La agresión, una situación instaurada que convive entre nosotros, a la que no somos ajenos: guerras, violencia, sadismo, son algunas de las manifestaciones de este mal que se ha enraizado en nuestro días.
La agresión es una tendencia o conducta hostil o destructiva, es un acto contrario al derecho del otro.
El término agresividad proviene del latín gradior que significa marchar contra, hace referencia a una serie de actividades que pueden expresarse a través de la pelea física, los gestos o expresiones verbales que aparecen en el curso de cualquier negociación.
La agresividad tiene su origen en múltiples factores, internos, externos, individuales, familiares o sociales. La adicción a las drogas y los cambios emocionales del individuo, tanto a un nivel considerado no patológico por los especialistas en salud mental, como patológico (neurosis, depresión, trastorno maníaco-depresivo o trastorno bipolar) pueden generar también comportamientos agresivos y violentos.
Así como la ansiedad, la agresividad que se considera normal, funcional y necesaria para la supervivencia y la vida cotidiana, pero a ciertos otros niveles, se considera anormal, disfuncional y generadora de muchos otros problemas de salud.
En referencia a los orígenes de la agresividad, Erich Fromm en el "Amor a la vida", explica que existen dos tipos de agresión: la biológicamente adoptada, que es la misma que existe en los animales, y la específicamente humana, la de la hostilidad, la viviente, la del odio a la vida, la necrofilia.
En el primer caso, Fromm explica que la reacción defensiva del hombre es más amplia, ya que el animal vive la amenaza presente, mientras que el hombre también representa el futuro. Asimismo, la reacción del hombre es mayor porque al hombre se le pueden sugerir cosas, y al animal no, entonces es susceptible a ver amenazada su vida o su libertad por intermedio de la sugerencia de alguien. Por otra parte, el hombre posee intereses vitales especiales, valores, ideales, instituciones con las que se identifica, por lo tanto es mucho mayor el número de posibilidades por las cuales se ve amenazado.
En referencia a la agresividad biológicamente adaptada, donde el hombre defiende intereses vitales, Fromm sostiene que existen hombres en los que su forma de defensa no es biológicamente adaptada, sino enraizada en su carácter. Un carácter proclive a la agresión es una de las manifestaciones del sadismo, que implica un hombre que intenta controlar en forma absoluta y total a otro ser.
Asimismo, las frustraciones en el hombre generan agresividad porque no es posible conseguir aquello que se desea.
Actualmente, una de las formas de manejar la ansiedad es por medio del poder, la agresividad genera miedo en los demás, y en el agresor sensación de poder.
Finalmente, más allá de las causas o los motivos, es necesario denunciar todos los casos de violencia o agresividad, pues dar la espalda al problema no es la mejor forma de colaborar. La educación, los medios educativos y de comunicación son buenos canales para combatir este mal.
Por Andrea Calvete
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