29 de abril de 2019

El Patriarcado como sistema de opresión.



Para la mayoría de las personas la lucha feminista se presenta como una lucha “antihombre”, la equiparan al machismo, creen que busca la superioridad de las mujeres por sobre los hombres, etc. Lo anterior, demuestra la ignorancia que se tiene en torno a la connotación y la importancia que ha tenido la lucha feminista, en tanto emancipadora para nosotras las mujeres, como también en su gran aporte a la teoría de las clases sociales. Creemos que para lograr entender la lucha feminista y su aporte, es importante el develamiento del sistema patriarcal como sistema de opresión esencialmente hacia las mujeres, pero que aporta elementos de manera sustancial a la generación y conformación de los más diversos sistemas económicos de explotación.
En los años 70’s las feministas radicales logran, luego de años de tener la sensación de que había un “algo” en donde se sustentaba la opresión hacia las mujeres, dar un cuerpo teórico al sistema patriarcal hasta ese momento no considerado en las diferentes perspectivas de cambio social. No obstante, el prominente desarrollo de la crítica y la producción en torno a esta herramienta teórico/práctica, hasta el día de hoy se encuentra denostada e invisibilizada.

¿QUE ES EL PATRIARCADO?

Para responder esta pregunta podemos citar a Dolores Reguant, quien señala:
“Es una forma de organización política, económica, religiosa y social basada en la idea de autoridad y liderazgo del varón, en la que se da el predominio de los hombres sobre las mujeres; del marido sobre la esposa; del padre sobre la madre, los hijos y las hijas; de los viejos sobre los jóvenes y de la línea de descendencia paterna sobre la materna.
El patriarcado ha surgido de una toma de poder histórico por parte de los hombres, quienes se apropiaron de la sexualidad y reproducción de las mujeres y de su producto, los hijos, creando al mismo tiempo un orden simbólico a través de los mitos y la religión que lo perpetúan como única estructura posible. De esta definición se puede extraer principalmente que es un sistema que se ha ido conformando paulatinamente, profundizando sus raíces con cada sistema económico con los cuales ha convivido. Además, de sufrir un proceso de naturalización, a tal modo, de pasar inadvertido en nuestra cotidianeidad sin ser cuestionado en casi ninguna esfera de la sociedad; demás está mencionar los aportes que han hecho grandes “genios” de la humanidad (Aristóteles, Tomas de Aquino, Proudhon, Napoleón, Einstein, entre otros) en la tarea de dar sustento “científico” al paradigma en donde lo masculino es la medida de todas las cosas generando la subordinación de las mujeres.
Otras definiciones que encontramos son más polémicas, pues, definen el patriarcado como un “…pacto -interclasista- por el cual el poder se constituye como patrimonio del genérico de los varones”. Por otro lado, Marta Fontela asevera:
“El patriarcado puede definirse como un sistema de relaciones sociales sexo–políticas basadas en diferentes instituciones públicas y privadas y en la solidaridad interclases e intragénero instaurado por los varones, quienes como grupo social y en forma individual y colectiva, oprimen a las mujeres también en forma individual y colectiva y se apropian de su fuerza productiva y reproductiva, de sus cuerpos y sus productos, ya sea con medios pacíficos o mediante el uso de la violencia”.
Sin duda, estas afirmaciones son altamente polémicas puesto que plantean un pacto interclasista, que destaca la transversalidad que tiene este sistema de opresión a través de las clases sociales. De ahí el surgimiento de consignas tales como: “No hay nada más parecido a un machista de izquierda que uno de derecha”. Ambas definiciones establecen un pacto entre hombres, que aunque estén en desigualdad de condiciones económicas, es decir, pertenecientes a diferentes clases sociales, van cediendo en algunos puntos, siendo capaces de articularse en función del patriarcado. Como bien plantea la feminista-socialista Heidi Hartmann, para un análisis del patriarcado dentro de las sociedades capitalistas: “el salario familiar es un pacto patriarcal interclasista entre varones de clases sociales antagónicas a efectos del control social de la mujer”. Haciendo hincapié en la perspectiva histórica del surgimiento del capitalismo, en donde, la mano de obra femenina fue relegada al ámbito privado.

HISTORIA

El sistema patriarcal surge alrededor de 10.000 años atrás, vinculando su origen con el proceso de sedentarización y el cambio de mentalidad de sociedades colectivizadas horizontales a sociedades individualistas jerárquicas y la consecuente aparición de las clases sociales. Así lo grafica Marcela Lagarde, quien establece:
“La opresión de las mujeres es parte de los fenómenos que confluyeron en la conformación de la sociedad de clases y que contribuyeron a mantenerla, es decir, las prácticas patriarcales anteceden al surgimiento de las clases, al ser un paso elemental de un cambio de mentalidad de sociedades igualitarias a sociedades que se basan en la opresión y explotación de parte de su población para funcionar”
Es por lo anterior que las feministas establecen que hay una vinculación directa entre el patriarcado y los diversos sistemas económicos, pues ha sido parte esencial de su conformación (como el esclavista y el feudal), estableciendo actualmente una clara alianza con el sistema capitalista. “Las sociedades patriarcales de clases encuentran en la opresión genérica uno de los cimientos de reproducción del sistema social y cultural en su conjunto”.
Y he aquí donde radica la importancia del aporte del feminismo, pues entrega una teoría trascendental a la lucha de clases, volviéndola claramente una aliada epistémica, ya que es capaz de entregar la base teórica para entender la opresión especifica de las mujeres. Opresión que sin duda, no hallaba respuesta en la sola teorización de las clases sociales. Esta miopía teórica da como resultado que muchas de las “grandes” luchas sociales que han sido llevadas a cabo por el “pueblo” no han significado lo mismo para hombres que para mujeres, presentándose muchas veces como perpetuación de los roles asignados socialmente a nosotras.
Así también, la teoría del patriarcado, es capaz de definir relaciones estructurantes de poder en la sociedad, es decir, cuando hablamos de relaciones patriarcales, no nos referimos solamente a las que se dan como una opresión de los hombres hacia las mujeres, sino que también, cuando estamos ante situaciones autoritarias, de violencia, jerarquías, etc., pues todos ellos constituyen elementos centrales de sociedades patriarcales-clasistas. En relación a lo anterior, ya no podemos pensar análisis, por ejemplo, del Estado, la política, los partidos políticos, sin considerar el profundo arraigo patriarcal que tienen dichas instituciones, por lo anterior, la lucha feminista es intrínsecamente antipartidista y antiestatal.
Por ello se torna interesante comenzar a incorporar este sistema de análisis a nuestros discursos y propuestas de cambio de sociedad, sino seguiremos condenando a la mitad de la humanidad a una constante opresión, “las discriminaciones sobre las mujeres surgen no sólo en su relación con el sistema económico, sino también con el sistema de una dominación masculina hegemónica”. No se trata de privilegiar el género o la clase, sino de entrelazar estos ejes de dominación”
Vemos necesario, entonces, comenzar a cuestionar nuestras prácticas más cotidianas e ir aportando en la construcción de sistemas integrales que den respuesta a la totalidad del colectivo social, ya no más fragmentada ni priorizando unas luchas por sobre otras. Finalmente, se puede afirmar que uno de los grandes aportes de la teoría patriarcal es que descubre y quita el manto de “biológico” y “natural” a la opresión de las mujeres volviéndola transformable y cuestionable.

http://www.gamba.cl/2014/12/el-patriarcado-como-sistema-de-opresion/



25 de abril de 2019

¿Por Qué la Violencia de Género Está Tan Normalizada?


"Muerte por decir que no", "asesinada por un hombre que la acosaba", "sólo estaba corriendo"  – estos son algunos de los titulares que se publican cuando se anuncian estas muertes. Cuando se anuncian los casos de violencia de género que, de acuerdo con ONU Mujeres, representa el 35% de mujeres alrededor del mundo las que han sufrido violencia física y/o sexual por parte de su compañero sentimental.

Y por más desesperanzadoras que sean estas noticias, lo que es realmente triste es ver las reacciones de las demás personas – tanto hombres como mujeres – que normalizan la violencia:

"Eso le pasa por estar caminando por ahí sola". "Quien la manda a salir con un hombre mayor". "Eso le pasa por decir que no".

Primero, la víctima NUNCA es responsable por su abuso. Nada le da permiso a una persona de violentar física ni emocionalmente a una persona. ¿Hasta cuándo seguiremos responsabilizando a  las mujeres por ser víctimas de una sociedad machista? ¿Por qué seguimos normalizando la violencia de género? ¿Cuáles son las distintas caras de la violencia?

¿CUÁNDO SE EMPIEZA A NORMALIZAR LA VIOLENCIA? 

Una reciente encuesta realizada por Oxfam Intermon encontró que 2 de cada 3 hombres latinoamericanos normalizan la violencia hacia la mujer; más del 80% cree que puede tener relaciones sexuales con quien quieran, pero que las mujeres no pueden; y, el 40% piensa que que si una mujer está ebria, se presta a que un hombre tenga relaciones sexuales con ella sin su consentimiento.

Aún cuando hay hombres que no consideren sus comportamientos como violentos, esta encuesta pone en manifiesto que los pensamientos y las creencias de la violencia hacia la mujer está normalizada. Pero, ¿de dónde viene? El reporte hace la siguiente conexión sobre cómo se crean y mantienen estas creencias:

La interdependencia de todos estos factores personales, familiares, y sociales, son la causa primordial a la normalización de la violencia de género. La masculinidad tóxica, el machismo internalizado, la misoginia – son todas formas en las que estas creencias se refuerzan. Y, es un ciclo vicioso que sólo se detiene concientizando, educando, y desafiando.

LAS DISTINTAS CARAS DE LA VIOLENCIA DE GÉNERO
Muchas veces, debido a los ciclos y patrones señalados anteriormente, la violencia de género se perpetúa porque es la forma de relacionarse que se conoce. Algunas veces por los propios antecedentes o dinámicas familiares que se conocen. Debido a esto, se le puede hacer difícil a la víctima reconocer cuándo está formando parte de una relación violenta. Aquí van algunas caras de la violencia de género:
Estas son solo algunas de las formas en las que se puede distinguir los distintos tipos de violencia. La violencia física, aunque en ocasiones más fácil de identificar por las huellas concretas que quedan en el cuerpo, sigue siendo violencia. Y, la violencia emocional, aunque más difícil de identificar por la sutileza con la cual se manipula y se llega a coercer a su pareja, dejan huellas dolorosas en la salud mental de la víctima.

No hay nada que una persona diga o haga que de permiso para que otra persona la lastime, controle o invada – ni su cuerpo, ni su mente.


¿CÓMO ERRADICAR LA VIOLENCIA DE GÉNERO? 

He tenido que tomarme recesos mientras me encuentro escribiendo este artículo. Particularmente, porque cualquier tema que pone en evidencia una violación a los derechos humanos de alguien es doloroso de leer e investigar. Nisiquiera por ser mujer, es un tema de humanidad. Es una temática que no es fácil de abordar, pero es lo que justamente la hace muy necesaria.

Si has leído mis otros artículos, te has podido dar cuenta que no soy fanática de dejar problemas sin resolver. Y, quiero finalizar este post con algunas acciones tangibles recomendadas por el reporte mencionado más arriba que podemos hacer para minimizar y, algún día, erradicar la violencia de género:

Actuar a nivel familiar – Educar a madres, padres, hermanos, hermanas y cualquier otro miembro de la familia que pueda y quiera deconstruir estas creencias normalizadas sobre la violencia.

Hablar con amigos/as – Los chistes, los cuentos, las películas y el lenguaje con el que nos comunicamos importa. Si nosotras/os desde nuestro privilegio identificamos algo como un comentario violento o una normalización de la violencia, es importante aprovechar estas situaciones como momentos de enseñanza. Desafiar esta normalización.

Ayudar a las mujeres jóvenes a retomar sus narrativas – Cuando una mujer decide denunciar un caso de violencia, lo que debería sentirse como un proceso de revindicación se vuelve en un espacio de escrutinio y humillación. Los medios y la comunidad, en lugar de apoyarla, deciden cuestionarla – lo que dificulta poder traer incluso más casos de violencia a la luz. Por esto, hay que apoyar, ayudar y honrar a las mujeres que deciden denunciar y contar su historia.

Construir referencias alternativas a la masculinidad – La forma en la que se ha estructurado el concepto de masculinidad es dañino, simplista y constrictivo (por ende, el término masculinidad tóxica). Hay que ayudar a ampliar este concepto, con la esperanza de no tener que reducir a nadie a su sexo biológico ni género en un futuro.

Movilizarse y ocupar espacios para crear consciencia – En algún momento le escuché decir a un buen amigo aliado "si no nos dan los espacios, tenemos que tomárnoslo". Lo mismo aplica para los espacios de movilización ciudadana que sirven para exigir justicia y crear consciencia.

Por más difícil que sea hablarlo, comunicarlo, estudiarlo y escucharlo – no podemos dejar de luchar y resistir. La única forma de desafiar estas injusticias es hablándolo, hablándolo, y hablándolo un poco más.

https://www.marianaplata.com/blog/2018/8/30/por-qu-la-violencia-de-gnero-est-tan-normalizada

24 de abril de 2019

La descolonización del feminismo: tejiendo el género desde los Andes.


El feminismo contemporáneo se difundió a nivel mundial con teorías europeas y norteamericanas, las cuales se convirtieron en la base de la práctica política y los discursos del movimiento para diversos países.
Tras décadas de expansión, la crítica apareció desde sus propias filas: feministas como la hindú Chandra Talpade Mohanty cuestionaron estos orígenes europeos por desconocer las experiencias y los conocimientos de las mujeres de contextos no occidentales.
Ellas sostienen que este feminismo occidental o feminismo hegemónico de Occidente universaliza el género, el modelo de poder y su lucha, y los exporta a otros contextos para aplicarlos de forma homogénea a todas las culturas, incluso a los mundos indígenas.
Es decir, debido a su marca colonizadora, no toma en cuenta las realidades históricas que viven otras mujeres en tiempos y espacios singulares, así como tampoco sus contradicciones étnicas y de clase social.
Sobre esta crítica, la investigadora de culturas andinas, Ana María Pino Jordán, explica cómo la categoría género debe entenderse desde las diferencias culturales, abordando el caso andino, y detalla en qué consiste la descolonización del feminismo.

El género y su mirada occidental

En diálogo con Servindi, Pino Jordán indica que la perspectiva de género nace en oposición a la cultura antropocéntrica —que también es hegemónica y masculina—, debido a que mantiene un poder jerárquico sobre las mujeres.
En esa realidad, para la investigadora, las medidas feministas de lucha resultan justas. "Para mí son legítimas las cuotas de género en una cultura, comunidad o sociedad calificada de antropocéntrica, en donde el varón es el privilegiado, el que tiene el poder”, observa.
"Porque a su igual, que es la mujer, el hombre la mantiene discriminada e inferiorizada. En ese panorama sí entiendo la cuota de género. Es positiva”, agrega.
El conflicto con este concepto ocurre cuando se aplica a otras culturas no occidentales como la andina. El feminismo occidental, al crearse en una cultura excluyente como la hegemónica, impone un «modo correcto» de entender la variable de género.
"En la cultura andina, la construcción de roles y funciones de ambos sexos sigue un diferente sentido. Un hombre y una mujer son opuestos complementarios”, detalla. 
"Así que estas cuotas (de género) en otras culturas, donde las relaciones de género son distintas, se convierten en una forma de colonialidad, una imposición”, alerta.
Para Pino Jordán se ha universalizado este concepto en "la arrogancia de pensar que todas las culturas han desarrollado sus roles y funciones de género" de la misma forma a lo largo de la historia.

 El caso de la cultura aymara

El pensamiento aymara, según la especialista, es una muestra de cómo influyen los sentidos de vida en el concepto género, al punto de cambiar su significado.
Por ejemplo, el chacha-warmi ("chacha" significa varón, mientras que "warmi" es mujer) representa el principio de complementariedad que rige las relaciones entre sus hombres y mujeres.
Este binomio, a diferencia de la relación jerárquica hombre-mujer de la cultura occidental, no fomenta la superioridad ni la inferioridad entre ambos.
Y evita este conflicto a partir de pensar a los hombres y las mujeres como “dos mitades imprescindibles, recíprocas y autónomas una de la otra”.
"Por ejemplo, en el mundo aymara, hace quince o veinte años —cuando todavía no se había introducido tanto la cuestión de género— las que decidían eran las mujeres”, relata.
"Ellas no levantaban su voz en la asamblea. No porque no pudieran hacerlo o porque les estuviera prohibido, sino porque el rol de representación lo tenía el hombre”, adiciona la investigadora.
Por ello, el chacha-warmi es considerado imprescindible para una vida equilibrada en el mundo aymara. “El hombre, en esta complementariedad, se relaciona con lo que estaba fuera de la comunidad, la mujer con todo lo que está dentro”

Repensar el feminismo y su descolonización

Para quitarse el sesgo hegemónico, el movimiento feminista debería apostar por producir un conocimiento descolonizador a través de la interculturalidad.
Esta herramienta toma en cuenta una cuestión ignorada por el feminismo occidental: las subjetividades, conocimientos altamente ricos en culturas diversas y socialmente complejas.
"La cultura occidental, así como es antropocéntrica, también es logocéntrica, o sea, racional al 99 por ciento”, expone Pino Jordán.
"Pero el sentido de vida tiene dos partes: el logos, la razón; y el mitos, como la palabra griega. Este último es tu sentimiento, tu alegría, tu sexto sentido”, añade.
Así, con la interculturalidad se espera traspasar esa mirada racionalista y puramente objetivista de las culturas, para incluir la subjetividad, la cual es dejada de lado por la cultura predominante de Occidente.
"Las culturas no occidentales —no solamente hablo de las andinas— privilegian el mitos; el logos es el 0.1 por ciento”.
"Entonces a través de sus mitos, de su vida diaria, de su quehacer permanente, toma decisiones. En cambio, en la cultura occidental es la razón lo que los mueve”, concluye. 

https://www.servindi.org/actualidad-noticias/17/04/2019/la-descolonizacion-del-genero-y-los-feminismos-en-el-mundo-andino

9 de abril de 2019

Un hombre deberá indemnizar a su ex-mujer por el trabajo doméstico durante su convivencia.



La Audiencia de Cantabria confirma la sentencia de un juzgado de Castro Urdiales y fija en 23.628 euros la indemnización.
La Audiencia Provincial de Cantabria ha reconocido a una mujer el derecho a recibir una indemnización de 23.628 euros de manos de su exmarido por el trabajo doméstico que desempeñó durante el periodo de convivencia.
El tribunal de apelación confirma de este modo la sentencia dictada el pasado año por el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción nº 3 de Castro Urdiales, que estimó la demanda de la exesposa. El exmarido recurrió esta decisión y ahora la Audiencia Provincial ha desestimado su pretensión.
La pareja, que se había casado en régimen de separación de bienes, se separó legalmente pero en enero de 2007 reanudó la convivencia, que duró hasta que en mayo de 2013 se dictó sentencia de divorcio.
Explica la Audiencia en su sentencia que durante ese segundo periodo de convivencia la mujer abandonó su trabajo para dedicarse en exclusiva a las labores del hogar, “haciendo posible que el marido prescindiera del servicio doméstico remunerado que hubo de contratar cuando estaban separados”.
Entiende el tribunal que el hombre ha resultado “beneficiado” por esta situación, “ya que el cónyuge que se ha dedicado a trabajar fuera del hogar familiar ha podido con sus ingresos aumentar su patrimonio personal, mientras que el otro ha dedicado su tiempo y esfuerzo a la atención de la familia, no viendo beneficiada su posición económica al final del régimen de separación de bienes”.
Por ello, la indemnización ahora fijada “viene a compensar el tiempo efectivamente dedicado al trabajo en el hogar” y es que, como recuerda la Audiencia, el fundamento de esta indemnización, que es compatible con una pensión compensatoria, “es la previa contribución en especie –el trabajo doméstico- por parte de uno de los cónyuges al levantamiento de las cargas familiares”.
Explica la Audiencia que en los supuestos de reconciliación de los cónyuges separados judicialmente subsiste la separación de bienes y añade que este régimen “no exime a ninguno de los cónyuges del deber de contribuir al levantamiento de las cargas familiares”.
“Puede contribuirse con el trabajo doméstico, no siendo necesario, por tanto, que ambos cónyuges aporten dinero u otros bienes para sufragar las cargas del matrimonio. El trabajo para la casa –continúa la sentencia- es considerado como una forma de aportación a los gastos comunes”.
Es más, añade el tribunal, el trabajo para la casa “no sólo es una forma de contribución, sino que constituye también un título para obtener una compensación en el momento de la finalización del régimen”.
Por tanto, entiende la Audiencia que la exmujer tiene derecho a percibir una indemnización, cuya cuantía, fijada por el juzgado de instancia, califica de “correcta”.
Para su liquidación se ha tenido en cuenta el salario mínimo interprofesional reducido en un cincuenta por ciento -dado que “el trabajo prestado también redundó en la satisfacción de las necesidades propias de la actora”-, así como el periodo de convivencia -desde que se dejó sin efecto la separación hasta que se dictó la sentencia de divorcio.
Contra esta sentencia cabe recurso extraordinario de casación ante el Tribunal Supremo y por infracción procesal ante el Tribunal Superior de Justicia de Cantabria.