Distintas tribus como los Navajo, los Cheyenne y los Cherokee utilizaban el término “gente de dos espíritus” antes de que que se establecieran las normas cristianas tras la conquista de América del Norte. Antes de los rígidos roles de género imperantes en las sociedades tradicionales en las que vivimos, los nativos norteamericanos respetaban cualquier género y los reconocían con los siguientes nombres: mujer, hombre, mujer de dos espíritus, hombre de dos espíritus y transgénero.
De acuerdo con Indian Country Today, y tal y como nos lo cuentan desde lamula, “los Navajo se refieren a los ‘dos espíritus’ como Nádleehí, que significa ‘uno que se transformó’; dentro de los Lakota está el Winkté, nombre que se da a los hombres que tienen la costumbre de comportarse como mujeres; para los Ojibwe, el Niizh Manidoowag, literalmente ‘dos espíritus’; mientras que los Cheyenne tienen al Hemaneh, mitad hombre, mitad mujer, para nombrar a unos pocos. El propósito del concepto de ‘dos espíritus’ es el de dar una posible traducción occidental a esta serie de nombres, pero no siempre este ejercicio es totalmente exacto en su vuelta a los lenguajes nativos. Por ejemplo, en el idioma Cherokee Iroqués no hay manera de traducirlo, pero esta tribu sí tiene términos de variación de género para nombrar a ‘mujeres que se sienten como hombres’ y viceversa”.
La cultura de los “dos espíritus” en América del Norte fue muy atacada y sustituida en su lugar por las costumbres y los valores de origen europeo, fijando unos rígidos roles de género.
“Esta tradición debe ser erradicada antes de que llegue a los libros de historia”, —George Catlin, artista estadounidense haciendo referencia a la cultura de los dos espíritus.
Uno de los ejemplos más reseñables de los “hombres de dos espíritus” fue el gran guerrero Lakota llamado Osh-Tisch (su nombre significa el que los encuentra y los mata). Nacido varón, se casó con una mujer, pero vestía con ropa femenina y vivía su cotidianeidad como una mujer.
En la cultura milenaria de estas tribus se valoraba a cada persona por su aporte real en la tribu y no se asignaba ningún rol de género a los hijos. No obstante, cuando había una persona de “dos espíritus” en la familia, suponía una bendición para ellos, porque se entendía que podía ver el mundo con ambos ojos, el feminino y el masculino.
Definitivamente, una cultura de sexualidad y género muy diferente a la nuestra que nos enseña que lo natural depende de la perspectiva que tomemos y que siempre debemos respetar las decisiones personales de cada uno.
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