14 de septiembre de 2017

El horror de los burdeles en los campos de concentración nazi.



Un capítulo oscuro de la Alemania nazi, y uno de los secretos mejor guardados durante mucho tiempo, por el silencio (en el caso de las víctimas, por temor y vergüenza y en el caso de sobrevivientes e historiadores, por evitar tocar este tema), y por que "no encajaba bien en la imagen de los campos de concentración como monumentos al sufrimiento" según Robert Sommer, autor del libro, titulado Das KZ Bordel, es el uso que los SS hicieron de miles de mujeres como esclavas sexuales.
Estas esclavas fueron reclutadas en diversos países, y el campo de concentración de mujeres de Ravensbruck fue un lugar de abastecimiento, siendo para los nazis una fuente de ingresos.
La prostitución forzada para la satisfacción sexual de soldados y miembros alemanes de otras organizaciones controladas por los nazis llegó a ser frecuente en la Europa ocupada durante la Segunda Guerra Mundial. Se estima que forzaron a más de 34.000 mujeres de estados ocupados a trabajar como prostitutas para el Tercer Reich. Los burdeles establecidos por el estado nazi eran en un principio para uso de los soldados de la Wehrmacht, oficiales SS y trabajadores extranjeros que trabajan para el Reich. Los nazis trataban a estas mujeres como botín de guerra, y aún cuando eran judías, los soldados del frente podían hacer uso de ellas (en la retaguardia, el contacto con mujeres judías eran castigado).
En 1.942, la guerra comienza a torcerse para Alemania. Heinrich Himmler contempla entonces la necesidad de poner en marcha un sistema para incentivar el rendimiento de los prisioneros de algunos campos, que trabajan en la fabricación de armamento. Diseña un plan de recompensas en cinco fases, de menor a mayor mérito: reducción en la carga laboral, suplementos alimenticios, pagas extraordinarias, aumento del tabaco, y, como premio a la excelencia productiva, una visita al burdel del campo. Los SS utilizaron la excusa de que la prostitución obligada servía para estimular el trabajo de los esclavos de los campos de concentración: mantener la moral de los trabajadores forzados en la producción armamentística y al mismo tiempo evitar la homosexualidad, por lo que a partir de ese año, se abrieron burdeles en 10 campos de concentración, habilitados por orden directa de Himmler, el mayor de ellos en Auschwitz, donde llegó a haber hasta 21 mujeres trabajando a la vez.
Como ejemplo, la firma E.G.Farben, que utilizaba centenares de presos como esclavos, solicitó a la SS un permiso para autorizar a los "trabajadores sobresalientes" a que fueran premiados con la asistencia a los burdeles. Himmler aceptó.
Pero esta estrategia, no funcionó muy bien ya que eran muy pocos los que estaban en condiciones físicas para ir.
El primer burdel se abrió el 11 de junio de 1.942 en el campo de Mauthausen, y el último, a principios de 1.945 en el de Mittelbau-Dora.
Las presas obligadas a prostituirse eran en su mayoría alemanas. El motivo de su detención e internamiento era, en muchos casos, la prostitución callejera, o por contactos con judíos u otros "enemigos del Reich" y se las internaba en Ravensbruck, aunque se han documentado también unos pocos casos de mujeres reclutadas como prostitutas en Bergen-Belsen y Auschwitz.
Una vez en Ravensbruck, se las seleccionaba bajo la promesa de que a los 6 meses serían liberadas, algo que nunca ocurría, y al cabo de un tiempo se las devolvía al campo.
Según relata Olga Lotar, prisionera política en Ravensbruck: "Llegaron oficiales de la SS y comenzaron a mirar a las mujeres. Las clasificaban por peso, altura, color de cabello; para diversos gustos. Al principio los nazis engañaron a las mujeres y les decían que si trabajaban 6 meses como prostitutas serían liberadas. Varias creyeron estas promesas pero luego se dieron cuenta de las mentiras. Luego de ser utilizadas las devolvieron deshechas a Ravensbruck. Regresaban con el cuerpo roto y los ojos apagados. Perdieron todo atisbo de esperanza. Su mundo fue destruido y no tenían voluntad para vivir."
En los burdeles no trabajaban mujeres judías, ni los prisioneros judíos tenían acceso. Además los nazis impusieron una rígida división por "raza", así que los alemanes sólo podían ir con mujeres alemanas, los eslavos con eslavas...
A las mujeres seleccionadas, la mayoría con poco más de 20 años, se les cosía un triangulo negro en la manga, que las distinguía como "asociales", se lavaban, se vestían con ropa de calle y recibían comida de la cocina de los alemanes, recibían un trato distinto al de resto de mujeres. Debían trabajar a diario entre las ocho de la tarde y las diez de la noche.
El burdel estaba situado en casi todos los casos en una barraca a la entrada del campo. Contaban con un dormitorio común para las mujeres, aseo con bañera y habitaciones individuales para su trabajo. Eran los llamados «edificios especiales»
El preso que recibía el derecho a aprovechar los servicios del prostíbulo pasaba un breve examen médico, para detectar si no tenía alguna enfermedad venérea, entregaba dos marcos al funcionario de las SS que gestionaba el negocio (el precio que tenía también un paquete de cigarrillos), y podía subir al piso alto del barracón en el que las presas esperaban a los clientes, vestidas como si fuesen mujeres normales, con ropa bonita y limpia, porque esa sensación de normalidad aumentaba el atractivo de los prostíbulos y el interés de los presos por conseguir el permiso para aprovechar sus servicios.
Según el testimonio de una esclava sexual en Mauthausen: "En las cabañas había pequeñas habitaciones con números. Los hombres antes y después de cada visita se descontaminaban. Cada mujer recibía por día entre 10 a 20 hombres. Los guardianes de las SS nos vigilaban por pequeños agujeros en las puertas. Los hombres debían pagar a los oficiales, que se quedaban con el dinero".
La visita dejaba muy poco espacio para la fantasía. Estaba prohibido hablar y sólo se permitía la posición del misionero. El cliente y la prostituta eran observados permanentemente a través de una mirilla por un guardián de las SS, para asegurarse que se cumplía la prohibición de no hablar, y que redactaba después un informe detallado. El acto tenía que durar un máximo de 20 minutos.
Tras ser utilizadas, se las devolvía a Ravensbruck, donde llegaban hundidas, y donde fueron víctimas de la práctica de abortos y experimentos para investigar sobre enfermedades de transmisión sexual.
La comandancia de los campos ocultaba siempre 2 cosas cuando recibían "visitas oficiales": el crematorio y el burdel.
La existencia de estas instalaciones permaneció oculta después de la guerra.
Las víctimas optaron por callar y renunciaron a pedir indemnizaciones en la Alemania de posguerra, porque no se las consideró trabajadoras forzadas.
Después de la guerra, muchas de estas mujeres tuvieron que vivir con el peso del estigma social que permaneció sobre ellas a pesar de haber sido víctimas de la violencia brutal del sistema nazi.

http://eltrabajonoshacelibres.blogspot.com/2012/11/el-horror-de-los-burdeles-en-los-campos.html