15 de septiembre de 2012

“Así vamos luchando cuando la migración toca nuestra casa”…





La experiencia de la migración toca y trastoca la vida de una gran parte de la población. De manera voluntaria, pero mayoritariamente forzada, miles de personas dejan sus hogares para buscar mejores condiciones de vida, buscar el ingreso que no pueden conseguir en sus lugares de origen, huir de la violencia, reunirse con sus familiares que ya salieron tiempo atrás, buscar nuevos mundos, etc.Al marcharse algún miembro de la familia, se generan nuevas situaciones y nuevos retos, algunos positivos pero muchos muy difíciles para los que se quedan, principalmente para las mujeres e hijos, cuando el jefe de familia se va. Las rutinas cotidianas se modifican, nuevos roles, nuevos trabajos, reajustes internos, la nostalgia por las ausencias, el deseo del retorno y el sueño de un mejor porvenir, van haciendo su aparición en el día a día.

La situación para la mujer madre de familia es en particular complicada, ya que tiene que asumir nuevos roles para los cuales no estaba ni social ni emocionalmente preparada. Sus actividades, responsabilidades y preocupaciones se incrementan de manera importante:
Le toca llevar sola la conducción del hogar, tanto el cuidado y atención de la casa y sus miembros, como la administración y/o generación de recursos económicos en tanto llega el dinero que envíen los familiares.
Hay que hacer reajustes en los esquemas de autoridad y hacer frente en soledad al crecimiento y desarrollo de los hijos.
Hay que sobrellevar la mirada de la comunidad sobre ellas, que en muchas ocasiones ejerce un férreo control sobre su conducta y comportamiento, impidiéndoles socializar de manera sana, participar en actividades comunitarias, desarrollarse ellas mismas, etc.
Aprender a manejar los procesos de reajuste y adaptación cuando los familiares regresan. Hay dificultades para la reintegración del migrante al nuevo modelo familiar, cuando ya la mujer aprendió a ser más independiente, y el hombre ya no ejerce la misma autoridad con los hijos.

Este tipo de situaciones, en un primer momento hacen que las nuevas jefas de familia estén en una situación de vulnerabilidad, que no es evidente a primera vista, pero que sin duda las afecta a ellas y a todo el núcleo familiar. Se vive con mayor estrés, ansiedad, falta de autoridad, timidez, inseguridad económica, presión social, coraje, etc.

Sin embargo, existen también consecuencias positivas del fenómeno migratorio para las mujeres, que pueden constituirse en fortalezas si se trabaja en ello: el desarrollo de la independencia y la autosuficiencia de la mujer; nuevos arreglos entre madre e hijos que llevan a un entendimiento de los nuevos roles; por supuesto las mejoras económicas, cuando el migrante sostiene la comunicación, mejor comunicación de la pareja, orgullo y mayor libertad para el manejo de las responsabilidades familiares, entre otras.

Con el fin de potenciar estas oportunidades positivas que se generan con la migración y, sobre todo, apoyar a las mujeres que se quedan, en 2008 surgió el proyecto Mujer y Familia Migrante (PMyFM), en el estado de Veracruz, México, que impulsó el Servicio Jesuita a Migrantes de México.

Trabajar la salud emocional, formar un hábito de ahorro e impulsar iniciativas productivas fue la apuesta integral del PMyFM para crear condiciones que mejoren el diario vivir de los familiares que se quedan cuando alguien migra.

Cerca de 5,000 mujeres e hijos beneficiados, 4 proyectos productivos en marcha, 30 grupos organizados para el ahorro en Bancos Comunitarios, que reciben los talleres de salud emocional, una red de aproximadamente 30 promotoras locales que ya llevan la conducción del Proyecto, dos manuales impresos sobre el modelo de Bancos Comunitarios y otro para los Grupos de Autoayuda, constituyen los logros cuantitativos que se han tenido a lo largo de estos 5 años. Pero la manera en como las mujeres que han experimentado la migración en sus familias se viven después de participar en el proyecto, abre esperanzas y da sentido a las pequeñas acciones.

"Aprendí a expresar mis sentimientos, a saber que como mujer tengo derechos, aprendí a ‘domar el león que llevo dentro’ para relacionarme mejor, y hacerme escuchar" (Mujer participante Grupo Autoayuda, Playa Vicente, Ver.)

"A través de mis ahorros en el Banco Comunitario he tenido un recurso sobre el cual yo decido, eso me da independencia y me hace sentir bien". (Socia Banco Comunitario, Minzapan, Ver.)

"Como promotora tengo mucha responsabilidad. Impulsar el ahorro en los grupos lo sé hacer muy bien, las mujeres participan fácilmente. Donde tenemos dificultad es trabajar la parte emocional, nos resistimos a hacer nuestra propia transformación cultural, a romper nuestros miedos e inseguridades, a creer desde dentro que somos capaces, dignas de derechos y a hacer valer nuestra voz. Ver esas transformaciones cuando se logran me dan razón suficiente para seguir en el trabajo". (Promotora, Acayucan, Ver.)


Autor/a: Por: Magdalena Sofía de la Peña-México
http://www.wim-network.org/2012/09