2 de marzo de 2016

SUFRAGISTAS. LAS MUJERES QUE QUISIERON VOTAR.



En los últimos tiempos no dejamos de ir a votar. Hombres y mujeres mayores de dieciocho años somos llamados a las urnas una y otra vez, un gesto democrático que lo tomamos como algo habitual, normalizado en nuestra sociedad. Pero si echamos la vista atrás, comprobamos que no hace tanto que a las mujeres se nos permitió depositar nuestra opinión política dentro de una urna. De hecho, aún existen países, para vergüenza de la humanidad, que consideran que sus mujeres no están capacitadas para decidir sobre algo que les concierne igual que a los hombres.
Si hacemos un repaso a la cronología del sufragio femenino en el mundo, descubrimos que la primera vez que las mujeres pudimos votar fue, vaya qué gracia, por error. Sucedió en el estado norteamericano de Nueva Jersey, en 1776, donde una cuestión terminológica incluyó a las mujeres dentro de los ciudadanos autorizados para ejercer su derecho al voto. Rápidamente se subsanó tan terrible error, faltaría más. Hemos de viajar desde Estados Unidos a la remota Polinesia para encontrar en 1838 una pequeña colonia británica en la que se permitió a sus mujeres votar.
Una década después, el estado de Nueva York se preparaba para protagonizar uno de los actos que marcarían un antes y un después en la historia del sufragismo. Sucedió el 19 de julio de 1848 y recibió el nombre de Convención de Séneca Falls. Las conclusiones de la reunión, que se alargó hasta el día siguiente, se trasladarían a un documento, la Declaración de Sentimientos, considerado el primer documento en favor del feminismo en los Estados Unidos de América.
Sus impulsoras fueron Elizabeth Cady Stanton, una mujer sensibilizada con las injusticias sociales de las mujeres de su tiempo, injusticias que ella misma vivió en su propia piel, y Lucrecia Mott, una cuáquera que había conocido pocos años antes en Londres durante una convención abolicionista en la que las mujeres solamente podían escuchar pero no opinar ni votar. Por desgracia, ni Elizabeth ni Lucrecia pudieron nunca ejercer su derecho al voto, aprobado oficialmente en Estados Unidos hasta 1920.
Otros territorios del mundo fueron permitiendo a sus ciudadanas opinar en las votaciones. Pero no fue hasta 1893 en el que un país entero consiguió el sufragio femenino. Fue gracias a un movimiento que empezaba a organizarse en distintas partes del mundo con nombres propios de mujeres dispuestas a hacer oír su voz. Fue en Nueva Zelanda, donde las sufragistas organizadas bajo la dirección de Kate Sheppard, consiguieron el voto femenino. Su papel al frente del movimiento supuso un importante ejemplo para otras mujeres de otros lugares del mundo que decidieron seguir sus mismos pasos. El eco de su labor viajaría desde las antípodas hasta la vieja Europa donde a principios de siglo, Finlandia y poco después Noruega y Suecia permitieron a sus mujeres votar.
Sufragistas. Las mujeres que quisieron votarfamilia-pankhurst1Uno de los movimientos sufragistas más conocido fue el que tuvo lugar en Reino Unido, donde las mujeres no pudieron votar hasta 1928, después de protagonizar una lucha que pasó de las palabras y las reivindicaciones a la violencia en las calles. Las máximas protagonistas de la reivindicación por el voto femenino fueron las mujeres de la familia Pankhurst, con su matriarca, Emmeline Pankhurst, a la cabeza. Fundadora en 1903 de la Unión Social y Política de Mujeres (en inglés, Women’s Social and Political Union, WSPU), Emmeline pasó por distintas etapas de lucha reivindicativa. Después de la frustración de ver cómo el Parlamento británico se negaba a aceptar el sufragio femenino, y de nada valían sus argumentos dialécticos, las sufragistas británicas decidieron pasar a la acción y salir a las calles para reivindicar con actos violentos su derecho a votar. Una decisión que enfrentó a muchas de ellas, incluidas sus propias hijas, Christabel, Sylvia y Adela. Solamente Christabel, su hija mayor, siguió fielmente los pasos de su madre.
La muerte de Emily Wilding Davison, que intentó colgar una bandera sufragista en el caballo del rey que corría en el derby de Epsom de 1913, marcaría un antes y un después en la historia de las sufragistas británicas. Un hecho dramático que se ha convertido, más de un siglo después, en parte del argumento de una de las películas estrenadas en 2015 en todo el mundo. Sufragistas, protagonizada por actrices de la talla de Meryl Streep o Helena Bonham Carter, recrea en la gran pantalla la dura lucha de aquellas mujeres que pusieron en su lista de prioridades la dignidad y el respeto a las mujeres. Una película preciosa que muchos hombres y mujeres de todas las edades deberían ver para reflexionar sobre aquellas mujeres que se dejaron la vida por un ideal.Sufragistas-138575244-large
Sufragistas. Las mujeres que quisieron votarclara campoamorY mientras en otros lugares como Reino Unido o Estados Unidos fueron muchas las mujeres que se unieron a la defensa del sufragio femenino, en la España republicana de la década de 1930 fue la lucha de una mujer incansable la que consiguió que las mujeres pudieran votar. Fue Clara Campoamor, una abogada que se enfrentó a un mundo de hombres que desdeñaba a las mujeres. Un mundo en el que incluso las mujeres miraron con recelo a aquella mujer dispuesta a hacer valer sus derechos. Lo consiguió, en 1931. Pero por poco tiempo. La dictadura franquista provocó un largo paréntesis en el derecho al sufragio femenino español.
A lo largo del siglo XX, muchos países han ido incorporado el sufragio femenino. Pero aún existen rincones faltos de derechos para ellas. No sólo poder votar.

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