No es la relación padre-hijo la que debe concentrar la atención y los recursos de las instituciones. Esa es una relación que el patriarcado lleva al menos 6.000 años protegiendo, legitimando y priorizando, así como la existente entre marido y esposa. Es el momento de atender la relación más vulnerable desde el punto de vista político y económico, que es la de la madre y la criatura como díada primigenia y como núcleo válido en sí mismo; porque es esa relación la que requiere empoderamiento para construir un sistema no patriarcal”. De hecho, las medidas políticas de conciliación y corresponsabilidad aparecen hoy relacionadas con las nuevas masculinidades y paternidades. Es triste pensar que la crianza va a cobrar valor solo cuando el hombre se adentre en ella. Que los permisos por paternidad se pongan sobre la mesa así lo demuestra. Mientras, se silencia la voz de tantísimas madres que han reclamado durante años permisos más largos, han intentado conciliar a cualquier precio (incluso a costa de su salud), se han cogido excedencias, reducciones de jornada, etc. y lo seguirán haciendo aunque sus parejas tengan permisos de paternidad más largos, porque la demanda es otra.

Por supuesto que la corresponsabilidad debe ser una tarea feminista, así como debería ser de manera preferente defender las necesidades y demandas de las mujeres (donde se incluyen las madres). Que los padres se impliquen en la crianza (y en todas las tareas de cuidado de mayores, enfermos, y hogar, no lo olvidemos) en igualdad no puede contraponerse a las necesidades expresadas de las madres mediante una buena dosis de paternalismo. Las mujeres que desean maternar son conscientes de la importancia de su presencia en los primeros años de vida, mínimo durante el primer año, con funciones como: un parto, un posparto, la exterogestación del bebé, el puerperio, la lactancia y el hecho de constituir la primera figura de apego con el bebé. Estos hechos no tienen por qué herir la sensibilidad de nadie, esta figura puede sustituirse en circunstancias o realidades diferentes. Es importante también que seamos conscientes de que la crianza va mucho más allá del primer año, a partir de ahí padre y madre pueden adquirir la misma función. Corresponsabilidad implica un igual reparto, pero esto no quiere decir que las tareas deban ser las mismas ni en el mismo tiempo (mientras una madre amamanta su bebé, el padre puede estar implicado de múltiples formas, tanto con el bebé, como con el cuidado de hijos e hijas mayores, el trabajo del hogar, etc.).

Con estos argumentos no pretendo hacer una apología de la maternidad y por supuesto hay que tener en cuenta la diversidad familiar, donde debemos hablar de dos madres, dos padres, madre sola, padre solo, etc. Lo que pretendo es dar voz a la cantidad de madres que gritan sin que nadie las escuche y además canalizar esta demanda desde una perspectiva feminista. Porque las madres feministas que deciden maternar no son sumisas, no siguen los dictados del capitalismo, más bien tienen que hacer peripecias para salir de esa lógica del capital y luchar como activistas que quieren sembrar el germen de una vida donde se dé prioridad a las personas. Este nuevo feminismo considera que la revolución será feminista o no será, pero solo lo será cuando las madres, las niñas y niños tengan cabida dentro del movimiento. Hay ya un gran número de madres activistas que proclaman este cambio. Añado al final la mención a varias porque el estudio de sus trabajos podría ser de interés para entender las demandas de las maternidades feministas. Algunas de ellas se encuentran junto a una gran cantidad de madres-feministas-activistas luchando ahora desde la Plataforma de Madres Feministas por unos Permisos Transferibles (PETRA) con un discurso teórico y práctico tan bien armado que podría ser el inicio para la construcción de la cuarta ola del feminismo que, como expone Patricia Merino, barra el antimaternalismo hasta ahora defendido por el “feminismo hegemónico”. Una Plataforma que refleja las demandas de un gran sector de madres (demandas que se extienden desde hace casi veinte años) y que realiza una crítica a la actual Propuesta de ley de permisos iguales e intransferibles. Iguales: porque ampliar los permisos paternos ha significado dejar igual de precarios los maternos y porque, como hemos visto, maternidad y paternidad no son iguales. Intransferibles: porque el cuidado no puede ser impuesto y se deben tener en cuenta las demandas de las madres y las necesidades de los y las bebés. Además quedarían excluidas las familias que solo tienen un progenitor o progenitora, así como las monomarentales.

Las madres empoderadas no queremos medidas paternalistas que ni siquiera pueden garantizar sus objetivos: la corresponsabilidad y la igualdad en el empleo. Porque la corresponsabilidad se educa, no se impone (y si se ejercen medidas impositivas deben explicar cómo garantizarán su cumplimiento). Y porque no se puede reducir la desigualdad en el empleo y la feminización de la pobreza al hecho de ser madre. En todo caso, para evitar una posible discriminación, la maternidad debería protegerse con derechos, por ejemplo a través de unos permisos por maternidad (o transferibles) más amplios, como se ha hecho en aquellos países europeos con mayores niveles de igualdad. Porque los permisos de maternidad son un derecho, no una carga, y pedir su ampliación es una lucha feminista.

Las maternidades salen a la calle y el público se escandaliza cuando hay niños y niñas en sitios socialmente no aptos, cuando se encuentran senos al aire nutriendo cuerpos de edades avanzadas, cuando ven a madres criando con apego, , con proyectos profesionales y ¡considerándose feministas!, cuando se habla de los derechos de la infancia sin referirse a la infancia de países del sur, sino de nuestres propies hijes. El público se escandaliza y algunas feministas se echan las manos a la cabeza. Ya es hora de hacer visible la verdadera esfera privada, donde no solamente había mujeres, también había infancia, cuidados y muchas herramientas de transformación que los movimientos sociales no han sabido utilizar para construir un discurso y una acción verdaderamente feminista y decrecentista.


http://www.pikaramagazine.com/2018/11/la-crianza-con-apego-como-desafio-al-capitalismo-patriarcal/