22 de julio de 2014

22 de julio Día Internacional del Trabajo Doméstico.


 22 de julio, Día Internacional del Trabajo Doméstico, las presentes notas tienen la intención de instalar algunas conjeturas -no sin preocupación- en torno a las nuevas servidumbres feminizadas en nuestras sociedades a partir de un sector laboral paradigmático: el del trabajo doméstico remunerado. Todo con la intención de continuar profundizando en una crítica radical a la domesticidad.

Marcos A nivel mundial, el empleo doméstico (entendiendo por domus casa), también llamado empleo en casas particulares, en casas de familia, en el hogar o trabajo doméstico remunerado (que incluye tareas domésticas y/o de cuidados), posee en general regulaciones específicas de carácter discriminatorio respecto del resto de empleos. A su vez, se trata de uno de los sectores con mayores índices de informalidad e invisibilidad. El 95% de los/las trabajadores/as domésticos/as remunerados son mujeres, variando muy levemente el porcentaje según el lugar. Además, dependiendo de la localización, quienes trabajan en este sector poseen «marcas» etnorraciales, de clases y de estatus migratorio que conectan a esta labor con antiguas modalidades de servidumbre.
En dicho contexto, vemos que en los últimos años hay un gran interés tanto desde los sectores académicos, activistas feministas como sindicales por visibilizar este trabajo en sus dimensiones remuneradas y no remuneradas, dando cuenta de la multiplicidad de factores que lo traman y lo producen como un trabajo infravalorado, razón por la cual se han activado diversas estrategias de reconocimiento, de redistribución y de transformación radical.
En el plano internacional, específicamente en materia de trabajo doméstico remunerado, es de destacar el Convenio 189/2011 (OIT - Convenio sobre el trabajo decente para las trabajadoras y los trabajadores domésticos) y la recomendación 201/2011, instrumentos jurídicos que han sido fundamentales para crear un marco jurídico global. No sin dificultades, varios países van ratificándolos y asumiendo los compromisos que ello acarrea. En este clima jurídico, se están produciendo nuevas regulaciones estatales que, sea vía la inclusión de este sector en los códigos de trabajo (por ejemplo en Costa Rica), sea vía regímenes especiales más garantistas y próximos a las regulaciones laborales comunes (por ejemplo, en Argentina), presentan cambios sustanciales en la materia que se traducen en mejores condiciones de trabajo. Sin embargo, las nuevas normativas tanto internacionales como estatales, que no obstante celebramos, no significan necesariamente cambios en las significaciones y prácticas de este empleo, sino que habrá que activar otros sentidos tanto en los dispositivos jurídicos como en las discursividades sociales en sentido amplio para disputar y modificar las matrices que lo producen como tal.
b- Feminización, precariedad, nuevas servidumbres Uno de los sectores laborales paradigmáticos que se observan dentro de los procesos de feminización del trabajo, entendida como precarización del trabajo por la subvaloración de lo femenino como significante (Lerussi, 2014), es el del sector doméstico y de cuidados, y como parte de las nuevas servidumbres feminizadas (Spivak, 2006).
En este sentido, a pesar de que la tendencia actual en el sector doméstico y de cuidados es el régimen de trabajo «puertas afuera», sea por jornada completa (8 horas) o por horas, aún existen un sinnúmero de trabajadoras con una fuerte presencia de mujeres migrantes- que laboran bajo la modalidad «puertas adentro» o «sin retiro». En este caso, la trabajadora vive donde trabaja, brindando muchas veces un servicio prácticamente ininterrumpido (lo cual propicia situaciones de explotación laboral), carente en innumerables casos de una clara separación entre «trabajo» y «vida personal» (lo cual muchas veces restringe el derecho a la intimidad de la trabajadora), y en un sector laboral en donde las inspecciones del trabajo estatales son prácticamente nulas (lo cual facilita la invisibilización de toda clase de infracciones y de violencias, muchas de las cuales podrían configurarse en verdaderos delitos). Situaciones todas que en ocasiones pueden ser precursoras o constitutivas de ciertas modalidades de servidumbres domésticas, necesarias de ser reconocidas y denunciadas en las instancias judiciales así como acompañadas desde las organizaciones feministas y sindicales del sector, en articulación con otros sindicatos y movimientos sociales emancipatorios.
c- Estrategias Por lo dicho, entendemos que las estrategias relativas al trabajo doméstico remunerado deberían centrarse en:
El reconocimiento de derechos laborales de máxima para las trabajadoras en casas particulares en todo el mundo, en su mayoría mujeres trabajadoras en un sector que hemos caracterizado con anterioridad como infravalorado.
La exigencia de la garantía y protección por parte del Estado de las condiciones laborales, sobre todo en lo atinente a la inspección del lugar de trabajo, donde prime no el derecho a la intimidad de la parte empleadora, sino los derechos laborales de la parte trabajadora. El lugar de trabajo considerado espacio de la intimidad y la privacidad para algunos/as, es para la trabajadora espacio laboral: sus derechos deben ser garantizados y protegidos.
El total cumplimiento de las obligaciones de la parte empleadora en condiciones de máxima.
La continua reflexión y el permanente activismo crítico respecto de la actual organización de nuestras comunidades predominantemente capitalistas, clasistas, heteropatriarcales, sexistas y racistas, en donde el trabajo doméstico remunerado anuda de manera visceral, y a veces hasta brutal, un sinnúmero de marcas de exclusión.

Referencias:
 
Lerussi, R. (2014): La retórica de la domesticidad. Política feminista, derecho y empleo doméstico en la Argentina. La Plata, EDULP/UNLP, tesis doctoral en prensa. Spivak, G. (2006): ¿"Porqué los estudios de mujeres?". En Bastida Rodríguez, P. y Rodríguez González, C. (eds.) y Carrera Suárez, I. (coord.), 2010, Nación, diversidad y género: perspectivas críticas. Barcelona, Anthropos, pp. 15 40.
http://www.ciem.ucr.ac.cr/spip.php?article182

21 de julio de 2014

Mejor casada que violada.


Los casamientos de niñas menores en los campos de refugiados sirios en Jordania han aumentado ante el temor de los padres de que desconocidos abusen de ellas.
Mejor casada que violada. Es lo que piensan muchos de los padres de las niñas sirias que son forzadas a enlazarse con hombres hasta 10 años mayores que ellas en los campos de refugiados en Jordania. Consideran que tener un marido las protegerá de ser víctimas de abusos sexuales, además de aliviar la maltrecha economía familiar. Así son una boca menos que alimentar. Estas son las conclusiones del informe Demasiado jóvenes para el matrimonio publicado este jueves por Save the Children, que alerta del incremento de casamientos de menores sirias desplazadas en aquel país. También la agencia de la ONU para la infancia, Unicef, ha dado la voz de alarma sobre este problema “que ya existía en Siria antes de la guerra, pero que se ha exacerbado por la pobreza y la falta de educación”.
Un 13% de las bodas celebradas en Siria en 2011 tenían como protagonista a una novia menor de edad. El dato se ha duplicado desde entonces entre los sirios que viven en los campos de refugiados en Jordania, hasta suponer el 25% de los matrimonios en 2013. Save the Children calcula que casi la mitad de las niñas desplazadas en aquel país están casadas.
Varias causas explican este incremento, según la ONG. Los testimonios que ha recogido sobre el terreno muestran que muchos de los progenitores fuerzan a sus hijas a enlazarse alegando que es la mejor manera de protegerlas de abusos sexuales. “Si estuviéramos en Siria su padre nunca la casaría a esta edad. Es muy joven. Solo en estas circunstancias, en las que temen que sea víctimas de violaciones, la casan”, reconoce Abdullah (nombre ficticio), de 23 años, que ha contraído matrimonio con una menor de 13. Ella afirma que no se quería casar, tenía intención de acabar sus estudios y ser médico. “Pero mis padres me forzaron porque tenían miedo de que me asaltaran sexualmente. Ahora estoy embarazada y el feto está muy débil porque soy muy pequeña y mi cuerpo no está preparado para esto”, dice en un relato recogido por Save the Children en su informe.
“Las secuelas del matrimonio forzoso pueden ser tanto físicas como mentales, y a veces mortales. Las consecuencias de que las niñas comiencen a tener relaciones sexuales mientras sus cuerpos se están desarrollando pueden ser devastadoras: las menores de 15 años tienen cinco veces más posibilidades de morir en el parto que las mujeres adultas“, advierte David del Campo, director de Cooperación Internacional de la organización.
Algunos progenitores, sobre todo las madres, son conscientes de estas consecuencias gracias a la labor de sensibilización que organizaciones como Save the Children hacen en los campos de refugiados. “Me preocupo mucho por mi hija y pensé que si se casaba iba a estar bien cuidada. Aquí en el centro de actividades nos han enseñado los peligros del matrimonio infantil. Yo misma he visto el impacto que tiene en las niñas”, explica una madre que participa en uno de los programas de la ONG.
Un informe reciente de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) da cuenta de la creciente oposición de las mujeres sirias refugiadas en Jordania, Líbano y Egipto, a que sus hijas se casen. Sobre todo las que sostienen la familia sin la ayuda de un hombre porque ellos son los que normalmente acaban decantándose por el casamiento. Así, un 10% de las encuestadas con este perfil para el estudio aseguró que habían recibido proposiciones de matrimonio para sus hijas menores de edad. Todas ellas rechazaron las peticiones, según el documento, porque consideraban que eran demasiado jóvenes y querían que continuasen sus estudios. ACNUR señala, no obstante, que el fenómeno en aumento de los enlaces de niñas responde a la imagen de que “las chicas sirias son fáciles y baratas”.
Desde que me casé ya no siento nada. Bueno, eso no es del todo verdad. Me siento triste"
La situación de pobreza en la viven la mayoría de sirios refugiados en Jordania también explica el incremento de matrimonios entre pequeñas y adultos. “Reducir la presión económica, porque hay menos bocas que alimentar en el hogar, es otro de los motivos que hemos identificado”, destaca Save the Children en su informe. “Me casé obligada cuando tenía 15 años porque mi familia y yo, 10 personas, compartíamos una casa de solo dos habitaciones. Me tenía que casar. El día de la boda hubo muchas lágrimas y tristeza, en vez de alegría. Yo quería ir a la universidad de Medicina, pero tuve que dejar la escuela y nos vinimos a Jordania. Todo se destruyó”, detalla una joven de 16 años que vive en Amman en una entrevista realizada por la ONG.
El temor a que sufran abusos o la necesidad de que las chicas salgan del hogar familiar para dejar de ser una carga económica no son las únicas causas detrás de que se hayan multiplicado los matrimonios infantiles. “También hemos encontrado casos de chicas forzadas a casarse después de haber sufrido una violación para restablecer el honor familiar”, abunda el documento.
El resultado de estos casamientos, además de las secuelas físicas ya mencionadas, es que las niñas dejan de asistir a la escuela, truncando sus sueños. Las palabras que Rem (nombre supuesto), de 15 años, que casó a los seis meses de llegar al campo de refugiados de Za’atari en Jordania, son solo una muestra de ello. “Desde que me casé ya no siento nada. Bueno, eso no es del todo verdad. Me siento triste cuando veo a otras niñas de mi barrio que van al colegio. Estoy segura de que si me hubiera quedado en Siria no habría tenido que abandonar la escuela. Yo quería ser abogada. Cuando veo a mujeres que han conseguido llegar a ser médicos o abogadas, o simplemente chicas que han finalizado su educación, me apeno”.


http://elpais.com/m/elpais/2014/07/16/planeta_futuro/1405544087_631968.html

18 de julio de 2014

Justificación contemporánea de las diferencias de género.


En el siglo XVIII la aristocracia se permitió educar a sus mujeres. Se trataba de mujeres singulares, la princesa, la noble, y en una sociedad estamental el privilegio de algunas no supone el derecho de todas.
No se discute para algunas mujeres el conocimiento, porque éste queda fuera de los espacios reservados a los hombres: la política y los negocios. En el siglo XVIII admitir el desarrollo de la inteligencia de las mujeres nobles no ponía en cuestión la condición de los sexos ya que ésta pertenecía a la naturaleza y se trataba de "excepciones".
El pensamiento democrático posterior tendrá una lógica distinta; ya no se habla de una élite excepcional por la sangre sino de todas las igualmente mujeres y el reconocimiento de la capacidad para algunas significará, a partir de entonces, la aceptación para todas. Al mismo tiempo se redefinirán los espacios sociales, y la utilidad pública de las mujeres se remitirá exclusivamente al espacio privado. Rousseau, entre otros, acabará con la posibilidad de éxito público de las mujeres en la contemporaneidad. Las nuevas clases altas del XIX no tendrán dudas sobre si educar o no a sus hijas puesto que todas las mujeres ya eran iguales y se procuró que todas quedaran excluidas del bien más preciado para los hombres libres: la educación.
El pensamiento ilustrado establecía nuevos fundamentos para la convivencia: la igualdad de los seres humanos y el contrato social entre ellos. ¿Cómo es posible, a partir de este pensamiento, comprender la injusticia política derivada del sexo, sobre la que se comienzan a construir las sociedades democráticas? Para ello hay que acudir a Rousseau a la filosofía romántica (Hegel, Schopenhauer, Kierkegaard, Nietzsche) y a la ciencia positiva.
Hace tiempo se viene señalado como las democracias occidentales se construyen sobre el énfasis en la libertad en detrimento de la igualdad, conceptos que algunos ilustrados desarrollaron muy ligados entre sí, pero que chocaban con el desarrollo capitalista de las sociedades burguesas. Sin la Sofía doméstica y servil, no podría existir el Emilio libre y autónomo.
La filosofía romántica servirá a la justificación de la exclusión de las mujeres de la esfera de la igualdad, la esfera política por excelencia, "naturalizándolas", como bien expresa Amelia Valcarcel:
"Creó una esencialidad femenina fantasmática y mantuvo que tal esencialidad era precívica. Una mujer pasó a ser una hembra de la especie humana, con lo cual el conjunto del género humano se naturalizó". Así quedaba preservada la "igualdad" en la especie. Frente a la individualidad de los sujetos varones, se consideró otro colectivo de naturaleza idéntica entre sí: la mujer, lo que se afirma para una sirve para todas. Este es el rasgo principal que hace a la filosofía romántica, democrática, profundamente misógina: descalifica al colectivo completo extendiendo a todas aquellos rasgos que considera menospreciables.
Ciertas connotaciones de "complementariedad" de los sexos, para justificar las diferencias, que pueden advertirse en Rousseau y en algunos románticos, no olvidemos que son complementariedades jerárquicamente dispuestas.
En la distribución taxonómica: mujer/naturaleza, hombre/razón de las teorías normativas, no empíricas, se apoyará la ciencia positiva y legitimará con nuevas fórmulas los prejuicios.
Fueron muchas las teorías pseudocientíficas que vinieron a querer demostrar la inferioridad física y, por tanto, intelectual de las mujeres. Solo recordaré algunas como la frenología de Gall que quería demostrar la superioridad intelectual de los varones por la conformación externa del cráneo; Bischoff, que detenía el desarrollo intelectual de las mujeres a edad temprana; Moebius cuya obra denominada La inferioridad mental de la mujer, indicaba claramente, en su título, sus intenciones y centró sus argumentos en el tamaño cerebral; Kormiloff y Melassez, quisieron demostrar que la sangre de las mujeres contenía menos corpúsculos rojos, menos hemoglobina y más agua que la de los hombres; Quételet, Wisberg, Andral y Scharling, apostaron por la menor capacidad pulmonar, esquelética, fonadora, etc..., y de la inferioridad física derivaban la debilidad y situación de enfermedad crónica; Spencer se cuidó en demostrar que la actividad intelectual era incompatible con la procreación.
Las mujeres, inferiores físicamente, eran guiadas por su útero mientras los varones lo eran por su cerebro. La fisiología femenina: menstruación, embarazo, situaba a las mujeres en un estado constante de enfermedad física que iba acompañado del trastorno de sus facultades mentales y morales.
Frente a estas teorías se desarrolló, también, un discurso de la "excelencia" para legitimar la subordinación de las mujeres pero, evidentemente, las alabanzas de las cualidades creadas por un contexto patriarcal no convirtió en iguales a sus propietarias.
Este contexto de ideas sirvió, durante el siglo XIX y buena parte del XX a la justificación del mantenimiento de papeles sociales distintos y jerárquicamente ordenados de varones y mujeres y a la pervivencia, en consecuencia, de dos modelos de educación, en función de las diferencias genéricas apuntadas.
La escolarización obligatoria de las niñas que se generaliza en este siglo -en Francia la Ley Falloux (1850) exigió a todas las comunas de mas de 800 habitantes el mantenimiento de una escuela para niñas; en España la Ley Moyano (1857) obligaba al mantenimiento de una escuela de niñas cada 500 habitantes; en Finlandia, en 1866, se obliga a las comunas a mantener escuelas - , servirá a la difusión de estas diferencias legitimándolas a través de la institución escolar que mantendrá modelos educativos diferenciados para chicos y chicas.
Los valores del modelo clásico: castidad, modestia, compostura, discreción en el habla y frugalidad impregnaran los contenidos de aprendizaje en los contenidos para chicas. Pero, frente a la educación de "adorno" se hizo hincapié en la de "utilidad doméstica" y las "labores propias del sexo" se convirtieron en el eje de la formación escolar de las mujeres durante muchos años.
Esta denominación de "labores propias del sexo" asociadas, en su origen, a la "aguja" -ampliada posteriormente a lo que la sociedad de ellas fue reclamando- distrae y oculta, en definitiva, lo que es sin duda el contenido fundamental de estos aprendizajes: el servicio, la contribución abnegada y gratuita de las mujeres a la felicidad de los otros. La denominación de "labores" a estas asignaturas específicas sirvió para que no se olvidara que se trataba de un servicio que debían asumir como propio, presentando estos trabajos como algo consustancial al hecho de haber nacido mujer.

http://html.rincondelvago.com/derechos-de-la-mujer.html

16 de julio de 2014

Objetivación Femenina.



El concepto de la cosificación u objetivación de las mujeres surgió con el feminismo de segunda ola, por lo que lleva rondándonos desde los años 70. Sin embargo, pese a lo relativamente reciente del término, la cosificación de la mujer no es un fenómeno nuevo. Durante la Ilustración Francesa en los siglos XVII y XVIII se genero un intenso debate sobre la función de los pechos femeninos. En la obra de teatro de Alexandre Guillaume Mouslier de Moissy de 1771 "La Verdadera Madre", el personaje principal femenino reprocha a su marido tratarla como un simple objeto de gratificación sexual: "¿Son tus sentidos tan burdos como para considerar estos pechos respetables tesoros de la naturaleza como simples adornos, destinados a ornamentar el pecho de las mujeres?¿Pero en qué consiste realmente la cosificación? Se trata del acto de representar o tratar a una persona como a un objeto (una cosa no pensante que puede ser usada como uno desee). Y más concretamente, la cosificación sexual consiste en representar o tratar a una persona como un objeto sexual, ignorando sus cualidades y habilidades intelectuales y personales y reduciéndolas a meros instrumentos para el deleite sexual de otra persona.Muchas feministas consideran objetivación sexual como inaceptable y que juega un papel importante en la desigualdad de género. Algunos comentaristas sociales, sin embargo, sostienen que algunas mujeres modernas objetivan a sí mismos como una expresión de sus hombres sobre el empoderamiento, mientras que otros sostienen que el aumento de la libertad sexual de las mujeres, los gays y los hombres bisexuales ha llevado a un aumento de la objetivación de los hombresSin embargo, parece que es hoy en día cuando la cosificación de la mujer se ha vuelto más relevante, en una sociedad devorada por el consumismo y donde las mujeres han pasado a convertirse una mercancía dedicada al disfrute, generalmente, del hombre. Esta forma de violencia simbólica, que resulta casi imperceptible, somete a todas las mujeres a través de la publicidad, las revistas, las series de televisión, las películas, los videojuegos, los videos musicales, las noticias, la telerealidad, etc. Las estudiosas feministas dicen que la cosificación de la mujer implica el acto de hacer caso omiso de las capacidades personales e intelectuales y las capacidades de una mujer, y la reducción de la pena o de la función de la mujer en la sociedad a la de un instrumento para el placer sexual que puede producir en la mente del otra. Aunque las opiniones difieren en cuanto a qué situaciones son inaceptables, algunas feministas ven cosificación de la mujer que tienen lugar en las representaciones de orientación sexual de la mujer en la publicidad y los medios de comunicación, las mujeres que se presentan como débil o sumisa a través de la pornografía, las imágenes más grandes medios de comunicación como la publicidad y el arte , desbroce y la prostitución, los hombres que evalúan o juzgar descaradamente mujeres sexualmente o estético en espacios públicos, y la supuesta necesidad de la cirugía estética, en particular la ampliación del pecho y la reducción de labios vaginales.Aunque existen notables excepciones, históricamente las mujeres han sido valuadas principalmente por sus atributos físicos. Algunas feministas y psicólogos argumentan que tal objetivación puede producir efectos psicológicos negativos como la depresión y la desesperanza, y puede dar a las mujeres auto-imagen negativa, debido a la creencia de que su inteligencia y competencia actualmente no están siendo, ni será nunca, reconocidas por la sociedad. Algunos han argumentado que el propio movimiento feminista ha contribuido al problema de la cosificación sexual de la mujer presionando para poner fin a la llamada matrimonio patriarcal opresiva y promover el amor "libre". Esta promoción se ha incrementado el número promedio de parejas sexuales para los hombres, que a su vez ha provocado a algunos hombres a devaluar el sexo, que a su vez ha hecho que los hombres que objetivan las mujeres a devalúan a las mujeres. El grado exacto de cómo objetivación ha afectado a las mujeres ya la sociedad en general, es un tema de debate académico. Tales afirmaciones son: comprensión niñas de la importancia de la apariencia en la sociedad puede contribuir a sentimientos de miedo, la vergüenza y la repugnancia que algunas experiencias durante la transición de niña a mujer que tienen la sensación de que son cada vez más visibles para la sociedad como objetos sexuales; y que las mujeres jóvenes son especialmente susceptibles a la objetivación, ya que a menudo se les enseña que el poder, el respeto, y la riqueza se pueden derivar de la apariencia externa.Críticos culturales pro-feministas como Robert Jensen y Sut Jhally acusan a los medios de comunicación y la publicidad de la promoción de la cosificación de la mujer para ayudar a promover los bienes y servicios.Feministas como Ariel Levy sostienen que la explotación de las mujeres occidentales de la sexualidad, por ejemplo, usar ropa reveladora y participar en conductas lascivas, son formas de auto-objetivación femenino. Mientras que algunas mujeres consideran este comportamiento como una forma de empoderamiento, los críticos sostienen que ha dado lugar a un mayor énfasis en un criterio físico o sexualización de percepción de la autoestima de las mujeres, lo que Levy llama "cultura obscena".Levy habla de este fenómeno en los cerdos chauvinistas Femenino: Mujeres y el surgimiento de la cultura Raunch. Levy siguió el equipo de filmación de las series de video Girls Gone Wild, y argumenta que la cultura sexualizada contemporáneo de América no sólo objetiva mujeres, alienta a las mujeres a objetivar a sí mismos. En la cultura actual, Levy escribe, la idea de una mujer de participar en un concurso de camisetas mojadas o estar observación cómoda pornografía explícita se ha convertido en un símbolo de fuerza feminista, ella dice que le sorprendió la cantidad de gente, tanto hombres como mujeres, de trabajo para programas como Girls Gone Wild le dijo que esta nueva cultura "obsceno" no marcó la caída del feminismo, pero su triunfo, porque demostró que las mujeres de Estados Unidos se han convertido en lo suficientemente fuerte como para expresar su sexualidad públicamente.Autores Feminista Christina Hoff Sommers y Naomi Wolf escribe que la liberación sexual de la mujer ha llevado a muchas mujeres a un cambio de roles, en el que se ven a los hombres como objetos sexuales, de manera similar a lo que ellos critican sobre el tratamiento de los hombres de las mujeres.
http://centrodeartigos.com/articulos-informativos/article_61118.html
http://orbitadiversa.wordpress.com/2013/01/28/cosificacion-sexual/
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15 de julio de 2014

Videos juegos y sexismo.


Si a través de los juegos los niños y las niñas aprenden en múltiples direcciones, resulta necesario analizar qué pasa con los populares videojuegos en la actualidad.
El juego es un aprendizaje para la vida. A través de los juegos y los juguetes los niños y las niñas aprenden a socializarse, a desarrollar sus capacidades y sus habilidades y a ver el mundo. Actualmente los videojuegos son el juguete más regalado a niños (en menor medida a niñas) y adolescentes. Los videojuegos constituyen instrumentos mediante los que el niño y la niña comprende el medio cultural que le rodea. Por eso hemos realizado la investigación más extensa llevada a cabo en Europa sobre los contenidos y valores que transmiten los videojuegos y podéis leer a continuación sus conclusiones.
Está investigación fue encargada y financiada por CIDE (Ministerio de Educación y Ciencia) e Instituto de la Mujer (Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales) y realizada durante el año 2003 y 2004. Ha sido una de las investigación más amplia y extensa realizada en España: se han pasado 5.000 cuestionarios, se han analizado los 250 videojuegos comerciales más vendidos, se han realizado 22 estudios de caso con 44 participantes, se han hecho 60 entrevistas en profundidad, 13 grupos de discusión, 20 observaciones de campo, así como el análisis documental de 14 revistas durante los tres últimos años.
La primera conclusión de esta investigación es que todos los videojuegos analizados reproducen estereotipos sexistas. Están hechos por hombres y para los hombres, reforzando el comportamiento y papel masculino e incluso, en ocasiones, con claras muestras de incitación al sexismo. Los juegos están pensados para un imaginario masculino, y responden a lo que desde la representación social serían los deseos, las afinidades y las aficiones de los varones. Por eso son los chicos los que más juegan.
Podemos decir que hay un sexismo explícito, centrado en la imagen y el rol de la mujer, y un sexismo implícito que hemos denominado la “cultura macho”. La cultura sexista no alude únicamente al rol que desempeña la mujer en estos videojuegos, o al lenguaje sexista que se emplea en los mismos, ni siquiera a la imagen de la mujer que en ellos se presenta, sino que hace referencia, también, a la construcción de un mundo virtual basado en lo que podemos denominar la “cultura macho”. En esta cultura “macho” una idea distorsionada de lo masculino es elevada a categoría de universal y válida, en la que sólo se dan ‘valores’ como el poder, la fuerza, la valentía, el dominio, el honor, la venganza, el desafío, el desprecio y el orgullo. Por el contrario, lo femenino es asimilado a debilidad, cobardía, conformismo y sumisión. Los rasgos que definen ese sexismo implícito en los videojuegos se centran en la competitividad, la violencia, el racismo, el maniqueísmo ideológico, la impulsividad y la irresponsabilidad que implica.
En cuanto a la imagen y el rol de la mujer, hemos podido comprobar que la representación femenina en los videojuegos es menor (17% frente a 64%), generalmente minusvalorada, y en actitudes dominadas y pasivas. Sus modelos corporales son tendentes a la exageración (90%) con idealizaciones de personajes sacados del cómic o hasta del cine porno. Su vestimenta no responde a las necesidades del momento, de la historia, del trabajo o de la acción que se realiza en el videojuego, sino a mostrarse “insinuante” o “seductora” hacia los hombres (73%). Esto supone un fuerte impacto sobre la imagen que las niñas y adolescentes se construyen de ellas mismas y que contribuye especialmente a que los niños y jóvenes asuman pautas de comportamiento respecto a la mujer elaboradas a partir de una visión estereotipada y limitada de lo femenino. Con este tipo de videojuegos las chicas aprenden la dependencia y los chicos la dominación.
Las protestas internacionales ante este “machismo” primario y burdo, han llevado a incorporar un nuevo tipo de personaje protagonista femenino con unas actitudes y acciones similares a las de los héroes masculinos (pero eso sí, dejando entrever un cuerpo escultural entre el armamento que portan), tendiéndose a una progresiva masculinización de la figura femenina y una exaltación de los valores y roles tradicionalmente masculinos.
En cuanto al sexismo implícito, hay que tener en cuenta que se trata de un problema social y, como tal, impregna todos los subsistemas del simbólico establecido de manera subliminal. Es, por lo tanto, un fenómeno estructural al que Galtung denomina ‘violencia cultural’ que se transmite oculta en el proceso de socialización. En nuestra civilización jerarquizada, los que están arriba, y no olvidemos que los hombres siempre lo han estado, son los que han ido construyendo un modelo en el que lo significante, lo valioso, es aquello que se ajusta más fácilmente al “esquema viril”. Es el denominado “síndrome de John Wayne”, un código de conducta explicito aunque no escrito, un conjunto de rasgos masculinos que hemos aprendido a venerar desde la infancia y al que las nuevas protagonistas femeninas se van asimilando. Esto se puede comprobar haciendo la “prueba de la inversión”: Las mujeres pueden hacerse pasar por hombres y utilizar los mismos videojuegos, pero lo contrario es imposible. Lo masculino se ha convertido en la norma, en “el neutro” que engloba a los hombres y a las mujeres, mientras que lo femenino se asocia a la excepción, la ‘anormalidad’.
Esta cultura macho se caracteriza por:
-  La competitividad y el triunfo como criterio definidor de las acciones de los videojuegos. Por eso les interesan más a los chicos. Son prácticamente inexistentes los videojuegos que exigen cooperación.
-  La violencia como elemento básico de la acción: Cualquier máquina de destrucción ha recibido su versión simulada: hay simuladores de barcos de guerra, de aviones de guerra, de carros de combate, etc. Las revistas especializadas establecen una relación proporcional entre la violencia de un juego y su calidad. Porque la violencia vende. La violencia se ha convertido en uno de los elementos importantes de cualquier videojuego que quiere triunfar y ser número uno en ventas. El problema es que trivializan la violencia real y que los niños y niñas acaban volviéndose inmunes a su horror. El mayor peligro no es la generación o no de comportamientos violentos, sino la insensibilización ante la violencia. Se presenta una violencia sin consecuencias para la persona que la perpetra o para la víctima, enviando el mensaje de que la violencia es un modo aceptable de alcanzar objetivos, divertido y sin daño
-  El racismo que configura al otro como enemigo. Un enemigo que debe ser eliminado. Y es un enemigo “marcado”. Es decir, no es cualquier enemigo, sino supuestos enemigos creados en función de unos intereses sociales y culturales delimitados: se ha pasado del enemigo comunista, al enemigo terrorista que coincide con el árabe o el sudamericano. Aparece así una visión estereotipada de la realidad donde los colombianos son traficantes de droga, los árabes fanáticos adoradores de Alá que practican el terrorismo contra los occidentales, los militares rusos tienen veleidades totalitarias. “El Eje del Mal acuñado por Bush Jr. se transmuta en videojuego” (Pita, 2003, 31). No hemos visto ningún videojuego cuyo protagonista, masculino o femenino, pertenezca a una minoría (gitanos, gays, minusválidos, migrantes, etc.) Excepto, claro está, cuando tienen que exhibir sus cualidades físicas, que no intelectuales, en competiciones (boxeo, fútbol, baloncesto...) y en alguna guerra como “carne de cañón”, como si sólo se les permitiera sobresalir y ser protagonistas en lo más “instintivo” o “primitivo” del ser humano.
-  Visión ideológica de la realidad: Algunos han visto que pueden ser un arma de propaganda política, y que en etapas previas a la madurez, este puede servir para imprimir ciertos valores. El ejército estadounidense ha encontrado una nueva y poderosa arma para entrenar a sus soldados en el sucio y peligroso trabajo de guerrilla urbana: los videojuegos. America’s Army es distribuido de manera gratuita a través de los CD-ROM que se regalan con las revistas especializadas, en las oficinas de reclutamiento y como descarga gratuita en Internet. Según información del propio ejército estadounidense en el año 2003, más de un millón de personas ya lo habrían hecho, y 600.000 de ellas habrían terminado las misiones de entrenamiento. La prensa especializada, ha admitido que el juego es "propaganda de principio a fin“. La ideología de sus contenidos contribuye a construir percepciones de la realidad y modelos de vida. Reducción al “pensamiento único”: jugando al videojuego Trópico, al intentar reducir al mínimo la presencia de los militares, teníamos constantes amenazas de golpe de estado y con la consiguiente retirada de la ayuda económica por parte de las grandes potencias. Más tarde, y ante una economía tambaleante a causa de un excesivo gasto social y salarios dignos, el Banco Mundial intervino limitando directamente los gastos del gobierno.
-  Impulsividad: Potencian un pensamiento fugaz, instantáneo, impulsivo, de “mariposeo”, que no ayuda a nuestras alumnas y alumnos al desarrollo del pensamiento profundo, ni a un auténtico aprendizaje estratégico. Incluso los de estrategia exigen una planificación muy elemental orientada a ganar, conquistar; donde sigue predominando la acción sobre la reflexión.
-  Irresponsabilidad: A través de ellos se puede pasar de la mirada a la acción, al menos simulada. Y esta acción nos permite transgredir las normas sociales sin sufrir consecuencias de ningún tipo. Podemos engañar, mentir; podemos asesinar a otros seres humanos. Cada vez son más demandados los videojuegos cuya violencia es más truculenta y gráfica. Esto supone una progresiva insensibilidad ante la imagen y la práctica de la violencia
Otra importante conclusión que hemos obtenido es que la mayoría de las personas jóvenes encuestadas y entrevistadas o que han participado en los grupos de discusión creen que los videojuegos no les afectan. Es casi unánime el consenso sobre este aspecto. No son conscientes de cómo influye en su concepción de la realidad, en sus creencias y valores, en sus comportamientos, en sus relaciones con los que les rodean. Tanto los niños como las niñas reciben mensajes negativos que influyen sobre la manera en que creen que deben actuar y el aspecto que deben tener. Este tipo de retrato envía señales muy fuertes acerca de lo que significa ser mujer y ser hombre. Muchos de los chicos jóvenes, de la misma manera que las chicas jóvenes, pueden concebir que los personajes extremadamente eróticos representan el “símbolo de la mujer ideal”. Estas imágenes pueden afectar a la capacidad de autoestima de las chicas, así como a la idea que ellas tienen de su puesto en el mundo. Además, estas imágenes también influyen en lo que esperan los chicos de las chicas y en como se relacionan con ellas.
Por último, señalar que la mayoría de las personas adultas desconocen los contenidos y los valores de este mundo en el que están inmersos los niños y niñas: hemos constatado que sólo el 40% de las personas encuestadas tienen un seguimiento del uso de sus videojuegos por parte de una persona adulta. Pero aún es más significativo que sólo a una de cada cuatro personas que juegan a videojuegos se le controla los contenidos. Casi el 75% de las personas adolescentes y jóvenes que usan videojuegos, manifiestan que sus familias no saben cuáles son los contenidos de los mismos ni los valores que transmiten.
Por eso creemos que todas y todos somos responsables. La sociedad adulta (multinacionales que los diseñan y fabrican, autoridades administrativas y gobiernos que los autorizan, medios de comunicación que ganan ingentes cantidades de dinero con su publicidad, organizaciones educativas y sociales que han de enseñar mecanismos de defensa y crítica frente a ellos, investigadores y empresas editoriales y multimedia que no invierten en crear otros juegos alternativos más creativos, familias que invierten dinero en su compra, etc.) es cómplice de la “cultura macho” que estos videojuegos ayudan a generar, potenciar y sostener. Francisco Javier Fernández, responsable de Amnistía Internacional en Asturias: "no es solamente un problema de la gente joven, sino que es un problema en general de la sociedad. Los valores comerciales o de lucro se ponen por encima de los derechos humanos, de la paz o de la justicia”.
El mercado se ha convertido en el gran regulador del consumo en función de la oferta y la demanda. Es el sujeto individual quien ha de decidir qué es bueno y qué es malo. Se ha pasado de una regulación social a la “libertad de mercado”. Se están hurtando a la discusión pública y política muchos problemas estructurales y sociales actualmente. Y este es uno de ellos. Se tratan de remitir a la decisión individual, a la libertad de elección del consumidor o de la consumidora. Como si de ellas y ellos dependiera el apagar el televisor o dejar de jugar a los videojuegos. Mientras que lo que se oculta al debate social es qué contenidos y valores son los que tienen que promover esos videojuegos.
Esto significa que la socialización esta siendo dirigida esencialmente por el mercado. Y se tiende a responsabilizar a las familias de las salvajes condiciones que impone el dios contemporáneo: el mercado global. Es el sujeto quien tiene que combatir contra él. Porque el mercado se autorregula. Es la divinidad de la libertad de mercado la que se nos impone y nos culpabiliza. Es la perversión que convierte a las víctimas en culpables, y les hace sentirse como tales. La tecnología tiene que estar al servicio de la comunidad, al servicio de la sociedad no al servicio del rendimiento económico. La responsabilidad está antes del mercado, antes de que esos productos lleguen al mercado. ¿Y si hacemos otros productos conforme a los derechos humanos y a los principios y valores que defendemos, al menos teóricamente? ¿Y si ponemos el mercado al servicio de los seres humanos?
Las propuestas que planteamos se irían en tres direcciones:
-  a) Se necesita exigir a las multinacionales que diseñan y crean videojuegos un nuevo enfoque en la creación de videojuegos auténticamente “valiosos” (con valores sociales positivos), que tengan en cuenta todas las necesidades emocionales y de experiencias que tiene el ser humano, aportando a la suma aquellas características que injustamente se han denominado típicamente femeninas.
-  b) Establecer un marco legal y normativo que regule el mercado de los videojuegos, principalmente en lo referido a la adecuación de los contenidos y valores de los productos.
-  c) Promover un clima de apoyo a los agentes educativos fundamentales (familias y escuelas) para que eduquen en el análisis crítico de los contenidos y valores que transmiten estos videojuegos.
 

10 de julio de 2014

La devaluación del trabajo femenino .





La criminalización del control de las mujeres sobre la procreación es un fenómeno cuya importancia no puede dejar de enfatizarse, tanto desde el punto de vista de sus efectos sobre las mujeres como de sus consecuencias en la organización capitalista del trabajo. Está suficientemente documentado que durante la Edad Media las mujeres habían contado con muchos métodos anticonceptivos, que fundamentalmente consistían en hierbas convertidas en pociones y “pesarios” (supositorios) que se usaban para precipitar el período de la mujer, provocar un aborto o crear una condición de esterilidad. En Eve’s Herbs: A History of Contraception in the West (1997), el historiador estadounidense John Riddle nos brinda un extenso catálogo de las sustancias más usadas y los efectos que se esperaban de ellas o lo que era más posible que ocurriera.67 La criminalización de la anticoncepción expropió a las mujeres de este saber que se había transmitido de generación en generación, proporcionándoles cierta autonomía respecto al parto. Aparentemente, en algunos casos, este saber no se perdía sino que sólo pasaba a la clandestinidad; sin embargo, cuando el control de la natalidad apareció nuevamente en la escena social, los métodos anticonceptivos ya no eran los que las mujeres podían usar, sino que fueron creados específicamente para el uso masculino. Cuáles fueron las consecuencias demográficas que se sucedieron a partir de este cambio es una pregunta que no voy a intentar responder por el momento, aunque recomiendo el trabajo de Riddle (1997) para una discusión sobre este asunto. Aquí sólo quiero poner el acento en que al negarle a las mujeres el control sobre sus cuerpos, el estado las privó de la condición fundamental de su integridad física y psicológica, degradando la maternidad a la condición de trabajo forzado, además de confinar a las mujeres al trabajo reproductivo de una manera desconocida en sociedades anteriores. Sin embargo, al forzar a las mujeres a procrear en contra de su voluntad o (como decía una canción feminista de los setenta) al forzarlas a “producir niños para el estado”,68  sólo se definían parcialmente las funciones de las mujeres en la nueva división sexual del trabajo. Un aspecto complementario fue la reducción de las mujeres a no-trabajadores, un proceso –muy estudiado por las historiadoras feministas– que hacia finales del siglo XVII estaba prácticamente completado.
Para esa época, las mujeres habían perdido terreno incluso en las ocupaciones que habían sido prerrogativas suya, como la destilación de cerveza y la partería, en las que su empleo estaba sujeto a nuevas restricciones. Las proletarias encontraron particularmente difícil obtener cualquier empleo que no fuese de la condición más baja: como sirvientas domésticas (la ocupación de un tercio de la mano de obra femenina), peones rurales, hilanderas, tejedoras, bordadoras, vendedoras ambulantes o amas de crianza. Como nos cuenta, entre otros, Merry Wiesner, ganaba terreno (en el derecho, los registros de impuestos, las ordenanzas de los gremios) el supuesto de que las mujeres no debían trabajar fuera del hogar y que sólo tenían que participar en la “producción” para ayudar a sus maridos. Incluso se decía que cualquier trabajo hecho por mujeres en su casa era “no-trabajo” y carecía de valor aun si lo hacía para el mercado (Wiesner, 1993: 83 y sg.). Así, si una mujer cosía algunas ropas se trataba de “trabajo doméstico” o “tareas de ama de casa”, incluso si las ropas no eran para la familia, mientras que cuando un hombre hacía el mismo trabajo se consideraba “productivo”. La devaluación del trabajo femenino –que las mujeres realizaban para no depender de la asistencia pública– fue tal que los gobiernos de las ciudades ordenaron a los gremios que no prestaran atención a la producción que las mujeres (especialmente las viudas) hacían en sus casas, ya que no era trabajo real. Wiesner agrega que las mujeres aceptaban esta ficción e incluso pedían disculpas por pedir trabajo, suplicando debido a la necesidad de mantenerse (ibídem: 84-5). Pronto todo el trabajo femenino que se hacía en la casa fue definido como “tarea doméstica”; e incluso cuando se hacía fuera del hogar se pagaba menos que al trabajo masculino, nunca en cantidad suficiente como para que las mujeres pudieran vivir de él. El matrimonio era visto como la verdadera carrera para una mujer; hasta tal punto se daba por sentado la incapacidad de las mujeres para mantenerse que, cuando una mujer soltera llegaba a un pueblo, se la expulsaba incluso si ganaba un salario.
Combinada con la desposesión de la tierra, esta pérdida de poder con respecto al trabajo asalariado condujo a la masificación de la prostitución. Como informa Le Roy Ladurie (1974: 112-13), el crecimiento de prostitutas en Francia y Cataluña era visible por todas partes:
Desde Aviñón a Barcelona pasando por Narbona las “mujeres libertinas” (femmes de debauche) se apostaban en las puertas de las ciudades, en las calles de las zonas rojas [...] y en los puentes [...] de tal modo que en 1594 el “tráfico vergonzoso” florecía como nunca antes.
La situación era similar en Inglaterra y España, donde todos los días, llegaban a las ciudades mujeres pobres del campo, incluso las esposas de los artesanos completaban el ingreso familiar realizando este trabajo. En Madrid, en 1631, un bando promulgado por las autoridades políticas denunciaba el problema, quejándose de que muchas mujeres vagabundas estaban ahora deambulando por las calles, callejones y tabernas de la ciudad, tentando a los hombres a pecar con ellas (Vigil, 1986: 114-15). Pero tan pronto como la prostitución se convirtió en la principal forma de subsistencia para una gran parte de la población femenina, la actitud institucional con respecto a ella cambió. Mientras en la Edad Media había sido aceptada oficialmente como un mal necesario, y las prostitutas se habían beneficiado de altos salarios, en el siglo XVI la situación se invirtió. En un clima de intensa misoginia, caracterizado por el avance de la Reforma Protestante y la caza de brujas, la prostitución fue primero sujeta a nuevas restricciones y luego criminalizada. En todas partes, entre 1530 y 1560, los burdeles de pueblo eran cerrados y las prostitutas, especialmente las que hacían la calle, fueron castigadas severamente: prohibición, flagelación y otras formas crueles de escarmiento. Entre ellas la “silla del chapuzón” (ducking stool) o acabussade –“una pieza de teatro macabro”, como la describe Nickie Roberts– donde las víctimas eran atadas, a veces metidas en una jaula y luego eran sumergidas varias veces en ríos o lagunas, hasta que estaban a punto de ahogarse (Roberts, 1992: 115-16). Mientras tanto, en Francia durante el siglo XVI, la violación de una prostituta dejó de ser un crimen.69 En Madrid, también se decidió que a las vagabundas y prostitutas no se les debía permitir permanecer y dormir en las calles, así tampoco bajo los pórticos de la ciudad y, en caso de ser pescadas infraganti debían recibir cien latigazos y luego ser expulsadas de la ciudad durante seis años, además de afeitarles la cabeza y las cejas.
¿Qué puede explicar este ataque tan drástico contra las trabajadoras? ¿Y de qué manera la exclusión de las mujeres de la esfera del trabajo socialmente reconocido y de las relaciones monetarias se relaciona con la imposición de la maternidad forzosa y la simultánea masificación de la caza de brujas?
Cuando se consideran estos fenómenos desde la perspectiva del presente, después de cuatro siglos de disciplinamiento capitalista de las mujeres, las respuestas parecen imponerse por sí mismas. A pesar de que el trabajo asalariado de las mujeres –los trabajos domésticos y sexuales pagados– se estudian aún con demasiada frecuencia aislados unos de otros, ahora estamos en mejor posición para ver que la discriminación que han sufrido las mujeres como mano de obra asalariada ha estado directamente vinculada a su función como trabajadoras no-asalariadas en el hogar. De esta manera, podemos conectar la prohibición de la prostitución y la expulsión de las mujeres del lugar de trabajo organizado con la aparición del ama de casa y la redefinición de la familia como lugar para la producción de fuerza de trabajo. Desde un punto de vista teórico y político, sin embargo, la cuestión fundamental está en las condiciones que hicieron posible semejante degradación y las fuerzas sociales que la promovieron o fueron cómplices.
Un factor importante en la respuesta a la devaluación del trabajo femenino está aquí en la campaña que los artesanos llevaron a cabo, a partir de finales del siglo XV, con el propósito de excluir a las trabajadoras de sus talleres, supuestamente para protegerse de los ataques de los comerciantes capitalistas que empleaban mujeres a precios menores. Los esfuerzos de los artesanos han dejado gran cantidad de pruebas.70 Tanto en Italia, como en Francia y Alemania, los oficiales artesanos solicitaron a las autoridades que no permitieran que las mujeres competieran con ellos, prohibiendo su presencia entre ellos; y cuando la prohibición no fue tenida en cuenta fueron a la huelga e incluso se negaron a trabajar con hombres que trabajaran con mujeres. Aparentemente los artesanos estaban interesados también en limitar a las mujeres al trabajo doméstico ya que, dadas sus dificultades económicas, “la prudente administración de la casa por parte de una mujer” se estaba convirtiendo en una condición indispensable para evitar la bancarrota y mantener un taller independiente. Sigfrid Brauner (el autor de la cita precedente) habla de la importancia que los artesanos alemanes otorgaban a esta norma social (Brauner, 1995: 96-7). Las mujeres trataron de resistir frente a esta arremetida, pero fracasaron debido a las prácticas intimidatorias que los trabajadores usaron contra ellas. Quienes tuvieron el coraje de trabajar fuera del hogar, en un espacio público y para el mercado, fueron representadas como arpías sexualmente agresivas o incluso como “putas” y “brujas” (Howell, 1986: 182-83).71 Efectivamente, hay pruebas de que la ola de misoginia que, a finales del siglo XV creció en las ciudades europeas, –reflejada en la obsesión de los hombres por la “batalla por los pantalones” y por el carácter de la mujer desobediente, comúnmente retratada golpeando a su marido o montándolo como a un caballo– emanaba también de este intento (contraproducente) de sacar a las mujeres de los lugares de trabajo y del mercado.
Por otra parte, es evidente que este intento no hubiera triunfado si las autoridades no hubiesen cooperado. Obviamente se dieron cuenta de que era lo más favorable a sus intereses. Además de pacificar a los oficiales artesanos rebeldes, la exclusión de las mujeres de los gremios sentó las bases necesarias para recluirlas en el trabajo reproductivo y utilizarlas como trabajo mal pagado en la industria artesanal (cottage industry). 
Fue a partir de esta alianza entre los artesanos y las autoridades de las ciudades, junto con la continua privatización de la tierra, como se forjó una nueva división sexual del trabajo o, mejor dicho, un nuevo "contrato sexual", siguiendo a Carol Pateman (1988), que definía a las mujeres madres, esposas, hijas, viudas en términos que ocultaban su condición de trabajadoras, mientras que daba a los hombres libre acceso a los cuerpos de las mujeres, a su trabajo y a los cuerpos y el trabajo de sus hijos.
 
 
Calibán y la bruja, de Silvia Federici
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8 de julio de 2014

Falta de baños en India expulsa a las mujeres de la política.



La falta de baños públicos en India, donde hay más personas con acceso a un teléfono celular que a un inodoro, hace que muchas mujeres dedicadas a la política consideren renunciar a sus cargos antes de hacer sus necesidades al aire libre y correr el riesgo de sufrir violencia de género.
Nueve meses después de que fuera elegida presidenta del concejo de su aldea, Krupa Shanti, de 36 años, fue la responsable de cambios importantes en Mallampeta, a 570 kilómetros de Hyderabad, la capital del sudoriental estado de Andhra Pradesh.
“Desde que asumí el cargo, 300 personas que viven por debajo del umbral de la pobreza consiguieron su tarjeta de racionamientos y reciben alimentos subsidiados, y 200 más tramitaron sus tarjetas de votación”, aseguró Shanti a IPS.
Pero la primera mujer en dirigir la aldea no logró cambiar lo que más le interesa, espacios sanitarios para las mujeres de su comunidad.
“No recibí los fondos necesarios para construir un solo retrete”, dijo Shanti. Ella y sus colegas mujeres se ven obligadas a hacer sus necesidades en el campo o el monte.
A 600 kilómetros, en el pueblo de Chowtapalli, la presidenta del concejo Sandhya Rani se queja del tiempo que pierde en el trabajo por la falta de saneamiento.
La oficina de Rani, que asumió el cargo en agosto de 2013, se encuentra en un edificio antiguo y en mal estado que no tiene agua corriente ni instalaciones sanitarias.
“Cada vez que quiero usar el inodoro tengo que correr a casa”, dijo a IPS. “¿Cómo puede trabajar una persona en esas condiciones?”, se preguntó.
Pero Rani tiene suerte. De las nueve mujeres que integran el concejo, de 10 integrantes, es la única que cuenta con un cuarto de baño en su casa, por lo que se evita la vergüenza de tener que orinar o defecar a la intemperie.
La falta de escusados es un problema común en India, un país de 1.200 millones de habitantes donde casi 60 por ciento de sus ciudadanos carecen de saneamiento adecuado.
Un informe reciente de la Organización Mundial de la Salud ubicó a India al frente de los países con mayor número de personas que defecan al aire libre, con 58 por ciento de la población, incluso mujeres y niñas.
El censo de 2011 encontró que casi 70 por ciento de los hogares rurales y 18 por ciento de las viviendas urbanas carecen de cuarto de baño.
Los datos del censo de ese año confirmaron que más personas tienen teléfonos celulares, con 59 de los hogares, que inodoros, con 47 por ciento.
La situación es especialmente preocupante para las mujeres políticas del medio rural, que sostienen que el engorroso proceso de tener que hacer sus necesidades en público les impide llevar a cabo sus funciones.
Muchas también están alarmadas por la serie de ataques violentos contra las mujeres en la India rural, que son acosadas por depredadores sexuales cuando salen al campo por las noches.
Un incidente que concitó la atención de los medios de este país sucedió el 28 de mayo, cuando dos adolescentes de la localidad de Katra Shadatganj, 228 kilómetros al suroeste de Nueva Delhi, fueron violadas y colgadas de árboles.
Desde entonces se denunciaron cuatro casos similares en la misma zona. Posteriormente se supo que todas las víctimas vivían en casas sin retretes, y que fueron atacadas mientras intentaban hacer sus necesidades por la noche.
Ahora, las concejalas locales empiezan a temer por sus vidas como consecuencia de la insuficiencia de instalaciones sanitarias.
Thotakurra Kamalamma, una política de la localidad oriental de Kodi Thadi Parru, dice que su concejo nunca tuvo un cuarto de baño. Eso no impidió que la mujer participara en la política antes, pero el incidente de Katra Shadatganj la espantó, y teme sufrir un destino similar, reveló a IPS.
“Tengo una hija. ¿Si algún día me pasa algo quién la cuidará?”, se preguntó Kamalamma, que decidió renunciar a su puesto.
La concejala de Chowtapalli, Swaroopa Chamtla, también sopesa dejar su cargo, algo que su esposo le está pidiendo.
“Tengo rivales políticos a los que derroté en las elecciones. ¿Qué pasa si me siguen al campo o el monte y me atacan? Está sucediendo en todas partes, ¿no?”, expresó en diálogo con IPS.
El gobierno de India proporciona materiales de construcción a costos subsidiados, así como donaciones en efectivo, para que las familias rurales construyan retretes.
Pero Krupa Shanti, una de las primeras mujeres que intentó hacer el pago inicial de 10.000 rupias, o unos 170 dólares, sostiene que el costo es prohibitivo para muchas familias rurales de este país, donde se calcula que 30 por ciento de la población vive por debajo de la línea de pobreza de 1,25 dólares al día.
Ella también supone que los funcionarios de los gobiernos citadinos son indiferentes a la difícil situación de las mujeres en los pueblos, y por lo tanto retrasan la aprobación de los fondos para los retretes.
Estudios independientes apoyan parcialmente su opinión. Un informe del Banco Mundial de 2011 señaló que los fondos públicos para el saneamiento son sumamente insuficientes en India.
El Banco Mundial también calculó que el país perdió 53.800 millones de dólares solo en 2006 como consecuencia de la falta de saneamiento, una cifra equivalente a aproximadamente 6,4 por ciento del producto interno bruto indio.
Mientras organismos como la Organización de las Naciones Unidas reclaman una mayor participación de las mujeres en la política a nivel local, poca atención se les presta a los problemas específicos que plantea la escasez de saneamiento generalizada.
Aparajita Ramsagar, una consultora de saneamiento independiente y otrora directora de proyectos de SEWA Bharat, un sindicato de trabajadoras por cuenta propia, dijo que en el bienio 2010-2011 el gobierno aumentó de 33 a 50 por ciento la cuota de escaños para las mujeres en los consejos de las aldeas.
“El objetivo… era que más mujeres se sumaran al proceso político. Pero el gobierno no previó la necesidad de contar con retretes para ellas en los concejos locales”, explicó Ramsagar a IPS.
Pero la mayoría de los funcionarios niegan esa acusación. Según Narsimha Rama Murthy, ingeniero del departamento de sanidad de Visakhapatnam, la mayor ciudad de Andhra Pradesh, los retrasos en la financiación se deben a la burocracia propia del Estado y no a la indiferencia de las autoridades.
“Tenemos que inspeccionar y comprobar la situación antes de aprobar las solicitudes de fondos… Hay que seguir el proceso”, dijo a IPS.

Por Stella Paul
http://www.ipsnoticias.net/2014/07/falta-de-banos-en-india-expulsa-a-las-mujeres-de-la-politica/