20 de junio de 2016

Mujeres en empleo informal.



No todos los trabajadores en la economía informal son pobres y no todos los trabajadores pobres participan en la economía informal. Algunos operadores en la economía informal –especialmente aquellos que contratan a otras personas– no son pobres, mientras que algunos trabajadores asalariados formales son pobres. Pero el trabajar en la economía informal y el ser pobre coinciden de manera significativa. Esta sección detalla lo que se sabe de la relación entre el trabajar en la economía informal y el ser pobre. Para ello se resumen los hallazgos de varios estudios recientes en los que se utilizaron diferentes métodos de medición: los ingresos promedio de los varios tipos de empleo formal e informal; los ingresos y/o gastos de los hogares; y los riesgos de los trabajadores informales de estar en un hogar pobre.

Fuentes de datos

Establecer el vínculo entre la informalidad y la pobreza significa evaluar los costos y beneficios asociados a los diferentes segmentos del empleo informal según la ubicación de los trabajadores pobres, tanto mujeres como hombres, dentro de estos segmentos. Los datos estadísticos sobre los costos y beneficios asociados son limitados, por lo cual es muy difícil analizar estos vínculos estadísticamente. No obstante, varios conjuntos de análisis de datos a nivel nacional han considerado el ingreso promedio y/o el riesgo de pobreza de los diferentes segmentos de la fuerza laboral tanto formal como informal.
El primero set es el análisis de los datos nacionales de cinco países –Egipto, El Salvador, India, Rusia y Sudáfrica– comisionado por el Economic Policy Institute-Global Policy Network (EPI-GPN) para un proyecto comparativo de desarrollo de la fuerza laboral financiado por la Fundación Ford.
Un segundo set es el análisis de los datos nacionales de cinco países –Costa Rica, Egipto, El Salvador, Ghana y Sudáfrica– comisionado por la red de WIEGO para la edición 2005 de El Progreso de las Mujeres en el Mundo, la publicación principal de UNIFEM. Si bien estos dos sets de casos coinciden en Egipto, El Salvador y Sudáfrica, existen también importantes diferencias en sus objetivos. El set de estudios de caso de EPI-GPN fue diseñado para analizar las tendencias generales en el desempleo, en el empleo formal e informal y, donde fuera posible, en los ingresos. El set de estudios de caso de UNIFEM fue diseñado para realizar un análisis profundo de los nexos entre la situación en el empleo (formal e informal), los ingresos y la pobreza del hogar en un momento determinado. En los tres países que están incluidos en ambos sets de análisis –Egipto, El Salvador y Sudáfrica– las fuentes de datos y los años eran más o menos comparables.
Un tercer análisis relevante es una recopilación de datos de 14 países por Jacques Charmes.
Un cuarto set consiste en un conjunto de análisis de datos nacionales para la India urbana y Túnez.
Los ingresos promedio

Los vínculos entre empleo, género y pobreza se pueden ver al comparar a) los ingresos promedio en el empleo formal e informal y b) los ingresos promedio de diferentes categorías de empleo informal.

Los ingresos promedio en el empleo formal e informal

Una primera comparación es el contraste entre los salarios o ingresos promedio en el empleo formal e informal, considerados en su conjunto. En tres de los cinco países del conjunto de estudios de EPI-GPN los analistas pudieron comparar datos sobre los salarios o ingresos promedio. Los resultados confirman que los salarios o ingresos eran, en promedio, más altos en el empleo formal que en el informal.

Egipto: Los salarios reales promedio de la fuerza laboral formal e informal, en ambos sexos, fueron medidos en dos momentos (1988 y 1998). Los resultados indican una gran diferencia entre los salarios reales formales e informales en ambos años y para ambos sexos, pero para 1998 la diferencia era menor debido a un descenso más rápido de los salarios reales formales que los salarios reales informales. Sin embargo, entre estos dos puntos de referencia en el tiempo los salarios informales de las mujeres disminuyeron más rápidamente que los salarios formales de las mujeres (El Mahdi y Amer 2004).
El Salvador: Se compararon los ingresos del empleo formal e informal en relación con el salario mínimo en 2002. Un porcentaje relativamente pequeño (14%) de la fuerza laboral formal gana menos del salario mínimo. Dentro de la fuerza laboral informal un porcentaje más alto de trabajadores rurales (77%) que de trabajadores urbanos (49%) gana menos del salario mínimo (Lara 2004). Cabe señalar que el salario mínimo está fijado en un nivel que no cubriría los costos de los “bienes básicos”.
Sudáfrica: Se compararon los ingresos de los trabajadores del sector formal e informal para 2001. Mientras la mayoría de los trabajadores formales gana más de 1000 rands al mes, la mayoría de los trabajadores en la economía informal gana menos de 1000 rands. El nivel de ingreso mínimo que se estima necesario para una familia de cinco personas se fija en 1777 rands al mes (NALEDI 2003).
En los cinco estudios de caso de UNIFEM-WIEGO los ingresos promedio en la mayoría de las formas de empleo informal, particularmente en la agricultura, están muy por debajo de los ingresos para el empleo formal. En Costa Rica y El Salvador, sin embargo, los ingresos promedio para empleadores informales son iguales o más altos que los ingresos en el empleo formal; y en Ghana y Sudáfrica los ingresos promedio de los trabajadores asalariados públicos informales son más altos que aquellos del empleo formal en el sector privado. En general, el empleo asalariado en el sector público, tanto formal como informal, presenta ingresos promedio más altos que el empleo asalariado en el sector privado. Lea el capítulo 3 de Chen et al. 2005: El Progreso de las Mujeres en el Mundo 2005.

Ingresos comparados en el empleo informal

Una segunda comparación es la diferencia en ingresos promedio en el empleo informal. Como se señaló más adelante, la economía informal es diversa y segmentada. Los diferentes segmentos están asociados con ingresos potenciales diferentes que quedarían ocultos por el promedio para la economía informal en conjunto. Por ejemplo, un análisis de datos de 1997 sobre el empleo en el sector informal (empresas pequeñas sin registrar) en Túnez reveló que los empleadores que contrataban a otras personas –los microempresarios– no eran pobres. De hecho, se encontró que los ingresos promedio de los microempresarios eran cuatro veces más altos que el salario mínimo legal y 2,2 veces mayores que el salario promedio en el sector formal.

Aunque los microempresarios quizás tengan ingresos relativamente altos en Túnez –y en otros lugares– a la mayor parte de los trabajadores en el empleo informal no le va tan bien. Por ejemplo, los microempresarios en Túnez pagaron a sus empleados en promedio más o menos el salario mínimo legal de 200 dinares al mes. El estudio tunecino también incluyó información sobre los ingresos en trabajos fuera de empresas informales, particularmente para los trabajadores a domicilio. Los trabajadores a domicilio, quienes son remunerados a destajo, ganaron un promedio de 60 dinares al mes que es solamente el 30% del salario mínimo (Charmes y Lakehal 2003).

Los datos nacionales de 14 países recopilados por Jacques Charmes muestran las disparidades en los ingresos en el empleo informal (Charmes s.f., tabla, presentada en Chen y Vanek 2004). En cada caso salvo en Kenia, los ingresos promedio mensuales de los microempresarios son más altos que los salarios promedio mensuales de los empleados de microempresas. En general, los salarios de los empleados tienden a aproximarse al salario mínimo, el cual en sí mismo es menos que el mínimo necesario para sobrevivir.
Otra comparación importante es entre los ingresos promedio de los microempresarios y los operadores por cuenta propia. De los 14 países estudiados por Charmes, solamente dos –Colombia y la India– aportan datos separados sobre los ingresos de los empleadores y los operadores por cuenta propia. En la India, el múltiplo más bajo de los ingresos promedio mensuales en comparación con el salario mínimo (1,34) era el de los operadores por cuenta propia. En notable contraste, los ingresos promedio mensuales de los empleadores en la India era 5,4 veces mayor que el salario mínimo legal. Un contraste similar se encontró en la Colombia urbana donde los empleadores ganan 4,2 veces el salario mínimo legal y los operadores por cuenta propia ganan solamente 1,6 veces el salario mínimo. De hecho, en la Colombia urbana los empleados de las microempresas ganan casi tanto como los operadores por cuenta propia: 1,5 veces el salario mínimo legal. En suma, tanto en Colombia como en la India los microempresarios y/o los empleadores informales ganan ingresos promedio mensuales más altos que los operadores por cuenta propia, y los operadores por cuenta propia tienen ingresos promedio ligeramente más altos que los empleados de las empresas informales (Charmes s.f., tabla, presentada en Chen y Vanek 2004).
El conjunto de análisis de datos de UNIFEM-WIEGO reveló una jerarquía de los ingresos promedio entre los diferentes segmentos de la economía informal. Para empezar, los ingresos promedio en el empleo agrícola informal son menores que los ingresos promedio en el empleo no agrícola informal. En el empleo no agrícola informal los empleadores informales tienen los ingresos promedio más altos en los cinco países, seguidos por sus empleados1 y otros trabajadores asalariados informales regulares (en comparación con los trabajadores ocasionales), y luego los trabajadores por cuenta propia, y finalmente los trabajadores asalariados ocasionales y las trabajadoras del hogar (Charmes s.f., tabla, presentada en Chen y Vanek 2004; Chen et al. 2005). En este conjunto de estudios de caso no se distinguieron a los trabajadores tercerizados quienes, como se señaló más arriba, tienden a tener los ingresos promedio más bajos. Estos estudios no proporcionaron tampoco evidencia sistemática sobre dónde están situados los empleados de las empresas informales en la jerarquía.
En la mayoría de estos estudios de caso no se dispone de datos separados sobre los empleados de empresas informales o los empleados informales en un sentido más general. En Egipto, se puede disponer de este tipo de datos a partir de una encuesta de empresas, pero no es posible relacionarlos con el análisis más amplio de la fuerza laboral. En Sudáfrica, este tipo de datos estaba disponible en la encuesta de la fuerza laboral. Los empleados asalariados en empresas informales (registradas) ganan un poco menos que los trabajadores por cuenta propia, mientras los empleados informales en empresas registradas ganan más que los trabajadores por cuenta propia. Por ello, en Sudáfrica los empleados informales en empresas no registradas estarían considerados más estrechamente relacionados con los “trabajadores asalariados ocasionales” que con los “trabajadores asalariados regulares” (Casale et al. 2005, citado en Chen et al. 2005).

En los cinco países del set de análisis de UNIFEM-WIEGO los ingresos por hora de las mujeres en el empleo informal son inferiores a los de los hombres con una situación en el empleo idéntica. La brecha de género en materia de ingresos es particularmente marcada entre los trabajadores por cuenta propia, tanto agrícolas como no agrícolas. Esta brecha de género en materia de ingresos se agrava por la segmentación por género en el empleo informal, ya que es más probable que las mujeres sean trabajadoras por cuenta propia que trabajadoras asalariadas regulares. Para obtener más detalles lea el capítulo 3 de El Progreso de las Mujeres en el Mundo 2005.

Pobreza

Pobreza del hogar

Dos encuestas sobre la fuerza laboral –el Estudio de la fuerza laboral de 2002 en Sudáfrica y el Estudio nacional por muestreo de 1999-2000 sobre empleo y desempleo en la India– proporcionan datos únicos que empiezan a contestar preguntas sobre la relación entre el empleo y la pobreza. Ambos estudios recopilaron datos sobre los gastos de los hogares, así como datos sobre el empleo, incluyendo el empleo informal; ambos estudios trataron de vincular estas variables de una manera coherente al clasificar los hogares según las fuentes de ingresos y las categorías de gastos. Los análisis de estos sets de datos revelaron una coincidencia entre el depender de un empleo informal y el ser pobre a nivel de hogar2.

Sudáfrica fue uno de los tres países que se examinaron en ambos conjuntos de estudios de caso de EPI-GPN y UNIFEM-WIEGO. El estudio de EPI-GPN analizó la relación entre las categorías de los gastos mensuales de los hogares y las fuentes de ingreso de empleo en los hogares; es decir, si un hogar tenía una o más personas con un empleo permanente, con un empleo informal, con un trabajo doméstico, o sin empleo (NALEDI 2003). Cuanto más alta la categoría de los gastos mensuales, mayor el porcentaje de los hogares con personas con empleos permanentes. Si se mueve hacia abajo en las categorías de gastos, el porcentaje de los hogares con personas con empleos informales (incluyendo los servicios domésticos) aumenta. No sorprende que la categoría de gastos más baja tiene el porcentaje más alto de hogares con una o varias personas desempleadas (utilizando una definición amplia de desempleo). Se debe señalar que la tasa de desempleo es muy alta en Sudáfrica (ibídem).

El análisis de Sudáfrica en el conjunto de estudios de caso de UNIFEM-WIEGO analizó la relación entre las categorías de ingresos del hogar y si la mayoría de los ingresos de empleo de los hogares viene de fuentes formales o informales, así como el número de personas con ingresos, el sexo del jefe de familia, y el sexo de la persona que aporta el ingreso principal (citado en Chen et al. 2005). En los hogares que dependen principalmente de ingresos del empleo informal, las tasas de pobreza son significativamente mayores que en los hogares que obtienen la mayor parte de sus ingresos del empleo formal. Los hogares cuyo jefe de familia es una mujer presentan tasas de pobreza significativamente más altas que los hogares en donde es un hombre. Asimismo, los hogares en los que la persona que aporta el ingreso principal es una mujer tienen tasas de pobreza significativamente más altas que los hogares en los que dicha persona es un hombre. Sin embargo, estas diferencias de género son mucho menos marcadas si los hogares tienen acceso al empleo formal (ibídem).

Un análisis de los datos de 1999-2000 de la India estudió las tasas de pobreza entre los hogares urbanos de la India que se mantienen con ingresos del empleo informal de acuerdo a sectores industriales amplios y tipos de empleo (Sastry 2004)3. En contraste marcado con Sudáfrica, el desempleo en la India no es alto, y la gran mayoría de los trabajadores –el 92%– tiene empleos informales (utilizando la definición más amplia de empleo informal). Los hogares que dependen de un empleo asalariado informal “regular” (en oposición al empleo ocasional) tienen tasas de pobreza más bajas en comparación con los hogares que dependen de autoempleo, y es muy probable que los hogares que dependen de trabajos ocasionales como su principal fuente de ingresos sean los más pobres. Esta jerarquía del riesgo de pobreza –donde el riesgo para los hogares se ordena de manera ascendente si dependen de empleos asalariados informales “regulares”, del autoempleo, o de empleo asalariado ocasional– es fuerte en todos los sectores industriales en la India urbana.

Otro estudio en la India que también usó datos del Estudio de muestreo nacional, pero de dos estudios previos (1987-88 y 1993-94), encontró una relación similar entre la pobreza y la naturaleza del empleo. Dubey et al. (2001) analizaron la probabilidad de los hogares urbanos de ser pobres según su fuente principal de ingresos –clasificada como salario regular, autoempleo y trabajo asalariado ocasional– y según el tamaño de la ciudad en la que viven. Su análisis muestra que para las ciudades de todos los tamaños, y en ambos momentos, los hogares con empleados asalariados regulares (tanto formales como informales) tienen la probabilidad más baja de ser pobres, mientras que aquellos que dependen de trabajo a jornal ocasional tienen la probabilidad más alta, y los hogares que dependen del autoempleo quedan más o menos en un punto promedio4. Todos los grupos de empleados tuvieron un desempeño mejor en las ciudades más grandes. Entre las dos rondas del estudio la probabilidad de ser pobre disminuyó para todos los grupos.

Pobreza individual

La pobreza se mide normalmente a nivel del hogar, no del individuo. Para los estudios de caso de la publicación de UNIFEM de 2005, WIEGO utilizó una técnica innovadora para medir los riesgos de pobreza entre personas empleadas. Según esta técnica, el “riesgo de pobreza” asociado con diferentes situaciones en el empleo se define como el porcentaje de todas las personas empleadas en un estatus dado que viven en hogares cuyos ingresos los sitúa debajo de la línea de pobreza nacional. Esta técnica conecta los tipos de empleo, medidos a nivel individual, con el riesgo de pobreza, medido a nivel de hogar. Como tal, solamente es factible en países donde los datos sobre el empleo y los ingresos de los hogares están vinculados. La jerarquía del riesgo de pobreza definida de esta manera es inversa a la jerarquía de los ingresos detallados arriba: los trabajadores agrícolas informales corren el mayor riesgo de pobreza y, entre los empleados informales no agrícolas, los empleadores informales corren el menor riesgo de pobreza, seguidos por sus empleados y otros trabajadores asalariados informales “regulares”; los trabajadores por cuenta propia corren un riesgo de pobreza más alto; mientras los trabajadores asalariados ocasionales y los trabajadores del hogar corren el riesgo más alto (Chen et al. 2005). Como en los estudios de caso de UNIFEM-WIEGO no fue posible distinguir a los trabajadores tercerizados, no se pudo medir su riesgo de pobreza.
En los cinco estudios de caso de UNIFEM-WIEGO existe una brecha de género global en el riesgo de pobreza dentro de la economía informal, ya que las mujeres se concentran en las formas de empleo con tasas altas de pobreza. Sin embargo, no surgió ningún patrón sistemático en los estudios de caso nacionales en cuanto a las diferencias entre las tasas de pobreza de los hombres y las mujeres en una situación de empleo particular. Una posible explicación es que los hogares en los que las mujeres se dedican a trabajos remunerados tienen tasas de pobreza más bajas en comparación con los hogares en los que las mujeres no destinan tiempo a actividades que generen ingresos. Si este fuera el caso, se puede determinar el estatus de pobreza de un hogar por el acceso de las mujeres al empleo remunerado, sin importar cuán bajos sean sus ingresos.

Jerarquías de ingresos y del riesgo de pobreza

La evidencia estadística de estos diferentes conjuntos de análisis de datos nacionales indican una jerarquía de ingresos y de riesgo de pobreza en todos los diferentes segmentos de la fuerza laboral. Mientras los ingresos promedio son más altos en el empleo formal que en el informal, existe también una jerarquía de ingresos en la economía informal. Los empleadores tienen los ingresos promedio más altos, seguidos por sus empleados y otros empleados informales “regulares”; luego están los trabajadores por cuenta propia, seguidos por los trabajadores asalariados ocasionales y los trabajadores del hogar, y por último los trabajadores tercerizados. Dentro de esta jerarquía, las mujeres están representadas de manera desproporcionada en los segmentos de la fuerza laboral informal con ingresos bajos. El hecho de que las mujeres tiendan a estar poco representadas entre los empleadores informales y los trabajadores asalariados informales “regulares”, y sobrerrepresentadas entre los trabajadores tercerizados lleva a una brecha de género en los ingresos promedio, así como en el riesgo de pobreza dentro de la economía informal. Los ingresos promedio son menores y el riesgo de pobreza es mayor entre todas las trabajadoras en la economía informal en comparación con todos los trabajadores en la economía informal.

La jerarquía del riesgo de pobreza entre los hogares depende de si los hogares tienen alguna fuente formal de ingresos procedentes del trabajo o solamente fuentes informales, y también del tipo de empleo que representa la principal fuente de ingresos del trabajo. Los hogares que dependen principalmente de fuentes informales de ingresos de empleo enfrentan un riesgo de pobreza más alto que aquellos que dependen de fuentes formales. Y los hogares que dependen de las formas más precarias de empleo informal como su fuente principal de ingresos tienen probablemente un riesgo de pobreza sustancialmente mayor que aquellos que tienen acceso a un empleo más estable y de mejor calidad.

Conclusión

Como el análisis de la evidencia disponible sugiere, la fuerza laboral en la mayoría de los países en desarrollo está altamente segmentada tanto entre, como dentro del, empleo formal e informal, y existe una jerarquía notablemente similar de ingresos promedio y riesgo de pobreza en todos estos segmentos en todos los países estudiados. Dentro de la fuerza laboral informal, los empleadores informales normalmente tienen los ingresos promedio más altos, seguidos por sus empleados y otros trabajadores asalariados informales “regulares”, luego los trabajadores por cuenta propia, seguidos por los trabajadores asalariados ocasionales y las trabajadoras del hogar, y por último los trabajadores tercerizados con los ingresos más bajos de todos. Una jerarquía inversa del riesgo de pobreza en la economía informal muestra lo siguiente: los empleadores informales tienen el riesgo de pobreza más bajo, seguidos por sus empleados y otros trabajadores asalariados informales “regulares”; los trabajadores por cuenta propia tienen un riesgo de pobreza más alto, mientras los trabajadores asalariados ocasionales y los trabajadores del hogar tienen el riesgo de pobreza más alto. El hecho de que las mujeres tiendan a estar subrepresentadas entre los empleadores informales y los trabajadores asalariados informales “regulares” y sobrerrepresentadas entre los trabajadores tercerizados lleva a una brecha de género en los ingresos promedio y el riesgo de pobreza dentro de la economía informal: los ingresos promedio son menores y el riesgo de pobreza es mayor para todas las trabajadoras en la economía informal en comparación con todos los trabajadores dentro de la economía informal.

Cabe señalar que los hallazgos resumidos anteriormente confirman los hallazgos de dos análisis que se realizaron en 1998 sobre los vínculos entre informalidad, pobreza y género como informes preparatorios para el Informe sobre el Desarrollo Mundial de 2001 del Banco Mundial: un análisis de los datos disponibles por Jacques Charmes y un análisis de la bibliografía disponible por S. V. Sethuraman.

También se debe señalar que la pobreza y otros resultados del trabajo no son solamente una función del nivel de ingresos, sino también del periodo en el cual se mantienen los ingresos, y de los arreglos mediante los cuales se logran, incluyendo los costos y beneficios relacionados. Tres dimensiones del trabajo contribuyen a determinar los resultados sociales del trabajo: el lugar del trabajo, el sistema de producción y la situación en el empleo. Cada lugar de trabajo está asociado con riesgos específicos y, por lo tanto, con diferentes grados de seguridad o inseguridad. Los microempresarios y trabajadores asalariados tienden a perder su conocimiento del mercado y su poder de negociación al moverse de sistemas tradicionales de producción a sistemas industriales y mundiales. Y cada situación en el empleo está asociada con diferentes grados de autonomía y riesgo para aquellos que trabajan en ella. Para obtener más detalles lea el capítulo 4 de El Progreso de las Mujeres en el Mundo 2005.

Si bien el empleo informal puede ofrecer oportunidades y beneficios tales como horas de trabajo flexibles y lugares de trabajo convenientes, los costos son a menudo bastante altos. Algunos de ellos son gastos directos pagados “de su propio bolsillo” que son necesarios para gestionar un negocio informal o para trabajar de manera informal; otros costos son indirectos y reflejan las condiciones más generales bajo las cuales los trabajadores pobres viven y trabajan. A largo plazo, algunos de ellos pueden ser bastante altos, como por ejemplo cuando los trabajadores tienen que sacrificar el acceso a la salud, a una pensión de jubilación y a la educación (o capacitación) para ellos mismos o miembros de su familia. También hay costos psicológicos y emocionales –en términos de la autoestima y dignidad de un trabajador– asociados con muchas formas de empleo informal. Lea el capítulo 4 de Chen et al. 2005, El Progreso de las Mujeres en el Mundo 2005 para una tipología de los costos de trabajar informalmente y ejemplos que ilustran la tipología.

En conclusión, la cantidad y calidad del empleo disponible para las mujeres, los hombres y los hogares tienen gran importancia al determinar quién es pobre y quién no lo es: no solamente en términos de pobreza de ingreso, sino también en términos de otras dimensiones de pobreza. Los beneficios del empleo informal a menudo no son suficientes, y los costos con frecuencia son demasiado altos para que los que trabajan de manera informal consigan un nivel de vida adecuado durante su vida activa.

En Egipto, el único país donde existían datos disponibles sobre ingresos según el tamaño de las empresas informales, el salario promedio de los empleados aumentaba con el tamaño de la empresa.
Un fenómeno relacionado que merece estudiarse más profundamente es la concentración de ciertos grupos raciales o étnicos, así como poblaciones inmigrantes en la economía informal. Por ejemplo, en Sudáfrica el 85% de todos los trabajadores en el sector informal son negros (NALEDI 2003). En Guatemala, según una encuesta de hogares de 1989, es 4,3 veces más probable que los trabajadores indígenas trabajen en el sector informal que en el sector formal (Funkhouser 1996).3En este estudio, los hogares clasificados como dependientes de ingresos de un empleo informal son hogares con por lo menos una persona empleada como trabajador informal y ningún otro miembro del hogar empleado fuera de la economía informal.
Si bien los hallazgos de ambos estudios quizás no resulten sorprendentes, hay muy pocos análisis empíricos que vinculen la pobreza del hogar con el empleo de esta manera.

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