26 de abril de 2016

Los liberales y la lucha por los derechos de las mujeres.



David Boaz afirma que "Las mujeres jugaron un papel importante en el lanzamiento del movimiento liberal y las mujeres con valores liberales también han tenido un papel importante en la promoción de los derechos de las mujeres".
Las mujeres jugaron un papel importante en el lanzamiento del movimiento liberal y las mujeres con valores liberales también han tenido un papel importante en la promoción de los derechos de las mujeres.
En el año oscuro de 1943, en las profundidades de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto, cuando el gobierno más poderoso en la historia de EE.UU. se alió con un poder totalitario para derrotar a otro, tres notables mujeres publicaron libros que podría decirse que dieron luz al movimiento liberal moderno. Stephen Cox, biógrafo de Isabel Paterson, escribe que "las mujeres fueron más importantes en la creación del movimiento liberal de lo que fueron en la creación de cualquier movimiento político no centrado exclusivamente en los derechos de las mujeres".
Rose Wilder Lane, la hija de Laura Ingalls Wilder, que escribió La casa de la pradera y otras historias acerca del áspero individualismo estadounidense, publicó un apasionante ensayo histórico llamado El descubrimiento de la libertad. Isabel Paterson, crítica literaria y novelista, produjo El Dios de la Máquina, que defendía al individualismo como la fuente de progreso en el mundo. Y la más famosa, Ayn Rand, publicó El Manantial.
Estas mujeres eran todas muy diferentes. Difícilmente se podía ser más tradicionalmente estadounidense que Lane, siendo la hija de la exitosa cronista de la frontera estadounidense. Viajó por toda Europa como periodista después de la Primera Guerra Mundial y vivió durante largos periodos en Albania. Paterson también nació en una familia pobre de granjeros, aunque en Canadá. Llegó a Vancouver y luego a Nueva York, donde se convirtió en una importante columnista de periódicos. Ayn Rand nació en la Rusia zarista y llegó a EE.UU. después de la toma de poder por los comunistas, decidida a escribir novelas y guiones de cine en su lengua adoptiva.
Las tres mujeres se hicieron amigas, aunque estas tres resueltas individualistas finalmente se pelearon por diferencias religiosas y políticas. Sin embargo, para entonces, la tradición individualista en EE.UU. había resurgido, y un movimiento en ciernes estaba en marcha.
Paterson, Lane, y Rand no fueron, sin embargo, las primeras mujeres liberales en abogar por los derechos individuales.
La igualdad y el individualismo subyacentes en el surgimiento del capitalismo y el gobierno republicano en el siglo XVIII  llevaron naturalmente a que la gente empezara a preguntarse por los derechos de las mujeres y de los esclavos, especialmente de los esclavos afroamericanos en EE.UU. No es casualidad que el feminismo y el abolicionismo surgieron del fermento de la Revolución Industrial, la Revolución Estadounidense  y la Revolución Francesa. Del mismo modo en que una mejor comprensión de los derechos naturales se desarrolló durante la lucha estadounidense contra las injusticias puntuales sufridas por las colonias, la feminista y abolicionista Angelina Grimké señaló en una carta de 1837 a Catherine E. Beecher, "He encontrado que  la causa contra la esclavitud es la gran escuela de moral en nuestra tierra —aquella en la que los derechos humanos son plenamente investigados, y mejor comprendidos y enseñados, que en cualquier otra".
Mary Wollstonecraft (esposa de William Godwin y madre de Mary Wollstonecraft Shelley, la autora de Frankenstein) respondió al ensayo de Edmund Burke Reflexiones sobre la Revolución en Francia en su escrito Una vindicación de los derechos del hombre, en el que argumentó que "el derecho de nacimiento del hombre... es tal grado de libertad, civil y religiosa, como el que sea compatible con la libertad de cualquier otro individuo con el que está unido en un pacto social".
Apenas dos años después, en 1792, publicó Una vindicación de los derechos de la mujer, donde se preguntaba "si, cuando los hombres luchan en favor de su libertad... no sería inconsistente e injusto subyugar a la mujer?"
Las mujeres que participaron en el movimiento abolicionista estadounidense también tomaron la bandera feminista, fundamentando sus argumentos en ambos casos en la idea de la propiedad sobre uno mismo, el derecho fundamental de la propiedad en la propia persona. Angelina Grimké basó sus trabajos sobre el abolicionismo y los derechos de las mujeres, de forma explícita en el fundamento liberal de Locke: "Los seres humanos tienen derechos, porque son seres morales: los derechos de todos los hombres nacen de su naturaleza moral; y como todos los hombres tienen la misma naturaleza moral, todos tienen esencialmente los mismos derechos.... Si los derechos se basan en la naturaleza de nuestro ser moral, entonces la mera circunstancia del sexo no da al hombre derechos y responsabilidades superiores que a las mujeres". Su hermana, Sarah Grimké, también activista en favor de los derechos de los negros y de las mujeres, criticaba el principio legal anglo-americano por el cual una esposa no era responsable de un crimen cometido a través de las directivas de su marido o incluso en su presencia. En una carta a la Sociedad de Mujeres en contra de la Esclavitud de Boston escribió: "Sería difícil crear una ley mejor calculada para destruir la responsabilidad de la mujer como ser moral, o como un agente libre". En esas líneas, enfatizó el punto fundamental del  individualismo, que cada individuo debe, y sólo un individuo puede hacerlo, asumir la responsabilidad de sus acciones.
La Declaración de Sentimientos adoptada en la histórica Convención de Seneca Falls en 1848 conscientemente reflejó tanto la forma como el liberalismo de los derechos naturales Lockeanos de la Declaración de Independencia, ampliando sus reclamos de derechos, para declarar que "todos los hombres y mujeres son creados iguales", dotados de los derechos inalienables a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. El documento señala que a las mujeres se les niega la responsabilidad moral por su falta de capacidad legal y concluye que las mujeres han sido "privadas de sus derechos más sagrados" por "leyes injustas". Esa vertiente liberal clásica e individualista del pensamiento feminista continuó en el siglo XX, en la medida en que las feministas lucharon no sólo por el voto, sino también por la libertad sexual, el acceso al control de la natalidad, el derecho a la propiedad, y a celebrar contratos.
Dentro de las escritoras liberales feministas de finales del siglo XIX y principios del siglo XX se encuentran Voltairine de Cleyre, Lillian Harman, y Suzanne LaFollette. Wendy McElroy compiló algunos de sus escritos en Libertad, individualismo y el Estado. Joan Kennedy Taylor desarrolló la idea en su libro de 1992, Reclaiming the Mainstream: Individualist Feminism Rediscovered (Recuperando la corriente dominante: el feminismo individualista redescubierto).
Un liberal debe necesariamente ser feminista, en el sentido de ser un defensor de la igualdad ante la ley para todos los hombres y mujeres, aunque por desgracia muchas feministas contemporáneas están lejos de ser liberales. El liberalismo es una filosofía política, no una guía completa para la vida. Un hombre y una mujer liberales pueden decidir tener un matrimonio tradicional en que el hombre trabaja y la mujer no, pero es parte de su acuerdo voluntario. La única cosa que nos dice el  liberalismo es que son iguales en el ámbito de la política y tienen pleno derecho a elegir el tipo de vida que prefieren.
En su libro Justicia de Género, David L. Kirp, Mark G. Yudof, y Marlene Strong Franks apoyaron este concepto liberal del feminismo: "No es ni la igualdad en el sentido de ser parecidos, ni la igualdad en la diversidad que comprende adecuadamente la cuestión, sino el concepto muy distinto de igual libertad ante la ley, enraizada en la idea de la autonomía individual".

http://www.elcato.org/los-liberales-y-la-lucha-por-los-derechos-de-las-mujeres