28 de septiembre de 2018

Licencia pagada para víctimas de violencia doméstica en Nueva Zelanda.


La violencia doméstica en Nueva Zelanda es de las más elevadas de los países en desarrollo, y por eso la nueva ley que da a las víctimas 10 días de licencia pagada, sin tener que presentar ninguna documentación probatoria, fue muy elogiada en el mundo.

La Ley de Protección a las Víctimas de Violencia Doméstica, aprobada a finales de julio con 63 votos a favor y 57 en contra, fue presentada por una legisladora del partido Verde, Jan Logie.

“Nos alegró mucho la aprobación de la ley en Nueva Zelanda que da a las víctimas 10 días de licencia paga y flexibilidad horaria para dejar a sus parejas, encontrar un nuevo hogar y protegerse a sí misma y a sus hijos”, explicó Kristine Lizdas, directora de política legal del Proyecto de Justicia para Mujeres Maltratadas, en diálogo con IPS.

Datos de ONU Mujeres revelan que 70 por ciento de las mujeres han sufrido algún tipo de violencia sexual o física de una pareja íntima.

“Esa política puede contribuir y facilitar el ejercicio del derecho de las mujeres que sufrieron violencia doméstica en Nueva Zelanda a recibir apoyo, servicios sociales y protección para ellas y para sus hijos”, coincidió Juncal Plazaola, especialista en políticas contra la violencia de género de ONU Mujeres, al ser consultada por IPS.

En 2004, en Filipinas, también se aprobó la Ley para luchar contra la Violencia contra Mujeres y sus Hijos, que también ofrecía 10 días de licencia paga a las víctimas.

Tanto la sociedad civil como numerosos juristas analizaron los beneficios de la nueva política, considerando que las mujeres que sufren violencia doméstica tienen un bajo rendimiento laboral.

En Estados Unidos, las víctimas de violencia doméstica pierden alrededor de 10 días de trabajo remunerado al año y trabajan 10 por ciento menos de horas que quienes no sufren esa situación en el hogar.

“Las mujeres pueden llegar a sufrir un acoso constante en el trabajo, que las retenga alló o que les impidan ir a trabajar. Eso puede llevarlas a renunciar o a que las echen”, explicó Plazaola.

Teniendo en cuenta esas situaciones, es fundamental que sector empresarial contemple esa realidad.

“Las mujeres que sufren violencia doméstica tienen un elevado grado de ausentismo al trabajo, y con ese tipo de medidas se las puede ayudar a conservar el empleo. La nueva política puede contribuir a lograr una mayor seguridad laboral, oportunidades económicas e independencia y mayores posibilidades de que las víctimas de abuso abandonen relaciones abusivas”, añadió.

El abogado laboral Mark I. Shickman, del estudio Freeland Cooper & Foreman LLP, también aplaudió la nueva legislación de Nueva Zelanda: “Los empleadores pueden dar días libres para hacer lo que sea necesario desde el punto de vista legal y médico sin temor a que haya consecuencias negativas en el trabajo o falta de confidencialidad”.

Pero tampoco idealizó el alcance de la nueva norma.

“La adaptación laboral no va a resolver cada problema, pero es una gran ayuda”, observó.

“Las sobrevivientes vulnerables no quieren arriesgar la situación laboral, que suele ser su ambiente más seguro, así que saber que no habrá represalias ni las van a echar mientras necesiten hablar con la policía, psicólogos o agencias de familia o infantil es una gran ayuda”, explicó Schickman.

Con respecto a los riesgos de la nueva norma, teniendo en cuenta que no requiere que la víctima justifique de ninguna manera el abuso, los especialistas parecen optimistas, pues el riesgo de que los empleados cometan fraude contra la compañía es bajo.

“Los beneficios de la ley superan ampliamente los riesgos. La prevalencia de falsos testimonios se ve históricamente hiperbolizada en muchos contextos”, observó Lizdas, de BWJP.

“Muy pocas personas engañarán diciendo que son víctimas de violencia doméstica solo para tener licencia paga”, apuntó.

La norma “probablemente contribuya a tener un personal más empoderado y satisfecho y con mayor productividad”, coincidió Plazaola. La cuestión, precisó, no es el fraude, pues muchos casos ni se denuncian. Menos de 40 por ciento de las mujeres que sufren abusos no buscan ayuda.

“Las razones de ello tienen que ver con la vergüenza, así como la culpa, con respecto a uno mismo y a los otros. No es de esperar que ese tipo de medidas lleven a un uso excesivo o abusivo de las mismas”, concluyó.

Por su parte, Lizdas, explicó: “Si la conciencia sobre la violencia de una pareja íntima se propaga por el sector privado y empresarial y entre los empleadores en general, y si se los incentiva a identificar y a asistir a trabajadoras víctimas de abuso, se estará contribuyendo a reducir el aislamiento de las víctimas”.
Y precisamente, el aislamiento, una relación abusiva y la falta de ayuda externa elevan el riesgo de violencia doméstica. Por lo menos la mitad de las víctimas de homicidio que hay al año, mueren a manos de una pareja íntima. El homicidio es la última etapa de una relación violenta.

“Una relación abusiva no empieza por el asesinato, sino que el abuso escala y sin una intervención y un apoyo oportuno, la mujer puede terminar asesinada”, puntualizó Plazaola.

Para terminar con el desenlace fatal, la especialista aseguró: “Necesitamos leyes y políticas contra el feminicidio, así como herramientas para investigar de forma adecuada y castigar todas las formas de violencia contra las mujeres, entre ellas el feminicidio. Es fundamental terminar con la impunidad”, subrayó.

“Reducir el homicidio de una pareja íntima requiere compromiso de una amplia variedad de sectores sociales, legal, médico, salud pública, educación, servicios sociales, ejército, entre otros”, coincidió Lizdas.

En Estados Unidos, hay otro factor que explica el elevado número de feminicidios, y es el fácil acceso a las armas.

En 2015, 55 por ciento de los homicidios a manos de parejas íntimas en ese país, murieron de un disparo. “El primer gran tema es sacar las armas de las casas”, puntualizó Shickman.

“Las mujeres víctimas de abuso tienen cinco veces más probabilidades de morir asesinadas si el abusador tiene un arma”, añadió.

Plazaola considera que para disminuir y terminar con el número de víctimas fatales en los casos de feminicidio es necesario la participación de toda la sociedad.

“Comprender que el feminicidio es el último acto de una serie de actos de violencia contra las mujeres significa comprender que el sector de la salud, de servicios sociales, la policía y la justicia deben trabajar de forma conjunta”, explicó.

“Tener políticas que reconozcan el derecho a la protección de las mujeres víctimas de abuso, así como a otras medidas para ayudarlas a hacer frente a las consecuencias y al daño que significa la violencia, puede ayudarnos a todos a comprender sus realidades y contribuir a cuestionar el reproche y la vergüenza que a menudo se asocian a ella”, añadió.


Por Carmen Arroyo
Traducción: Verónica Firme
http://www.ipsnoticias.net/2018/08/licencia-paga-victimas-violencia-domestica-nueva-zelanda/

26 de septiembre de 2018

A 45 años del golpe, mujeres y resistencias.



Este año, al cumplirse 45 años desde el golpe de Estado, vivimos un momento político y social tensionado por las memorias del golpe de 1973 y de la dictadura cívico militar.
Hemos visto fracasar los esfuerzos por silenciar, por dar vuelta la página, por atenuar la polarización de quienes cuentan con recursos de poder (en el Poder Ejecutivo, en el poder judicial, en los medios de comunicación) para que las cuentas con el pasado pierdan su presencia política. Se escuchan voces fuertes y poderosas que piden sanción a los responsables de las violaciones a los derechos humanos y que reponen en la agenda pública temas para el futuro de nuestra sociedad y nuestra cultura.
Si bien existe un acuerdo generalizado en la mayoría de la sociedad y de la clase política chilena, sobre la condena al terrorismo de Estado y la necesidad de sancionarlo, permanece una minoría que reivindica el golpe militar y la dictadura que se ha visto fortalecida y que se ampara en discursos y acciones recientes de la autoridad política (en la campaña presidencial, en las palabras de un cuasi ministro y de algunos parlamentarios).
Siguiendo a Elizabeth Jelin[1], lo que se toma el escenario y entra en conflicto, no son las memorias de los hechos del pasado, sino los sentidos de esos hechos del pasado. Porque hablar de memorias significa hablar de un presente, del pasado que se actualiza en su enlace con el presente y con un futuro deseado en el acto de rememorar, de olvidar o silenciar. Se trae el “espacio de la experiencia del pasado” al presente, que construye expectativas. El pasado ya pasó, no puede cambiarse, pero el sentido de ese pasado está sujeto a reinterpretaciones ancladas en la intencionalidad, en las expectativas hacia el futuro.
Se trata de sentidos activos, elaborados por actores sociales, en confrontación y lucha frente a otras interpretaciones, a menudo, contra silencios y borramientos públicos, contra posibles políticas de olvido: de los crímenes, de la tortura, de la represión, de la violencia, etc. Son procesos subjetivos en que individuos y grupos construyen significaciones, en interacción con otros, agentes activos que recuerdan y que intentan transmitir -y aún imponer- sentidos del pasado a otros, que pueden tener o no la voluntad de escuchar. En este transmitir y compartir resulta clave la dimensión intersubjetiva de la experiencia y de la memoria.
La transmisión intergeneracional de las memorias sociales ligadas a la dictadura adquiere entonces, no sólo una dimensión de conocimiento, sino una función pedagógica de futuro, porque lo que se hace en un escenario y un momento dado con las imágenes y sentidos del pasado condiciona sus desarrollos futuros, abriendo o cerrando posibilidades. Asimismo, se legitima o avala ciertas voces, se autoriza o deniega algunas temáticas como es el caso de la violencia sexual en la tortura.
Consciente de las luchas por la memoria, y con el anhelo de construcción de un orden democrático, igualitario y feminista, basado en la vigencia de los derechos humanos, como Observatorio de Género y Equidad recuperamos en este Boletín las memorias de distintas mujeres

[1]Elizabeth Jelin, Socióloga argentina, Premio a la trayectoria en Ciencias sociales 2013, en Las luchas por el pasado. Cómo construimos la memoria social. SigloXXI Editores, Argentina 2017.

http://oge.cl/a-45-anos-del-golpe-mujeres-y-resistencias/

25 de septiembre de 2018

CO L O N I A L I D A D Y GÉ N E R O



Las feministas de color han dejado en claro lo que se revela, en términos de dominación y explotación violentas, una vez que la perspectiva epistemológica se enfoca en la intersección de estas categorías.Sin embargo, esto no ha sido sufciente para despertar en aquellos hombres, que también han sido víctimas de la dominación y explotación violentas, ningún tipo de reconocimiento de la complicidad o colaboración que prestan al ejercicio de dominación violenta de las mujeres de color.6En particular, la teorización de la dominación global continúa llevándose a cabo como si no hiciera falta reconocer y resistir traiciones o colaboraciones de este tipo.
La colonialidad del poder Aníbal Quijano concibe la intersección de raza y género en términos estructurales amplios. Para entender su concepción de la intersección de raza y género hay que entender su análisis del patrón de poder capitalista Eurocentrado y global. Tanto «raza»10como género adquieren signifcado en este patrón. Quijano entiende que el poder está estructurado en relaciones de dominación, explotación, y conflicto entre actores sociales que se disputan el control de «los cuatro ámbitos básicos de la existencia humana: sexo, trabajo, autoridad colectiva y subjetividad/intersubjetividad, sus recursos y productos» El poder capitalista, Eurocentrado y global está organizado, distintivamente, alrededor de dos ejes: la colonialidad del poder y la modernidad .Los ejes ordenan las disputas por el control de cada una de las áreas de la existencia de tal manera que el signifcado y las Formas de la dominación en cada área están totalmente imbuidos por la colonialidad del poder y la modernidad. Por lo tanto, para Quijano, las luchas por el control del «acceso sexual, sus recursos y productos» defnen el ámbito del sexo/género y, están organizadas por los ejes de la colonialidad y de la modernidad. Este análisis de la construcción moderna/colonial del género y su alcance es limitado. La mirada de Quijano presupone una compresión patriarcal y heterosexual de las disputas por el control del sexo y sus recursos y productos. Quijano acepta el entendimiento capitalista, eurocentrado y global de género. El marco de análisis, en tanto capitalista, eurocentrado y global, vela las maneras en que las mujeres colonizadas, no-blancas, fueron subordinadas y desprovistas de poder. El carácter heterosexual y patriarcal de las relaciones sociales puede ser percibido como opresivo al desenmascarar las presuposiciones de este marco analítico. No es necesario que las relaciones sociales estén organizadas en términos de género, ni siquiera las relaciones que se consideren sexuales. Pero la organización social en términos de género no tiene por qué ser heterosexual o patriarcal. El que no tiene por qué serlo es una cuestión histórica. Entender los rasgos históricamente específcos de la organización del género en el sistema moderno/colonial de género (dimorfsmo biológico, la organización patriarcal y heterosexual de las relaciones sociales) es central a una comprensión de la organización diferencial del género en términos raciales. Tanto el dimorfsmo biológico, el heterosexualismo, como el patriarcado son característicos de lo que llamo el lado claro/visible de la organización colonial/moderna del género. El dimorfsmo biológico, la dicotomía hombre/mujer, el heterosexualismo, y el patriarcado están inscriptos con mayúsculas, y hegemónicamente en el signifcado mismo del género. Quijano no ha tomado conciencia de su propia aceptación del signifcado hegemónico del género. Al incluir estos elementos en el análisis de la colonialidad del poder trato de expandir y complicar el enfoque de Quijano que considero central a lo que llamo el sistema de género moderno/colonial. Quijano entiende la raza como una ficción. Para marcar ese carácter ficticio, siempre coloca el término entre comillas. Cuando escribe términos como «europeo», «indio» entre comillas es porque representan una clasificación racial.
La colonialidad del poder introduce la clasifcación social universal y básica de la población del planeta en términos de la idea de «raza» .La invención de la «raza» es un giro profundo, un pivotear el centro, ya que reposiciona las relaciones de superioridad e inferioridad establecidas a través de la dominación. Reconcibe la humanidad y las relaciones humanas a través de una fcción, en términos biológicos. Es importante notar que lo que Quijano ofrece es una teoría histórica de la clasifcación social para reemplazar lo que denomina las «teorías eurocéntricas de las clases sociales» . Su análisis provee un espacio conceptual para la centralidad de la clasifcación de la población del mundo en términos de razas en el capitalismo global. También genera un espacio conceptual para comprender las disputas históricas sobre el control del trabajo, el sexo, la autoridad colectiva, y la intersubjetividad, como luchas que se desenvuelven en procesos de larga duración, en vez de entender a cada uno de los elementos como anteriores a esas relaciones de poder. Los elementos que constituyen el modelo capitalista de poder eurocentrado y global no están separados el uno del otro y ninguno de ellos pre-existe a los procesos que constituyen el patrón de poder. Por cierto, la presentación mítica de estos elementos como antecedentes, en términos metafísicos, es un aspecto importante del modelo cognitivo del capitalismo, euro centrado y global.

http://www.redalyc.org/html/396/39600906/