18 de diciembre de 2015

Migración y Género.


Hasta mediados de la década de los 80, la migración era considerada como un fenómeno del sexo masculino. Hoy en día, las mujeres dan razón casi de la mitad de la población migrante en todo el mundo. La migración muchas veces se considera como género neutro, ya que trata el proceso del desplazamiento de personas, sin embargo, de hecho está relacionada con el género ya que la migración impacta de manera distinta a hombres y mujeres y a grupos diferentes de hombres y mujeres en su proceso de desplazamiento.
La conciencia de los fenómenos relacionados con el género expone papeles y relaciones entre hombres y mujeres que pueden ser imperceptibles, así como obvios. Estas relaciones son definidas en y por las estructuras socioculturales y los sistemas de la sociedad donde viven las personas . Las experiencias  que los hombres y mujeres tienen como migrantes difieren y muchas de las diferencias se deben al papel, la conducta y las relaciones que la sociedad asigna a, y espera de, una mujer o un hombre en un país de origen y un país de destino.
En el diseño de políticas y programas, es importante reconocer y respetar los antecedentes y el contexto sociocultural para las relaciones de género en los países de origen. Esto tendrá impactos y determinará la habilidad de los individuos para beneficiarse de las políticas y los programas.
Aunque los desplazamientos de poblaciones sean un proceso de género neutro, están relacionados con el género debido a que mujeres y hombres migran por diferentes razones, usan diferentes canales y tienen diferentes experiencias. El contexto social, dentro del cual ocurre la migración, es totalmente influenciado por el género y las relaciones familiares. Esto, a su vez, influye plenamente en la conducta de la migración y también afecta las experiencias por las que pasan hombres y mujeres. El papel que el género desempeña en la decisión de un individuo de migrar o no también ilustra por qué es importante considerar los asuntos de género cuando se consideran y se formulan opciones de política migratoria – sin considerar si se enfocan en la inmigración, reunificación familiar, migración de trabajo, reasentamiento, o asilo.
Hoy en día, las mujeres migrantes son reconocidas no sólo como dependientes, o parte del proceso de reunificación familiar, o como migrantes forzadas en situaciones de desplazamiento, sino también como agentes independientes y jefas de familia o estrategas. Actualmente, las mujeres dan razón de casi la mitad de la población migrante en todo el mundo.
Sin embargo, las políticas y disposiciones relacionadas con la migración en países de origen y/o de destino generalmente no se han ajustado a esta tendencia. A pesar de la evidencia cada vez mayor acerca de la naturaleza relacionada con el género de la migración, la mayoría de las políticas y disposiciones relacionadas con la migración no son influidas por el género. Muchas veces, subestiman o menosprecian la naturaleza de género de la migración, con consecuencias imprevistas para las mujeres. A pesar de la “feminización de la migración”, todavía con frecuencia se tiende a tomar a los hombres como la “norma”, ignorando las necesidades, aspiraciones y capacidad para actuar de manera independiente de las mujeres. Las políticas y las disposiciones normalmente no consideran los papeles y las relaciones entre hombres y mujeres.
Puntos Importantes
El término “sexo” se refiere a las diferencias biológicas entre mujeres y hombres. Las diferencias biológicas son fijas y (principalmente) inalterables y varían poco a través de culturas y con el tiempo.
El género se refiere a las diferencias entre hombres y mujeres y cómo son percibidas en y por
diferentes culturas y estructuras sociales. Género no es simplemente otra palabra para mujeres.
La distinción entre “género” y “sexo” puede ser significativa. A pesar de que las diferencias
biológicas vinculadas al sexo no se pueden cambiar con facilidad, las diferencias relacionadas con el género y las relaciones de género pueden cambiar y son afectadas por políticas, disposiciones y legislaciones. “Género” no se refiere necesariamente a diferencias o asuntos vinculados a las características biológicas de mujeres y hombres, aunque las diferencias relacionadas con el género y las diferencias vinculadas al sexo a menudo son interrelacionadas.
El género es quizás el único factor más importante que moldea las experiencias de los migrantes
– más importante que su país de origen o destino, su edad, clase, raza o cultura. Como tal, afecta
muchas políticas y programas que los gobiernos implementan, no sólo en el campo de la migración.
Al mismo tiempo, el proceso de la migración incide en las relaciones y funciones de género.
Al abordar la tarea de desarrollar respuestas apropiadas de políticas y programas, varios
conceptos pueden proporcionar asistencia.
• El papel del género se refiere a las diferentes actividades que son atribuidas a hombres y
mujeres basándose en sus diferencias de género percibidas. En general, los hombres tienen
un papel productivo y muchas veces un papel de administración y las mujeres tienen un
papel productivo, un papel reproductivo (parto), y un papel doméstico. Estos papeles están
sujetos a cambios, pero a menudo son un reflejo de las normas sociales y la percepción
dominante cuyos tipos de papeles son “apropiados del género”.
• La brecha de género se refiere a la disparidad entre la representación demográfica y real
con respecto al acceso a derechos, recursos y habilidad para ser escuchado y contado. Por
ejemplo, las mujeres a menudo son las principales trabajadoras agrícolas/proveedoras
de alimentos que normalmente todavía no poseen tierras ni tienen acceso a recursos. La
sensibilidad de género se refiere al reconocimiento de diferencias y desigualdades entre los
papeles, responsabilidades, necesidades e identidades de mujeres y hombres.
• Corriente principal de género es una metodología para trabajar hacia el progreso de las
mujeres y las metas de igualdad de género. La última meta de la corriente principal de género es lograr la igualdad de género. La acción de inclinarse por una perspectiva de género es el proceso de valorar las implicaciones para mujeres y hombres de cualquier acción planeada,
incluyendo legislación, políticas o programas, en todas las áreas y en todos los niveles. Es una
estrategia para hacer que los asuntos y las experiencias de mujeres, así como hombres, sean
una dimensión integral del diseño, implementación, supervisión y evaluación de políticas y
programas en todas las esferas políticas, económicas y sociales de manera de que mujeres y
hombres se beneficien de manera igual y la desigualdad no sea perpetuada.
La igualdad de género se refiere a las normas, valores y derechos que se requieren para
asegurar que hombres y mujeres pueden lograr una condición igual sin neutralizar las
diferencias biológicas entre ellos.
• La equidad de género, la cual debería distinguirse de la igualdad de género, se refiere al
proceso de imparcialidad en el otorgamiento del acceso a los recursos. Por ejemplo, haciendo que sea tan importante y factibles para las niñas lograr la educación secundaria como para los niños.
• El equilibrio de género se refiere a la participación de un número igual de mujeres y
hombres en una actividad o una organización, y de manera más importante, a un nivel igual
de responsabilidades para hombres y mujeres.
• El género neutro se refiere a la búsqueda de opciones e intervenciones que están basadas
en metas u objetivos de manera tal que está libre del impacto de géneros. La neutralidad de
géneros se refiere no sólo al resultado o esa acción, sino también a su diseño.
• El género ciego se refiere a acciones que parecen ser neutras pero en realidad son tendenciosas
y no toman en cuenta factores que contribuyen a un resultado no equitativo.

Articulo completo
http://www.crmsv.org/documentos/iom_emm_es/v2/v2s10_cm.pdf

15 de diciembre de 2015

Síndrome de Otelo: cómo es la enfermedad de los celos extremos.



Toma el nombre de la conocida obra de Shakespeare, Otelo, que mata a Desdémona poseído por unos celos enfermizos.
El síndrome de Otelo es un delirio por el cual la persona que lo sufre está firmemente convencida de que su pareja le es infiel.
"La persona está obsesionada con la idea de la infidelidad y muestra una serie de conductas que se manifiestan tratando de buscar pruebas que lo demuestren, por ejemplo, entrando en el ordenador o mirando el teléfono móvil de su pareja. También puede mostrarse violenta o humillar al otro", dice a BBC Mundo Walter Ghedin, psiquiatra y sexólogo.
Los celos desmesurados pueden destruir parejas.
En casos extremos la persona que padece del trastorno puede llegar a matar al objeto de sus celos.
"Cuando se llega al extremo del homicidio es que existe otro tipo de personalidad patológica de base como la paranoia o un delirio celotípico. Cuando hay un delirio es una idea irreversible con una serie de respuestas a esas ideas que son realmente graves", dijo el experto argentino.
"Muchas veces los celos son alimentados por la influencia", señala Ghedin, "en la obra de Shakespeare Otelo fue influenciado por Yago que le metía ideas de la infidelidad de su esposa. Los sujetos celotípicos pueden ser son influenciables por las opiniones de otras personas o medios de comunicación".
La manera de tratar el síndrome de Otelo es buscar las causas que lo provocan. La psicoterapia es fundamental y en los casos extremos se recomienda medicación.
"Hay pacientes en los que la idea de infidelidad es tan preponderante, tan recurrente en su pensamiento que altera las relaciones con otras personas. En estos casos, una medicación atenúa la intensidad de la idea", explicó Ghedin.
Distintos tipos de celos
Pero los celos no son necesariamente patológicos.
Según Ghedin, forman parte del capital de emociones que toda persona tiene. Se consideran síntomas de un trastorno psiquiátrico solo cuando dominan al sujeto e interfieren notoriamente en su vida de relación y en el resto de sus ocupaciones.
Podemos clasificar a los celos como:
Reacción emocional normal: es transitoria, no condiciona la vida de la persona ni de los demás.
Reacción emocional desmedida: afecta sobre todo las relaciones amorosas. Es más frecuente en mujeres con diferentes grados de dependencia. Pueden o no haber existido situaciones previas de infidelidad (ya sea personales, familiares o de amistades cercanas). Son controladoras y pretenden que el otro les despeje infinidad de dudas que nunca llegan a ser aclaradas.
Celos como rasgo distintivo de la personalidad: son personalidades desconfiadas, suspicaces, que condicionan la vida del sujeto y del entorno. Afectan todas las áreas: relaciones familiares, amorosas y trabajo, entre otras. Son fríos, calculadores, encuentran amenazas donde no existen y están convencidos que lo que piensan es una "verdad" indiscutible. Se denomina Trastorno Paranoide de la Personalidad.
Síndrome de Otelo: es un trastorno delirante con ideas de celos, también denominado celotipia. Son ideas que atrapan el pensamiento y convencen al sujeto de que el otro le es infiel. El delirante celotípico construye su delirio con datos irracionales y pierde el tiempo tratando de hallar comprobaciones para confirmar sus sospechas. Los delirios de celos pueden formar parte del trastorno delirante crónico o paranoia, pero también lo observamos en los comienzos de cuadros demenciales por deterioro involutivo de la corteza cerebral y en el alcoholismo crónico.
Afecta más a los hombres
La persona está obsesionada con la idea de la infidelidad y muestra una serie de conductas que se manifiestan tratando de buscar pruebas que lo demuestren, por ejemplo entrando en el ordenador o mirando el teléfono móvil de su pareja
Walter Ghedin, psiquiatra y sexólogo
El síndrome de Otelo afecta a mujeres y a hombres pero más a estos últimos. Según el experto argentino, la razón fundamental tiene bases psicológicas y culturales.
El apego real y simbólico a la figura de la madre actuaría inconscientemente generando sentimientos ambivalentes de amor-odio hacia las demás mujeres.
La cultura también impone sus reglas: en estos sujetos la idea de poder, dominación y fuerza sobre la figura femenina es imperante.
Ellos quieren mujeres que se sometan a sus reglas y cualquier conducta de autonomía de parte de ellas es vivida como sospechosa.
En opinión de Ghedin, ya sea el hombre o la mujer quien sufra el trastorno, lo importante es buscar ayuda antes de que el síndrome arraigue y se deterioren las relaciones entre la pareja.

http://www.bbc.com/mundo/noticias/2014/11/141111_salud_sindrome_otelo_il

10 de diciembre de 2015

Los movimientos feministas y de mujeres como fuerza democratizadora.


América Latina abrazó la modernidad desde la independencia, pero su desarrollo estuvo
moldeado por la experiencia colonial, la historia política de democracias inestables y la sucesión
de dictaduras militares. El desarrollo de la modernidad en la región, también se hizo a expensas
de otras culturas y civilizaciones, a las que subordinaron. Frente a las luchas de las fuerzas
democráticas, los sectores dominantes desplegaron incansables estrategias por mantener la
dominación, la desigualdad, el privilegio y la exclusión e incluso, asumieron discursivamente el
imaginario moderno para justificar sus privilegios y sistemas de servidumbre.
A pesar de la heterogeneidad de los países y de las diferencias sociales y culturales existentes,
hay elementos comunes que han incidido en la vida diaria de la ciudadanía: una matriz históricocultural occidental y cristiana, con mandatos sobre lo permitido y lo prohibido a las mujeres; una  institucionalidad política precaria, con élites discriminadoras y excluyentes; y Estados patriarcales y populistas, con tendencias paternalistas y clientelares en su relación con las mujeres (sobre todo con aquellas en situación de pobreza). Hay que agregar para algunos países de Centroamérica y del área andina, una mayor densidad étnica y una herencia colonial.
La región latinoamericana, a lo largo de su historia y como producto de diversos procesos
sociopolíticos, fue experimentando transformaciones a la par de los avances en los ámbitos de
industrialización y urbanización. El aparato del Estado creció, con la consecuente extensión de los
servicios de salud y de educación, así como de la ampliación de la infraestructura y el transporte. La
textura de la sociedad se volvió más heterogénea con los desplazamientos internos del campo a la
ciudad y la emergencia de sectores medios, de nuevas formas de consumo y de otros patrones de
movilidad. Al mismo tiempo, gracias a la transformación de los patrones de fecundidad, el ingreso de
las mujeres a la educación y al trabajo, debilitó el modelo de familia jerárquica y patriarcal.
 Todas estas transformaciones favorecieron los procesos de individuación de las personas y en forma especial,de las mujeres; ciertos sectores de ellas, debido a su ingreso a la educación y el mercado laboral,tuvieron más recursos para definir su vida y participar en las esferas política y social, trascendiendo los vínculos sociales o geográficos tradicionales que les ataban a su entorno inmediato.
La segunda ola del movimiento feminista, madura en la región en períodos de crisis política y
de dictaduras. Las movilizaciones de las agrupaciones feministas tuvieron lugar en escenarios
caracterizados por la aceleración de transformaciones societales y/o por la presencia de situaciones
de crisis, que se expresaban -entre otras dimensiones- en la emergencia de nuevos actores sociales
o en alianzas políticas que presionaban por cambios en la institucionalidad vigente. La segunda ola
del movimiento feminista no sólo impugnó la exclusión de las mujeres de los espacios públicos,
como lo hicieran las sufragistas. Hizo también visible el carácter socialmente construido de las
identidades y de los roles femeninos y masculinos, identificando los mecanismos de distribución
desigual del poder y de oportunidades entre hombres y mujeres, refutando las lógicas culturales
e institucionales que separan lo público de lo privado o la producción de la reproducción, y los
principios jerárquicos que organizan la vida privada.
El trabajo, la familia, las normativas de la sexualidad y de la reproducción, las estructuras de
representación política, de los derechos económicos y de las libertades civiles, son algunas de
las más importantes instituciones de la vida social de nuestro tiempo que han sido blanco de las
críticas feministas. Éstas han destacado la naturaleza política de la familia y de la intimidad,
 así como la necesidad imperativa de justicia en la vida personal, cuestionando de esa manera la forma en que han sido interpretados los derechos a la intimidad y a la privacidad: reconocidos sólo a los hombres jefes de familia, otorgándoles un control sin límite sobre quienes son integrantes de su
círculo privado y haciendo abstracción del derecho a la privacidad y la intimidad de quienes son
subordinados. Las feministas reivindican la intimidad en la familia -en condiciones de igualdad de
derechos y de poder entre sus integrantes-, no la intimidad de la familia, en condiciones en que el
único miembro que detenta poder y derechos es el adulto varón, jefe de la misma.
El feminismo ha desarrollado nuevos marcos conceptuales, jurídicos y políticos para pensar el
mundo público, al cuestionar las convenciones que han naturalizado el poder jerárquico y al
señalar que el poder político, puede y debe ser ejercido también en el ámbito de las relaciones
familiares y de la intimidad, con la participación de todos sus integrantes. Las feministas han
argumentado contra la rigidez con que se definen e interpretan los límites que separan lo
privado y público, ofreciendo reinterpretaciones sobre la interrelación entre ambas esferas.
Sostienen que es imposible discutir el dominio público y el dominio doméstico, aisladamente,
sin referencia a sus estructuras y prácticas, a la división del trabajo y a la distribución del poder.
La persistencia de la dicotomía privado-público no puede ser explicada sin tomar en cuenta los
elementos de la esfera no doméstica, tales como: la segregación y la discriminación sexual en el
mundo del trabajo asalariado; la escasa presencia de mujeres en cargos políticos; y la tenacidad
del postulado estructural que afirma que trabajadores de servicios públicos no son responsables
de la educación de niñas y niños. Los roles domésticos de las mujeres tienen que ver y se
sustentan, en la desigualdad que enfrentan; y en los aspectos psicológicos de su subordinación,
afirmada en la socialización recibida en una familia estructurada con base en roles de género
diferenciados y desiguales (al igual que otras instituciones sociales).
En el ámbito de los derechos humanos, el movimiento feminista ha subrayado su naturaleza
social, no solo individual. Junto a la defensa de derechos colectivos de las mujeres, ha enarbolado
el respeto a los derechos a la privacidad y a la autonomía decisoria en la vida privada y pública,
que aseguren las condiciones constitutivas mínimas necesarias para tener una identidad propia,
participar de la vida social y política, buscar la autorrealización y, por ende, gozar de dignidad
humana. Para el feminismo y los movimientos de mujeres en defensa de los derechos humanos,
los derechos –civiles, políticos, económicos, sociales, culturales, sexuales y reproductivos-
han sidoreconocidos a las mujeres como resultado de amplios movimientos nacionales y trasnacionales;esta lucha perdería sentido, si no se aseguran las condiciones de posibilidad mediante las cualesesos derechos pueden ponerse en práctica.
Esas condiciones constituyen derechos sociales e incluyen el bienestar social, la seguridad personal y la libertad política (Correa y Petchnesk,, razón por la cual se ha buscado transferir el mayor peso de las obligaciones, de los individuos a las instancias públicas y al Estado.
En conclusión, los movimientos feministas se han constituido en importantes fuerzasdemocratizadoras y modernizadoras desde abajo (Wagner, 1997)43, introduciendo nuevos discursosy reglas sociales, así como contribuyendo al tránsito hacia una nueva fase de la modernidad en la quese profundicen los procesos de individuación y se erosionen las convenciones sociales, culturales einstitucionales que han excluido a las mujeres de la vida pública.

http://www.oas.org/en/CIM/docs/CiudadaniaMujeresDemocracia-Web.pdf



4 de diciembre de 2015

Pobreza, causa de muertes maternas




La mortalidad materna en América Latina está ampliamente relacionada con la pobreza, falta de educación y desigualdad, así como con deficiencias en el acceso a la salud y la calidad de atención oportuna durante el embarazo, parto y puerperio.
Así aseguró Cuauhtémoc Ruiz Matus, director interino del Departamento de Familia, Género y Curso de Vida de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), en el marco de la presentación en México de la campaña #CeroMuertesMaternas, que busca reducir la muerte de mujeres por hemorragia posparto en la AL.
El representante de la oficina regional para las Américas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) señaló que aunque en los últimos cinco lustros la región ha presentado una importante reducción en mortalidad materna, "los avances han sido insuficientes [pues] aún más de 5 mil mujeres mueren en en América Latina y el Caribe por complicaciones evitables del embarazo y del parto. En la región, todos los días mueren al menos 16 mujeres por estas causas".
Los principales grupos de edad en los que se encuentran más muertes por hemorragias son en menores de 16 años y mayores de 35; y el fenómeno generalmente está ligado a mujeres con múltiples embarazos, cesáreas previas o que tuvieron complicaciones en otros embarazos.
Pero Riuz Matus apuntó que esta problemática no sólo es de tipo médica y de salud, sino también social, por lo que es necesario atenderla de forma integral "haciendo frente a las desigualdades y a las inequidades, y a las determinantes sociales en salud como es la pobreza, la educación, la falta de acceso a transporte, el acceso a servicios de planificación familiar, la atención oportuna y de calidad durante el embarazo, el parto y el puerperio".

http://imparcialoaxaca.mx/nacional/7cw/pobreza-causa-de-muertes-maternas



3 de diciembre de 2015

La participación y organización de las mujeres indígenas.


En momentos en los que la participación se representa como “tener voz”, “hablar”, irrumpir en la escena pública, abandonar el silencio y por fin tomar la palabra, la intervención de las mujeres de los pueblos originarios afronta dilemas adicionales a la participación de los hombres de las mismas comunidades.
 La violencia estructural ha implicado la invisibilización de las mujeres, principalmente de las indígenas.
 Por un lado, algunos pueblos se plantean el silencio. Sí, el abstenerse de la participación como una forma de mantener la autonomía y alejarse de las estructuras de control ajenas a la comunidad, porque se ve a la participación como una vía para abrir la intervención al otro, a los de afuera que históricamente representan la pérdida de la autonomía.
 Hablar, responder, se convierte en una forma de reconocer al “otro” o la otra, como interlocutor, validar el discurso de las instituciones y del gobierno federal o estatal, externo a los usos y costumbres de muchos de los pueblos originarios.
 Un dilema adicional desde la mirada de las mujeres, sin centrarnos en la autonomía y la participación se reconoce desde algunas posturas un riesgo al estar en oposición a la autonomía, viéndose como una forma de control desde un otro ajeno a la comunidad, por ello se discute hacia el interior el abstenerse o esa auto regulación a través de los “usos y costumbres” o “derecho consuetudinario”  entraña para las mujeres de los pueblos originarios el silenciamiento y no sólo para un hablar e intervenir en los espacios comunitarios y de autogobierno de sus pueblos.
 Además, están las prácticas que violentan la vida de las niñas y de las mujeres.
 No se trata sólo del silencio de los pueblos originarios que se propone como una forma de dejar sin contraparte en el diálogo al otro, formado en un mundo diferente, una visión influenciada desde la educación ajena, desde un “afuera”, sino del silencio impuesto y la abstención a la participación de las mujeres de los pueblos originarios hacia el interior  de sus comunidades que se rigen en gran medida desde una suma de patriarcados, resultado del “entronque patriarcal” que reúne a las formas de control sobre el cuerpo y la vida de las mujeres desde un afuera con el de adentro de la comunidad.
 Ese control que acalla la voz de las mujeres naturalizando su no participación en la toma de decisiones o que mantiene una aparente apertura, pero sin alterar o modificar las condiciones de violencia en las que viven en los espacios privados y los riegos permanentes en los espacios públicos para todas a través del acoso, la delincuencia y las ciudades construidas sin la visión de las mujeres.
 Además de que en la mayoría de los esfuerzos de autonomía comunitaria, aún está lejana la identificación de la verdadera dimensión que la participación de las mujeres de los pueblos originarios representa en los espacios públicos, y en el reconocimiento igualitario de sus propuestas y aportes a la comunidad.
 Para las mujeres, la disyuntiva no es sólo el reconocimiento de la participación hacia afuera de la comunidad, sino en la gran mayoría de los casos se trata de empezar a tejer las condiciones para la intervención en la toma de decisiones de la propia comunidad para construir espacios públicos y privados imaginados desde y por las mujeres.
 El dilema va desde este ámbito hasta el exterior, a plantearse cómo se construirá entonces la intervención/participación de las mujeres de los pueblos originarios en los contextos externos para incidir en la toma de decisiones.
 Para empezar a influir en cómo se planea el futuro inmediato, la participación a través del voto, el derecho a ser votadas, a opinar y a decidir las acciones de las instituciones.
 Este es el “nudo” de la democracia que lleva a reflexionar acerca de la viabilidad de nombrar la democracia como una práctica política válida y como mecanismo de construcción de toma de decisiones, si es por excelencia una  estructura heredada del sistema patriarcal occidental en la que no están las mujeres, pero mucho menos las mujeres de los pueblos originarios. Y ya sabemos que sin las mujeres no hay democracia.
 La disyuntiva de la participación en los espacios públicos de las comunidades indígenas en los espacios de gobierno y toma de decisiones para las políticas públicas de los Estados es al mismo tiempo un riesgo para la autonomía comunitaria-indígena que puede implicar el silenciamiento de las mujeres hacia el exterior, y la posibilidad de incidir y decidir sobre temas fundamentales como el cuerpo y con ello los derechos reproductivos.

Por: Argentina Casanova*
http://www.cimacnoticias.com.mx/node/71288