23 de abril de 2014

Catar, un infierno para las empleadas domésticas.


Amnistía Internacional denuncia que en Catar, sede del Mundial 2022, las trabajadoras domésticas extranjeras están desprotegidas frente a abusos recurrentes como la explotación laboral y la violencia de sus empleadores.
Desde hace varios años, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) viene proponiendo la adopción de una regulación vinculante que permita garantizar los derechos laborales de las empleadas y los empleados domésticos en todo el mundo. Sin embargo, es poco lo que se ha avanzado en esa materia. También en América Latina, las personas contratadas por familias para que se ocupen de los quehaceres del hogar cumplen a menudo sus tareas bajo muy malas condiciones de trabajo.

Las jornadas largas, los sueldos bajos, la escasa cobertura de seguridad social y el incumplimiento flagrante de las normas laborales son circunstancias que millones de empleadas domésticas conocen muy bien. Amnistía Internacional se ha propuesto arrojar luz sobre este tema, llamando la atención hacia la situación de los trabajadores domésticos en Catar, el emirato que será sede del Mundial de Fútbol 2022.

"Condiciones de trabajo muy duras"

Un informe publicado este martes por la organización de derechos humanos denuncia que en Catar, las trabajadoras y trabajadores domésticos extranjeros están desprotegidos frente a abusos recurrentes, como la explotación laboral y la violencia física y hasta sexual de sus empleadores. Aunque ese país ya había sido duramente criticado por las condiciones de trabajo en las obras de construcción de los estadios para el Mundial 2022, todo apunta a que otro infierno se esconde tras las puertas de los suntuosos hogares cataríes.

"Las condiciones de trabajo de las empleadas del hogar son muy duras", señala Regina Spöttl, conocedora del acontecer catarí, recordando los testimonios de las 52 mujeres consultadas para el estudio más reciente de Amnistía Internacional, titulado Mi sueño es mi pausa: con jornadas semanales de hasta cien horas y pocos días libres, estas trabajadoras sólo descansan cuando duermen. Spöttl está consciente de que 52 personas es una muestra pequeña, pero el informe en cuestión no solo está basado en encuestas y entrevistas.

Jurisprudencia discriminatoria

Las estadísticas provistas por las embajadas de los países de origen de los empleados domésticos dejan claro que los abusos registrados no son casos aislados, sino tendencias preocupantes: a los servicios consulares llegan docenas de quejas cada semana. Y desde 2013, una fundación catarí que lucha contra el tráfico de personas recibe entre doscientas y trescientas quejas por teléfono cada mes. Cifras adicionales fueron ofrecidas por los ministerios cataríes del Trabajo y de Asuntos Interiores.

sMás de 130.000 extranjeros –unas 84.000 mujeres y alrededor de 48.000 hombre, en su mayoría del sudeste asiático– trabajan en Catar como empleados de limpieza, cocineros, niñeras, choferes privados o jardineros. Y cabe destacar que las familias que los contratan no son solamente cataríes, sino también estadounidenses, europeas, asiáticas y africanas. Lo que propicia los abusos cometidos contra los trabajadores en Catar, independientemente del trasfondo cultural de quienes los perpetran, es la jurisprudencia vigente en ese país de la península arábiga.

Fomentando el abuso de poder

Agencias especializadas prometen condiciones de empleo atractivas para persuadir a personas de distintos orígenes de viajar a Catar. Pocos inmigrantes pueden entender los contratos porque están escritos en árabe y, en cuanto llegan a Catar, la "Ley de Patrocinio" local –vigente también en otros Estados árabes– le asigna un fiador. Por lo general, ese patrocinador es el empleador.

Así comienza una relación de dependencia que fomenta el abuso de poder en el sitio de trabajo. Sin la autorización del fiador, el inmigrante no puede cambiar de empleo ni abandonar el país.

Si el inmigrante osa cambiar de patrón, incurre automáticamente en un delito. No está demás mencionar que la posición jurídica de los trabajadores domésticos extranjeros en Catar es muy débil: aunque en ese país existe una Ley del Trabajo que le garantiza al empleado su derecho a quejarse de quien lo contrata, esta regulación no rige para quienes laboran en el hogar. Es por eso que Amnistía Internacional exige que se abola o se enmiende la "Ley de Patrocinio" aludida y que la Ley del Trabajo sea válida también para los empleados domésticos.

Reformas necesarias

La organización de derechos humanos también demanda que las mujeres que huyan de sus empleadores no sean criminalizadas y que la violencia en el hogar sea penada por la ley. El trato discriminatorio que se le da a los trabajadores extranjeros en Catar y otros países del Golfo Pérsico no es algo que Amnistía Internacional haya descubierto ahora. Esta organización ha denunciado esa situación en otras oportunidades, pero la comunidad internacional no ha ejercido presión política suficiente sobre sus respectivos Gobiernos.

Incluso después de que la prensa mundial diera a conocer las condiciones infrahumanas bajo las que se laboraba en las obras de construcción de los estadios para el Mundial 2022, éstas no mejoraron mucho. "Se redobló el número de inspectores para que se cercioraran de que se cumpliera la Ley del Trabajo en las construcciones. Ese es un paso delante, pero no es suficiente", critica Spöttl, agregando con un dejo de escepticismo que el Gobierno de Catar ya recibió el informe de Amnistía Internacional y prometió analizar la situación de las empleadas y los empleados domésticos extranjeros.
http://www.espectador.com/internacionales/289635/catar-un-infierno-para-las-empleadas-domesticas

8 de abril de 2014

La vulnerabilidad de las mujeres ante los desastres naturales.


Los seres humanos han estado a merced de los desastres naturales desde el comienzo del tiempo. Las inundaciones, los incendios, los terremotos y los temblores, los ríos de fango, las erupciones volcánicas, los huracanes, los tornados, el tsunami, las tormentas tropicales, las tormentas de hielo, los deslizamientos de tierra, las sequías y la hambruna nos recuerdan sistemáticamente nuestra vulnerabilidad.

Recientemente ha habido un aumento de la atención a los efectos de los desastres naturales generando una plétora de perspectivas sobre el tema. Varios autores han traído un enfoque de género al análisis de la mitigación y respuesta a los desastres, con resultados interesantes (ver Enarson, Delaney y Shrader, Byrne y Baden). La imagen del sufrimiento de las mujeres y niños durante un desastre es popular en los medios de comunicación. Las mujeres son las más afectadas por los desastres naturales, generalmente como resultado de la posición inferior que ocupan en la sociedad. Lo que los medios no muestran, sin embargo, es que las mujeres forman una parte vital de los esfuerzos de mitigación y respuesta a los desastres, actuando dentro de sus papeles tradicionales o trascendiéndolos

Las mujeres son más vulnerables a los desastres debido al papel que les les ha asignado la sociedad. Según Elaine Enarson "...el género le da forma a los mundos sociales dentro de los cuales ocurren los desastres naturales". (4)

• Las mujeres tienen menos acceso a los recursos – redes sociales e influencia, transporte, información, habilidades (incluido el alfabetismo), control de la tierra y otros recursos económicos, movilidad personal, vivienda y empleos seguros, a la no violencia y control de la toma de decisiones – que son esenciales en la preparación, mitigación y rehabilitación de desastres naturales. • Las mujeres son víctimas de la división del trabajo por género. Están sobrerepresentadas en la industria agrícola, el trabajo por cuenta propia, la economía informal, en el trabajo de menor remuneración con poca seguridad o beneficios como atención de salud o derecho a la representación sindical Los sectores informalesyagropecuarios son generalmente los más afectados por los desastres naturales; como resultado quedan más mujeres que hombres desempleados después de un desastre.

Dado que las mujeres se encargan principalmente de las responsabilidades domésticas como el cuidado de los niños, ancianos o discapacitados, quedan sin libertad de migrar para buscar trabajo después de un desastre. Los hombres migran con mayor frecuencia, dejando a grandes cantidades de mujeres como jefes de familia. El desconocer esta realidad y la doble carga del trabajo productivo y reproductivo de las mujeres, significa que las mujeres siguen siendo invisibles en la sociedad y la atención a sus necesidades sigue siendo deplorablemente inadecuada.

Dado que frecuentemente la vivienda queda destruida por el desastre, muchas familias se ven obligadas a reubicarse en albergues. Estos albergues no son adecuados para tareas diarias como cocinar, aumentando la carga doméstica y económica de la mujer y disminuyendo su libertad de movimiento para buscar fuentes alternativas de ingreso. • Cuando las mujeres pierden sus recursos económicos, su posición de negociación en el hogar se ve perjudicada. • Los desastres aumentan la vulnerabilidad de la mujer. Además del aumento de los hogares encabezados por mujeres y el hecho que la mayoría de los residentes en los albergues son mujeres, varios estudios han revelado un aumento en los niveles de violencia doméstica y sexual después de los desastres (8, 9). • La salud reproductiva y sexual de la mujer comienza a ser reconocida como un componente clave de los esfuerzos de ayuda en los desastres; sin embargo la atención a la misma sigue siendo inadecuada y como resultado la salud de la mujer sufre desproporcionadamente. Respuesta de las mujeres ante el desastre

Como hemos visto las mujeres son afectadas gravemente por los desastres naturales, pero esto es sólo una parte de la historia. Los desastres naturales a menudo proporcionan a las mujeres una oportunidad única de cuestionar y cambiar su posición de género en la sociedad (3, 4, 6).

• Las mujeres han demostrado ser indispensables cuando se trata de responder a los desastres. Después del huracán Mitch en 1998, las mujeres guatemaltecas y hondureñas construyeron casas, cavaron pozos y canales, remolcaron agua y construyeron albergues. A menudo, aun en contra de los deseos de los hombres, las mujeres han estado dispuestas y han demostrado ser capaces de asumir un papel activo en tareas tradicionalmente consideradas "masculinas". Esto puede ayudar a cambiar la percepción social de la capacidad de las mujeres. • Las mujeres son más eficaces en la movilización de la comunidad para responder a los desastres. Forman grupos y redes de actores sociales que trabajan para satisfacer las necesidades más urgentes de la comunidad. Esta clase de comunidad organizada ha resultado esencial en preparativos para casos de desastre y mitigación (5). • En respuesta a mayores niveles de violencia basada en género en Nicaragua después del huracán Mitch, la ONG Puntos de Encuentro organizó una campaña de información que usó diversos medios para transmitir un mensaje sencillo: "La violencia contra la mujer – es un desastre que los hombres sí pueden prevenir". La campaña demostró ser eficaz en el cambio de las actitudes de los hombres hacia la violencia contra la mujer (8). • Después del terremoto de 1985 en la Ciudad de México, un grupo de maquiladoras se organizaron para formar el Sindicato de Trabajadores Textiles 19 de septiembre, que fue reconocido por el gobierno mexicano y probó ser instrumental en el cabildeo para la recuperación del empleo de mujeres (4). • Después del Huracán Joan, mujeres en Mulukutú, Nicaragua se organizaron para elaborar planes preparativos para casos de desastre que incluían a todos los miembros del hogar. En consecuencia, Mulukutú estaba mejor preparado para el Huracán Mitch y el pueblo se recuperó más rápidamente que otras comunidades igualmente afectadas (3). • Como resultado de sus esfuerzos de respuesta a los desastres, las mujeres están desarrollando nuevas habilidades como el manejo agrícola y de recursos naturales que, en un entorno adecuado, podrían transferirse al mercado del trabajo. Los desastres naturales desde la perpsectiva de género

• Inmediatamente después de un desastre, prevalece la "tiranía de lo urgente" y las inquietudes de género se ignoran o se desechan como irrelevantes. La oportunidad única que otorga una situación de desastre para cambiar los roles tradicionales de género se desperdicia si las mujeres no se aprovechan de ella, o si los tomadores de decisiones la pasan por alto. La organización de las mujeres en la comunidad y a los niveles nacionales es esencial si se quiere que las medidas de recuperación respondan a las necesidades y las inquietudes de las mujeres (3, 4). • Una visión cerrada a las consecuencias de un desastre conduce a un foco netamente físico; las realidades sociales son pasadas por alto y, nuevamente, las inquietudes de género son marginalizadas. Las mujeres seguirán siendo afectadas desproporcionadamente por los desastres naturales a menos que los trabajadores y funcionarios reconozcan su estado vulnerable y dirijan sus esfuerzos para cambiarlo. • La mayoría de los esfuerzos de ayuda son concebidos para toda la población de un área afectada por un desastre, sin embargo, cuando dependen de las estructuras existentes de la distribución de recursos, que reflejan la estructura patriarcal de la sociedad, las mujeres son marginalizadas en su acceso a los recursos de ayuda. • La falta de armonía entre la respuesta inmediata a los desastres y el desarrollo a largo plazo hace que los medios asignados a la preparación para desastres sean sacrificados a favor de los esfuerzos de respuesta. Los grupos de mujeres en las Américas se han dado cuenta que la mejor manera de mitigar las consecuencias negativas de un desastre es estar preparadas. Las mujeres han sido fuertes defensoras de medidas de preparación al nivel de la comunidad porque ellas saben muy bien las consecuencias del desastre en su diario vivir. • Los partidarios del enfoque de género han recalcado que para estudiar los desastres naturales desde una perspectiva de género, es necesario desagregar los datos por sexo, los proyectos piloto durante la fase de reconstrucción, un diálogo abierto dentro de las comunidades y entre las comunidades y el gobierno, y la formación de capacidad para las mujeres antes, durante y después de los desastres. • Finalmente, una ausencia de la capacidad institucional en el análisis de género se refleja en los esfuerzos de ayuda, que no incluyen esa perspectiva en sus normas y procedimientos. Además esto significa que las necesidades e inquietudes particulares de las mujeres y su potencial para contribuir no se toman en cuenta durante los preparativos, respuesta y reconstrucción para los desastres. Esto también sirve para destacar la necesidad de un enfoque de género organizado para el estudio de los desastres naturales y sus consecuencias (3). • Un proceso de desarrollo eficaz debe incluir tanto las necesidades como las contribuciones potenciales de mujeres y hombres. El plan comunitario de preparación y de respuesta para desastres que toma en cuenta la vulnerabilidad física, psicológica, social y económica de las mujeres ayudará a reducir esta vulnerabilidad. Un plan que va aún más allá y reconoce las capacidades de las mujeres y las incluye en los esfuerzos de ayuda servirá para cambiar las creencias relacionadas con el género acerca de las mujeres. Un enfoque de género en el estudio y análisis de los desastres naturales es esencial para alcanzar esta meta.

http://www.observatoriogeneroyliderazgo.cl/index.php/las-noticias/7607-la-vulnerabilidad-de-las-mujeres-ante-terremotos

4 de abril de 2014

Aspectos psicológicos y sociales de la desigualdad entre hombres y mujeres.


Quisiera empezar con un texto de Alicia en el País de las Maravillas que puede servir para reflexionar sobre el uso y abuso de las palabras y su pérdida de sentido, de palabras como igualdad, respeto, derechos, justicia... Palabras adulteradas con las que convivimos y que demuestran la perversión del lenguaje y su capacidad para ocultar y enmascarar la ideología.
Cuando yo empleo una palabra -insistió Humpty Dumpty en tono desdeñoso- significa lo que yo quiero que signifique... ¡Ni más ni menos!
- La cuestión está en saber -objetó Alicia- si usted puede conseguir que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.
- La cuestión está en saber -declaró Humpty Dumpty- quién manda aquí.
En definitiva, se trata de una cuestión de poder y del ejercicio de la violencia simbólica...
Sobre la desigualdad entre hombres y mujeres no voy a dar cifras. Todos somos historia, personal y social y tenemos memoria, baste sólo con recordar la violencia de género: el maltrato, los asesinatos, la prostitución, la esclavitud sexual, los crímenes de honor, la venta de niñas, el sexismo, la ablación, la utilización de la violación de las mujeres como arma de guerra, o la división sexual del trabajo, la prohibición del acceso a la educación y la salud, la imposición del burka, el techo de cristal, la feminización de la pobreza, y un largo etc.
Cualquier persona sensible siente la injusticia contra las mujeres de cualquier parte del mundo que día a día se muestra a través de los medios de comunicación. Hace un mes, a Malala, se le concedió el premio Sájarov y estuvo a punto de concedérsele el Novel de la Paz, ella víctima de la intolerancia y el fanatismo contra las mujeres transformó su dolor en lucha por el acceso de las mujeres a la educación. Y ella no es un caso aislado, en todas partes hay personas que luchan contra la discriminación de las mujeres.
Los grados, formas, características y efectos de la desigualdad dependen del contexto social, cultural y político de cada sociedad y en muchos casos son de difícil aprehensión por estar naturalizados e impresos en la vida social y personal. Es cierto que los movimientos sociales, la investigación no androcéntrica, la lucha política y del feminismo han logrado frenar y suprimir algunas barreras de la discriminación por razón de sexo, pero sigue existiendo la desigualdad, sin fronteras, así lo muestran los indicadores sociales que permiten medir el nivel de desigualdad de las sociedades como son: la violencia de género y la discriminación laboral y social (acceso a la salud, educación, trabajo). La dinámica histórica de avances y retrocesos, pone de manifiesto la dificultad de la estabilidad de los logros y su dependencia de la imposición de movimientos y políticas totalitarias y retrógradas. Es significativo que en el informe del Foro Económico Mundial de 2013 "La brecha de género mundial", España haya caído en tres años del puesto once al treinta.
A mucha gente, sobre todo del llamado primer mundo, se le llena la boca hablando de igualdad, de derechos y deberes en un discurso personal e institucional de supuesta corrección política y que más tarde se ve desdicho por la práctica personal y política. Un discurso farisaico que, a mi juicio, enmascara la profunda convicción de que el mantenimiento de las asimetrías es el fundamento de un determinado "orden social patriarcal" y también de la conservación personal y social de los lugares de poder. Lo saben y tienen razón, sino fuera así hace ya tiempo que hubiéramos dejado de hablar de este problema y en muchos casos, demasiados, de sufrir por ello. Los tratamientos cosméticos que se implementan son el fruto de una necesidad explícita o implícita, más o menos consciente del mantenimiento personal o político de esas relaciones de poder asimétrico y del cual, sin duda, se obtienen ganancias. Relaciones de poder asimétrico, de grupos dominantes y dominados, que articulan las relaciones entre pobres y ricos, razas, minorías y en el caso que nos ocupa de las relaciones entre varones y mujeres. El análisis de estas ganancias podría ser objeto de debate y estoy segura que aclararía muchos de los frenos que impiden el desarrollo de la igualdad. En este sentido podemos hacernos algunas preguntas, ¿cuál es la ganancia del ministro Gallardón con la nueva ley del aborto, o cual la del ministro Wert con la ley de educación? ¿Quién y qué se gana con la segregación por sexos, o con la supresión de la educación para la ciudadanía? ¿Qué se pretende con la publicación de 'Cásate y sé sumisa'? ¿Qué se pretende con la reducción de las políticas de igualdad? ¿Los recortes en la ley de dependencia son tan sólo un problema económico? ¿Cómo afectan a la vida de las y los dependientes y a sus, en gran mayoría, cuidadoras? ¿o por qué se mantiene en el diccionario de la Real Academia la herencia sexista del siglo XX, conservando en 2014 las acepciones de sexo débil como "conjunto de las mujeres" y sexo fuerte o feo como "conjunto de los hombres"?.
El catálogo de efectos perversos y crueles de la desigualdad es devastador pero conserva una estructura común: la desposesión del sujeto, su tratamiento como objeto, su definición subordinada, su aprovechamiento, consumo, manipulación e incluso aniquilación. El caso más evidente es la violencia física, pero esta se sustenta en algo más sutil de carácter psicológico y simbólico que exige un tiempo de construcción y aparatos y agentes ideológicos para su mantenimiento. Como ejemplo muy claro tenemos la imposición del Burka a las mujeres por los talibanes que, por motivos supuestamente religiosos, supone el extremo de la negación privada y pública del cuerpo de las mujeres y de la identidad que lo recorre y que, con su consideración de peligrosidad, liga directamente el control político del cuerpo de las mujeres al del control de la sexualidad y del espacio personal. La violencia simbólica también se muestra en nuestra cultura por la presión, sostenida por la publicidad y los medios de conseguir más allá de las diferencias una imagen única de mujer, supermujer, ideal de juventud, delgadez y belleza, pero también una imagen de varón de potencia, agresividad y músculos, que tiene efectos devastadores en la construcción de la identidad tanto de varones como de mujeres. Anorexia y vigorexia son algunos de sus efectos más evidentes, pero hay otros que de forma casi inconsciente hacen mella en la autoestima e imagen corporal y que influyen en deseos y placeres. ¿Ante esta uniformidad somos todos perdedores? ¿Hay ganadores en el mercado? ¿Qué se gana y que se pierde?
No es fácil desvelar la compleja red psicosocial que construye, mantiene y reproduce relaciones desiguales entre varones y mujeres, y esto es así porque abarca dimensiones sociales y personales que son, a su vez, parte integrante de la construcción de los sujetos como pertenecientes al grupo, como sujetos portadores de una identidad construida a través de los procesos de socialización y de identificación de los valores y normas de su cultura.
El entramado psicosocial de la desigualdad se articula tanto a través del contexto cultural como de la historia de los sujetos. Entre ambos se entreteje la red de imposiciones explícitas e implícitas que recorren la socialización de varones y mujeres. Es un tejido sutil en el que todos somos protagonistas, actores o reproductores de las pautas de relación asimétrica que nos recorre desde el nacimiento y que nos posiciona social e individualmente arrastrando el pesado fardo de normas, expectativas y creencias con las que se va configurando nuestra identidad como varones o mujeres.
Las definiciones que prescriben las formas de ser de un varón y de una mujer son asimétricas, jerárquicas y excluyentes; los estereotipos sobre la supuesta feminidad y masculinidad son cadenas que impiden las posibilidades diversas de desarrollo de ambos. La rigidez con la que se rigen y separan pensamientos, afectos, emociones, acciones y funciones construye el círculo vicioso por el que se generan y mantienen las dependencias asimétricas, en la dinámica de la posesión o la falta. La asunción del imperativo de la masculinidad y feminidad ciega otras posibilidades de ser, de reconocerse como sujetos y tiene efectos perversos para ambos sexos.
Por ello, para quebrar los supuestos esencialistas y producir transformaciones profundas, son necesarias rupturas tanto en el marco social como en el personal y un marco de análisis en el que se integre la complejidad psicosocial de las relaciones.
Es en este sentido en el que hago mías las siguientes consideraciones:
- El significado otorgado a los sexos, la forma en que se representan es histórica, el sexo, configurado desde el género, es una construcción histórica que se nutre de los significados culturales y expresa la dinámica de las relaciones intergrupales, abarcando tanto la toma de posición intersubjetiva como intrasubjetiva.
- El género se hace, no existe tal esencia de la naturaleza femenina ni masculina, es una construcción social, son los significados de la diferencia biológica los que delimitan las fronteras del mundo dividido en categorías en función del sexo. Son los marcadores categoriales de sexo, raza, o edad, los que arrastran consigo significados que desencadenan comportamientos que superan, con mucho, el efecto de las diferencias biológicas.
- El hecho de la existencia de diferencias biológicas no explica la asimetría social, ni las complejas relaciones intrasubjetivas e intersubjetivas construidas alrededor del significado de las diferencias. Existen diferencias, pero ligadas a la vivencia simbólica, experimentadas como género. El género más que un nombre es un verbo, se hace, se recrea a través de la continuidad generacional de valores y actitudes y pautas de conducta diferenciales.
- Las desiguales relaciones de género posibilitan la reproducción de subjetividades masculinas y femeninas que, así mismo, perpetúan la existencia de esas relaciones de poder. Los sujetos, varones y mujeres, asimilan normativamente la estructura de creencias, disposiciones y valores de una representación del mundo relacionada con las diferentes posiciones de ambos sexos en la estructura de poder social. Dado que los modelos sociales nutren las representaciones de los participantes en la vida social y conforman las normas que definen las relaciones entre los sujetos, estableciendo su marco de acción, el proceso de construcción de la subjetividad se ve afectado por los modos de relación definidos por la asimetría genérica.
- Las sociedades se organizan alrededor de dimensiones productivas, reproductivas y deseantes. Los Sistemas económicos, ideológicos y religiosos delimitan la estructura de las relaciones de poder y definen pensamiento y acción. Los modos de relación entre los sexos expresan la forma de interacción establecida por los sistemas de supervivencia y continuidad del grupo, generando narrativas simbólicas donde los sujetos se sitúan como integrantes, forjadores y garantes del mantenimiento del acuerdo e imposiciones sociales.
Pero el mantenimiento de la estructura de poder desigual no sería posible si no se articulara en un poder de definición y un poder de control:
- El poder de definición delimita "las posibilidades de ser" según el sexo, define qué es un varón y qué una mujer, y aglutina los contenidos de estereotipos y roles que marcan comportamientos, sentimientos, lugares, funciones y papeles. Con este poder se imbrican las instituciones, políticas, legislativas, científicas, culturales, educativas o religiosas que configuran la representación simbólica de los sexos.
- El poder de control instituye los mecanismos del cumplimiento o sanción de la normativa definitoria, sexual, afectiva y reproductiva, así como el acceso a los recursos (salud, educación, trabajo).
Para que ese contexto disciplinario pueda naturalizarse y desarrollarse es necesario implicar a los sujetos en esa tarea, y es a través de la socialización y por los mecanismos psicológicos de identificación, y las necesidades de reconocimiento y autoestima, como hace suyo el sujeto el mandato social. Deberíamos preguntarnos en qué capa profunda de la identidad arraiga la creencia en la inferioridad de las mujeres, o cómo una creencia, un estereotipo, se convierte en certeza que moviliza deseo, pensamiento y acción.
Como ejemplo de la alambicada relación entre definición y control podemos referirnos a la creciente naturalización de la violencia de género entre l@s adolescentes. Desde la estereotipia de la masculinidad y feminidad se dan como naturales y propias de las relaciones amorosas, el control, los celos y las actitudes de maltrato y acoso. Como demuestra el reciente estudio sobre la adolescencia de la Universidad Complutense de Madrid con 8.000 entrevistas on line a 8.000 menores.
Por ello, el camino hacia la desaparición de las desigualdades entre varones y mujeres exige rupturas a nivel social y personal. La compleja articulación de las asimetrías que subyacen a la desigualdad hace necesario que se parta de una realidad personal, política y social, y que integre tanto aspectos subjetivos, como representacionales y ejecutivos.
En referencia a la dimensión subjetiva, supone la transformación cognitivo/afectiva del sujeto hacia la flexibilidad cognitiva y emocional y el desarrollo de la autoestima psicológica. En cuanto a la representacional, un cambio de contenidos de las representaciones sociales sobre los sexos y de las imágenes acerca de la feminidad y masculinidad como significados excluyentes de los sujetos, y en la ejecutiva la ampliación de la capacidad, la acción y el empoderamiento, a través del desarrollo de la socialización en la igualdad, diversidad, respeto y cooperación, así como el fomento de la igualdad de oportunidades y la transformación de la división sexual del trabajo y la toma de decisiones.
Supone por tanto un compromiso político y ético, personal y social inmerso en la vida social, privada y cotidiana de todos, varones y mujeres.
 
ROSA PASTOR CARBALLO.

Claves para un análisis feminista de la prostitución.



La prostitución es un antiguo fenómeno social que ha experimentado cambios muy profundos en los últimos treinta años, relacionados con dos procesos sociales que están transformando el mundo del siglo XXI y estrechamente vinculados a la crisis del contrato sexual. Mujeres en distintas partes del mundo han conseguido derechos y, además, los han ejercido. Por primera vez en la historia, grupos reducidos, pero significativos, de mujeres pueden decir, y dicen, 'no' a los varones. Esa primera parte del contrato sexual por el que cada varón se convierte en dueño y señor de una mujer, y cuya expresión social legítima es el matrimonio, ha entrado en crisis, pues ha dejado de ser la única opción para muchas mujeres. Sin embargo, este hecho no debe oscurecer que frente a esta mayor libertad para algunas mujeres, se encuentran otras cuya situación ha empeorado visiblemente. Y con esta afirmación, me estoy refiriendo a la segunda parte del contrato sexual, por la que un reducido grupo de mujeres es asignado a todos los varones y cuya expresión, socialmente reprobable, es la prostitución. La idea que argumentaré brevemente es que a medida que algunas mujeres pueden desasirse del dominio masculino y conquistan parcelas de individualidad, otras son más intensamente dominadas y explotadas por el sistema patriarcal. Con la globalización neoliberal el rostro de la prostitución ha cambiado decisivamente, pues de ser una realidad social reducida se ha convertido en una gran industria global que moviliza miles de millones de euros anuales.
Para comprender la complejidad de esta práctica social hay que diferenciar dos planos: el intelectual y el ético-normativo. Primero hay que examinar la naturaleza y las causas de este fenómeno social y, en consonancia con ese análisis intelectual, adoptar una posición ético-normativa respecto a su existencia. Si el punto de partida, tras estudiar la prostitución y las causas que la originan, es que esta práctica social es una forma deseable de vida y no puede ser definida como una forma de explotación sexual, entonces la conclusión lógica es legalizar y reglamentar la prostitución. Si, por el contrario, se considera la prostitución una forma inaceptable de vida, resultado del sistema de hegemonía masculina, vinculada a la dominación patriarcal y que vulnera los derechos humanos de las mujeres al convertir su cuerpo en una mercancía y en un objeto para el placer sexual de otros, entonces se concluye la imposibilidad de su legalización.
El punto de partida ético-normativo, que compartimos quienes escribimos en este monográfico, es que la prostitución es una realidad social que debe ser erradicada porque es fuente inagotable de desigualdad y subordinación para las mujeres que la ejercen y para las mujeres en general [1]. Para ello es necesario distinguir el fenómeno social que es la prostitución del colectivo concreto que son las mujeres prostituidas, pues esta distinción nos permitirá criticar esa realidad social y al mismo tiempo establecer elementos de solidaridad con las mujeres que la ejercen. En otros términos, pondremos en tela de juicio la estructura de subordinación y explotación sexual que subyace a la prostitución y, al mismo tiempo, afirmamos nuestra solidaridad con las mujeres prostituidas.
NATURALIZACIÓN DE LA PROSTITUCIÓN
Uno de los argumentos centrales de este debate hace referencia al estereotipo de que la prostitución es el 'oficio más viejo del mundo'. En el imaginario colectivo está profundamente arraigada la idea de que la prostitución es una realidad que está más allá de lo cultural. Todo fenómeno social para que pueda reproducirse a lo largo del tiempo tiene que estar sometido a procesos permanentes de legitimación. La primera legitimación de cualquier fenómeno social se encuentra en su propia facticidad. El hecho de que haya existido durante largos periodos históricos puede sugerir que forma parte de un 'orden natural' de las cosas imposible de alterar. Si, además de existir, también ha sobrevivido a intentos de acabar con esa realidad, como, por ejemplo, la legislación prohibicionista, entonces parece que tiene una fuerza que va más allá de lo puramente social. Uno de los subtextos del imaginario de la prostitución sugiere que está profundamente anclada en algún oscuro lugar de la naturaleza humana. Y éste es, desde luego, uno de los problemas que obstaculizan una posición crítica frente a la prostitución: su naturalización, pues con esos argumentos se coloca a esta práctica social en el orden de lo pre-político. En efecto, si el fundamento de esta práctica social está en la naturaleza, entonces difícilmente podrá ser definida como una institución y, por tanto, interpelada socialmente.
LA INVISIBILIDAD DEL CLIENTE
La prostitución es una realidad social cada día más compleja debido tanto al aumento creciente de los actores y procesos involucrados alrededor de esta institución como a los significados e implicaciones ideológicas que derivan de su existencia. En efecto, la prostitución hoy es una gran empresa global, vinculada a la economía criminal, y en la que intervienen muchos actores que se benefician de ese negocio: medios de comunicación, empresarios del sexo, agencias de turismo sexual, proxenetas, narcotraficantes o traficantes de mujeres. Sin embargo, los actores principales, en primera instancia, son las mujeres que ejercen la prostitución y los clientes que utilizan los servicios de estas mujeres. En el imaginario colectivo, sin embargo, la prostitución está asociada a la imagen de la puta. Y, sin embargo, no hay mujer prostituida sin cliente. ¿Por qué el cliente ha sido invisibilizado en el imaginario de la prostitución? La prostitución, sin embargo, no debe ser definida como el oficio más antiguo del mundo sino como la actividad que responde a la demanda más antigua del mundo: la de un hombre que quiere acceder al cuerpo de una mujer y lo logra a cambio de un precio [2]. Lo que queremos hacer notar es que la figura del cliente ha sido silenciada como si fuese un elemento completamente secundario en esta obra de teatro. Y este hecho es un claro indicador de la permisividad social que existe hacia el prostituidor. De ahí la necesidad de mostrar la asociación entre cliente y dominio masculino, pues solo así podrán visibilizarse las relaciones de poder que están en el origen de la prostitución.
Por eso es necesario resignificar el imaginario de la prostitución y poner a los clientes en el lugar que les corresponde. Es necesario señalar que esos varones son algo más que consumidores y la prostitución no es una práctica inocua sino que, como todas las demás, no puede desligarse de las relaciones de poder que estructuran cada sociedad. En sociedades patriarcales en las que los varones tienen una posición dominante difícilmente podría pensarse que la prostitución es una realidad ajena a las relaciones de poder entre los géneros.
En este sentido es necesario retomar la categoría de patriarcado, pues sin la misma perdería sentido la posición ético-normativa que mantenemos sobre la prostitución. Si prescindimos de esta categoría que da nombre a esa compleja estructura social nos quedamos sin las herramientas intelectuales que hacen posible su comprensión. En efecto, la prostitución, como realidad social, solo se hace legible a la luz de esta estructura sistémica que organiza la sociedad asignando recursos y derechos asimétricamente entre hombres y mujeres.
CONSENTIMIENTO Y COACCIÓN EN LAS MUJERES PROSTITUIDAS
Un argumento que aparece recurrentemente en la literatura sobre prostitución y que está muy asentado en el imaginario colectivo es el de la legitimidad de la relación entre la mujer prostituida y el prostituidor, siempre y cuando las mujeres elijan libremente esa actividad. Sin embargo, ¿hasta qué punto las mujeres en situación de prostitución, todas ellas pobres y en algunos países, además, inmigrantes, pueden ser definidas como libres a la hora de elegir la prostitución como forma de vida? Con esta pregunta, queremos señalar que la cuestión del consentimiento es una variable fundamental a la hora de adoptar una posición ética sobre la prostitución.
¿Es un contrato libre, y por ello legítimo, el que establece la mujer prostituida y el cliente? La Modernidad se edificó sobre una nueva relación social, la contractual, y la piedra angular de ese edificio fue el consentimiento. La figura del individuo como sujeto político, la configuración de una nueva clase hegemónica, la burguesía, y la propuesta de un nuevo sistema político, la democracia son los elementos centrales del nuevo mundo. Y es ahí donde precisamente adquiere sentido la categoría de consentimiento. La Modernidad no aceptará la instauración de sistemas políticos ni relaciones sociales que no estén basados en un contrato basado en el consentimiento de sus miembros. No podríamos entender la democracia ni el resto de las relaciones sociales, incluido el matrimonio, fuera del contrato. Ese tipo de relación contractual es históricamente nueva y surge como una conquista frente a las relaciones sociales medievales, basadas en relaciones de adscripción.
A fin de comprender las relaciones sociales que se desarrollan entre el varón prostituidor y la mujer prostituida es necesario hacer una reflexión sobre la naturaleza del contrato y sobre la naturaleza del consentimiento. Rousseau explica que un contrato firmado por dos partes en la que una de ellas está dominada por la necesidad no es un contrato legítimo. Kant también explica que no se puede ser al mismo tiempo cosa y persona, propiedad y propietario. Estos filósofos sugieren que esos contratos podrán ser legales, pero nunca legítimos porque la capacidad de decisión de quien está dominado por la necesidad vicia ese consentimiento. En esa misma línea, en el siglo XIX, Marx lanzaba una mirada crítica a los contratos establecidos entre un burgués y un obrero, entre un empresario y un trabajador, al poner en cuestión los contratos económicos basados en la necesidad absoluta de una de las partes contratantes. Y de esta argumentación se deriva una conclusión que ha estado en el fundamento de todas las teorías críticas de la sociedad: no puede haber libertad de contrato absoluto en sistemas sociales edificados sobre dominaciones. Ya en el siglo XX, Carole Pateman analiza el contrato entre prostituidor y mujer prostituida como carente de legitimidad, pues esa relación se origina en un contrato sexual sobre el que se edifican las sociedades patriarcales
Nos interesa señalar que la ilimitada libertad de contrato forma parte del núcleo ideológico más duro del liberalismo y la crítica a esa libertad absoluta forma parte de las señas de identidad de los pensamientos críticos. La idea que queremos subrayar es que la libertad y el consentimiento de las mujeres que llegan a la prostitución son reducidos, pues están limitados por la pobreza, la falta de recursos culturales, la escasa autonomía y en muchos casos por el abuso sexual en la infancia. Y para que todo ello adquiera sentido hay que señalar que esas realidades están inscritas en el marco de sociedades patriarcales en las que los varones tienen una posición de hegemonía sobre las mujeres.
Los análisis que intentan justificar la prostitución como un contrato legítimo se apoyan en argumentaciones funcionales al neoliberalismo, para cuya ideología los contratos no deben tener límites. Los autores y autoras que defienden la legitimidad de ese contrato fundamentándolo en la voluntad del individuo, se olvidan que libertad y voluntad no coinciden en muchas ocasiones.
Para concluir, la prostitución como práctica social que consagra la explotación sexual sólo puede ser combatida con más libertad y más igualdad para las mujeres que se ven obligadas a ejercerla y todo ello en el marco de los derechos humanos.
 
ROSA COBO.

2 de abril de 2014

Minar ideas misóginas para romper el techo de cristal.


El “techo de cristal” hace referencia a una superficie invisible pero implícita –basada en prejuicios, ideas o normas morales– en la carrera laboral de las mujeres, que es difícil de traspasar y que impide su avance en la política, la educación, la ciencia o la academia.

Aunque es persistente, hay mujeres que históricamente se han esforzado por romper esta barrera; pese a las críticas, obstáculos o limitaciones que han enfrentado algunas de ellas lograron traspasarla y al mismo tiempo dejar huella para que mujeres de otras generaciones no cedan en el intento.

Patricia Galeana, doctora en Estudios Latinoamericanos por la UNAM y directora del Museo de la Mujer, recopila estas luchas, propuestas y avances de las mujeres al traspasar estas barreras en el libro “Rompiendo el techo de cristal. Las mujeres en la ciencia, en la educación y en la independencia financiera”.  

Galeana también hace uso de cifras, estadísticas y comparativos nacionales sobre la desigualdad en el acceso al ámbito educativo, así como a los puestos de representación y toma de decisiones para exponer la realidad, que pese a los avances, las mexicanas continúan padeciendo.

La publicación está compuesta por 16 textos de académicas o investigadoras destacadas, entre las que se encuentran Esther Orozco, ex rectora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México; las investigadoras en Economía Alicia Girón y Eugenia Correa; la física y especialista en mecánica cuántica Ana María Cetto, o la doctora y fundadora del grupo Mujer y Ciencia, Elia Martha Pérez Armendáriz.

Divididos en tres capítulos, los textos hacen un recorrido por las conceptualizaciones históricas del papel de las mujeres en la sociedad o la educación; las historias de éxito de investigadoras y de políticas que quedaron invisibles ante la historia oficial, y las propuestas para romper los prejuicios que fortalecen el techo de cristal.

Resultado de la serie de coloquios que la Federación Internacional de Mujeres Universitarias (IFUW, por sus siglas en inglés) organizó a través de sus federaciones y asociaciones nacionales, para analizar las causas del techo de cristal en los respectivos países y buscar soluciones, el libro busca romper con ideas discriminatorias o misóginas como que las mujeres no logran avanzar en su carrera universitaria por una supuesta autoimposición, o porque “optan por trabajar menos horas que los hombres para poder pasar más tiempo con su familia”.

En la primera parte “Educación para el empoderamiento de las mujeres” se encuentran textos como el de María Elena Tovar González, ex rectora de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, que hace un repaso histórico por el ingreso de las mujeres en la educación, y plantea que invertir en la materia es una forma de acabar con la pobreza en México.

En ese apartado, Candita Victoria Gil Jiménez, ex rectora de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, sostiene que al hablar del techo de cristal también “hablamos de siglos de esfuerzo para tener derecho a aprender y a enseñar, para ser licenciadas, maestras, doctoras, especialistas, funcionarias y rectoras, para ser reconocidas social y profesionalmente por nuestro esfuerzo, saberes y desempeño”.

En la segunda parte (“Las mujeres en la ciencia”) está la voz de Luz Fernanda Azuela, doctora en Geografía y docente de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, quien destaca que siempre ha existido una presencia constante de las mujeres en actividades científicas “como sanadoras, enfermeras, curanderas y parteras, pero los hombres se apropiaron del quehacer femenino ancestral” y menospreciaron estos esfuerzos.

También está la voz de Elina Elfi Coral Castilla, rectora de la Universidad de Quintana Roo, que recuerda que la educación es un derecho humano elemental y “el mejor instrumento para la equidad, no sólo de género, sino también socioeconómica”, y no obstante en las esferas técnicas y profesionales persisten estereotipos de género.

Finalmente, en la tercera parte “Autofinanciamiento para la independencia económica de las mujeres” se exponen temas como el feminismo, la crisis económica y su impacto en las mujeres, las pensiones de viudez en la nueva Ley del ISSSTE,  así como las satisfacciones laborales de las empresarias tamaulipecas en el sector rural.

Por ejemplo, en su trabajo la investigadora Eugenia Correa expone que la fuerza más importante que sostiene el techo de cristal es la condición de marginación y pobreza tan generalizada que impide que un buen número de mujeres “obtengan condiciones para desarrollar todas sus capacidades” y avancen hacia una vida plena y libre”.

Por: Anaiz Zamora Márquez
http://www.cimacnoticias.com.mx/node/66057