8 de junio de 2017

Violencia contra las mujeres difícil de combatir en India.


 La policía de Nueva Delhi lanzó una iniciativa única para frenar el espiral de violencia contra las mujeres en esta ciudad, conocida como la “capital de la violación”: un escuadrón de ciudadanos, que asisten en la prevención y la detección de delitos y contribuyen a mantener el orden.
El grupo, llamado “policías mitras” (amigos de la policía), está formado por granjeros, trabajadoras del hogar y exmilitares.
Por otra parte, los jefes de policía crearon su propia versión de los “Ángeles de Charlie”, un escuadrón de mujeres entrenadas para combatir la delincuencia, agentes con kimonos blancos que saben lanzar patadas y persiguen a los predadores sexuales en todo el país.
"Llevo gas pimienta y un cuchillo cuando vuelvo tarde de la oficina”: Shashibala Mehra.
El grupo de 40 mujeres bien entrenadas en artes marciales vigila lugares “vulnerables” de la ciudad, como las escuelas y las estaciones de tren subterráneo.
India, uno de los peores países en materia de seguridad de la población femenina, incorporó una serie de iniciativas innovadoras para preservar a las mujeres de los delitos sexuales. Pero irónicamente, a pesar de leyes más duras y del fortalecimiento de policía, la violencia aumenta.
Según un informe del Contralor y Auditor General de India, delitos como violación, abuso sexual y acoso se dispararon, aumentando 60 por ciento entre el período 2010-2011 y entre 2014-2015.
Un informe de la Oficina Nacional de Registro de Delitos concluyó que hubo 337.992 denuncias de violencia, violación, crueldad y secuestro, contra las mujeres en 2014, nueve por ciento más que el año anterior.
Las denuncias de violación también aumentaron nueve por ciento, registrándose 33.707 ese mismo año, el último del que se dispongan datos.
Un estudio de la organización ActionAid concluyó que 79 por ciento de las mujeres indias han sufrido acoso o violencia en espacios públicos.
El aumento de ataques contra las mujeres disparó numerosos proyectos voluntarios, como la iniciativa Blank Noise, cuya campaña #WalkAlone (camina sola) llamó a las mujeres a romper el silencio y caminar solas para luchar contra el miedo al acoso callejero.
Otra campaña pidió a las mujeres que enviaran la vestimenta que llevaban cuando sufrieron acoso, la que se usó para montar una instalación pública.
En 2003, la organización convocó a acosadores, víctimas, espectadores y transeúntes, llamados “Héroes de Acción”, una red de voluntarios de todas las edades, géneros y orientación sexual a difundir el mensaje contra el acoso sexual en espacios públicas. También dicta cursos para ayudar a las mujeres a crear espacios seguros.
El parlamento aprobó leyes más duras contra la violación, la trata de personas, los ataques con ácido y el acoso, pero esto tampoco se tradujo en una disminución de los delitos. Algunas activistas analizan que eso se debe a que las movilizaciones generaron un contraataque de los violentos.
“Hay mucha cobertura mediática, marchas con velas y miedo en las redes sociales si las mujeres se indignan, pero en realidad no cambió nada”, observó Pratibha Malik, de la organización Aashrita.
“La presencia misma de las mujeres en espacio no tradicionales, como oficinas, bares, restaurantes, entre otros, en una sociedad patriarcal como la de India es responsable de la respuesta violenta”, opinó.
El disparador para reforzar la legislación y la acción policial fue la violencia de una estudiante de medicina de 23 años en diciembre de 2012 en un autobús en movimiento cuando regresaba del cine con un amigo.
Un grupo de varones, entre los que incluso había uno de 14 años, atacaron a la pareja. La mujer fue varias veces violadas y su amigo, golpeado con una barra de hierro. Ella murió poco tiempo después y todo el episodio, que ocupó los titulares de los diarios de todo el mundo, motivó protestas masivas reclamando medidas contra la violencia.
Al tiempo, se creó el Comité de Justicia Verma, en cuyo informe mencionó “la gobernanza deficiente no crea un ambiente seguro y digno para las mujeres de India, constantemente expuestas a la violencia sexual”.
Los tres agresores del sonado caso de 2012 fueron condenados a muerte. Además, se aprobó una ley ampliando la definición de delitos sexuales para incluir la penetración forzada mediante cualquier objeto, el acoso, la violencia con ácido e, incluso, contra desvestir a las mujeres.
Pero ellas todavía no se sienten seguras, pues consideran que todavía acecha el peligro, en especial en las grandes ciudades, donde salir de noche aún se considera una “aventura”.
“No me siento para nada segura en espacios públicos ni en el transporte público. Sé que nadie va a salir a defenderme si estoy en problemas”, confesó la cocinera Rekha Kumari, de 30 años.
“Llevo gas pimienta y un cuchillo cuando vuelvo tarde de la oficina”, coincidió Shashibala Mehra, una contadora de 52 años. “En los 40 minutos que tengo de regreso a casa, hablo por teléfono con mi esposo para que sepa si tengo algún problema”, acotó.
Laxmi Aggarwal, quien sufrió un ataque con ácido y se dedicó a luchar para prohibir la venta de esa sustancia en este país, señaló que el gobierno no ha hecho mucho al respecto. “Jovencitas vulnerables sufren ataques en distintas zonas rurales de India”, apuntó.
La joven de 27 años trabaja con la organización Stop Acid Attacks para ayudar a otras víctimas como ella y defender sus derechos en la justicia.
Además de comparar armas y gas pimientas, muchas mujeres recurren a aplicaciones de seguridad, toman clases de defensa personal y se unen a grupos de autoayuda.
El colectivo femenino Brigada Roja, por ejemplo, ofrece a mujeres y niñas técnicas de autodefensa y persigue a los hombres que cometieron una agresión sexual.
“Tratamos de que el hombre errado entre en razón hablando con él y sus padres. Si no escucha, vamos a la policía”, detalló Usha Vishwakarma. “Si sigue obstinado, pasamos a la acción”, puntualizó.
Una parte importante del apoyo de la Brigada Roja es ayudar a las víctimas a sacarse el sentimiento de culpa de que son responsables de la violencia sufrida.

Por Neeta Lal
http://www.ipsnoticias.net/2016/12/violencia-contra-las-mujeres-dificil-de-combatir-en-india/

6 de junio de 2017

Las mujeres indígenas en Perú combaten el cambio climático e impulsan su economía .



Para combatir el impacto del cambio climático, las mujeres indígenas de Laramate en Perú recuperan técnicas ancestrales de cultivo con el apoyo del Fondo para la Igualdad de Género de ONU Mujeres. Además de mejorar los cultivos y sus ingresos, el programa ha promovido la participación de las mujeres indígenas en los espacios públicos y en la toma de decisiones.
Las agricultoras indígenas del distrito de Laramate, en Perú, saben lo que implica el cambio climático. Han visto cómo sus cosechas se marchitan durante las sequías y se pudren bajo constantes lluvias y heladas. La producción era reducida y sus hijos sufrían desnutrición hasta que las mujeres de las comunidades rurales de Atocata, Miraflores, Patachana, Yauca y Tucuta empezaron a recuperar las técnicas de sus ancestros en la selección y conservación de las semillas y el cultivo de la tierra.
El resultado ha sido sorprendente. Los campos ahora rebosan de patata, olluco, maíz, verduras, frutas y granos como kiwicha. La producción es mayor y más diversa, los cultivos son más resistentes a las heladas y las sequías y los productos son más nutritivos.
Las mujeres seleccionan semillas sanas, rotan los cultivos para recuperar la fertilidad del suelo y riegan la tierra de forma más eficiente usando los métodos de sus ancestros. Al dejar de usar agroquímicos, sus productos saben mejor y duran más.
“Nuestra tierra es la única herencia que tenemos. Cuidamos de ella como lo harían nuestros ancestros, sembrando semillas pero también dejando descansar la tierra por períodos de tiempo”, asegura Magaly Garayar, de 37 años, residente de la comunidad de Atocata y presidenta de OMIL (Organización de las Mujeres Indígenas de Laramate), a la que a su vez apoya el Centro de Culturas Indígenas del Perú (CHIRAPAQ), la organización beneficiaria del Fondo para la Igualdad de Género de ONU Mujeres. CHIRAPAQ trabaja para fortalecer las capacidades de las mujeres indígenas en el distrito de Laramate, les aporta formación y les ayuda a mejorar su situación económica.
Photo courtesy of CHIRAPAQ
Como presidenta de la OMIL (Organización de las Mujeres Indígenas de Laramate), Magaly Garayar defiende los derechos de las mujeres indígenas. OMIL ayuda a las mujeres indígenas a comercializar y vender sus productos en mercados locales. Foto cortesía de CHIRAPAQ
Lucia Rupire, otra residente de Atocata y miembro de OMIL, apela a los recuerdos de su padre y su abuelo fertilizando la tierra con abono del ganado vacuno, las ovejas y la alpaca. “Empecé a hacer lo mismo después de recibir la formación porque entendí que las técnicas de mis ancestros respetan el medio ambiente así como mejoran la fertilidad del suelo y nuestra salud. Ahora hemos aprendido a preparar un abono mejor y más orgánico (…) ¡Mi marido está sorprendido de lo que hemos cosechado!”
La mejora en la producción ha derivado en una mejora de la economía y la salud de las familias en la zona. “En el pasado solo sembrábamos patatas, solo comíamos un poco de trigo… No podíamos permitirnos comprar nada. Ahora cultivo mis propias verduras y nuestra comida es mejor porque la combino con verduras. Parte de lo que siembro lo cocino para mí misma y el resto lo vendo para ganar algo de dinero”, declara Carmen Tenorio, de la comunidad de Yauca.
Magaly Garayar lidera el grupo de 110 mujeres de la OMIL que defienden los derechos de las mujeres indígenas. “El machismo continúa presente en nuestras comunidades. La mayoría de las veces los hombres no nos dejaban participar en eventos, actividades o talleres (…) Los hombres eran los únicos que podían tomar decisiones. Pero ahora las mujeres tienen voz, nuestras autoridades nos escuchan y nuestras opiniones son tenidas en cuenta”, asegura Garayar.
Como parte del programa “Mujeres indígenas defendiendo a la Madre Tierra: Derechos económicos y empoderamiento en América Latina”, financiado por el Fondo para la Igualdad de Género de ONU Mujeres e implementado por CHIRAPAQ, OMIL también ha ayudado a las mujeres indígenas a comercializar y vender sus productos en los mercados locales. Asimismo, ha conseguido el compromiso del Gobierno local en apoyo de la celebración de una feria agroecológica todos los meses para impulsar su economía. Además, la organización ha ayudado a fortalecer al negocio local de lácteos en la región andina de Ayacucho, que ha desarrollado una marca popular para sus quesos, yogures y otros productos.
“Este programa demuestra la iniciativa y la resistencia de las mujeres indígenas. A través del uso combinado de estructuras económicas colectivas y el apoyo técnico apropiado, han conseguido mitigar el impacto del cambio climático y expandir sus oportunidades de negocio, usando medios sostenibles y respetuosos con el medio ambiente de producción y consumo. La iniciativa no solo ha impulsado los ingresos de las mujeres; también su autoestima y sensación de empoderamiento”, explica Elisa Fernández, Jefa del Fondo para la Igualdad de Género. Entre 2013 y 2015, el programa ha impactado en la vida de más de 400 mujeres en Perú, ha aumentado la participación de las mujeres en los espacios públicos y su capacidad de influir en las políticas sobre derechos económicos de las mujeres indígenas y la erradicación de la violencia contra las mujeres.

http://www.unwomen.org/es/news/stories/2016/8/indigenous-women-in-peru-combat-climate-change-and-boost-economy