26 de febrero de 2016

Las uniones de trabajadoras están resquebrajando el abuso en el empleo doméstico.


Etelvina López llegó del norte de Guatemala a San Francisco, California, hace casi 16 años. Alcanzó Estados Unidos después de un trayecto aterrador en el que viajó escondida en el tanque de una pipa de gas y en camiones hasta la frontera entre Agua Prieta (Sonora, México) y Douglas (Arizona).
López, de 33 años, venía en busca del sueño americano pero tan solo unos años después de su llegada fue víctima de violencia doméstica y de abusos laborales como trabajadora del hogar.
Para trasladarse de la comunidad rural de Las Cruces, en Guatemala, a la frontera entre México y Estados Unidos, López pagó miles de dólares a un coyote que después la introdujo en los Estados Unidos. Recorrió durante cuatro días el desierto y las montañas de Arizona para llegar a su destino.
“Tuve miedo a muchas cosas que decían que pasan. Que en el camino violaban a las muchachas, las mataban..., ese era mi miedo. La comida se nos terminó en el último día y no pudimos comer nada”, recuerda Etelvina.
La violencia que sufrió por parte de su pareja años después de su llegada la llevó a huir de su casa junto con sus dos hijas. Pronto, López tuvo que comenzar a trabajar en limpieza de casas en el área de la Bahía de San Francisco, donde se topó con vulneraciones de derechos laborales por parte de sus empleadoras.
“Me estaban abusando, la señora me llevaba desde la seis de la mañana y me devolvía a las cinco o seis de la tarde y eran demasiadas horas y solo me daba 50 dólares [a la semana]”, revela López. El salario mínimo en California es de 10 euros la hora.
Con los bajos salarios como trabajadora doméstica, López apenas podía pagar la renta de un pequeño cuarto en la zona metropolitana de San Francisco y costear los gastos de la manutención de sus hijas. Además, la vulnerabilidad de Etelvina a los abusos era mayor por su estatus de inmigrante indocumentada.
El reporte “Economía del Hogar. El mundo invisible y no regulado del trabajo del hogar” [PDF], publicado en 2012, detectó que las trabajadoras están faltas de respeto y sufren maltrato en su lugar de trabajo, reciben pagas por debajo del salario mínimo estatal y no tienen seguridad social.
De acuerdo con cifras de organizaciones del sector, hay 2.5 millones de trabajadoras y trabajadores domésticos en Estados Unidos [PDF]. Tan solo en California son 308,000, según la Coalición de Trabajadoras Domésticas de California.
No hay cifras oficiales sobre la cantidad de trabajadoras domésticas indocumentadas en los Estados Unidos.
Un informe publicado en 2001 por la organización Human Rights Watch confirma que el de Etelvina López es un caso más de entre miles. Los abusos, dice el reporte, van desde ser sometidas a jornadas de 19 horas hasta vivir casi en total aislamiento.
López solo pudo combatir los abusos cuando se amparó hace casi 11 años en una organización que protege a las empleadas domésticas de los abusos laborales llamada Mujeres Unidas y Activas. A partir de su experiencia en la organización, López ha encabezado movimientos para reclamar los derechos de sus compañeras.
“Hemos luchado mucho porque se nos respete nuestro trabajo pero, más que nada, que nosotras aceptemos que nuestro trabajo lo vale", explica.
“Hay muchas mujeres que están siendo abusadas y nada más por la necesidad de su trabajo, del dinero, y porque están pasando por situaciones parecidas a la mía o peor”, valora López, quien ahora recibe un salario de entre 20 y 25 dólares la hora por su trabajo de limpieza de casas en San Francisco.
María Reyes, organizadora de la Alianza Nacional de Trabajadoras del Hogar en los Estados Unidos, una agrupación que coordina a 56 organizaciones en el país, afirma que las trabajadoras domésticas viven en un constante riesgo de ser abusadas por la falta de leyes que las protejan.
“Los riesgos que hemos visto tristemente es el ser abusadas de diferentes formas, hasta sexualmente, psicológicamente, a veces con golpes, con palabras mal sonantes, el maltrato de que no nos pagan lo justo, muchas veces ni el salario mínimo”, dice esta mujer originaria de Tepatitlán, Jalisco.
Reyes añade que las trabajadoras domésticas indocumentadas viven mayores abusos.
“Si las personas se dan cuenta de que su trabajadora es indocumentada entonces la tienen acosada y amenazada", explica. “Apenas hacen un reclamo para que se le aumente el salario y le dicen ‘voy a hablarle a Migración, no, yo no te voy a pagar más y si no quieres le llamo a Migración, tu no tienes documentos’,” dijo María Reyes, de 69 años de edad.
Los abusos a las trabajadoras domésticas en los Estados Unidos solo pueden ser combatidos si estas se organizan y se unen para reclamar sus derechos, afirma Katie Joaquín, directora de la Coalición de las Trabajadoras Domésticas de California.
“La solución número uno que damos es ser parte de una organización porque cuando estamos conectadas unas con otras estamos en posición de tener apoyo para nuestros casos". “No importa si tienes papeles o no, tienes el mismo derecho bajo las leyes laborales en California. Hay riesgos y la manera en que podemos minimizarlos es estar organizadas”, explica.
Aunque aún la mayoría de los empleadores no respetan los derechos de las trabajadoras domésticas, afirma Katie Joaquín, se han logrado avances en California y en otros estados del país para protegerlas.
Tan solo en California, luego de una larga lucha iniciada desde el año 2005 por parte de decenas de organizaciones civiles, en 2013 el gobernador Jerry Brown firmó la Carta de Derechos de las Trabajadoras Domésticas, que otorgó el derecho de pago a horas extras después de nueve horas laboradas a las cuidadoras de pacientes en los hogares.
Pero el gobernador solo aceptó una de las 11 propuestas que plantearon las organizaciones. Entre las que Brown rechazó, estaban la garantía de derecho al descanso de las trabajadoras que residen de forma permanente en los hogares y el derecho a preparar su propia comida en los lugares donde trabajan.
“Fue una ley muy pobre e inconclusa”, valora Reyes. El documento avalado por Brown, identificado como AB241, es temporal y su validez vencerá el 1 de enero de 2017, cuando concluya el mandato del actual gobernador.
Para evitar que la carta se invalide y que sea declarada como permanente por Brown antes de que abandone la gubernatura, decenas de organizaciones de trabajadoras domésticas alistan movilizaciones civiles en California.
“Lo que estamos pidiendo es que se haga permanente el derecho sobre tiempo y para eso vamos a hacer miles de expresiones públicas”, dijo Joaquín.
Por su parte, Reyes valora que, a pesar de la ley, hay empleadoras que no la respetan y un gran número de trabajadoras domésticas ni siquiera saben que existe.
Para que la ley sea permanente, las organizaciones de California buscan que el documento sea aprobado por el Senado estatal bajo la propuesta SD1015, a través de la cual se extenderían los derechos a más trabajadoras domésticas.
Además de California, cuya Carta de Derechos de las Trabajadoras Domésticas entró en vigor el 1 de enero de 2014,  otros estados han promulgado leyes similares para otorgar algunos derechos. La creación de las cartas de derechos de las trabajadoras domésticas comenzó ante el reclamo de organizaciones civiles por la falta de protecciones legales a este sector laboral.
Mientras en Nueva York y Hawai, sus cartas de derechos entraron en vigor en 2010 y 2013, respectivamente, en los estados de Connecticut, y Massachusetts, sus cartas no entraron en vigor hasta el año pasado. Illinois también está en proceso la elaboración y aprobación de una de estas cartas.
“En el corazón de todo esto está la dignidad, lograr el reconocimiento para un trabajo que es bien duro, bien importante, pero que también en realidad no es reconocido ni valorado con pago justo, con respeto y condiciones sostenibles para garantizar el sustento de una familia”, concluye Katie Joaquín.

Por Marcos Martínez
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