13 de febrero de 2018

Autoestima y Género. La autoestima en la mira feminista.



Tendencias políticas y autoestima

En la actualidad hay dos grandes vertientes de la autoestima. La más difundida por la
mercadotecnia y las tecnologías educativas conservadoras es idealista, conservadora
y fundamentalmente patriarcal. Forma parte de los estímulos ideológicos al
individualismo y al voluntarismo psicologista. Elude el análisis de las causas concretas
de los problemas de autoestima. Y pretende crear métodos terapéuticos o de
autoconsumo para mejorar la autoestima sin cambiar el mundo. Su objetivo es sólo
cambiar hábitos, imágenes, formas de hacer algunas cosas, actitudes y
comportamientos para adaptar a las mujeres al sentido conservador de la modernidad:
ocuparse de sí mismas, para tener éxito de acuerdo con los valores hegemónicos y
para sentirse dichosas con ese sentido de realización personal.

Desde esta visión light es posible incluso afirmar la autoestima en la servidumbre
familiar, laboral, conyugal. Se concibe la autoestima como una experiencia intrínseca e
ideológica basada en la voluntad. Se considera a la autoestima como universal y por
ello se trata de manera indistinta a mujeres y a hombres. No se reconoce la
importancia de la diferencia sexual y tampoco de las configuraciones de género no
sólo en la conformación de la autoestima sino de la vida misma. Está ausente en esta concepción la perspectiva sociopolítica que relaciona la autoestima con el género y la
clase, la etnicidad, la condición cultural. Se trata, en cambio, de una visión esencialista
y ahistórica, y conduce a visiones reduccionistas en cuanto a la atención de la
problemática vital. Contribuye, asimismo, a despolitizar la existencia y así fomenta el
conformismo y una experiencia omnipotente.

Desde luego, desde esta tendencia se enfocan y atienden problemas de relación, se
analizan, por ejemplo, algunos problemas de relaciones hostiles o nocivas como
enfermedades o adicciones, se atribuye un origen natural a problemas de seguridad y
confianza, las dificultades para alcanzar metas y objetivos son definidas como
fracasos, y se le apuesta al autocontrol como recurso disciplinario que conducirá a la
asertividad y a la valoración. A esta visión la conocemos como Enciende tu vida, o
Cree en ti, o cosas similares. Desde su propio mercadeo, ofrece el control total de tu
vida, la elevación de tus cualidades espirituales y el logro de tu felicidad.

La influencia de esta tendencia se da a través de terapias, cursos, seminarios, revistas
para mujeres, de modas y del hogar; también a través de programas de radio y
televisión. Incide sobre todo en personas ricas o que aspiran a ascender. Y, a pesar de
que no están dirigidos específicamente a mujeres, acuden a su llamado sobre todo
mujeres que sufren y encuentran en esta tecnología alivio a muchos problemas que
las agobian. La atención de la autoestima les conduce a ocuparse de sí, a reflexionar y
mejorar, a cambiar algunas de sus conductas. Este tipo de terapia condiciona, de
hecho, formas de adaptación funcional al mundo, e impide el desarrollo de una
conciencia de sí, de una conciencia crítica de género.

La autoestima ubicada en la perspectiva feminista tiene otros contenidos. La reflexión
sobre esta problemática proviene de la crítica deconstructiva de concepciones que
colocan las transformaciones externas a la persona y las metas sociales y políticas
colectivas por encima de las necesidades y la realización personal. Algunas ideologías
de la vieja izquierda han sobrevalorado a los sujetos colectivos y sus causas en
detrimento de los sujetos individuales, y han promovido una moral sacrificial: no
importa el estado de las personas, sino el logro de transformaciones colectivas. Más
aún, hicieron depender de los grandes cambios sociales y culturales la mejora de las
condiciones individuales. Desde esa ideología han promovido una mentalidad idealista
al omitir a la persona en el análisis político o reducirla a receptáculo de las condiciones
sociales. La tesis es muy simple: al mejorar las condiciones, mejora automáticamente
cada quien y además lo hace en cumplimiento de la doctrina y de realizar una utopía.

La omisión de la persona tiene su fundamento en la crítica al individualismo excluyente
e inequitativo asociado a intereses de clase egoístas, y a la derecha. Desde esa
izquierda, reivindicar a la persona es un atentado a la cohesión grupal o comunitaria yse considera muestra de insolidaridad. En tal esquema, la individualidad y la persona
se oponen al colectivo y a la solidaridad, como valor antagónico e incompatible con la
colectividad. La anulación de la persona corresponde con una visión profundamente
autoritaria del poder en la que no hay personas, sino grupos y corporaciones que viven
en pos de ideales y, por ende, de los fines colectivos. Desde cualquier autoritarismo,
de izquierda o de derecha, es posible anteponer intereses generales, colectivos o
públicos, a los intereses particulares, individuales, personales y privados.

Mujeres de diversas épocas han participado en movimientos sociales y políticos que
han buscado transformar el mundo en beneficio de las mayorías. Anhelantes de
transformar sus Propias vidas, de eliminar las injusticias en carne propia, han
encontrado en esos movimientos el discurso de la equidad, la configuración de la
libertad, la convergencia con otros seres sedientos de alcanzar los mismos fines. A
pesar de haber concretado algunas de sus aspiraciones sociales y políticas, la
mayoría de las mujeres comprometidas no logró transformar positivamente sus
existencias de manera integral. En ese camino muchas murieron, otras expusieron sus
vidas o perdieron su libertad, otras más asumieron formas de vida precarias y
peligrosas. Según las épocas y los procesos, algunas consiguieron cambiar
condiciones sociales, ideologías, hasta regímenes políticos, y mejoraron sus
condiciones sociales. Sin embargo, algo ha faltado. Hay una carencia: ¿De esto se
trataba? ¿Para lograr esta estrechez vital hemos vivido tanto pesar?

La reflexión sobre lo personal proviene de la crítica a esa forma de participar con la
creencia de que automáticamente al ganar un partido, al desmontar un régimen
político o un sistema económico, o cualquier cambio social promovido por un
movimiento puntual, todo mejoraría y, al sobrevenir, la misma vida cambiaría en
aquellos aspectos íntimos, profundos, personales, que han impulsado a muchas
mujeres a apoyar pequeñas y enormes causas y a realizar grandes acciones. Por el
contrario, para participar así, muchas mujeres han debido truncar su propio desarrollo
y traicionar sus deseos por sí mismas, a favor de la causa y vivir ignominias en pos de
ideales, incluso por parte de sus compañeras y compañeros o de las organizaciones
que han contribuido a formar. Tras un tiempo resurge en algunas de ellas el anhelo de
sentirse bien internamente y la necesidad de que ese anhelo sea legítimo.

El feminismo de los años 60 y principio de los 70 recogió en muchos países el deseo
de las mujeres que padecen el malestar sin nombre'. En aquel entonces, se refería a
mujeres norteamericanas, clase medieras educadas, que cumplían con todos los
anhelos matrimoniales, familiares, incluso de buen nivel de vida y, no obstante, vivían
depresión y malestares sin fin. Se sentían atrapadas y paralizadas. Vivían como viven
millones de mujeres en el mundo, para apoyar el desarrollo y la realización de sus millones de mujeres en el mundo, para apoyar el desarrollo y la realización de sus seres queridos, eso las deprimía. Eran tratadas por la psicología y no bastaba.

Ellas fueron, en parte, quienes se rebelaron y participaron en movimientos sociales,
sexuales, pacifistas y feministas; al emanciparse, proclamaron que lo personal es
político.
Un aporte radical de los feminismos de las últimas décadas del siglo XX y principios
del XXI, consiste en que la participación de estas mujeres no ha tenido que ver con
causas generales y difusas: al dirigir la política a las mujeres mismas, como categoría
social y como individuas, se conectan desde ahí con otros procesos sociales y políticos. Han hecho de la causa de las mujeres su prioridad. Han colocado el tiempo y el espacio como parámetros de realización utópica y han dicho: aquí), ahora.
Han ubicado su ámbito y lo limitan entre la vida cotidiana, las redes de relaciones sociales y
el Estado. La causa avanza y se extiende a mujeres de todos los confines, muchas de
ellas provenientes de tradiciones históricas y procesos políticos muy diversos.

La dimensión personal de la realización trascendente define la innovación del
feminismo del siglo XX, y complejiza la profunda tradición social de compromiso ético
con las mayorías y por eliminar formas de dominación como la explotación y la
opresión, prevalecientes en períodos anteriores. "Ha llegado la hora de invertir el lema
feminista y proclamar que lo político es personal`. No se cambia una prioridad por otra,
sino que el feminismo se enriquece y abarca todas las dimensiones: desde lo
individual hasta lo colectivo, lo privado y lo público, y va de la sociedad al Estado, de la
cultura a las prácticas sociales. Unas feministas ponen el acento en unos ámbitos y
otras en Otros. Todas han acertado.

Otra vertiente más reciente en la reflexión sobre la autoestima surge de la
participación social de mujeres en procesos de desarrollo y de intervención política.
Mujeres que luchan (así se conciben) por distintas causas, incluso por la causa de las
mujeres que tras unos años de grandes esfuerzos continúan viviendo los mismos
problemas y afrentas personales, mujeres que tras liderar procesos, en momentos
cruciales, dimiten; mujeres que con toda la convicción no han tenido la fuerza para
participar o que han sido muy lastimadas con el asedio, la competencia y un sinfín de
obstáculos.

Se ha desvanecido la ilusión de que la fuerza de las convicciones es suficiente para
tener fortaleza personal, o de que el éxito y los avances políticos de género se
traducen en mejoras personales de quienes los impulsan. Se reconoce que aun
mujeres que están en posiciones de avanzada viven formas de opresión y violencia
que las dañan, y no tienen recursos para evitarlo ni para superarlo. La participación
política a secas ha dejado de ser la piedra filosofal. Hoy hacemos una crítica a la
participación política en condiciones de desigualdad y minoría en espacios políticos y
con las maneras y estilos, los usos y las costumbres patriarcales, idealizada con el
velo de la igualdad.

http://mujerdelmediterraneo.heroinas.net/2018/02/autoestima-y-genero-la-autoestima
https://xenero.webs.uvigo.es/profesorado/marcela_lagarde/autoestima.pdf