1 de octubre de 2012

El grito silencioso.

La circulación de imágenes prenatales flotando libremente en diferentes
superficies y espacios públicos –entre ellos, medios de comunicación, afiches
colocados en tribunales de justicia o carteles de movilizaciones callejerasgeneró
desde los años ’80 un conjunto de reflexiones críticas respecto de la dimensión
visual de la contienda vinculada con el derecho de las mujeres a decidir sobre la
interrupción de embarazos. El análisis abarcó, en primera instancia, aspectos
vinculados con la producción de sentidos desde las imágenes mediáticas en la cultura
moderna y, luego, se abocó a las representaciones generadas desde las tecnologías
de visualización obstétricas.
Rosalind Petchesky (1987) fue pionera al advertir acerca de las significaciones
construidas y puestas en juego en torno a imágenes fetales desligadas del cuerpo de
la mujer que inauguraron la noción del feto como sujeto autónomo, independiente de la
mujer gestante y con derecho a reclamar por su vida en los EE.UU., durante la era
conservadora presidida por Ronald Reagan.
En ese contexto, la autora evaluó la aparición pública del video "El grito silencioso" en
1984 como una pieza clave de propaganda de los grupos contrarios al derecho a
decidir de las mujeres en la década de los años ’80. Destacó en primer lugar su aporte
singular en la disputa del imaginario sobre el aborto, por ser el primero en trasladar las
hasta-entonces imágenes fijas del feto, en ilustraciones o fotos, hacia imágenes en
movimiento del presunto "bebé" vistas en la pantalla de un televisor. Además de "dar
vida" a la imagen fetal, el pretendido documental desplazó la retórica antiaborto del
campo religioso al del médico-tecnológico a través de la cultura visual mediática.
Así, las interpretaciones de las imágenes mostradas en el video por el narrador
médico, un ex practicante de abortos "arrepentido", en calidad de "evidencia" o
"información médica", fueron de inmediato criticadas por paneles médicos, editoriales
de diarios como el
New York Times y por la asociación Planificación Familiar (Planned
Parenthood).
En síntesis, éstos indicaron que un feto de doce semanas no tiene corteza cerebral
como para recibir impulsos de dolor como sostiene el relato; que tampoco es posible
que "grite" sin aire en sus pulmones; que los movimientos en esa etapa son reflejos y
sin propósitos; que la imagen de movimiento frenético del feto (en supuesta ‘defensa’
por la intromisión de instrumental para quitarlo del útero) se deben haber generado por
aceleramiento de la película y que la imagen mostrada en la pantalla del televisor es
casi el doble del tamaño de un feto de doce semanas.
Estos señalamientos, junto al singular deslizamiento de sentido operado en el campo
lingüístico donde en reiteradas ocasiones se identifica "feto" con "niño", "ser humano" o
"persona", permitieron situar las significaciones en juego en el audiovisual en el campo
de las representaciones culturales o, mejor dicho, en el de las "construcciones"
culturales; más que en el de la evidencia médica como intentó forjarse desde la voz
legitimada de la palabra médica.
Ahora bien, al indagar en construcciones previas de imágenes de un feto
independizado del cuerpo de la mujer que posibilita su existencia, como si fuese
autónomo, Petchesky destaca como antecedente la edición de junio de 1962 de la
revista de circulación masiva
Look, donde se publicó la historieta Los primeros nueve
meses de vida


, con cuadros que secuencian imágenes de un día, una semana, 44
días, siete semanas, etc. En todos los cuadros, el feto aparece solitario, pendiendo en
el aire (o en su saco), sólo conectado a un sistema generador de vida mediante un
"cordón umbilical claramente definido". Al mismo tiempo que en los globos de diálogo
de la historieta se lo llama "el bebé" (nombrándolo como "él" aún cuando al nacer es
una niña); no existen referencias a la mujer embarazada, salvo en el cuadro final,
donde se muestra a la recién nacida al lado de su madre, mirando hacia el padre. Se
podría afirmar entonces que desde el comienzo, en este material gráfico de circulación
masiva de los años ’60 se representa al feto como principal y autónomo; mientras que
a la mujer como ausente o, en el mejor de los casos, secundaria.
Vinculando esta historieta con las imágenes del documental precedentemente
analizado, la autora enfatiza que el feto no podría experimentar por sí mismo estar
flotando en el espacio si no estuviese en el útero de una mujer, alimentado mediante
un torrente sanguíneo. En este punto, Petchesky considera que se produce una
analogía con ciertas significaciones instituidas en el imaginario estadounidense en
torno a la experiencia grandilocuente de la llegada del hombre a la luna, imágenes
asimismo presentes en "El grito silencioso", y trae a colación una cita de Barbara Katz
Rothman, para quien "el feto en el útero se volvió una metáfora del hombre en el
espacio, flotando libre, solo vinculado por un cordón umbilical a la nave espacial",
donde la mujer gestante es mero "espacio vacío".
A la vez, Petchesky llama la atención respecto de un segundo desplazamiento
acaecido en la década de los años ‘80, vinculado con las imágenes en el campo de la
obstetricia, donde circularon las imágenes de ultrasonido, conocidas como ecografías.
A partir de entonces, las tecnologías de visualización obstétricas contribuyeron con
ese cambio de sentido estratégico en la argumentación al borrar desde el principio las
fronteras entre el feto y el bebé, reforzando la idea de la identidad del feto separada y
autónoma de la mujer gestante.
 
 
 

 
 
 

 
 

Articulo completo:

Claudia Nora Laudanohttp://www.filo.unt.edu.ar/rev/temas/t8/t8_web_art_laudano.pdf 
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