28 de junio de 2018

La monja que revolucina el mundo budista.




Diane Perry tenía 18 años cuando un libro de budismo cayó en sus manos. Siempre le habían interesado las religiones y ya había leído de todo en su corta vida, pero hubo algo de esa publicación que la impresionó más que el resto: no hablaba de un dios creador, sino de un camino de iluminación personal que cada uno debía transitar. Dos años más tarde y con 20 años, decidió dejar un trabajo de bibliotecaria en su Inglaterra natal para viajar a la India, donde conoció a su maestro, Khamtrul Rinpoché, y donde cuatro años más tarde se consagró como monja dentro de la disciplina del budismo tibetano, la misma que lidera el Dalai Lama.

Tuvo un camino de aprendizaje difícil: era la única occidental y la única mujer en el monasterio, pero logró instruirse como una más e incluso destacarse. Hasta que un buen día, aconsejada por su maestro y ya con 33 años, decidió partir a las alturas de una cueva en los Himalayas para dedicarse a meditar en soledad. Ahí vivió durante 12 años, soportando temperaturas de 35° bajo cero, sobreviviendo a avalanchas, cultivando sus propios alimentos y solo bajando al monasterio en los veranos, para instruirse y buscar víveres. Los últimos tres años, de hecho, estuvo totalmente aislada, hasta que un buen día llegó a la puerta de su cueva un oficial de migraciones, quien le anunció que su visa había expirado. Fue una señal.

Decidió entonces abandonar su retiro para dedicarse a la misión de ayudar a otros en el camino de la iluminación y para abocarse a la creación de un verdadero hito dentro del budismo: un convento especialmente pensado para mujeres que tuvieran la voluntad de instruirse en la disciplina budista. Hoy su convento alberga a alrededor de 100 monjas, a las que, con la ayuda de varios monjes, les transmite su sabiduría y les allana el camino que a ella tanto le costó transitar. En una tarde, aprovechamos para charlar con ella y le hicimos algunas de las preguntas que nos surgen en el día a día.
¿Cómo podemos evitar preocuparnos?

Shantideva, quien fue un erudito budista indio del siglo VII, dijo: "Si podemos cambiar las cosas, ¿para qué preocuparnos? Y si no podemos cambiarlas, ¿para qué preocuparnos?". Creo que el problema es que las personas hacen de la ansiedad un hábito, cuando lo importante es desarrollar la habilidad de lidiar con todo lo que nos pase.

¿Cómo podemos deshacernos del enojo y el rencor?

Muchas personas, cuando empiezan a meditar, creen que van a estar más tranquilas y en paz. Sin embargo, cuando la mente empieza a tranquilizarse, empiezan a despertarse antiguas heridas y recuerdos, que no tenemos que reprimir, sino reconocerlos y aceptarlos. Si podemos enfrentarnos a estos sentimientos con amor y compasión, van ir disminuyendo gradualmente, hasta finalmente desaparecer. Para eso tenemos que darnos amor a nosotros mismos, algo muy importante. Las personas siempre hablan de dar amor a los demás, pero el budismo se trata, en realidad, de darnos amor y hacernos amigos de nosotros mismos. Si fuésemos tan perfectos, no necesitaríamos una vida espiritual.

¿Cuál es el obstáculo más grande que tenemos que atravesar en nuestro camino espiritual?

Creo que el problema más grande es que muchas personas no creen ni confían en sí mismas. Estamos constantemente dándonos mensajes negativos y criticándonos, en especial los occidentales. Es irónico, porque ellos se muestran con mucha confianza, pero cuando uno indaga, se puede ver su falta de fe en sus habilidades para superar los obstáculos. La seguridad en uno mismo es muy importante, porque si no creyéramos que podemos hacerlo, no haríamos nada.

¿Qué podemos aprender de las personas que nos generan rechazo?

Deberíamos ver a esas personas como una gran ayuda en nuestro camino espiritual, porque la paciencia y la tolerancia son dos de las cualidades necesarias para realmente florecer en nuestra práctica. Cuando nos encontramos con una persona que es difícil, en vez de enojarnos y ponernos a la defensiva, podemos aprovechar para apreciar que es alguien que nos está ayudando. Incluso, a la larga, hasta puede resultarnos un desafío divertido: cuanto más malos sean con nosotros, mejores podremos ser. Obviamente, con esto no quiero decir que tengamos que soportar casos de abuso ni que debamos permitir que las personas se aprovechen de nosotros. En casos extremos, si es necesario, debemos defendernos y desarrollar la valentía, pero siempre con cierta compasión, porque tenemos que entender que las personas que actúan así claramente no son felices. Sin embargo, en el día a día, por ejemplo, en la oficina, podemos aplicar la paciencia y la tolerancia con las personas con las que no sentimos mucha empatía.

¿Cómo deberíamos tratar con las personas abusivas?

Todo depende de si nuestras respuestas se basan en el enojo o en la amabilidad y la compasión. Lo importante es entender a estas personas, porque ellas están atrapadas en un mundo negativo que es muy triste. Eso no significa que debamos dejar pasar el maltrato, pero al mismo tiempo tenemos que saber que si respondemos con ira, estamos agregando más leña al fuego.
¿Cómo podemos lidiar con el miedo?

El miedo es el arma del ego, porque soy yo quien quiere que las cosas salgan bien. Tenemos que trabajar con el ego para balancearlo y ser más sanos psicológicamente. El gran problema es tener miedo a que las cosas no sucedan como nosotros queremos. No hay nada de qué preocuparse, está todo bien, porque vas a poder solucionarlo. La cuestión es enfrentar los miedos, escucharlos y darnos cuenta de que son solo juegos de nuestro ego.

¿Tenés algún consejo para concentrarnos mejor durante la meditación?

Creo que lo importante es relajar totalmente la mente. Muchas personas creen que la meditación sirve para obtener algo, pero, en realidad, es más sobre soltar y desechar cosas. Hay que relajar la mente lo más que se pueda, pero, al mismo tiempo, intentando estar lo más presentes posible. La meditación se trata de abrirse y estar más concentrados.

Hoy en día eso es muy difícil porque tenemos que ser muy productivos todo el tiempo...

Los sociólogos, neurocientíficos y psiquiatras descubrieron que realizar muchas tareas al mismo tiempo es malo para la salud, porque nuestro cerebro no está hecho para eso, nos deja agotados. Además, es ineficiente, porque las personas cometen errores, se manejan superficialmente y no dejan lugar a la creatividad. Tenemos que intentar prestarle toda la atención que podamos a lo que estamos haciendo, para que la mente pueda sobrellevarlo. Debemos ser más amables con nuestro cerebro.

¿Cuál creés que es nuestro rol como mujeres?

Creo que es muy importante que las mujeres se apoyen y respeten mutuamente, y que lo hagan sin querer parecerse a los hombres. Tenemos que valorar todas las cualidades especiales que tenemos y contribuir a través de eso, porque ya hay demasiada energía masculina en el mundo, que necesita ser balanceada con energía femenina genuina. También es necesario que las mujeres no se identifiquen tanto con la belleza de su imagen, porque es muy triste que solo la apariencia física represente lo que sos.

El camino hacia la felicidad

La página web de Jetsunma está llena de recursos valiosos para pensar, desde videos hasta transcripciones de sus charlas alrededor del mundo. Este es un extracto de una de las reflexiones que más nos gustaron:

"Buda dijo que los deseos son como el agua salada: cuanto más tomemos, más sedientos estaremos. Nunca apagaremos la sed, siempre tendremos más. Así que, tal vez, el camino a la felicidad no sea pensar siempre en 'lo que quiero, mi felicidad, mi satisfacción o cómo realizar mi potencial interior'. Tal vez realizar nuestro potencial interior no se logre cumpliendo nuestros deseos; tal vez nuestra satisfacción genuina esté [...] en abandonar nuestras obsesiones con el 'yo' y el 'mío'. Tal vez la verdadera felicidad esté en pensar en los demás".


https://www.lanacion.com.ar/2145858-es-monja
http://tenzinpalmo.com/

27 de junio de 2018

LAS MUJERES Y EL PODERÍO, UNA MIRADA FEMINISTA


La era del feminismo, signada por el poder y la libertad
En la modernidad, el poder marca la compleja experiencia, la conciencia crítica
creciente y la identidad de las mujeres, porque el poder define la condición de género
de las mujeres cautivas bajo poderes de dominio por la marca patriarcal.
En pos de nuestra libertad, las mujeres hemos desarticulado poderes de dominio
y cambiado la faz de sociedades y culturas contemporáneas. La manera de
lograrlo ha sido a través de una política crítica en la convivencia y la vida cotidiana
y también en la vida pública, creando esos poderes vitales, distintos en su conformación
a los poderes tradicionales porque, a diferencia de éstos, no son opresivos.
Hemos hecho, en la práctica y en la teoría, una crítica permanente del poder
hegemónico y hemos demostrado que el poder opresivo no es eterno. Con nuestra
práctica política hemos revolucionado de manera radical el campo del poder al
inaugurar poderes para eliminar cualquier dominio y salir de la opresión.
Por eso, la revolución política feminista de las mujeres inaugura un nuevo
paradigma político, social y cultural, civilizatorio.
La política de las mujeres abarca dos grandes esferas: la vida cotidiana y la
política pública. Al afirmarnos en ambas, las mujeres hemos creado poderes vitales
no opresivos y hemos innovado el horizonte de lo político y el contenido de la
democracia. Configuramos una tendencia política estable al mantenernos y crecer
en influencia en distintos países y regiones, en sociedades y culturas diversas
y al haber logrado democratizar la modernidad y transformar el mundo concomitante
con la participación de las mujeres, con el conjunto de procesos derivados
que ello implica.

La política

La política es vista a través de diversas ideologías como acción pública
para acceder a posiciones que permiten incidir en la sociedad, como acción que permite acaparar poderes y ejercerlos sobre otros y, en esa tesitura, es
común la interpretación que la valora como acción negativa cargada de abusos,
trampas y corrupción. Porque la política hegemónica preserva poderes,
estructuras, relaciones e instituciones de dominación, ha sido vista críticamente
y denunciada por quienes ocupan posiciones sociales de sujeción o son
víctimas de ese dominio.
Sin embargo, la política es vista, también, cada vez por más mujeres como
acción emancipadora en sí misma, debido a su potencial transformador del pacto
social, de los modos de vida y de la cultura.
De manera paradójica, cuando la política hegemónica viene de retirada y la
desesperanza política avanza, las mujeres participamos más, con visibilidad y
relativa incidencia. Muchas lo hacen por primera vez en relación con la generación
anterior. La educación escolarizada, la formación cívica ideológica y política,
el trabajo y la participación en organizaciones gremiales, o la acción comunitaria,
han incrementado el número de mujeres que quieren hacer política además
de participar en procesos sociales y civiles.
Muchas mujeres reconocen que, a pesar de lo negativo de la política,
desde sus espacios es posible potenciar la autoridad del discurso y concretar
acuerdos imprescindibles para lograr cambios, defender posiciones o
consolidar en la sociedad y en el Estado cambios sociales, económicos,
legislativos, judiciales y culturales imprescindibles desde una perspectiva
de género.
En este sentido, la política contiene la capacidad de ser vía del empoderamiento
colectivo de las mujeres, del empoderamiento de quienes hacen política
y de la ampliación de poderes de mujeres poderosas.
Si arriban mujeres con conciencia, tradición y acciones políticas de género,
su presencia y participación contribuye a llevar a la esfera de la política las necesidades,
las aspiraciones, los intereses, las denuncias y las propuestas de mujeres
que construyen alternativas sociales. Esa amalgama de elaboraciones se convierte
en agenda política y las mujeres aparecen con un perfil político específico
de género.
Construir la fuerza política de género de las mujeres en la esfera de lo político
es un hecho de empoderamiento y se convierte no sólo en un medio sino en
una alternativa transformadora de las relaciones de poder de género y de sus
mecanismos de reproducción en un ámbito de visibilidad pública y, por ende,
potencialmente influyente en las costumbres y normas sociales. Lo que no ocurre
siempre. Pocas mujeres de clases, etnias y otros grupos subalternos llegan a
espacios políticos. Los partidos políticos que acogen a mujeres y hombres establecen
mecanismos de supremacía masculina.
Así, para llegar a las instituciones, a los parlamentos y organismos de representación
ciudadana o popular, las mujeres han pasado ya por un cedazo político
de género.

La cultura feminista

En los últimos tres siglos, con énfasis durante el siglo XX, se ha ampliado la experiencia
de las mujeres con transformaciones en la cotidianidad y en el sentido de la
vida. A ello han contribuido los esfuerzos para erradicar la reclusión de las mujeres,
al lograr su movilidad territorial y su participación económica, social y política. La
educación y el acceso a la cultura moderna científica e ilustrada han permitido eliminar
la especialización de género con la incursión de las mujeres en oficios, trabajos
y actividades, así como con la apertura de esferas vedadas.
Dichas innovaciones constituyen la base de una comunicación inédita entre las
mujeres y de acciones políticas colectivas para cambiar el mundo y la propia condición
de género. Nada de esto sucedería sin la reflexión crítica y la voluntad de las mujeres.
Al ser tocadas por esta profunda conmoción vital, las mujeres hemos tenido
un profundo impacto social y cultural a través de acciones políticas y de luchas
para eliminar condiciones opresivas de vida. La búsqueda ha estado regida por
las promesas utópicas de la modernidad, marcada crítica y radicalmente por el
feminismo. Entre la vivencia personal y compartida y la trascendencia política
han mediado la reflexión, la afectividad y el pensamiento críticos y discordantes,
generadores de nuevos enfoques e interpretaciones, investigaciones, conocimientos
y teorías sobre el significado del hecho político para nosotras.
Caracterizan al feminismo los deseos, los anhelos y los afanes de las mujeres
por entender el mundo desde nuestra propia experiencia y subjetividad, por transformarlo
y cambiar la propia vida. El impulso feminista de las mujeres ha sido
fuente creadora de una dimensión democratizadora de la historia contemporánea
sin la cual la modernidad como la conocemos no existiría.
La cultura feminista, basada en la visión del mundo y en los movimientos políticos
feministas, es la contribución civilizatoria personal y colectiva más importante
fraguada políticamente y realizada por las mujeres en la historia.
Nunca antes del surgimiento del feminismo en diferentes países, las mujeres
se habían identificado, reconocido y agrupado con fines políticos de género ni
habían hecho política desde su propia condición en la magnitud y con la incidencia
lograda en esta era.
El hecho político feminista ha sido contundente y su impulso e impacto signan
la identidad de millones de mujeres de culturas, países y generaciones
diversas, en distintos momentos, diseminados a lo largo de tres siglos. A pesar
de que en ese transcurso no todas las mujeres han sido implicadas en él, el
feminismo ha marcado de manera compleja a distintas sociedades e incidido
en las desigualdades de género y en la mejora de las oportunidades de desarrollo
y participación de las mujeres. En las sociedades más influenciadas por el
feminismo, la vida es más abierta y participativa y tiende a relaciones equitativas
entre mujeres y hombres.
Sin el feminismo viviríamos bajo una densidad oscurantista y opresiva
patriarcal que abarcaría la vida toda. Pero el feminismo ha contribuido a desvalijar
al patriarcado y, a pesar de que vivimos en sociedades con diversos grados,
estilos e historias patriarcales, el feminismo ha contribuido a abrir fisuras
y a extender alternativas sociales, culturales y políticas de tal magnitud
que, hoy en día, su impacto forma parte de la configuración de las democracias
más avanzadas.
El feminismo se ha traducido en calidad de vida para las mujeres, la cual,
para concretarse, ha requerido de la ampliación del proyecto social con sentido
solidario. La presencia y las contribuciones de las mujeres han favorecido avances económicos en la producción y la distribución ampliada de bienes y recursos,
la generación de oportunidades sociales, de opciones educativas y políticas; la
crítica feminista del mundo se ha concretado en alternativas al desarrollo, con el
diseño y el impulso de transformaciones sociales, económicas y jurídicas e incluso
en avances científicos y culturales.
De manera simultánea, aunque no automática, y con enormes conflictos, se
ha propiciado la creciente presencia y participación política, económica, social y
cultural de las mujeres. Sin ellas no se habría producido el mejoramiento social
ni el progreso de género, es decir, el avance en la eliminación de las formas y las
condiciones de la opresión y la construcción de alternativas sociales de convivencia
genérica equitativa entre mujeres y hombres.
Los movimientos feministas han impulsado cambios de creencias y de mentalidades.
En los ámbitos de influencia de la cultura feminista se despliegan formas
de pensamiento crítico, se incrementan procesos de secularización cada vez
que se eliminan poderes religiosos sobre la subjetividad de las mujeres y sobre
las normas que constriñen sus vidas. Con ello se abren paso tendencias a eliminar
creencias y normas dogmáticas.
El feminismo se ha nutrido del pensamiento científico y, al mismo tiempo, sus
exigencias críticas han propiciado el desarrollo científico así como el pensamiento
filosófico.
Las intelectuales, las académicas, las científicas y las artistas feministas han
generado nódulos epistemológicos, nuevos problemas para las ciencias, la filosofía
y las humanidades, han producido conocimientos diferentes sobre viejos problemas
y han planteado nuevos problemas y formas de pensarlos. Al invalidar verdades
dogmáticas han abierto mecanismos y esferas de innovación en los lenguajes
y las representaciones simbólicas, en los discursos y las formas de expresión
de lo reprimido y prohibido, lo imaginado y experimentado. Esta renovación y elaboración
cultural ha sido cauce del surgimiento constante de nuevos deseos y la
ampliación de exigencias y expectativas vitales.
Por todo ello, el feminismo es una dimensión política radical de la modernidad.
Su método ha sido la crítica, la rebeldía, la subversión, la trasgresión creadora de alternativas paradigmáticas. Ha creado rupturas sustantivas con la vida
social moderna tan profundas que cimientan un nuevo paradigma civilizatorio
basado a su vez en un nuevo paradigma de género en proceso.
Ruptura y nuevo paradigma
El punto de ruptura del feminismo con la modernidad es el patriarcado. La
crítica política feminista trastoca las relaciones genéricas y asume cambios en la
condición de las mujeres, las estructuras sociales, las relaciones y las prácticas
sociales, las instituciones y las relaciones de poder, así como en las concepciones
y valores y en el sentido del mundo y de la vida.
El feminismo surge como una revolución personal y social marcada por la disidencia
con los otros y con el mundo. Se convierte en una sintonía compleja y contradictoria
entre mujeres diversas y sus acciones y repercusiones dan lugar a una
revolución radical que no irrumpe, sino que sucede, y no usa la violencia como
recurso de transformación. Es en sí mismo un nuevo paradigma en desarrollo.
La génesis paradigmática ha echado a andar con la rebeldía e insumisión de
millones de mujeres que han llevado a vivir y producir cambios discontinuos que
impactan y benefician también a mujeres y hombres que no coinciden con su
sentido.
La gran alternativa feminista se dirige a eliminar la opresión de género, basada
en el sexo y, a la vez, a construir alternativas de vida social basadas en una
sexualidad no opresiva y relaciones de género no opresivas. Busca hacer posible
una vida social que potencie a las mujeres y haga accesibles para las mujeres los
avances de la modernidad.


http://yosoyjoven.com/assets/biblioteca/empoderamiento%20lagarde.pdf

26 de junio de 2018

Vías para el empoderamiento de las mujeres.

Una de las vías para lograrlo es usar el propio empoderamiento para avalar, prestigiar,
legitimar, autorizar y sustentar a otras mujeres, sus creaciones, propuestas
y acciones, así como a instituciones, movimientos o causas y, de manera recíproca,
recibir el aval para empoderarnos.
Una vía fundamental para hacer más profundo, permanente y abarcador el
empoderamiento consiste en que las leyes reconozcan el adelanto, el valor, los
derechos, las oportunidades y las aportaciones de las mujeres, así como la
legitimidad y la autoridad de dicho avance frente a la sociedad. Es preciso llevar
a las leyes, es decir, a un pacto jurídico político en el Estado, el derecho
al adelanto de las mujeres, porque la compulsión jurídica es mayor garantía
de respeto de tal derecho, aun por quien no está de acuerdo y porque lo logrado
por algunas puede convertirse en derecho de todas por la vía de los derechos
sociales grupales.
El empoderamiento se sustenta también en procesos pedagógicos de género,
educativos y políticos entre mujeres, implícitos en la crianza y la formación:
quien enseña – la madre, la maestra, la dirigenta, la trabajadora o la empresaria
experimentada, la colega solidaria – apoya el empoderamiento de la otra mujer –
su hija, alumna, colega o compañera. Y a la inversa sucede también, cuando la
hija, la alumna, la colega, en pos de la satisfacción de sus necesidades, exige el
desarrollo de habilidades, fortaleza y autoridad de la otra mujer – su madre,
maestra, socia o colega – y muestra sus propios poderes vitales. En ambos sentidos
estamos ante procesos de empoderamiento que se potencian si la interacción
tiene incidencia recíproca.
Como es evidente, empoderarse es un proceso de generación y acopio de nuevos
poderes. Se trata de poderes vitales cuya característica es que no se basan
en la opresión de nadie y permiten a la vez eliminar el binomio dominio-opresión
en que estamos inmersas. Los poderes vitales permiten independencia y autonomía
– autosuficiencia – material, social, subjetiva – sexual, intelectual, afectiva
– y ética.
Empoderarse de manera personal se concreta en la individuación, es
decir, en la transformación personal en un ser individual: único e independiente,
con personalidad y concepciones propias, con capacidad de decidir y de actuar por cuenta propia, con movilidad y autodeterminación. La autoestima,
la seguridad y la confianza se incrementan al empoderarse. Y cuando
empoderarse se produce en grupos y movimientos, se condensa en la
conciencia de tener una identidad grupal específica, en el desarrollo o la
consolidación de una visión compartida del mundo y de la vida y en la legitimidad
de las integrantes para actuar en nombre del movimiento o del
grupo con autoridad. Desde luego, la autoestima de grupo, el orgullo de pertenencia
y su valoración incrementan los poderes vitales, tanto individuales
como del grupo.

El empoderamiento

Hablamos de cambio profundo, significativo, cuando los avances sociales no
han dejado atrás a las mujeres o no se han cebado en ellas, sino que, al tomar
en cuenta las necesidades y los aportes de las mujeres, se han traducido en su
empoderamiento.
El empoderamiento está enmarcado en la emancipación y su sentido es la
constitución de las mujeres en sujetas.
Por eso, impulsar el empoderamiento de las mujeres en su proceso de emancipación
es una de las aspiraciones más insistentes y un eje prioritario de las acciones
políticas en las últimas décadas. Por su propia voluntad, las mujeres determinan
salir de la inferiorización, la sujeción, la tutela, el sometimiento y la colonización de
género, mecanismos políticos que reproducen su opresión integral. El empoderamiento
contiene las acciones concretas y los recursos para lograrlo.
El empoderamiento es un camino efectivo y sólido de las mujeres para salir de
sus cautiverios y eliminar los cautiverios que enajenan a las mujeres como género.

¿De dónde surge el empoderamiento?

Se ha requerido la contribución de una gran cantidad de mujeres de manera
personal y de movimientos de mujeres para concebir el empoderamiento como
una necesidad. Hemos llegado a esa conclusión tras experiencias de participación
que no colman el anhelo de fortaleza política personal y colectiva.
La dimensión práctica del empoderamiento es lograr que las mujeres no flaqueen,
no sean víctimas de chantaje, hostilidad emocional o ideológica, no se
expongan a la violencia o bien que se retiren de cuadros, situaciones o ciclos de violencia; consiste también en lograr que aprendan a protegerse y evitarla y que,
al hacer frente a los retos no sólo se mantengan sino que profundicen y avancen
en sus convicciones, sus intereses y sus nuevos objetivos.

¿Qué es empoderarse?

Si las mujeres incorporan su experiencia y sus avances como parte de ellas
mismas y se transforman, se empoderan, ya que cambia su subjetividad, amplían
su visión del mundo y de la vida, aumentan sus capacidades y habilidades y
su incidencia, adquieren seguridad y fortaleza; o sea, al interiorizar ese conjunto
de poderes vitales, adquieren potencia vital.
Así, fortalecerse, aprender, imaginar, inventar y crear son poderes vitales específicos
generados frente a los desafíos vitales. Todas ellas son características subjetivas
producto del empoderamiento y además lo propician. De manera independiente
de los triunfos se crea un plus de experiencia, un plus de conocimientos, un plus de
vínculos sociales o afectivos, un plus de autovaloración y autoestima y, además,
poderes de reconocimiento, visibilización, interlocución, negociación o pacto, poderes
para transformar, para incidir y lograr la consecución de objetivos.
El empoderamiento tiene en la experiencia de legitimidad uno de sus ejes fundamentales.
Cada mujer, grupo o movimiento se legitima, aunque no sea por
aprobación social o de los otros, sino que cada quien se otorga legitimidad y se
autoriza. El poder vital que se crea en esa experiencia es la autoridad propia sin
necesidad de reconocimiento externo y contribuye a convencer a otros y a lograr
su reconocimiento y, en ocasiones, su aprobación, al eliminar prejuicios y al dar
paso a la valoración positiva de las mujeres, de sus propuestas, sus acciones e
innovaciones y de sus maneras de ser y de vivir.

http://yosoyjoven.com/assets/biblioteca/empoderamiento%20lagarde.pdf

19 de junio de 2018

Trabajadoras domésticas inmigrantes explotadas en Medio Oriente



Hay un gran número de personas que viven fuera de sus países de origen, lo que hace cada vez más evidente la necesidad de parámetros legales más fuertes para proteger a los migrantes más vulnerables cuando violan sus derechos.

“Es importante atender las cuestiones específicas a las que deben hacer frente las trabajadoras migrantes en Medio Oriente”, subrayó Somayya Mohammed, abogada especializada en migraciones, en entrevista con IPS.

“Las trabajadoras domésticas migrantes representan una parte importante de la fuerza laboral regional en el sector informal y están entre los grupos de trabajadores más vulnerables”, precisó.

El Pacto Mundial sobre Refugiados que negocian los estados miembro de la Organización de las Naciones Unidas se concentra en cuestiones de derechos laborales y humanos, entre otros.

También será un instrumento significativo para mejorar la gobernanza en materia de migraciones y hacer frente a los desafíos que plantean en la actualidad los desplazamientos de personas.

La región del Golfo tiene unos 2,4 millones de migrantes, tradicionalmente procedentes de países asiáticos, la mayoría de Filipinas, Indonesia e India.

Las trabajadoras extranjeras en el Golfo forman parte del sistema kafala (visa patrocinada), que les impide irse de los países de la región o cambiar de empleo sin el consentimiento del empleador inicial.

Si infringen la norma, pueden ser detenidas y castigadas por “fuga” con multas, detención y deportación.

Algunos países de la región comenzaron a reformar el sistema.

El Consejo Federal Nacional (parlamento) de Emiratos Árabes Unidos adoptó un proyecto de ley sobre los trabajadoras domésticas que, por primera vez, les garantiza un día de descanso semanal, 30 días de vacaciones pagas, licencia por enfermedad paga y no paga, y 12 horas de descanso al día, entre otros derechos laborales.

El gabinete de Qatar también adoptó un proyecto de ley que garantiza un día de descanso semanal, 30 días de licencia paga, 10 horas de trabajo diario y un pago por terminación de servicio.

“Son avances significativos, pero aún no están acordes al Convenio sobre las Trabajadoras y los Trabajadores Domésticos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT)”, recordó Human Right Watch (HRW), con sede en Nueva York.

Las normas de Omán, por ejemplo, son muy débiles y no contemplan penas para los empleadores que violan las reglas. Es el último país de la región que no garantiza derechos laborales en su legislación, reza la declaración.

“Las trabajadoras domésticas, en particular, se ven obligadas a trabajar en aislamiento y bajo duras condiciones laborales, y son vulnerables a agresiones sexuales, entre otras formas de abuso”, señala la organización.

Kuwait y Filipinas negocian un acuerdo, que al parecer garantizará una mayor protección y un marco normativo más fuerte para los trabajadores migrantes.

Muchos países asiáticos ahora verifican los contratos de sus ciudadanos en el exterior para chequear que los empleadores cumplen con un salario y condiciones laborales mínimas antes de permitirles viajar.

India y Sri Lanka también le piden a los patrocinadores depósitos de seguridad, que devuelven cuando la trabajadora regresa segura a su hogar.

Pero muchas investigaciones revelan que desde que los países asiáticos tomaron medidas para proteger a sus ciudadanas en el extranjero, los reclutadores extienden su demanda a lugares más baratos de África oriental, en especial a países donde hay mucha pobreza y un gran número de desempleados, lo que hace difícil rechazar la oferta laboral.

“La gente cree que van a ganar mucho dinero y se van a hacer ricos”, indicó una trabajadora de Tanzania que estuvo en Omán, al ser consultada por IPS.

“Pero no saben que se van al infierno”, alertó.

Cuándo se fue de Tanzania en 2014, creyó que había conseguido un trabajo soñado que le permitiría mantener a su familia en su país.

En cambio, pasó dos años virtualmente encerrada en la casa de su empleador, explotada y maltratada.

Tenía que hacer todas las tareas de la casa, ocuparse de cuatro niños, entre ellos un bebé recién nacido, y estar a disposición para levantarse a cualquier hora de la noche para cuidarlo, y luego levantarse a las cuatro de la madrugada para preparar el desayuno de la familia y aprontar a los niños para ir la escuela.

Además, podía comer dos veces al día las sobras, y le permitían comunicarse con su familia sólo 10 minutos cada dos meses.

Patricia Lawson, investigadora de la Coalición de Trabajadores Domésticas de Tanzania, entrevistó a 50 trabajadoras domésticas en Omán y Kuwait.

Unos 43 entrevistadas denunciaron que los empleadores les confiscaron sus pasaportes, las obligaron a trabajar siete días a la semana, y casi la mitad declaró que en un momento u otro las obligaron a quedarse en la casa o en los complejos residenciales, reveló Lawson, cuya organización se dedica a defender trabajadoras domésticas.

“La mayoría de las mujeres dijeron que sus empleadores les dificultaron la huida limitando sus comunicaciones durante semanas e impidiendo que se comunicarán con el mundo exterior”, detalló.

“Y por lo menos la mitad no tenían ninguna privacidad y las obligaban a dormir en el piso de los salones de estar”, relató Lawson.

Las mujeres que denunciaron agresiones sexuales dijeron que los hombres de la familia las agarraban, exponiéndose y entraban a sus habitaciones de noche. Muchas dijeron que las violaron.

“Los hombres se ponían violentos o nos amenazaban cuando nos negamos a sus avances”, denunció Aisha, otra trabajadora doméstica que estuvo en Emiratos un año y luego en Omán, dos.

“O le mentían a sus esposas, diciendo que traté de seducirlos”, añadió.

Las trabajadoras también denunciaron que no se podían comunicar con sus empleadoras por la barrera del idioma o por miedo a que las despidieran, indicó Lawson.

Además, dijeron que cuando se quisieron ir, sus empleadores o agentes les reclamaban que les devolvieran el dinero, y muchas veces era más de lo que habían ganado.

Un exfuncionario de la embajada de Tanzania en Omán dijo a IPS que ninguno de los casos de violación denunciados a la policía por trabajadoras domésticas que él había asistido habían avanzado, porque ellas se negaban al análisis forense o porque la policía, tras cuestionarlas, no les creía.

En el Golfo, cuando las autoridades no creen en una denuncia de violación, esta puede considerarse como una confesión de relaciones sexuales consensuadas, lo que deriva en cargos de zina (relaciones sexuales fuera del matrimonio) contra la víctima de violación.

La organización de Lawson les enseña a las mujeres a identificar las señales de explotación y hacen un seguimiento a las trabajadoras en el extranjero y llaman a la embajada si están en problemas.

Dada la falta de mecanismos de seguridad o de voluntad política para el cambio, es mejor “no decirle a las mujeres que no vayan, sino explicarles cómo viajar seguras”, explicó.

Según el informe de HRW de 2016, Tanzania amplió las protecciones a las trabajadoras domésticas en el extranjero a partir de 2011, pero todavía hay muchas falencias en las políticas migratorias y de reclutamiento, que las pone frente a un gran riesgo desde el comienzo y ofrecen pocas oportunidades de reparación.

Tanzania le pide a sus ciudadanos que procesen sus solicitudes de emigración a través del Ministerio de Trabajo, pero muchos trabajadores emigran sin seguir ese camino.

Las autoridades disponen que las mujeres emigren a través de una agencia de reclutamiento, pero no fijaron estándares mínimos de cómo esas organizaciones deben asistirlas en casos de abuso ni inspecciones o penas frente a casos de violación.

“Impulso investigaciones. No me encontré con ningún caso que fuera investigado”, observó Mickness Mahera, una dirigente política tanzana que ayuda a rescatar mujeres atrapadas en Medio Oriente, en entrevista con IPS.

Mahera reclama al gobierno que logre acuerdos laborales con los países del Golfo para proteger a las trabajadoras domésticas en el extranjero.

http://www.ipsnoticias.net/2018/03/trabajadoras-domesticas-inmigrantes-explotadas-medio-oriente/