9 de febrero de 2015

Tacones ufanos.



Siempre pensé que los tacones altos en las mujeres se asemejaban a la ceremonia de elevar a los altares a las que decidían usarlos. Me seducía el rechazo de la aceptación servil de la realidad fisiológica cuando imponía una determinada estatura. Y, sobre todo, llevar tacones altos equivalía a una operación estética ésta sí de gran envergadura, como alterar la estatura de una persona sin tocar para nada su anatomía. Ya sé; el uso prolongado de los tacones provoca cierto desgaste muscular, pero, al igual que ocurre con los semáforos o los interruptores, hay unas veces que están activados y otras, parados o de color distinto. No pasa nada. En los últimos años, no obstante, los tacones altos me han abierto nuevos y fascinantes interrogantes. Siempre me quedo atónito estoy seguro de que a muchos de mis lectores les habrá ocurrido lo mismo cuando, rodeado en la calle por multitud de hombres que deambulan cabizbajos, con ciertos rasgos heredados del antecesor común que compartimos con los chimpancés, se nos cruza de pronto una mujer con tacones altos y mucha marcha. Su caminar es tan rápido que nos deja rápidamente atrás a todos los descendientes del antecesor común del chimpancé y nosotros. En este caso, la intuición me engañó, a pesar de haberla defendido sin cesar como fuente del conocimiento tan válida como la razón; el hecho es que, pensé para mí, el organismo de la mujer disponía de más energía que el de los hombres. No he podido corroborarlo, aunque cualquier aclaración de mis lectores al respecto será bienvenida para el bien de todos, mujeres y hombres.
¿Debo tomar seriamente la sugerencia de una de las neurólogas de Stanford, Estados Unidos, más reconocidas en materia de análisis diferencial entre organismos femeninos y masculinos, incluido el cerebro? Louann Brizendine no lo dudó ni un instante; tras escuchar con una sonrisa mi explicación sobre el comportamiento no idéntico de los dos sexos, sentenció muy seriamente: "Con los tacones tan altos tiendes a caerte hacia delante y, para impedirlo, aceleras la marcha. Vamos más deprisa para no caernos".
Si, en lugar de buscar respuestas a preguntas que no las tienen, miramos lo que está ocurriendo en el mundo, descubrimos muchos procesos que indican una situación muy parecida. Amigas y amigos antropólogos especializados en estudiar el comportamiento de mujeres y hombres en las nuevas y populosas ciudades del mundo São Paulo o Los Ángeles, por ejemplo coinciden en apuntar que las mujeres jóvenes ganan a los hombres jóvenes, no sólo en las clases de la enseñanza media y la universidad, sino también en nuevas disciplinas, como el trabajo en equipo cooperativo; en profesiones relacionadas con la física de las que estaban ausentes en mayor porcentaje las mujeres; e incluso en el trabajo, ganando más concursos o en el matrimonio porque rechazan más ofertas.
En 2010 se celebró el vigésimo quinto aniversario de la entrada de España y Portugal en la Unión Europea. Los Reyes invitaron a todos los que de una manera u otra habíamos participado en la apertura al exterior de este país, enclaustrado hasta entonces. De unos doscientos cincuenta invitados, no había más de diez mujeres y la mayoría eran miembros del Gobierno actual. Fue un rito afable y agradecido que los de ahora recordaran a los que aspirábamos entonces a una España abierta al mundo, pero la celebración en Palacio me trajo a la memoria mi conversación con la neuróloga Brizendine sobre los tacones altos de las mujeres y la diferenciación energética entre los dos sexos. Aquella fotografía del pasado era el reverso de lo que está ocurriendo ahora.

Autor: Eduard Punset - Redes para la Ciencia
http://www.eduardpunset.es/6891/general/tacones-ufanos