28 de marzo de 2012

Ahora las brujas tenemos las llamas.


Es como si estuviésemos constantemente borradas, aquellas que buscamos la libertad, la solidaridad y la autogestión de nuestra vidas. Es así como la historia sexualmente nos ha negado, por un lado la religión y su gran mito de la manzana es el comienzo histórico de toda un universo de culpa adjudicada a este ser errante, a este hombre mutilado, como nos llamo Aristóteles. A este sexo que no existe, como afirma empíricamente Freud. Es así como nos han temido, como nos han odiado por ser bellas, libidinosas, sabias, brujas, sucias y libertinas. Cultural y racialmente hemos sido la negación y al mismo tiempo el miedo de una sociedad patriarcal-falocéntrica, que nos ha visto como un enemigo insurgente en su posesión de poder. Hegemonía tirana que nunca se vivió ni se vive en sociedades matriarcales, en las cuales resalta la autonomía sexual de la mujer y la educación libre de sus hijas.
Históricamente, la serpiente como símbolo mitológico en muchas culturas ha representado la generación de la vida, el erotismo, la voluptuosidad, la humedad y la libido sexual de la mujer; además de representar el mal y la oscuridad, como estandartes del Caos. Por consiguiente, es diabolizada como la tentación de la mujer que representa Eva, la mujer original, quien desobedece a Dios e incita a Adán a morder la manzana prohibida. “Pondré enemistad entre tú y la serpiente”, dijo Dios explícitamente; es decir, “te quitaré tu sexualidad: paralizaré tu útero, te volverás ‘histérica’, parirás con dolor y el hombre te dominará”. Aquí está el destino de la nueva condición de la mujer. Con la muerte de la serpiente, enviada a matar por un ángel armado con una espada al servicio de Dios, se reivindica la destrucción de la libertad de la mujer. Con esto aparece 2500 años más tarde la imagen de la Virgen María aplastando la cabeza de la serpiente; con esto consagráse la esclava sumisa de Dios y la renegacion de todos los “males femeninos” que laten en el útero “errante” de la mujer.
Con el triunfo de la revolución patriarcal y la desposesión de la serpiente en la mujer, aparece el nuevo orden simbólico. El Olimpo se llena de dioses, y entre ellos Esculapio, dios de la medicina, que se ha apoderado de la serpiente y que hoy, cual trofeo de guerra, todavía se exhibe en las marcas farmacéuticas.
Sistemáticamente nuestra sexualidad se fue focalizando hacia la función reproductora y nuestro placer se fue negando y robotizando. Desde niñas nos dicen que es malo tocarse “ahí”, es un tema tabú el placer en las niñas y si recibes información sexual, ya sea familiar o en las escuelas, es información vaga dirigida hacia la reproducción y a las enfermedades de transmisión sexual. Visto desde esta perspectiva frígida, nuestra sexualidad hasta este punto no tiene sentido…
El cuerpo rígido de la mujer, despiezado y desposeído de la serpiente que le animaba, queda en manos de la medicina, la ciencia que se ocupa de los cuerpos devastados que han sido privados de su capacidad de auto-regulación.
Así fue como las parteras, brujas y comadronas fueron exterminadas de la vida sexual y procreadora de la mujer, de aquella sabiduría ancestral que la ciencia no ha podido descubrir, aquellas hadas que sin un estudio universitario han logrado sanar y curar a leprosos. Aquellas brujas perseguidas que exterminaban pestes enteras en las ciudades hacinadas en la Edad Media, fueron al mismo tiempo perseguidas y quemadas en las hogueras de la Inquisición. Sanadoras de muchas enfermedades contagiosas, se condena a toda mujer que cure una enfermedad sin tener estudios. De esta forma la Iglesia fue prohibiendo realizar todo tipo de curación por la misma gente. Fue así como estratégicamente los curas salían de las iglesias derramando agua bendita entre los leprosos, ciegos, inválidos y locos, predicando que de esta forma pagarían en vida el castigo que Dios había enviado por sus pecados.
Nuestras vidas actuales giran en torno a la medicación, bajo una sociedad del pánico que es capaz de cenar un coctel de antibióticos antes de enfermarse, para que eso no suceda. Antes de nacer ya estamos destinados a ser “pacientes”, amparadas por una industria médica farmacéutica clasista y de dudosos intereses.
Una realidad avalada por el poder religioso y médico, la mujer se ve hoy despojada de todo el conocimiento de su cuerpo, no es capaz de autocomplacerse, ni siquiera de reconocerse. No entendemos lo que nos sucede y por otra parte odiamos nuestros cuerpos, ya sea por disconformidad o por “problemas” menstruales y menopáusicos, agravados por una sobredosis descarada de hormonas innecesarias.
Aquella sabiduría de brujas que supo de abuelas autorregulando su fertilidad bajo los ciclos de la luna y palpando el calor de su vientre, tal como todos esos secretos de brebajes para simples y también complejos malestares, hoy agravados y patentados como síndromes y enfermedades. Los sabios remedios para abortar, la ciencia de ayudar a otra mujer a parir sin dolor, sin miedo, sin violencia y con placer. Es impresionante cómo el numero de cesáreas aumenta… aquel desgarro antinatural que hace parir a una mujer innecesariamente intervenida quirúrjicamente, bajo el placer que estas sangrientas imágenes debe generar a las medicas, el sometimiento insensato de miles de mujeres a horribles secuelas y en casos la muerte.
Nunca jamás la mujer necesito un/a médica para desarrollarse sexualmente, procrear, vivir libre, y sanamente . No son los libros antropológicos de antaño quienes teóricamente afirman esto, es la realidad que se vivió y se continúa viviendo en muchas partes del mundo, tal como lo pude vivir los meses de marzo y abril de 2009 en comunidades Quichua y Shuar de la selva del Amazonas en Ecuador, en donde las mujeres suelen parir solas, en la mayoría de los casos sin parteras, sin dolor, sin miedo, sin cesáreas, sin muertes. De la mano de la sabiduría que no han perdido y del conocimiento adecuado de la naturaleza y de las plantas. Tal como en Bolivia y en muchísimos lugares en donde el imperio tecnológico no ha llegado, la resistencia sigue al margen de este holocausto. Fue así como mis amigas de la selva me hicieron ver la simple realidad de vivir sin esta paranoia de la medicina y recuperar nuestra sabiduría como brujas, que no necesitamos estudiar académicamente nada, que tan solo necesitamos unirnos, desearnos, y querernos como serpientes, como úteros que palpitan al sonido de la rebelión del gigante dragón que arrasará con este horrible sistema capitalista y patriarcal.

http://www.ginecologianatural.org/2009/10/ahora-las-brujas-tenemos-las-llamas/