9 de septiembre de 2014

Trabajadoras temporeras agrícolas: Bajo el signo de la precariedad y la vulnerabilidad.


Más de la mitad de la población rural en América Latina y el Caribe aún vive en la pobreza. Los importantes déficits de trabajo decente y la debilidad de las instituciones laborales explican en parte esta realidad, de la cual, uno de los sectores más afectados es el de las mujeres, quienes representan el 20% de la fuerza laboral agrícola en la región.
Esta proporción ha ido en aumento los últimos años, lo que ha permitido que muchas mujeres tengan por primera vez ingresos propios. Sin embargo, en la realidad, ellas muchas veces se encuentran con empleos intermitentes, precarios, mal remunerados y con escasa o nula protección social, de modo que para ellas este tipo de empleos no representa una salida a la situación de exclusión social en la que viven.
Se las considera como trabajadoras secundarias, cuya función es, en última instancia, complementar los ingresos del hogar, o se las invisibiliza como trabajadoras familiares no remuneradas o como productoras para autoconsumo.
Ante esta realidad, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) han venido desarrollando un trabajo conjunto para analizar y dar una serie de propuestas entorno a políticas de mercado de trabajo y pobreza rural para los países de América Latina y el Caribe. Con este objetivo, se realizaron 7 estudios a diversos países de la región, que develaron los principales problemas que afectan a millones de trabajadoras del sector rural, entre los que están: la informalidad de los empleos, el incumplimiento del salario mínimo, la débil sindicalización y negociación colectiva, las brechas de cobertura de la protección social y las modalidades de contratación de mano de obra.
El análisis reveló además que el problema es aún más amplio, ya que está contribuyendo a que la pobreza rural descienda más lentamente que la urbana. En la última década, de 62,4% a 49.8% en las zonas rurales versus las zonas urbanas que bajaron de 38,3% a 24,2%. Teniendo al menos en 7 países a más de la mitad de la población rural viviendo en la pobreza.
Si a esto se suman las brechas de género, una condición étnica, de migrante y/o de desplazamiento interno, se tiene una realidad marcada por el signo de la precariedad y la vulnerabilidad que afecta a millones de mujeres en la región.
De los siete estudios realizados se extrae un conjunto de recomendaciones para una agenda laboral que mejore las condiciones de empleo y de vida de estas trabajadoras. Para lograr el objetivo del trabajo decente en este sector es necesario asumir el desafío y repensar el rol de las políticas laborales existentes. Se requiere el compromiso político de todos los actores involucrados, especialmente Gobiernos y Parlamentos, así como un reforzamiento de la institucionalidad que debe velar por el cumplimiento de los derechos laborales.
Se debe superar el riesgo de que temas centrales para las y los trabajadores de este sector caigan en "tierra de nadie" porque en la práctica vemos cómo a los ministerios de Trabajo se les dificulta una llegada efectiva a la realidad de las zonas rurales y a los ministerios de Agricultura, poder enfrentar los aspectos laborales de las actividades agrícolas. Superando estas barreras se podrá avanzar en la dirección correcta, hacia una sociedad más libre, igualitaria y con mejores condiciones de trabajo y vida para todos sus integrantes.

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LAS SANSIMONIANAS: un grupo feminista paradigmatico.



L as utopías del siglo XIX fueron conscientes de forma diversa del problema social que representaba la desigualdad social y política de las mujeres respecto de los varones. Mientras el positivismo comtiano daba a la mujer un papel complementario al del varón y cantaba las excelencias femeninas, siempre de forma interesada, el sansimonismo representó la incorporación de la mujer en la construcción de una nueva sociedad de forma que tuviera un papel activo y carismático. Igualdad como consecuencia de la excelencia femenina y de la función mística que pudiera ejercer. Pero no se fundamenta la igualdad de derechos en la naturaleza humana, o en la razón común. La cuestión es mucho más compleja y paradójica. Se ha hablado, incluso de una androgénesis del feminismo de las sansimonianas (1) según lo cuál serían los hombres quienes suscitarían el movimiento de mujeres. Lo que parece claro es que el pensamiento social y utópico del siglo XIX necesitó plantearse y buscar soluciones para una cuestión como la de las relaciones entre los sexos que necesitaba alternativas en la nueva sociedad industrial.

El feminismo sansimoniano rompe, desde la teoría y la utopía social, el viraje sexista que supuso el romanticismo, y que introdujo serios límites teóricos de la igualdad ilustrada. En definitiva un límite a los logros feministas. Pero el sansimonismo adquiere connotaciones nuevas respecto de los programas estrictamente vindicativos, educacionales y de lucha por la igualdad de derechos, expresando las contradicciones y paradojas de dicho programa ilustrado.

CIENCIA Y UTOPIA EN LA SOCIEDAD INDUSTRIAL La reflexión de Saint-Simon sobre la sociedad moderna introduce la necesidad de su investigación científica y de la construcción utópica cuando la crisis social se presenta con toda su agudeza. Esos dos aspectos, el científico y el utópico, no son alternativas excluyentes. La ciencia de la sociedad industrial, la sociología vendrá a legitimar el poder de la nueva clase ascendente, los industriales: ingenieros, banqueros, comerciantes, artistas.

Uno de los ideales de los sansimonianos era la vida en común. Desde esa vida en familia pretendían transmitir a la humanidad ideales de asociación, de fraternidad universal, de amor, al mismo tiempo que se interesaban en proyectos técnicos para cambiar las comunicaciones en Francia, como por ejemplo, la propuesta de ferrocarriles desde Francia a toda Europa. Para llevar a cabo su vida en común se instalaron en una gran casa de la calle Monsigny en París. Las siguientes palabras de un discípulo da cuenta del ambiente que vivían: "Es imposible imaginar todo el encanto que tenían para nosotros oír hablar a gente que empezaba a convertirse, oír citar fragmentos de cartas favorables o cuentos extravagantes que sobre nosotros se difundían por el mundo. Leíamos los ataques que nos dirigían los periódicos, los chistes de Le Figaro, que nos hacían reír de verdad cuando eran ingeniosos. Los dos jefes estaban colocados el uno frente al otro. Enfantin servía: se preocupaba con admirable solicitud de cada uno de nosotros, preguntándonos mil detalles. Bazard dirigía la conversación... Esta atmósfera de abnegación, un calor espiritual, dulce como las gracias de un mendigo, me embargaba continuamente. Amaba a todos los que estaban a mi alrededor y era amado de todos. Ojalá Dios me conceda una ilusión semejante para cada uno de los años de vida que me quedan" (3). Entre los miembros de la familia se encontraban ingenieros y médicos sobre todo, aunque también se incorporaron algunos literatos y poetas, como Barrault. Pero lo que no había en principio eran mujeres. La única excepción era Mme. Bazard, Clara Bazard, a la que llamaban "la Madre", por derecho de consorte, pero este derecho no le permitía actuar, sólo podía asistir a las reuniones. A pesar de ello, Clara rogaba a los discípulos, sus hijos, que trajeran a sus hermanas y ofrecía su salón los domingos para las discusiones .

LAS SANSIMONIANAS: GRUPO FEMINISTA PARADIGMATICO

¿Cuál fue el papel de las propias mujeres en la secta? Sin duda atraídas por la religiosidad del movimiento hubo muchas mujeres: algunas de ellas, realmente significativas: Clara Bazard, Cécile F ournel, Clara Démar y Suzane V oilquin. Sin embargo, fueron víctimas del sueño de Enfantin. Muchas de ellas vivieron dramáticamente su propia situación de pareja, el divorcio, el amor. Hasta el punto de que llegaron a afirmar que no podría existir mujer libre si no era célibe. Como hemos visto, primero tuvieron un papel clave en el debate sobre la nueva moral entre Enfantin y Bazard pero únicamente como objeto del propio debate, exceptuando a Clara Bazard, que era la Madre por derecho de consorte y la única mujer admitida en el consejo sansimoniano. Clara Bazard representa una figura clave para entender el cisma y el fondo del problema que se debatía. Es, en definitiva, una representación trágica del conflicto entre dos morales. Partidaria con su marido de la unión de pareja cristiana, tuvo una relación adúltera que confesó a Enfantin y que éste utilizó en la controversia. Su postura, ante la propuesta de Enfantin de darle un lugar privilegiado en las sesiones de la familia es: "estas distinciones ilusorias no nos han acercado nunca a los hombre y siempre nos han alejado de las mujeres.. Son tronos aislados que hacen del ser que los ocupa, un ser aislado entre los otros, un desgraciado símbolo de esos desafortunados que no pueden avanzar más que huyendo de su sexo". Clara se siente instrumento de Enfantin como lo había sido de su amante pero, no por ello dejó de ser la figura clave para la organización del grupo de mujeres, a pesar de que era consciente de la dificultad de organizarse al margen de los hombres. ,,' Las mujeres sansimonianas, que habían pertenecido a la secta, toman conciencia de sí , como grupo y hacen suyo el principio ilustrado: "Nous naissons libres comme l'homme" "nous naissons libres..et égales a l'homme."

Por lo que han de tener una autonomía equivalente a la del hombre de manera que no estén supeditadas bajo la ley del hombre. Incluso siguiendo el pensamiento de Enfantin, había quien consideraba que era necesario que la mujer se confesara, públicamente/y ya que durante tan largo tiempo había permanecido desconocida por maestros brutales y orgullosos, fuera ella misma la que pronunciara la ley que convenía a su naturaleza. La moral sexual del grupo se debatía entre la defensa de la familia por una parte, y la defensa del adulterio, divorcios, suicidios incluso. La proP!~ Clara Bazard, habiendo sido muy estricta, sin embargo cayó en el adulterio. Suzane V oilquin pide el divorcio a raíz de una apasionada relación con otra sansimoniana y expone las razones de su petición en La Tribune des Femmes. La necesidad de creación de un grupo propio se manifestó con la creación de un periódico propio: La femme Libre, que también se llamó La femme nouvelle y La tribune des femmes. Hubo, sin embargo, una división dentro del mismo movimiento: Las que pretendían en espera de la nueva ley para la mujer, mantener los principios cristianos y no olvidar que la mujer reservada, constante y modesta inspiraba más confianza y las mas audaces que pretendían dar ejemplo de actitudes liberadoras. Las primeras se distinguían por el color dalia y las segundas por una cinta roja. Clara Démar pertenecía a estas últimas. Defendió audazmente el derecho a la felicidad. Acusando al cristianismo, con aires claramente nietzscheanos de no estar hecho para los temperamentos fuertes, para las naturalezas alegres.

Criticó la concepción de Enfantin de las dos naturalezas, constante e inconstante, reprochándole que pudiera hacerse una distinción tan tajante. Critica el matrimonio e, incluso, la publicidad de las uniones y considera que la paternidad es "siempre dudosa e imposible de demostrar". Pide "la prueba de la materia por la materia, de la carne por la carne". La mujer, en definitiva representante de la carne tendría por misión individualizar; reclamar los derechos del individuo frente a la sociedad. La crítica que Clara Démar realizó de los principios sansimonistas pone éstos en evidencia. En las páginas de Lafemme Libre va a defender a las mujeres reivindicando su derecho a participar en la elaboración de las leyes y, especialmente, la derogación de la ley del matrimonio como causante de la esclavitud de las mujeres ya que es la que obligan a la mujer a vivir bajo el yugo de un hombre. La insistencia en que las leyes del matrimonio son sinónimo de esclavitud es una constante del "feminismo" de la época. Los MilI mantuvieron esa misma postura de forma rotunda porque son leyes que autorizan a "cada hombre" a someter y mantener bajo su dominio a "cada mujer".

El otro problema del que Clara Démar es consciente es el de cómo mantener la independencia en el trabajo si hay que cuidar de los hijos. Su idea de crear una "mre sociale" o una "Nourrice fonctionnaire" como solución al problema fue evidentemente un logro teórico que; aunque poco elaborado, quedaba como posible solución a uno de los mayores problemas que la mujer tiene para su emancipación. Hay que tener en cuenta que hasta el mismo MilI cuando se trata de poner en cuestión la función maternal de la mujer se pronuncia porque siga manteniéndola aunque eso repercuta en no poder dedicarse a su propio trabajo fuera de casa. La paradoja de MilI se muestra al defender el trabajo de la mujer fuera de casa como sujeto individual de derechos, pero, al mismo tiempo no poder superar el problema de la crianza de los hijos. El límite a la emancipación estaría ahí. Harriet T.Mill fue más allá reivindicando que no hubiera ningún tipo de límites, que ni la administración de la casa, ni el cuidado y atención de los hijos eran una profesión a imponer en razón de sexo. Pero el problema era qué hacer entonces con esas dos funciones, difícilmente hubiera visto MilI que los varones pudieran y debieran cumplidas. Clara Démar dio una solución al problema: profesionalizar esas funciones. La "madre social" supondría ~, la realización de un trabajo independiente que permitiría, de hecho, la cada vez mayor adquisición de estas tareas por puericultores y maestros a edades cada vez más tempranas. Sin embargo, en el seno del sansimonismo las ideas de la "Mujer-Mesías" y de la "Mere sociale" dejaron paso a una cada vez mayor insistencia en los objetivos técnicos y en los logros de grandes empresas. La dialéctica razón instrumental-razón utópica que el sansimonismo representa se pronunció por la primera. La solución viene a ser la necesidad de suplir con "asistencia social" lo que la utopía no proporciona. Puesto que no se puede conseguir la emancipación, lo que significa que se mantiene la situación de dominio por parte del varón, puesto que no se realiza el cambio de valores que supone una nueva relación de pareja, suavicemos la situación de inferioridad de las mujeres asistiéndolas en situaciones en las que el dominio llegue a ser insufrible. Cuando la utopía se muestra inviable la única salida parece ser la asistencia social a las mujeres ya que el poder institucionalizado en el matrimonio impide que se produzca una liberación de la mujer en su vida cotidiana que la situaría en un plano de igualdad de hecho y no sólo de derecho.

Esto es, por ejemplo, el caso de Suzane Voilquin quien fundó una sociedad para socorrer a madres abandonadas. En otros casos hay propuestas más complejas como las de Jeanne Dervin quien llegó a hablar de la misión de la mujer fuera de la familia como ciudadana administradora y de la necesidad para el Estado de incorporar los saberes de la administración de la casa que las mujeres habían adquirido a lo largo de los años. -"N o hay desarrollo público sin virtudes privadas, ni virtudes privadas sin respeto por la familia". Estas palabras de Eugenie Niboyet fundadora de un Ateneo de mujeres en Lyon y directora de La Voix des Femmes, aún en 1848, reintroduce los temas básicos de la Escuela, son un claro ejemplo de que el feminismo de las sansimonianas fue mucho más allá de los problemas de moral sexual ya que con ellos defendieron la igualdad de las mujeres e, incluso, la necesidad de que se introdujera en el Estado su capacidad administrativa, de economizad ora ama de casa. El programa era amplio y desde 1836 a 1838 se desarrolló en La Gazete des Femmes. Abolir las penas contra el adulterio, restablecer el divorcio, que se permita a las mujeres ser jurado, que haya un sufragio verdaderamente universal, que se acuerde el derecho al voto a las mujeres sin mando, a las mayores de 25 años, a las viudas, a las separadas. N o es de extrañar, pues, que La Gaceta se subtitulara "periódico de los derechos políticos y civiles de las francesas". Pero, ¿qué representa el grupo de las sansimonianas, como grupo? Se ha destac~4o que el feminismo de 1832, el de las sansimonianas "es, en primer lugar, algunas mujeres muy concretas" con sus características específicas, más que las discusiones doctrinales. Mujeres, que tienen en común cierta marginalidad, cierta autonomía, por el trabajo o, por riqueza personal, cierto acontecimiento personal familiar desgraciado y que marca el comienzo de una toma de conciencia por medio de la cual la mujer atribuye a su condición de mujer la desgracia, en un mundo hecho a la medida de los hombres. A pesar de su falta de educación y de instrucción son mujeres con la necesidad de tener una vida más interesante y que encontraron en la doctrina y el movimiento sansimoniano la ocasión de una expresión pública "aunque no la respuesta a sus preguntas, ni la satisfacción de sus exigencias específicas".

El propio proceso de conseguir una expresión pública como es la redacción de un periódico propio desarrolló la escritura personal de tal forma que refuerzan su singularidad. El grupo de las sansimonianas presenta alguno de los problemas claves del feminismo, algunas de sus contradicciones y paradojas más recurrentes. Esa androgénesis del feminismo sansimoniano comporta problemas que van más allá de las especiales características de la figura de Enfantin, como jefe de secta, deseoso de adoración, quien hace de su atraccÍón un arma para dominar a mujeres y varones/Se apela a la espera para justificar la sumisión a la autoridad. Toda su retórica tiene el fin de conseguir un sistema de poder (La utopía como variación imaginativa sobre el poder)./Su. modelo significa una eliminación de los individuos, exige la sumisió~/En este sistema, las mujeres son las víctimas más propicias. 'Pero lo importante e.s que -á pesar de la exclusión de la familia, o quizás por ello mismo,  crean un grupo propio, un movimiento autónomo. La creación de un grupo autónomo introduce el problema de la definición de la identidad como grupo. Las mujeres aspiran a su dignidad dejando de ser ideales y actúan como sujetos tratando de afirmar una identidad propia en tanto que mujeres. Como toda colectividad oprimida, se busca la identidad de grupo, apareciendo el problema de en qué consiste la especificidad, la diferencia. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que han sido los hombres sansimonianos, Enfantin en concreto, quienes invitan a las mujeres a decir lo que son. La invitación misma significa una limitación pues les asignan, de entrada, una función. Se dará la palabra a las mujeres, pero se les asignan modelos de relaciones respecto de los cuales se han de situar. Lo cual significa una limitación a un discurso, a una imagen (La Mujer, la Madre) con exclusión de otros discursos e imágenes posibles, precisamente en el momento en el que busca su liberación. Porque, ¿qué significa ser mujer? Lo que se exalta es la figura de la Madre y el papel biológico, los aspectos de sentimiento de pacifismo, dadora de vida, etc. por lo tanto con valores opuestos a los de los varones, como luchadores, productores. Se le proponen figuras, imágenes de Virgen, esposa. Como en la mayor parte de los movimientos feministas, las sansimonianas se encontraban en la disyuntiva de, o bien actuar como varones, con toda la inferioridad que su propia situación tenía, o bien como una mujer tratando de dar valor y sentido a todo lo que le ha sido impuesto. Sin embargo, lo que las sansimonianas trataban de proclamar era que la mujer nueva estaba por inventar. La búsqueda de la identidad femenina, "en tanto que mujer" quedaba remitida así a algo no definido, que dependería, en última instancia, de cada mujer individual. La singularidad de cada mujer es lo que cobra relevancia. Naturalmente, eso introduce el problema de la dificultad de constitución de grupo reivindicativo, político o social.  '-, Desde el grupo, desde el "vosotras" se reen-vía al "yo singular", esa reivindicación individual era una de las discusiones de Clara Démar con Enfantin, pero al mismo tiempo quedaba el problema de la identidad y cohesión del grupo. Se trata de una contradicción de la que no eran conscientes. Sin embargo, la propia contradicción -adoptar una identidad como mujer que les venía impuesta o desarrollar, desde la propia libertad, 10 que querían'se" se plasmaba entre otras cosas en la pluralidad moral, en no identificarse con imágenes previamente concebidas, en denunciar las oposiciones, mujer rica-mujer pobre, madreamante, cristiana respetada-prostituta. Ahora bien, eso implicaría un enorme riesgo para adaptarse a toda estructura política constituida y, en consecuencia, el tener dificultades -- adicionales en el propio movimiento social. Esa etapa de reagrupamiento necesaria a todo movimiento reivindicativo, necesita destacar la identidad de grupo como forma de acrecentar la relación de fuerzas y posibilitar la acción colectiva. Cuando lo que se produce es una contradicción constante en lo que debería ser la propia identidad, aparecen fisuras y flancos débiles en el propio grupo y en el movimiento como tal. Todos los problemas aparecen aquí: el de la mediación de los hombres en el propio grupo ideológico, la necesidad de ruptura con ellos indispensable para constituirse, la necesidad de relación y diálogo con las otras mujeres como reconocimienfo de sí mismas y del grupo. Ch. Planté , a través del .análisis de la prensa de las mujeres sansimonianas ha podido observar un cambio del "nosotras" de los primeros artículos, "nosotras, mujeres", "nosotras sansimonianas ", "nosotras proletarias" a una notable tendencia a escindirse en un "yo" y "vosotras"; "yo" y "ellas". El lenguaje y la escritura juegan un papel fundamental en la construcción de su propia identidad, siendo un medio para "entrar en la historia y acceder al orden de lo simbólico" Desde la identidad del grupo con todas las dificultades que comporta se pasa a la singularidad. La Mujer Mesías, la Mujer del futuro que se espera era un modelo abstracto, una imagen paradigmática, en definitiva un límite que se ha fijado para las mujeres, pero las propias mujeres en sus acciones de propaganda, escritura, asociación, viajes, reivindicaciones y luchas concretas van encontrando su especificidad, su singularidad. No se reconocen ya en él modelo que se les imponía. El lenguaje y la escritura, con todas las dificultades que entrañaba para mujeres proletarias van siendo un medio de reconocimiento propio y colectivo. Presentan sus mismas contradicciones al mismo tiempo que las van revelando en su propia identidad.

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Neus Campillo : LAS SANSIMONIANAS: un grupo feminista paradigmatico.
Los feminismos a través de la historia. Capítulo II. Feminismo Moderno