16 de octubre de 2018

El futuro es solo con nosotras: advertencia de mujeres rurales.


Este es un artículo de opinión de Claudia Brito, oficial de Género de la oficina regional para América Latina y el Caribe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Este artículo forma parte de la iniciativa 15 días por la autonomía plena de las mujeres rurales, con motivo del Día Internacional de las Mujeres Rurales, el 15 de octubre.
En las últimas semanas se ha hablado mucho acerca del futuro. El año 2030 ha sido señalado por las Naciones Unidas como el decisivo, cuando los efectos del cambio climático se vuelvan catastróficos e irreversibles, si es que nuestros sistemas de producción y consumo se mantienen tal como hoy.

Ese mismo año ya había sido establecido por los países del mundo como la fecha límite para resolver todas las desigualdades y desafíos de nuestro modelo de desarrollo actual.

Es decir, nos quedan menos de 12 años para lograr que todas las personas lleven una vida digna, sin hambre ni pobreza; para que nuestros sistemas productivos sean más responsables y hagan frente al cambio climático; para que las 8.600 millones de personas que seremos para entonces, vivamos en un entorno seguro, con paz y justicia.

Pensando el futuro de esa manera, el año 2030 no parece tan distante, sino abrumadoramente cercano. Tanto que nos hace preguntarnos si nuestros gobiernos, nuestras instituciones y nuestras capacidades técnicas y humanas serán suficientes para cumplir con las 169 metas de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, entre las cuales 132 son relevantes para el medio rural.
Son cientos de prioridades y mecanismos estratégicos. Millones de vidas en juego. Solo grandes cambios de comportamiento y transformaciones en las políticas pueden dar respuesta al desafío que hemos asumido como habitantes de este planeta.

La inminencia del año 2030 también debería hacer que nos preguntemos si de verdad estamos incluyendo a todas las personas en esta apuesta de la humanidad por el futuro.

Se habla mucho sobre la responsabilidad compartida entre los países ricos, pobres, grandes y pequeños, entre el mundo rural y el urbano, entre mujeres y hombres. Pero las desigualdades aún forman parte de la vida de más de 600 millones de personas latinoamericanas y caribeñas, entre ellas las mujeres y los pueblos indígenas.

¿Cómo podemos pedir a las agricultoras y agricultores familiares que implementen mejores prácticas agrícolas si los mercados y el sistema económico los sigue dejado atrás?

¿Cómo le decimos a una mujer rural que debe aumentar su productividad para abastecer la creciente demanda de las ciudades por alimentos, si la brecha de género ni si quiera le permite a ella producir en igualdad de condiciones que los hombres?

Y es que el soñar con un mejor futuro para el mundo, plantea la necesidad urgente de que el mundo mejore para millones de personas que permanecen marginadas tras siglos de discriminación, violencia e invisibilización.

Es por eso que este año, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, en conjunto con ONU Mujeres, los mecanismos de integración de Centroamérica y Sudamérica, y las instituciones de desarrollo rural de Brasil y Uruguay, nos hemos unido para difundir un mensaje fuerte y claro:

“No lograremos el desarrollo sostenible si antes no eliminamos las desigualdades entre hombres y mujeres en los territorios rurales de América Latina y el Caribe”.

Si bien en las últimas décadas nuestra región ha tenido enormes avances en el empoderamiento de las mujeres, todavía quedan grandes desafíos para que puedan reconquistar el control sobre sus vidas, sus planes y sus sueños.

Porque cuando las mujeres se empoderan y ejercen sus derechos, también recuperan su voz para hablar del futuro. Si imagináramos qué diría esa voz sobre el 2030, nuestro año decisivo, seguramente el mensaje sería: El futuro es con nosotras y nada sobre nosotras podrá seguir siendo sin nosotras.

Sin duda, se trata de una deuda histórica que necesitamos saldar cuanto antes, si realmente creemos en que tenemos una responsabilidad compartida para que la vida continúe en el planeta y la dignidad de todas las personas prevalezca.

Por eso, ahora es el momento de equilibrar la balanza de las oportunidades en su favor, porque el momento también fue ayer. Y hace siglos.

Esta columna forma parte de la campaña #MujeresRurales, mujeres con derechos, una iniciativa conjunta de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), ONU Mujeres, el Consejo Agropecuario Centroamericano del Sistema de la Integración Centro Americana (CAC/SICA), la Reunión Especializada sobre Agricultura Familiar del Mercosur (REAF Mercosur), la Secretaría Especial de Agricultura Familiar y Desarrollo Agrario de Brasil (SEAD), y la Dirección General de Desarrollo Rural de Uruguay (DGDR/MGAP).

http://www.ipsnoticias.net/2018/10/futuro-solo-nosotras-advertencia-mujeres-rurales/

12 de octubre de 2018

Reconocimiento y políticas piden mujeres rurales latinoamericanas



 Las mujeres rurales de América Latina son determinantes en metas como un desarrollo sostenible en el campo, la seguridad alimentaria y la reducción del hambre en la región. Pero se mantienen entre invisibles y vulnerables y requieren reconocimiento y políticas públicas para salir de la situación de abandono.

Suman alrededor de 65 millones y configuran una amplia diversidad por sus orígenes étnicos, los territorios que ocupan, y por las actividades y roles que desempeñan, los que sin embargo carecen de valoración por parte de los Estados, en una deuda que  resalta cuando se celebra el Día Internacional de las Mujeres Rurales, el 15 de octubre.

“Ellas cumplen roles claves, producen y trabajan mucho más que los hombres. En las huertas, en las cosechas, en las siembras, hacen los cultivos, ven los animales, después cargan desproporcionadamente con el trabajo de la casa, de los niños, etcétera, pero no ven un peso”: Julio Berdegué.
“El Estado, sea gobernante local o nacional, nos tiene abandonadas, en su cabeza está sembrar fierro y cemento, no entienden que vivimos de la agricultura y que somos las mujeres las más afectadas porque nos encargamos de la alimentación y de la salud de nuestras familias”, manifestó a IPS la aymara Yolanda Flores.

Perteneciente a Iniciati, una aldea de unas 400 familias indígenas y campesinas en el sureño y andino departamento peruano de Puno, situada a más de 3.800 metros sobre el nivel del mar, Flores se dedica desde siempre a “hacer la chacra”.

Eso significa cultivar en su parcela, heredada de sus padres, papa, habas y granos como quinua y cebada que lava, muele con batán (utensilio de piedra de uso ancestral) y coloca como alimento cotidiano en su hogar. El remanente lo comercializa en forma comunitaria.

“Cuando hacemos la chacra hablamos con nuestros productos, a cada papa abrazamos, le decimos qué ha pasado, por qué te has flojeado, por qué este gusano te ha entrado. Y cuando está grande le felicitamos, uno por uno, así nuestro alimento tiene mucha energía cuando comemos. Pero no entienden esa forma de vida de nosotros y se olvidan de la pequeña agricultura”, dijo.

Así como Flores, los millones de mujeres rurales de América Latina enfrentan la falta de reconocimiento a su trabajo productivo, así como el que realizan para mantener el hogar, atender a la familia, criar a los hijos o cuidar a las personas enfermas y ancianas.

Por esta situación, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) urge incentivar en la región compromisos de los Estados para revertir las históricas desventajas que enfrentan e impiden su acceso a los recursos productivos, el disfrute de sus beneficios y el logro de su autonomía económica.

“Dependiendo del país, entre dos tercios y 85 por ciento de las horas que trabajan las mujeres rurales, es trabajo no remunerado”, aseguró a IPS el representante regional de la FAO para América Latina y el Caribe, Julio Berdegué.
El también subdirector general del organismo deploró que no reciban pago por el duro trabajo que desempeñan en la agricultura y que se incrementa cuando son jefas de familias, de sus unidades productivas o durante la temporada de cultivo.

Políticas públicas contra discriminación

María Elena Rojas, a cargo de la representación de FAO en Perú, indicó a IPS que si las mujeres rurales en los países latinoamericanos accedieran a la tenencia de la tierra, servicios financieros y asistencia técnica al igual que los hombres, incrementarían el rendimiento de sus parcelas entre 20 y 30 por ciento, y la producción agrícola mejoraría entre 2,5 y cuatro por ciento.

Ese incremento contribuiría a disminuir el hambre entre 12 y 15 por ciento.
“Eso demuestra el rol y aporte de la mujer rural y la necesidad de tener políticas públicas asertivas para lograrlo y que tengan oportunidades para ejercer sus derechos. Ninguna debe quedarse sin estudiar, sin alimentación sana y salud de calidad. Son derechos y no algo imposible”, expresó.
“Ellas cumplen roles claves, producen y trabajan mucho más que los hombres. En las huertas, en las cosechas, en las siembras, hacen los cultivos, ven los animales, después cargan desproporcionadamente con el trabajo de la casa, de los niños, etcétera, pero no ven un peso”, remarcó desde Santiago de Chile, sede regional de la FAO.

“Decimos: queremos que las mujeres se queden en el campo.  ¡Por Dios!, ¿por qué se quedarían?, trabajan para el padre, después trabajan para el marido o el compañero.  ¡No se vale, no se vale!”, exclamó Berdegué, para luego incidir en la necesidad de desterrar la justificación del trabajo no remunerado de las mujeres rurales, pues impide el logro de su autonomía económica.

Explicó que no tener ingresos propios, o que los generados con el fruto de su trabajo sean luego manejados por los varones, las coloca con menos poder en sus familias, en la comunidad, en el mercado y en la sociedad.

“Imagínense que fuera al revés, que a nosotros, alos hombres, nos dijeran: ustedes trabajan, pero no van a recibir ni un peso. Ya hubiéramos hecho la revolución.  Pero nos hemos acostumbrado que para la mujer rural eso está bien porque es el hogar, es la familia”, planteó Berdegué.

El representante regional hizo un llamado a los países a tomar conciencia de esa realidad y a afinar políticas para corregir esa situación de discriminación.

Una carga global de trabajo mayor que la de los hombres, la inseguridad económica, el reducido acceso a recursos como tierra, agua, semillas, créditos, capacitación y asistencia técnica son algunos de los problemas comunes que enfrentan las mujeres rurales de América Latina ya sean agricultoras, recolectoras o asalariadas según el  Atlas de las Mujeres Rurales ALC, publicado en 2017 por la FAO.

Aun en esas circunstancias, ellas son protagonistas de cambio como ocurre con el impulso de la organización sindical de mujeres rurales en los sectores de agroexportación.
Con la mayor venta de productos no tradicionales a los mercados internacionales como flores, frutas y hortalizas, las mujeres han engrosado este sector, indica otro estudio regional, aunque muchas veces en condiciones de precariedad y con normas que no aseguran el trabajo decente.

Sindicalización contra explotación

Existen , sin embargo, experiencias de sindicalización para que las mujeres no sean explotadas, como la que protagoniza la afrodescendiente colombiana Adela Torres.

Desde la infancia y siguiendo la tradición familiar, ella trabajó en una finca bananera en el municipio de Apartadó, en Urabá, una región productora de banano para la exportación ubicada en el caribeño departamento de Antioquia.

Ahora, con 54 años, dos hijas y dos nietas, Torres es la secretaria general del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria Agropecuaria (Sintraingro) que agrupa 268 fincas, desde donde promueve la inserción de mujeres rurales, en un sector de rostro masculino.

Considera que la participación de las mujeres en la producción del banano debe ser equitativa y que su desempeño merece el mismo reconocimiento.

“Hemos conseguido que cada finca contrate a por lo menos dos mujeres más y entre los logros ya obtenidos están su contrato laboral, igualdad salarial, seguridad social e incentivos para educación y vivienda”, explicó.

A su juicio, las mujeres rurales pasan muchas dificultades, muchas no terminan la escolaridad básica,  son madres demasiado temprano y jefas de hogar, no tienen formación técnica y no cuentan con apoyo del Estado.

Pero pese a ese contexto, Con su trabajo ellas ganan seguridad para sacar adelante a sus hijos y superarse ellas mismas y contribuir a la seguridad alimentaria.

Dar el salto a los espacios de visibilidad, es también un desafío que Flores ha asumido en las alturas altoandinas de Puno para que sus propuestas y necesidades se escuchen.

“Tenemos que ganar espacios de decisión y entrar como autoridades, esa es la lucha ahora, hablar por nosotras mismas. Yo estoy decidida y estoy animando a otras mujeres para hacer ese camino”, dijo.

Ante la indiferencia de los Estados, más acción y más presencia es la filosofía de Flores, tal como le enseñó su abuela, que le repetía: “No seas floja y siempre trabaja”. “Ese es el mensaje y lo llevo en mi mente, pero quisiera hacerlo con más apoyo y más derechos”.


http://www.ipsnoticias.net/2018/10/reconocimiento-politicas-piden-mujeres-rurales-latinoamericanas/