2 de abril de 2016

Madres inmigrantes tienen mayor riesgo de tener hijos con autismo.


¿Puede tener algo que ver el lugar donde una mujer nació y creció como un factor de riesgo para tener un hijo con autismo? Pues según una investigación llevada a cabo por la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) sí.
Se tenía la creencia de que la prevalencia de autismo en los EE.UU. era mayor entre la población blanca de origen caucásico y nacidas en el país, frente al resto de grupos étnicos. Aunque en realidad este hecho sobre la prevalencia del autismo en la población latina de EE.UU. –ya lo tratamos en el 2011– estaba más relacionada con un acceso a los recursos de salud que no a un aspecto puramente racial. Sin embargo, el estudio que se acaba de publicar(1) viene a dar una vuelta importante a la visión que se tenía sobre la prevalencia de los Trastornos del Espectro del Autismo (TEA) entre la población inmigrante en el país.
El estudio, publicado en la revista Pediatrics, se centró en la ciudad de Los Ángeles y llega a la conclusión que los niños cuyas madres fuesen vietnamitas, filipinas, de raza negra o de latinoamérica, tienen una mayor probabilidad de tener un hijo con un diagnóstico de autismo en comparación a madres blancas de origen caucásico y nacidas en el país. Y de igual modo, las madres de origen afroamericano o hispano, nacidas en los EE.UU., también tienen una mayor probabilidad.
En el estudio sólo se hace referencia a las madres y no a los padres, aunque un estudio previo del 2012(2) sí incluye ambas variables. Este aspecto del origen del padre también debe ser considerado como un factor de relevancia, ya que contribuye al aspecto genético. Sin embargo, aunque se observa una tendencia cada vez mayor a matrimonios entre varones de origen caucásico y mujeres con los orígenes antes citados, la gran mayoría de parejas suelen ser -estadísticamente- de origen similar.
Los investigadores analizaron los registros de 1.626.354 niños que nacieron en el Condado de Los Ángeles entre 1995 a 2006. De ese grupo se identificaron a 7.540 niños que recibieron un diagnóstico de TEA -entre los 3 y los 5 años- entre 1998 y 2009. De esos registros se extrajo la información social sobre el niño y su madre: raza, etnia, lugar de nacimiento de la madre,… Y los resultados del análisis es que el riesgo de TEA era un 76% mayor en el grupo de madres inmigrantes de raza negra en comparación con las madres blancas nacidas en EE.UU., un 43% mayor para madres originarias de Vietnam, un 26% para madres hispanoamericanas (Exceptuando México) y un 25% para madres originarias de Filipinas; por contra, las madres originarias de Japón o China tenían un riesgo un 30% menos que el resto de madres inmigrantes. En el caso de México se hizo un grupo exclusivo, de forma que las madres nacidas en México tenían un 13% más de probabilidades de tener un hijo con TEA que las madres de origen hispano o afroamericano que hubiesen nacido en los EE.UU.
Los investigadores encontraron un subgrupo de 806 niños que además de autismo presentaban discapacidad intelectual. En este caso, donde hay TEA + DI, las madres de raza negra nacidas fuera de los EE.UU., al igual que las madres originarias de Vietnam o Filipinas, duplicaban el riesgo frente a las madres blancas nacidas en los EE.UU.. Y en otro subgrupo específico, donde además existen problemas de agresividad o alteraciones graves de la conducta y alteraciones severas de expresión verbal, tanto las madres de raza negra como hispanas nacidas en los EE.UU. como las no nacidas en los EE.UU. tenían más probabilidades de tener un hijo con esas comorbilidades que las madres blancas nacidas en los EE.UU.
Obviamente esta información puede generar cierta alarma, ya que parece que indique que ser inmigrante en realidad aumenta el riesgo de tener un hijo con autismo, aspecto que fue abordado en un trabajo anterior del que nos hicimos eco y que pueden consultar haciendo clic aquí. El hecho de que se den estas cifras en la zona de Los Ángeles puede coincidir con diferentes aspectos, que tal y como apuntan los investigadores, pueden estar directamente relacionados con esta mayor incidencia de TEA en estos grupos de población o con una infinidad de factores más.
Según Beate Ritz -una de las autoras del estudio- el hecho de que mujeres que dieron a luz en los EE.UU. tengan una mayor probabilidad de tener hijos con autismo puede estar ligado a factores sociales relacionados con violencia o estrés, déficits alimenticios, infecciones de tipo viral u otras enfermedades que puedan afectar al desarrollo fetal, entre otros muchos posibles factores. Esto también incluye otros factores medioambientales, como la exposición a productos tóxicos. En determinadas zonas de América Central y del Sur o en el Sudeste Asiático hay lugares donde se utilizan pesticidas en zonas de agricultura intensiva que en otros países están prohibidos, o en zonas donde existen explotaciones mineras que utilizan gran cantidad de productos tóxicos sin control, por ejemplo.
A su vez el UCLA Center for Health Policy Research acaba de publicar un completo informe sobre la salud en función de grupos étnicos en los EE.UU.
Otras de las hipótesis que se barajan en el aspecto relativo a este gran incremento de diagnósticos de autismo entre los hijos de mujeres inmigrantes está relacionado con la dificultad que existía hasta hace poco por parte de estos grupos sociales al acceso a servicios de salud, y por tanto, sus hijos no estaban recibiendo estos diagnósticos. Otro es el efecto llamada, es decir, cuando una mujer que tiene un hijo con TEA y emigra a los EE.UU. para poder darle atención específica para su hijo, transmite esta información a sus familias en el país de origen, de forma que familias con una mayor probabilidad genética de tener descendencia con TEA acaban concentrándose en determinadas zonas. También se especula con el hecho de que quizá, el acceso en mayor número de estos grupos sociales a los servicios públicos de salud han incrementado el número de registros totales, proporcionalmente hablando, y por tanto, las familias blancas caucásicas y de mejor posición social, que utilizan servicios privados no están siendo registradas, creando esta diferencia estadística.
A modo de corolario, lo evidente es que a mayor cobertura sanitaria y social, mayor número de diagnósticos, y por tanto, mayor visibilidad y disposición pública para afrontar el autismo. Si es usted inmigrante en EE.UU. y tiene un hijo con autismo, sencillamente NO es culpa suya. Emigrar en busca de un futuro mejor no convierte a nadie en culpable de nada. Si usted llegó a los EE.UU., o a Suecia, y tuvo un hijo con autismo, véalo de la siguiente forma, posiblemente su hijo tiene un mayor acceso a una atención de calidad de la que a lo mejor habría tenido en su país de origen.


http://autismodiario.org/2014/06/26/madres-inmigrantes-tienen-mayor-riesgo-de-tener-hijos-con-autismo/